Visitas recibidas en la Peña

martes, 14 de junio de 2022

CORREOS DE CUBA, NIDO DE LADRONES AMPARADOS POR EL ESTADO.

 

Hacemos comunicación transparente, inclusiva, democrática y

 participativa. (Buen chiste)

 

 

Atención a la Población GECC 9 junio, 2022 a las 10:39 AM

odalys, cuando los envíos no figuran en el Sistema Integrado Postal, significa que no han sido recepcionados por Correos de Cuba, por lo que es necesario conocer la numeración del contenedor o guía aérea a la que pertenecen para verificar la entrada al país.

 

 

Hay que llevar horchata como sangre en las venas para poder permanecer pasivo cuando lees las respuestas que les brindan a los clientes en la página de Correos de Cuba. Esta que he copiado como introducción a las notas que escribo, es solo una de las típicas ofrecida en esa desdichada página. Hay que ser demasiado inmoral o descarado para responderle así a una persona que ha pagado por un servicio en el país donde radica, servicios que en la mayoría de los casos brillan por su excelencia y mueren cuando arriban a Cuba por cualquier vía.

 

¡Vamos a ver! Con mucha suerte de poder burlar todas las emboscadas que se le presentan a cualquier paquete que arribe a esa isla, emboscadas que consisten en pérdidas parciales por robo, pérdida total por robo, desviación del paquete hacia otra provincia, demoras incalculables en el proceso de entrega, mal servicio, maltrato, etc. Hay que sumarle las tarifas leoninas y abusivas que se les imponen a esos paquetes que contienen ayudas a familiares enfermos o hambrientos. Tarifas que duplican el costo de su contenido mas el costo de envío. Hay que ser demasiado carnero para permanecer callado ante tanto atropello.

 

Un paquete arriba a Cuba en una fecha determinada y una vez pisado el suelo de esa pista o cualquiera de sus puertos, puede demorarse 15 días, 20 días, 30 días, mes y medio, medio año, etc. y la operadora te dará la misma respuesta; “Si no aparece en el rastreador es porque no lo ha recibido “Correos de Cuba”. Perfecto, ustedes no lo han recibido, ¿Dónde coño está el paquete? Ninguna paquetería o correos se entrega en aeropuertos o puertos sin la firma de un documento que acredite ser recibido. Vuelvo a preguntar; ¿Dónde coño están esos paquetes que ustedes no han recibido? Esa es la respuesta que deben darle a los clientes, tanto a los de Cuba, como a los que han corrido con esos gasto carísimos y abusivos por la parte cubana. Para nadie es un secreto que cuando se le hace un envío a un enfermo, minusválido o anciano retirado, se le debe mandar también la plata para que le pueda pagar al correo por su pésimo servicio.

 

Hacemos comunicación transparente, inclusiva, democrática y participativa.

 

Hay que ser demasiado inmoral y descarado para usar esas palabras como presentación o introductorias a su vergonzosa página. No tienen comunicación transparente y son selectivos para publicar cualquier demanda que se les haga. No son inclusivos porque convencido estoy, cuando se le hace una pregunta o demanda, me corto la cabeza que van por información del demandante y lo excluyen. ¡No jodan que “democrática”! Ese es el peor chiste que se puede leer en estos años. Esta página es una verdadera vergüenza, sitio donde se pueden nutrir escritores de historias de ficción o terror, una muestra de toda la ineficiencia, inmoralidad y descontrol que existe dentro de una entidad controlada por el Estado.

 

Es hora de que todos los cubanos con residencia en el exterior les escriban a sus oficinas de correos y les exijan una revisión de todos los protocolos firmados en el Convenio Postal Universal con Correos de Cuba. No se puede permanecer indiferente ante tanto atropello realizado por esta gentuza en contra de clientes que han pagado por un servicio, y peor aún, en contra de ese pueblo indefenso que sufre carencias de alimentos y medicinas.

 

Hace solo unos minutos que una persona minusválida ha llamado preguntando por un paquete que espera y arribó a La Habana el día 2 de Junio. La respuesta de “Atención al Cliente” ha sido que; “Tuviera paciencia porque ese trámite podía demorar unos 45 días”. El envío de ese paquete ha sido pagado como “Express” por vía aérea en Canada y el correo de este país garantiza que será enviado en un plazo de 6 a 10 días. En este caso lo enviaron a Cuba el día 2 de Junio y desde entonces no aparece recepcionado por nadie. Sacando cuentas, hoy lleva 12 días en la isla sin ser entregado (aparentemente) a Correos de Cuba. De acuerdo con la información brindada por el servicio de Atención al Cliente, se debe esperar con paciencia por otros 45 días (si no se lo roban) para un tiempo total de 57 días desde que arribó a La Habana. Luego hay que ver cuantas órdenes, banderitas y otras mierdas reparten a los “vanguardias” de esta entidad estatal.

