Visitas recibidas en la Peña

lunes, 2 de marzo de 2020

AEROPUERTO MIAMI. (MIA)


AEROPUERTO MIAMI. (MIA)




En 1994 fue la primera vez que visité a Miami, ya había estado en New York y New Jersey. Por la cercanía a Montreal y excelentes servicios de autobuses, además de las diferencias en los precios, preferí hacerlo siempre en guaguas. Recuerdo que en esos años viajaba con un “Travel Document” que se extiende para refugiados políticos, es una especie de pasaporte provisional. Para obtenerlo se requiere tener la residencia permanente y se debe sacar visa para ingresar a la mayoría de los países que se desea visitar. En el caso de los Estados Unidos me la otorgaron la primera vez por 10 años, antes de transcurrido ese tiempo yo me haría ciudadano canadiense.

Fue un viaje cargado de emociones, no solo visitaría a familiares que no veía desde 1959 por razones obvias, conocería a muchos de ellos nacidos del lado de acá. Ellos conocerían al primer primo cubano en arribar a Miami, razones por la que la emoción era compartida. Me encontraría de paso con amigos de los años que fuimos separados por razones políticas, y lo principal, compartiría con mi abuela paterna, la vieja más simpática y jodedora que he conocido. La ultima vez que nos vimos ocurrió en 1959, yo era un niño y aun permanencia en la Casa de Beneficencia. Solo voy a resumirles aquel viaje, fue espectacular y narrarlo consumiría el espacio de otra historia.

Después de aquella visita regresé a Miami todos los años, varios de ellos en dos oportunidades. Unas veces por simples paseos y otras por romances, también para escapar un poco del crudo invierno. Para esos tiempos me había despojado de aquellos residuos de temores que, viajan con uno desde Cuba aunque no seas miedoso o cobarde. Digamos que me habían crecido las espuelas necesarias para reclamar mis derechos, defecto que padecen muchos de los nuestros viviendo del lado de acá por décadas. Vivir en Canadá me devolvió algo que me habían robado desde la infancia, ya tenia voz y rostro propio, además de unos derechos casi desconocidos y dispuesto a defender.

Mientras permaneces en cualquier aeropuerto del mundo suceden situaciones inesperadas, agradables unas y otras no tanto. Después del acontecimiento del 911 se marcó un cambio definitivo en el comportamiento de esos lugares y se extremaron las medidas de seguridad, yo lo aplaudo. Solo que esta situación exige algo más de paciencia, comprensión y colaboración de los pasajeros. El aeropuerto de Miami no fue una excepción, es uno de los de mayor trafico de pasajeros en USA y el momento que se vive desde entonces lo exige. Desde que llego a ese aeropuerto y recojo mi maleta, la primera reacción es buscar donde tomarme un delicioso café cubano para salir a la sauna o incubadora exterior a sonarme un cigarro. No sé si a otras personas le sucederá lo mismo, pero viendo la cantidad de compatriotas nuestros trabajando allí, su forma peculiar de hablar sin dejar de gesticular, su andar y otras tonterías, recibes la impresión de arribar a una provincia cubana.

¡Bueno, a lo que iba! Ya les dije que bien podían ocurrir situaciones agradables o contrarias en cualquier aeropuerto y desafortunadamente viví algunas de ellas en Miami. Correrían los finales de la década de los 90 y nos encontrábamos en pleno invierno, viajé para esperar el fin de año con mi familia, algo frio para ellos y fresquito para mí. Pasadas las fiestas y llegado el momento de regresar, una vez en el buró de la compañía donde tenia reservado el pasaje, le extiendo mi pasaporte al empleado. Era un tipo bajo de estatura, trigueño y de indudable origen latino, detalle confirmado por el solapín que llevaba colgado en uno de sus bolsillos y donde exhibía el apellido Meléndez. No recuerdo si me saludó o no, con mucho aire de superioridad lo tomó y comenzó a buscar en el ordenador.

