AEROPUERTO MIAMI. (MIA)
En 1994 fue la primera
vez que visité a Miami, ya había estado en New York y New Jersey. Por la cercanía
a Montreal y excelentes servicios de autobuses, además de las diferencias en
los precios, preferí hacerlo siempre en guaguas. Recuerdo que en esos años
viajaba con un “Travel Document” que se extiende para refugiados políticos, es
una especie de pasaporte provisional. Para obtenerlo se requiere tener la
residencia permanente y se debe sacar visa para ingresar a la mayoría de los
países que se desea visitar. En el caso de los Estados Unidos me la otorgaron la
primera vez por 10 años, antes de transcurrido ese tiempo yo me haría ciudadano
canadiense.
Fue un viaje cargado de
emociones, no solo visitaría a familiares que no veía desde 1959 por razones
obvias, conocería a muchos de ellos nacidos del lado de acá. Ellos conocerían al
primer primo cubano en arribar a Miami, razones por la que la emoción era
compartida. Me encontraría de paso con amigos de los años que fuimos separados
por razones políticas, y lo principal, compartiría con mi abuela paterna, la
vieja más simpática y jodedora que he conocido. La ultima vez que nos vimos ocurrió
en 1959, yo era un niño y aun permanencia en la Casa de Beneficencia. Solo voy
a resumirles aquel viaje, fue espectacular y narrarlo consumiría el espacio de
otra historia.
Después de aquella
visita regresé a Miami todos los años, varios de ellos en dos oportunidades. Unas
veces por simples paseos y otras por romances, también para escapar un poco del
crudo invierno. Para esos tiempos me había despojado de aquellos residuos de
temores que, viajan con uno desde Cuba aunque no seas miedoso o cobarde.
Digamos que me habían crecido las espuelas necesarias para reclamar mis
derechos, defecto que padecen muchos de los nuestros viviendo del lado de acá por
décadas. Vivir en Canadá me devolvió algo que me habían robado desde la
infancia, ya tenia voz y rostro propio, además de unos derechos casi
desconocidos y dispuesto a defender.
Mientras permaneces en
cualquier aeropuerto del mundo suceden situaciones inesperadas, agradables unas
y otras no tanto. Después del acontecimiento del 911 se marcó un cambio
definitivo en el comportamiento de esos lugares y se extremaron las medidas de
seguridad, yo lo aplaudo. Solo que esta situación exige algo más de paciencia, comprensión
y colaboración de los pasajeros. El aeropuerto de Miami no fue una excepción,
es uno de los de mayor trafico de pasajeros en USA y el momento que se vive
desde entonces lo exige. Desde que llego a ese aeropuerto y recojo mi maleta,
la primera reacción es buscar donde tomarme un delicioso café cubano para salir
a la sauna o incubadora exterior a sonarme un cigarro. No sé si a otras
personas le sucederá lo mismo, pero viendo la cantidad de compatriotas nuestros
trabajando allí, su forma peculiar de hablar sin dejar de gesticular, su andar
y otras tonterías, recibes la impresión de arribar a una provincia cubana.
¡Bueno, a lo que iba! Ya
les dije que bien podían ocurrir situaciones agradables o contrarias en
cualquier aeropuerto y desafortunadamente viví algunas de ellas en Miami. Correrían
los finales de la década de los 90 y nos encontrábamos en pleno invierno, viajé
para esperar el fin de año con mi familia, algo frio para ellos y fresquito
para mí. Pasadas las fiestas y llegado el momento de regresar, una vez en el
buró de la compañía donde tenia reservado el pasaje, le extiendo mi pasaporte
al empleado. Era un tipo bajo de estatura, trigueño y de indudable origen
latino, detalle confirmado por el solapín que llevaba colgado en uno de sus
bolsillos y donde exhibía el apellido Meléndez. No recuerdo si me saludó o no,
con mucho aire de superioridad lo tomó y comenzó a buscar en el ordenador.
-Usted no tiene
reservado boleto. Así, sin mas explicaciones, a rajatabla y en inglés.