 

 

PATENTE DE CORSO.

 

Yanel Capdesuñer Acosta 10 junio, 2022 a las 3:14 PM

Hola. Necesito saber sobre el paquete EE972397325MX enviado desde México hace 100 días hoy y que el 13 de abril salió desde la última oficina de México y aún no se tiene noticias del mismo aquí en Cuba.

 

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Atención a la Población GECC 10 junio, 2022 a las 3:38 PM

Yanel Capdesuñer Acosta, le hacemos saber que la reclamación corresponde hacerla en origen donde se contrató y pagó por el servicio. El Convenio Postal Universal dicta que, los envíos pertenecen al remitente hasta tanto no lleguen a manos del destinatario y cualquier inconformidad con el servicio la reclamación debe ser dirigida a la agencia contratada.

 

¡“Osease”! Envías un paquete para Cuba, se lo roban y debes reclamar en el lugar donde lo expediste. Esto no deja de ser una verdadera “Patente de Corso” donde, además de recargarle las pérdidas a compañías de correos que trabajaron bien, autorizas de facto el robo en Cuba y le ofreces inmunidad al ladrón. ¿Esto que coño es, una empresa de correos estatal o una compañía operada por ladrones? Yo considero que ha llegado la hora de escribirles a las oficinas de correos que operan con Cuba, no hay razón para que ellas asuman los gastos por el hurto de las mercancías que depositan en las manos de esta inmoral empresa cubana. ¡Llénate de valor una vez en la vida y reclama tus derechos!

 

 

Post Data.- ¡Oh, se me olvidaba! Le sugiero a la persona que funciona como apaga fuegos en esta página de Facebook, no me envíe número de teléfono de persona alguna con influencias o no en el funcionamiento de ese inmoral organismo gubernamental. Yo no estoy pidiendo un favor, yo he pagado por un servicio y se cuáles son mis derechos.


Me consta que sobreviven algunas personas honestas en este giro y no deben pagar por el bandidaje de sus compañeros de trabajo. Para ellos mis respetos.

 

 

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lunes, 6 de junio de 2022

EL MAETRICO SE CAGÓ. DE LAS MEMORIAS DE UN ALFABETIZADOR.

 

EL MAETRICO SE CAGÓ

DE LAS MEMORIAS DE UN ALFABETIZADOR.




 

Haber salido de la Beneficencia y no detenerme hasta llegar a Baracoa-Oriente con solo once años, habla un poco de esa alma aventurera que me acompañó durante casi toda la vida. Fue un largo vuelo como el experimentado por todas las aves cuando les abren la jaula, nació entonces esa ansia de libertad que cargo en el alma. No volé solo, lo hice acompañado de un pequeño grupo de “benéficos” y yo era el menor de todos. Puede que años más tarde Nino Bravo nos dedicara aquella canción titulada “Libre” o nos apropiamos de ella con antelación.

 

Aquella aventura comenzó en la playa de Varadero donde permanecimos unas dos semanas. Luego y una vez uniformados como alfabetizadores, cargando con un farol, una mochila repleta de tarecos y manuales adoctrinadores, recorreríamos casi toda la longitud de la isla a bordo de una guagua escolar de aquellos tiempos. Aquel viaje nos tomó varios días con escalas en Santiago de Cuba y luego Guantánamo. El trayecto hasta Baracoa lo realizamos en un camión ruso de aquellos llamados “Búfalo”, animal que consumía casi todo el ancho de “La Farola”, un camino de tierra y única vía para acceder a la primera capital de Cuba. Todos sentimos miedo cuando aquel mastodonte con síntomas de asfixia tocaba con sus gomas el borde de los precipicios sin protección que existían.

 

Baracoa estaba casi aislada del mundo, no les llegaban las señales de televisión y los pocos vehículos que se atrevían a desafiar aquella montaña fueron los camiones, jeeps y uno que otro auto bien fuerte. El pequeño aeropuerto quedaba inutilizado cuando el río Miel o el Sabanilla se desbordaba, no recuerdo cuál de ellos era el que le pasaba más próximo. Llegamos de noche, muy agotados, tensos, mojados por la lluvia pescada en el camino y muertos de hambre. Nos ubicaron en una vieja construcción cercana al centro del pueblo al que le dieron el nombre de “campamento”, no recuerdo si nos ofrecieron algo de alimento.