-Usted no tiene reservado boleto. Así, sin mas explicaciones, a rajatabla y en inglés.

-Pues debe buscar bien, porque bastante caro que pagué el vuelo. No mentía, durante los fines de año el precio de esos vuelos se multiplicaba y a veces superaba el doble de su valor. En ese caso específico yo había pagado mas de $700.00 dólares cuando en tiempos muertos había volado en ambas direcciones por menos de $300.00. Sigue el tipo buscando en el ordenador o fingiendo que lo hacía.

-¿Usted voló en esta compañía para acá? ¿En cuál fecha?

-Si, volé en esta compañía el pasado día 20 de Diciembre. Todo este diálogo se fue desarrollando en inglés y ambos sabíamos que hablábamos español por nuestros acentos y apellidos. Volvió a meter los dedos en la computadora y ya se me estaba acabando la gasolina. Sabia perfectamente de los trucos usados por algunas compañías aéreas cuando por error cometen overbooking y no saben cómo darle solución al problema.

-Pues fíjese que no, señor Esteban, usted no aparece como haber arribado en nuestros aviones ese día. Ya, me llenó la cachimba.

-¡Fíjate, Meléndez! Esta vez le respondí en perfecto español, tan perfecto, que no ocultaba mi encojonamiento y él pudo darse cuenta inmediatamente.  ¡Vamos a hablar claro y en nuestro idioma! ¿Me has visto cara de zonzo con tontera o de comemierda? Yo no pude llegar ese día porque el vuelo de esta puta compañía salió con dos horas de retraso y arribó a Miami posterior a las doce de la noche que, si no me equivoco, pertenece al siguiente día. Tampoco pienses que soy estúpido, solo se necesita ingresar mi nombre o número del pasaporte en el ordenador para darte la información exacta. Ya me encontraba a punto de reventar y el tipo fue borrando su prepotencia o aires de superioridad.

-¡Permítame buscar nuevamente! Volvió a meter sus garras en el ordenador y me dirigió esta vez la mirada.  -Tiene razón, don Esteban, es cierto que aparece como arribado el día 21. ¡Mire, vamos a hacer una cosa! Como usted no aparece en las reservaciones del día de hoy, yo lo voy a transferir a otro vuelo que hará escala en Atlanta y de allí tomará uno directico a Montreal. Saliendo de acá a las 14:00 Pm y con esa escala, arribará a Montreal a las 23:00 Pm. ¿Qué le parece?

-¡Ven acá, compadre! ¿Además de cara de tonto, también me viste porte de maricón? ¡Mira, ya te dije que pagué bien caro por este vuelo! Toma el teléfono y llama a tu Boss inmediatamente. Dile que me vaya buscando hospedaje en el hotel del aeropuerto hasta que encuentren el viaje por el que yo he pagado. ¡Vas a venirme tú con un vuelo de escala para callarme la boca! Te equivocaste, Meléndez, ni tonto, ni maricón. ¿Entendiste? Llegó el Boss y media hora mas tarde yo abordaba un avión de Air Canadá con vuelo directo a Montreal.

Otro de esos viajes a Miami fui a acompañar a unas amistades que viajarían a Cuba, todavía no había llegado el despelote de Miguelón Obama. Era muy sencillo identificar la cola del vuelo hacia la isla, ya saben cómo son los nuestros, aquellas cadenotas de oro con sus medallones de Cachita, el viejo Lázaro, Barbarita y los menos con un Jesusito crucificado en una cruz que por su peso el hombre no podía cargar. Ya deben imaginar la extravagante vestimenta y eso que cuando aquello no existían los reguetoneros, muy bien pudieron ser la inspiración de esa moda. ¡Oh! Se me olvidaban los dientes de oro y los sombreros.