-Pues debe buscar bien,
porque bastante caro que pagué el vuelo. No mentía, durante los fines de año el
precio de esos vuelos se multiplicaba y a veces superaba el doble de su valor.
En ese caso específico yo había pagado mas de $700.00 dólares cuando en tiempos
muertos había volado en ambas direcciones por menos de $300.00. Sigue el tipo
buscando en el ordenador o fingiendo que lo hacía.
-¿Usted voló en esta compañía
para acá? ¿En cuál fecha?
-Si, volé en esta compañía
el pasado día 20 de Diciembre. Todo este diálogo se fue desarrollando en inglés
y ambos sabíamos que hablábamos español por nuestros acentos y apellidos. Volvió
a meter los dedos en la computadora y ya se me estaba acabando la gasolina.
Sabia perfectamente de los trucos usados por algunas compañías aéreas cuando
por error cometen overbooking y no saben cómo darle solución al problema.
-Pues fíjese que no,
señor Esteban, usted no aparece como haber arribado en nuestros aviones ese día.
Ya, me llenó la cachimba.
-¡Fíjate, Meléndez! Esta
vez le respondí en perfecto español, tan perfecto, que no ocultaba mi
encojonamiento y él pudo darse cuenta inmediatamente. ¡Vamos a hablar claro y en nuestro idioma! ¿Me
has visto cara de zonzo con tontera o de comemierda? Yo no pude llegar ese día porque
el vuelo de esta puta compañía salió con dos horas de retraso y arribó a Miami
posterior a las doce de la noche que, si no me equivoco, pertenece al siguiente
día. Tampoco pienses que soy estúpido, solo se necesita ingresar mi nombre o número
del pasaporte en el ordenador para darte la información exacta. Ya me
encontraba a punto de reventar y el tipo fue borrando su prepotencia o aires de
superioridad.
-¡Permítame buscar
nuevamente! Volvió a meter sus garras en el ordenador y me dirigió esta vez la
mirada. -Tiene razón, don Esteban, es
cierto que aparece como arribado el día 21. ¡Mire, vamos a hacer una cosa! Como
usted no aparece en las reservaciones del día de hoy, yo lo voy a transferir a
otro vuelo que hará escala en Atlanta y de allí tomará uno directico a
Montreal. Saliendo de acá a las 14:00 Pm y con esa escala, arribará a Montreal
a las 23:00 Pm. ¿Qué le parece?
-¡Ven acá, compadre! ¿Además
de cara de tonto, también me viste porte de maricón? ¡Mira, ya te dije que pagué
bien caro por este vuelo! Toma el teléfono y llama a tu Boss inmediatamente.
Dile que me vaya buscando hospedaje en el hotel del aeropuerto hasta que
encuentren el viaje por el que yo he pagado. ¡Vas a venirme tú con un vuelo de
escala para callarme la boca! Te equivocaste, Meléndez, ni tonto, ni maricón. ¿Entendiste?
Llegó el Boss y media hora mas tarde yo abordaba un avión de Air Canadá con
vuelo directo a Montreal.
Otro de esos viajes a
Miami fui a acompañar a unas amistades que viajarían a Cuba, todavía no había llegado
el despelote de Miguelón Obama. Era muy sencillo identificar la cola del vuelo
hacia la isla, ya saben cómo son los nuestros, aquellas cadenotas de oro con
sus medallones de Cachita, el viejo Lázaro, Barbarita y los menos con un Jesusito
crucificado en una cruz que por su peso el hombre no podía cargar. Ya deben
imaginar la extravagante vestimenta y eso que cuando aquello no existían los
reguetoneros, muy bien pudieron ser la inspiración de esa moda. ¡Oh! Se me
olvidaban los dientes de oro y los sombreros.
-¡Caminen, caminen, avancen!