 

A la mañana siguiente y sin mucha demora fuimos distribuidos por zonas rurales. El pequeño grupo de benéficos estábamos destinados al Cuartón Cerqueo en Minas de Cabacú y nuestro jefe inmediato sería el maestro voluntario Reunerio Cuellar. Años más tarde me encontraría con él en la calle San Lázaro y me invitó a un café junto a su esposa, fue un excelente muchacho, porque en esa época era muy joven también. El jefe de todos los brigadistas ubicados en Baracoa fue un blanco medio afeminado al que todos llamaban “El Checo”, es muy probable que haya estudiado algo en aquel país, bueno, tuvo que ser de muy corta duración porque solo llevábamos dos años de pesadilla al ritmo de las congas organizadas por la O.R.I.  Al año siguiente volví a coincidir con El Checo, esta vez era el director de la escuela secundaria básica Rubén Martínez Villena donde yo estudié.

 

Nos montaron en un camión militar marca Zil y partimos en dirección a la salida del pueblo, pudimos darnos cuenta porque pasamos nuevamente y en dirección contraria el viejo puente que cruzaba el rio Miel. Una vez superado el caserío de Cabacú, el camión se desvió hacia un pedraplén apenas visible desde la carretera. Venciendo una tupida floresta durante varias horas de recorrido, donde se cruzaba con frecuencia el mismo río, arribamos a un punto conocido como “El Riíto”. Allí acampamos y nos dieron comida, amarramos nuestras hamacas y esperamos al día siguiente para emprender nuestra marcha por las montañas, ese era el último punto llano que encontraríamos en nuestro camino.

 

Después del desayuno y cargadas nuestras mochilas, emprendimos nuestra escalada hacia lo desconocido. “El Pinalón” fue brusco con nosotros, una montaña dura de vencer por niños criados bajo la tutela de dulces monjas en la capital, no recuerdo cuantas horas gastamos en ese ascenso casi empujados por Reunerio. Uno que venía en el grupo y no pertenecía a la Beneficencia se rajó a mitad de la montaña y regresó solo, mis hermanos de escuela permanecían pendientes a cada uno de mis pasos, nunca se me hubiera ocurrido rajarme contando con tanta protección. Una vez en la cima de aquella montaña, Reunerio nos pidió que miráramos a nuestras espaldas, muy lejos de nosotros, podíamos divisar al mar rompiendo esa monotonía verde y cautivante que nos acompañaría durante unos seis meses, descansamos unos treinta minutos y por la ladera de “El Pinalón” descenderían nuestros faroles, nos libramos de ese lastre sin importarnos su valor de uso. Durante toda la marcha fuimos sorprendidos por una flora y fauna fascinante, se abría ante nuestros ojos un mundo maravilloso y virgen, aves que nunca imaginamos existieran, cuyos cantos eran sinfonías escuchadas solamente en el paraíso. Los manantiales brotaban majaderos en nuestro camino y solo necesitábamos acercar nuestros labios para beber un agua más pura que la bendecida en la iglesia de nuestra escuela. Llegamos a la primera casa de Cerqueo siendo de noche, muy cansados y hambrientos, Reunerio decidió dejarme en aquella casa para no someterme a más sacrificios, era la de un guajiro llamado Ramon. allí relevaría a una muchacha brigadista, iban a retirar a las que se encontraban en la zona por considerarla muy hostil para ellas. Pero bueno, no me voy a recrear en datos de aquella historia para terminar hablando de mierda, porque de eso se trata este tema, nadie va al baño a cagar flores.

 

Me destinaron primero a la casa de Ramón Ramírez, creo que así se llamaba aquel guajiro criador de gallos finos. Un día que me agarró de mala leche uno de sus hijos, el que fuera contemporáneo conmigo, nos fuimos a las manos. El cabrón de Ramón en lugar de separarnos se dedicó a achuchar a su hijo como si se tratara de un gallo, era vicioso a las apuestas el desgraciado viejo. Aquel guajirito por poco me despetronca, gracias a Dios su mujer apareció para separarnos cuando yo llevaba toda la desventaja del mundo. Fue tal el encabronamiento agarrado que guardé mis pocas pertenencias en la mochila y sin explicaciones me fui al carajo. Reunerio me comprendió y decidió ubicarme en la casa de Eusebio Rodríguez, un noble canario con amplia descendencia de la que solo había logrado un varón de mi edad.