-¡Caminen, caminen, avancen! Coño, aquella tipa lo decía con una autoridad y despotismo que ya había borrado de mi memoria. Allí iban cubriendo los espacios mansamente, corderamente, perrunamente. Todos empujando sus carritos abarrotados de enormes chorizos con regalitos para abuelita, mamá, hijitos, hermanos, sobrinita que cumple 15 años y hasta para la antigua queridita. Silencio total mientras aquella puta miliciana los maltrataba, humillaba y los trataba como si se encontrara en La Habana. ¡Carajo! Ya yo había dado varios viajes y no estaba acostumbrado a esas escenas tan inusuales, monté un empingue que ustedes no pueden imaginar. ¿Dónde cojones habíamos perdido aquel don de macho con el que nos premiara la naturaleza? Mucho, demasiado silencio, unos se entretenían en vender su turno en la cola como si vivieran aun en la isla, eso era todo. Lo jodido de esta situación es que los cubanos saben perfectamente que todas esas agencias de viajes, envíos de paquetes, dinero y tramitación de pasaportes, todas trabajan para el gobierno cubano y puede considerarse a cualquiera de sus trabajadores un “agentón” en potencia. Eso lo saben hasta mis nietos nacidos del lado de acá, pero todos callan. Muchas protestas por esto y lo otro, mientras esas sucursales de la seguridad del estado permanecen intocables. Ese día Salí envenenado de ese aeropuerto de Miami y pensé encontrarme en el de La Habana.

Esta vez el avión se desprendió del gusano por donde lo habíamos abordado, sentimos cuando se cerraron las compuertas de sus bodegas y unos minutos después comenzamos a ser empujados de marcha atrás. A una distancia de cincuenta metros nos regresan nuevamente a posición inicial y explican algo a los pasajeros, no recuerdo las razones del repentino retorno. En esa misma posición nos mantuvieron sentados durante cuarenta y cinco minutos, yo contaba el tiempo que transcurría y mi imaginaria llegada al aeropuerto donde haría escala para abordar otro vuelo hacia Montreal. Ese viaje se habían disparado los precios de los pasajes y me incliné por el ahorro sin importarme la demora.

Otra vez empujaron al avión de marcha atrás, todo parecía indicar que la situación presentada se había resuelto, aun tenía tiempo para tomar el siguiente vuelo en Washington. A unos cincuenta metros de la posición original nos regresaron de nuevo y esta vez nos informaron que debido a problemas debíamos esperar unas dos horas en el aeropuerto. Ya no abrigaba esperanza alguna de hacer esa transferencia a tiempo y para serles sincero, me apendejé y no quise tomar ese vuelo.

-Señorita, llame a su Boss y dígale que con esta demora ya pierdo mi conexión hacia Montreal. Esto me trae como consecuencias la pérdida de un tren que yo debía tomar hacia mi pueblo y lamentablemente no tengo familia en esa ciudad. Dígale que me busque hospedaje en el hotel del aeropuerto hasta que aparezca un vuelo similar al que yo pagué.

-¡Pero mire, señor! Podemos buscarle una solución que no sea la de hospedarse, por ejemplo…

-¡Mire! Yo le recomiendo que llame a su Boss y no asuma la responsabilidad por algo que usted no es culpable. De paso dígale que yo en estos momentos estoy presa del pánico por esas dos veces que han regresado al avión y no voy a volar en él. No la había dejado terminar de hablar y cuando escuchó mis argumentos llamó a su jefe sin demora.

-Señor Esteban, le hemos resuelto un vuelo directo a Montreal por el mismo precio, debe apurarse porque sale dentro de una hora. ¿Tiene equipaje en la barriga del avión?

-Si, tengo una maleta.

-No se preocupe, vamos a ordenar que la saquen inmediatamente y la lleven para el otro avión.

-¡Muchas gracias, señorita! Es usted muy amable.

-¡Que tenga un buen viaje! Coño, que fácil me salió todo, Salí en vuelo directo y llegué antes del tiempo previsto. Claro, hace mucho tiempo que sucedieron esas imprevistas y desagradables situaciones. Después del 911 te pones con mucha monería en un aeropuerto y tal vez te caigan a patadas por el culo.