Coño, aquella tipa lo decía con una autoridad y despotismo que ya había borrado
de mi memoria. Allí iban cubriendo los espacios mansamente, corderamente,
perrunamente. Todos empujando sus carritos abarrotados de enormes chorizos con
regalitos para abuelita, mamá, hijitos, hermanos, sobrinita que cumple 15 años
y hasta para la antigua queridita. Silencio total mientras aquella puta
miliciana los maltrataba, humillaba y los trataba como si se encontrara en La
Habana. ¡Carajo! Ya yo había dado varios viajes y no estaba acostumbrado a esas
escenas tan inusuales, monté un empingue que ustedes no pueden imaginar. ¿Dónde
cojones habíamos perdido aquel don de macho con el que nos premiara la
naturaleza? Mucho, demasiado silencio, unos se entretenían en vender su turno
en la cola como si vivieran aun en la isla, eso era todo. Lo jodido de esta situación
es que los cubanos saben perfectamente que todas esas agencias de viajes, envíos
de paquetes, dinero y tramitación de pasaportes, todas trabajan para el
gobierno cubano y puede considerarse a cualquiera de sus trabajadores un “agentón”
en potencia. Eso lo saben hasta mis nietos nacidos del lado de acá, pero todos
callan. Muchas protestas por esto y lo otro, mientras esas sucursales de la
seguridad del estado permanecen intocables. Ese día Salí envenenado de ese
aeropuerto de Miami y pensé encontrarme en el de La Habana.
Esta vez el avión se desprendió
del gusano por donde lo habíamos abordado, sentimos cuando se cerraron las
compuertas de sus bodegas y unos minutos después comenzamos a ser empujados de
marcha atrás. A una distancia de cincuenta metros nos regresan nuevamente a posición
inicial y explican algo a los pasajeros, no recuerdo las razones del repentino
retorno. En esa misma posición nos mantuvieron sentados durante cuarenta y
cinco minutos, yo contaba el tiempo que transcurría y mi imaginaria llegada al aeropuerto
donde haría escala para abordar otro vuelo hacia Montreal. Ese viaje se habían disparado
los precios de los pasajes y me incliné por el ahorro sin importarme la demora.
Otra vez empujaron al avión
de marcha atrás, todo parecía indicar que la situación presentada se había resuelto,
aun tenía tiempo para tomar el siguiente vuelo en Washington. A unos cincuenta
metros de la posición original nos regresaron de nuevo y esta vez nos
informaron que debido a problemas debíamos esperar unas dos horas en el
aeropuerto. Ya no abrigaba esperanza alguna de hacer esa transferencia a tiempo
y para serles sincero, me apendejé y no quise tomar ese vuelo.
-Señorita, llame a su
Boss y dígale que con esta demora ya pierdo mi conexión hacia Montreal. Esto me
trae como consecuencias la pérdida de un tren que yo debía tomar hacia mi pueblo
y lamentablemente no tengo familia en esa ciudad. Dígale que me busque
hospedaje en el hotel del aeropuerto hasta que aparezca un vuelo similar al que
yo pagué.
-¡Pero mire, señor!
Podemos buscarle una solución que no sea la de hospedarse, por ejemplo…
-¡Mire! Yo le recomiendo
que llame a su Boss y no asuma la responsabilidad por algo que usted no es
culpable. De paso dígale que yo en estos momentos estoy presa del pánico por
esas dos veces que han regresado al avión y no voy a volar en él. No la había dejado
terminar de hablar y cuando escuchó mis argumentos llamó a su jefe sin demora.
-Señor Esteban, le hemos
resuelto un vuelo directo a Montreal por el mismo precio, debe apurarse porque
sale dentro de una hora. ¿Tiene equipaje en la barriga del avión?
-Si, tengo una maleta.
-No se preocupe, vamos a
ordenar que la saquen inmediatamente y la lleven para el otro avión.
-¡Muchas gracias,
señorita! Es usted muy amable.
-¡Que tenga un buen
viaje! Coño, que fácil me salió todo, Salí en vuelo directo y llegué antes del
tiempo previsto. Claro, hace mucho tiempo que sucedieron esas imprevistas y
desagradables situaciones. Después del 911 te pones con mucha monería en un
aeropuerto y tal vez te caigan a patadas por el culo.