 

En ese humilde bohío me sentía en familia, allí fui un hijo más para el matrimonio y un nuevo hermano para sus hijos. Los muchachos encontraban divertido contar con un maestrico tan joven, más bien un niño menor que algunas de las chicas. Fue tanta la confianza depositada en mí, que yo podía pasar al cuarto donde dormían cuando acababan de levantarse y sorprendía a alguna de ellas en blúmer y ajustadorcito, porque hablando en plata, solo una de ellas tenía los senos bien desarrollados y estaba a punto de contraer matrimonio al estilo montuno de aquella época. El novio construía el bohío donde viviría con su pareja y una vez finalizado se robaba a la novia cualquier noche. Venía la fase del insulto sufrido por quienes confiaron en el novio, la promesa siempre incumplida de una merecida venganza, agredirlo y etcétera. La sangre nunca llegaba al río y la realidad era que el novio había aliviado la sobrecarga de su suegro restándole un estomago por alimentar. Me dejaban pasar al cuarto mientras ellas estaban en paños menores, porque yo era un niño sano acabado de salir de una escuela católica, absolutamente ninguna idea maliciosa corrió por mi mente en aquellos momentos.

 

Después del abundante desayuno, casi siempre constituido por un plato de viandas con algún trozo de morcilla o masita de cerdo, el varón y yo nos íbamos a las montañas de cacería. Regresábamos a la hora del almuerzo cargados de pájaros de cualquier especie o jaibas que cazábamos debajo de las palmas. Si acaso salíamos antes de las cinco de la tarde, era para bañarnos en el río Minas. Las clases se las daba una vez terminada la cena con la ayuda de un mechón y no era todos los días, existieron muchas fallas cuando el viejo manifestaba estar agotado por sus labores de siembra en el monte. Imagino que los esfuerzos físicos para esa faena en la montaña dupliquen a la requerida en el llano y Eusebio era el único hombre para atender su cafetal, siembras de cacao y las de viandas, además de alimentar a sus animales.

 

El bohío era grande, solo que su distribución resultaba algo caprichosa. Todo el que pasaba por el camino real hacia el pueblo o en sentido contrario, lo primero que veía era la cocina. Era una construcción aislada del bohío a unos tres metros de distancia, muy fácil de identificarla porque en los horarios de comidas se veía escapar humo de tonalidad azulada entre las pencas de guano que cubrían su techo. Es de suponer que sus paredes estaban construidas con tablas de palmas y carecía de puertas, no existía nada por robar. Continuando a la cocina y en casi perfecta alineación con ella se encontraba el amplio bohío, cuya sala tenía una puerta para comunicarse con la cocina, por donde transitábamos todos a las horas mencionadas por nuestro plato, el que consumían los menores manteniéndolo en sus manos. La única mesita existente, fabricada con tablas de palma también, estaba destinada al padre, la madre, la hija mayor a punto de casarse y yo en mi calidad de maestro, aparte de la mesita, habían unos cinco taburetes como únicos muebles.

 

La sala era bastante grande y contaba además con dos puertas laterales y una en la posición opuesta a la de la cocina que daba acceso al único cuarto, bien amplio, pero donde dormían todos. No imagino la hora elegida por los padres para tener sus relaciones sexuales estando rodeados de un vejigo y tres vejigas. Por suerte para ellos, ya la mayor se había casado y la siguiente se encontraba en proceso de hacerlo. La vieja se encontraba en avanzado estado de embarazo y la hija mayor también. Un mes y medio antes de mi partida parió la hija y dos semanas más tarde lo hizo su madre, o sea, el sobrino sería mayor que la tía. Los partos se realizaron en aquel cuarto con la asistencia de una comadrona, noches de horribles gritos y nerviosismo que los padres trataban de calmar con el peor de los aguardientes por ellos fabricados. Allí no hubo Baby Shower y la pobre canastilla se limitó a escasos culeritos confeccionados con telas baratas por las mujeres de la casa.

 

Aquel cuarto poseía otra puerta que daba a lo que sería el fondo del bohío y dispuesta para acudir a la letrina que se encontraba separada a unos diez metros de la casa. Lugar al que solo acudí una sola vez y pasé tremendo susto al encontrar dentro de ella a un jubo, una especie de culebrita que existe en Cuba. Después del espanto experimentado hacía mis necesidades en el monte donde no me vieran las chamacas, ya había aprendido a usar hojas de plantas para limpiarme, solo debía cuidarme de que las gallinas y gallos no me picaran el culo mientras hacía mis necesidades, eran amantes de la mierda los muy hijoputas.