-Pinga, cojones, hijos de puta, estafadores, singaos, ¡yo lo que quiero es que me devuelvan el dinero! Así pude escucharlo por los videos colgados en Facebook, con todas sus letras y hasta faltas ortográficas. Como lo trasmiten en la televisión española, porque malas o buenas, ellas forman parte de nuestro idioma y no se come tanta mierda como en América. Luego pasaron esos videos por el noticiero de “Bollo Manso Tevé” y todas esas palabras folclóricas fueron sustituidas por pitidos. Coño, daba la impresión de estar al frente de un volante en un semáforo de Hialeah con una berraca deteniendo el tráfico con la verde puesta por estar mandando un mensaje de texto. ¡Mis maletas! Suplicaba una viejita llorosa mientras se soplaba los mocos con pañuelitos marca Kleenex que había comprado en ¡Ño, que barato! Pobrecita, me partió el alma.

Ver aquella manifestación de rebeldía frente a un mostrador del aeropuerto de Miami me llenó de esperanzas e ilusiones. ¡Al fin, cojones! Cuba será libre dentro de poco, me dije muy entusiasmado, nosotros somos descendientes de los mambises y ya era hora de despertar. Me embriagaron esos aires de libertad y no pude dormir. Bueno, realmente no se si fue por esa causa o los tres tragos dobles de Bacardí dorado que me soné para festejarlo. Toda la noche escuché el eco de aquellas patrióticas palabras; ¡Pinga, cojones, hijos de puta, estafadores, singaos! ¡Devuélvanme la plata!

Que desilusión, solo tres días después vuelven a compartir otro video desde el aeropuerto de La Habana y coincidieron en la transmisión de este el que pasaron por el noticiero de “Bollo Manso Tevé”. No hubo necesidad de edición o pitidos, parecía uno de aquellos capítulos de “La Comedia Silente”. ¡Nada, ni un puto coñito! Allí estaban aquellos guapos de las cadenotas y medallonas con Cachita, el viejo Lázaro, Barbarita y Jesusito en una cruz mas chiquita. Todos muy calladitos y disciplinados, muy educados, como acabados de graduar en el ISA (Instituto Superior de Arte) Gran metamorfosis se experimenta en pocos días, pensé y se me salieron los mocos. Y hablando de esto, allí estaba la misma viejita llorosa y sin pañuelitos marca Kleenex para soplárselo.

Bueno, pasan por Facebook y el mismo noticiero aquel video que se hizo viral. Fue una mujer la que se atrevió a filmarlo y lo narraba en susurros; ¡Llevamos cuatro horas varados en el aeropuerto José Martí a punto de deshidratarnos, no hay aire acondicionado y tampoco agua fría para beber, nadie nos explica las razones de esta demora y los que más lo están sufriendo son los viejitos, todo lo decía muy bajito y me vi obligado a subir al máximo el volumen del televisor, ¡observen!; Es ahí cuando enfocan a la infeliz viejita de los pañuelitos Kleneex sudando por galones y pasándose la mano por la frente. ¿Y los guapos, donde está esa esperanza de Cuba? Casi grité desesperado sin recibir respuesta.

Yo, que he vencido batallas importantes, la papera, el sarampión, la varicela, piojos, cuatro amenazas de embolia por estar comiendo mierdas después de comer. ¡Yo, coño! Que estoy padeciendo la natural hipocondría que sufren todos los putos viejos en la tierra y que abrigué todas esperanzas de regresar a ese bayú un día antes de morir para joder un poquito. Vaya, para gritar en medio de la Plaza de La Catedral; ¡Viva Otaola, nuestro próximo Presidente! Coño, esos pendejos me han obligado a meterme la lengua en el culo y soportar como buen macho este frio de mierda que se pasa en Canadá.


Ya lo dijo aquel gran filósofo cubano llamado Armando Calderón; “El respeto al derecho de la fiana es la paz”



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2020-03-02.


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