-Pinga, cojones, hijos
de puta, estafadores, singaos, ¡yo lo que quiero es que me devuelvan el dinero!
Así pude escucharlo por los videos colgados en Facebook, con todas sus letras y
hasta faltas ortográficas. Como lo trasmiten en la televisión española, porque
malas o buenas, ellas forman parte de nuestro idioma y no se come tanta mierda
como en América. Luego pasaron esos videos por el noticiero de “Bollo Manso Tevé”
y todas esas palabras folclóricas fueron sustituidas por pitidos. Coño, daba la
impresión de estar al frente de un volante en un semáforo de Hialeah con una
berraca deteniendo el tráfico con la verde puesta por estar mandando un mensaje
de texto. ¡Mis maletas! Suplicaba una viejita llorosa mientras se soplaba los
mocos con pañuelitos marca Kleenex que había comprado en ¡Ño, que barato!
Pobrecita, me partió el alma.
Ver aquella manifestación
de rebeldía frente a un mostrador del aeropuerto de Miami me llenó de
esperanzas e ilusiones. ¡Al fin, cojones! Cuba será libre dentro de poco, me
dije muy entusiasmado, nosotros somos descendientes de los mambises y ya era
hora de despertar. Me embriagaron esos aires de libertad y no pude dormir.
Bueno, realmente no se si fue por esa causa o los tres tragos dobles de Bacardí
dorado que me soné para festejarlo. Toda la noche escuché el eco de aquellas patrióticas
palabras; ¡Pinga, cojones, hijos de puta, estafadores, singaos! ¡Devuélvanme la
plata!
Que desilusión, solo
tres días después vuelven a compartir otro video desde el aeropuerto de La
Habana y coincidieron en la transmisión de este el que pasaron por el noticiero
de “Bollo Manso Tevé”. No hubo necesidad de edición o pitidos, parecía uno de
aquellos capítulos de “La Comedia Silente”. ¡Nada, ni un puto coñito! Allí
estaban aquellos guapos de las cadenotas y medallonas con Cachita, el viejo Lázaro,
Barbarita y Jesusito en una cruz mas chiquita. Todos muy calladitos y
disciplinados, muy educados, como acabados de graduar en el ISA (Instituto
Superior de Arte) Gran metamorfosis se experimenta en pocos días, pensé y se me
salieron los mocos. Y hablando de esto, allí estaba la misma viejita llorosa y
sin pañuelitos marca Kleenex para soplárselo.
Bueno, pasan por
Facebook y el mismo noticiero aquel video que se hizo viral. Fue una mujer la
que se atrevió a filmarlo y lo narraba en susurros; ¡Llevamos cuatro horas
varados en el aeropuerto José Martí a punto de deshidratarnos, no hay aire
acondicionado y tampoco agua fría para beber, nadie nos explica las razones de
esta demora y los que más lo están sufriendo son los viejitos, todo lo decía muy
bajito y me vi obligado a subir al máximo el volumen del televisor, ¡observen!;
Es ahí cuando enfocan a la infeliz viejita de los pañuelitos Kleneex sudando por
galones y pasándose la mano por la frente. ¿Y los guapos, donde está esa
esperanza de Cuba? Casi grité desesperado sin recibir respuesta.
Yo, que he vencido batallas
importantes, la papera, el sarampión, la varicela, piojos, cuatro amenazas de
embolia por estar comiendo mierdas después de comer. ¡Yo, coño! Que estoy
padeciendo la natural hipocondría que sufren todos los putos viejos en la
tierra y que abrigué todas esperanzas de regresar a ese bayú un día antes de
morir para joder un poquito. Vaya, para gritar en medio de la Plaza de La Catedral;
¡Viva Otaola, nuestro próximo Presidente! Coño, esos pendejos me han obligado a
meterme la lengua en el culo y soportar como buen macho este frio de mierda que
se pasa en Canadá.
Ya lo dijo aquel gran
filósofo cubano llamado Armando Calderón; “El respeto al derecho de la fiana es
la paz”
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2020-03-02.
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