 

El lugar que me asignaron para dormir fue una esquina de aquella amplia sala, existían unas tablas que se unían de una pared a otra en una especie de cartabón, no tuvo uso hasta mi llegada en que la convertí en un librero. Allí ocuparon su sitio los manuales del alfabetizador, libretas y varios libros que cargué para leer. Con esa edad yo era un buen y selecto lector, no fue accidental, fui dirigido inteligentemente desde pequeño por el hábil bibliotecario de la Beneficencia. Solo que a la cosecha de grandes y famosos autores recomendaos para mi edad, debí sumar libros con paisajes y nombres extraños. La fortaleza del Brest, Chapaiev, La carretera de Volokolams, Así se templó el acero y Un hombre de verdad, fueron algunos de los títulos que nos regalaron en Varadero, pura penetración comunista. Mi hamaca era colgada diariamente en esa esquina y recogida cada mañana, siempre debajo del ficticio librero que, además, servía de trampolín a las ratas. Bajaban desde sus nichos en el caballete del techo hasta el librero, saltaban a mi hamaca y luego al suelo. Eso me obligaba a dormir con la cabeza tapada por temor a ser mordido.

 

Todas las puertas del bohío, excepto la que daba acceso al cuarto, se cerraban con unas enormes yaguas que Eusebio fijaba con unos palos atravesados, Quedaban tan firmes que resultaba imposible quitarlas con facilidad, gran obstáculo cuando me entraban deseos de orinar a medianoche. La urgencia y la imposibilidad de salir, no solo por la obstrucción de aquellas yaguas, debo agregar el miedo que sentía con solo imaginar de hacerlo, me obligaban a orinar por cualquiera de sus rendijas disponibles. Siempre variaba para no dar oportunidad a que la acumulación de orine produjera peste, muchas veces borrada por las frecuentes lluvias. Unas veces orinaba por la puerta que existía en dirección a la cocina y otras las repartía entre las puertas laterales.

 

Ya les dije que en la casa se mantenían viviendo tres de las hijas de Eusebio y que la mayorcita se encontraba en capilla ardiente para escapar con su novio. Le seguía Lucia, una trigueñita más o menos contemporánea conmigo y que no disimulaba mucho en estar enamorada de mí. Yo no le hacía caso, mi vida se había resumido en cazar pájaros y buscar jaibas con el único varón de la casa. Me queda por mencionar a la más pequeña y no recuerdo su nombre, es una lástima, si se encuentra viva debe ser una viejita simpática y jodedora. Pues aquella cabrona guajirita resultó ser mi verdugo dentro de aquella familia, no existió minuto alguno en que dejara de joderme de mil maneras diferentes, no me dejaba respirar y era preferible andar por el monte con su hermano.

 

No sé qué me pasó uno de aquellos días y tampoco recuerdo que fue lo que comí. De madrugada fui despertado por un fuerte dolor de estómago y vencí mis miedos para salir a evacuar, solo que no pude desarmar aquella trampa tendida por Eusebio diariamente y en medio de aquel forcejeo me cagué. No tienen ustedes la más remota idea de las dimensiones de aquella cagazón y lo apestosa que era. En medio de la oscuridad me quité el pantalón y el calzoncillo, me limpié como pude y enrollé aquellas prendas en el rincón debajo de mi hamaca. Realmente no pude dormir el resto de la noche y aunque tapado, dejé la nariz afuera por la peste que tenía. No sabía qué era peor, porque apestaba con la misma intensidad con la nariz tapada que descubierta. encomendé mi alma a Dios y le pedía fervientemente que no fuera la más pequeña de la casa la primera en salir del cuarto.

 

-¡MAMÁ, QUE PETE A MIERDA! Coño, ese grito le salió más alto que nunca a esa cabrona y traté de hacerme el sordo.

 

-¡MAMÁ, EL MAETRICO SE CAGÓ! ¡QUE PETE A MIERDA, COÑO! No pude continuar fingiendo, el único que dormía en la sala era yo, no vivía otro maetrico en aquella casa. Bueno, comenzaron a salir las cabezas del cuarto y muy avergonzado metí todos los trapos cagados, la hamaca y mi frazada en la mochila, partí en dirección al río para lavarlo todo.

 

Regresé unas dos horas más tarde cargando mi mochila con todos aquellos trapos mojados, pesaban un mundo y le sume otro poquito de ropa seca, no era mucha. No me aventuré a guardar los libros junto a ellas para que no se mojaran, decidí abandonarlos aquella mañana. Partí solo y hambriento en dirección al pueblo de Baracoa, cada cierto tramo de montaña recorrida debía parar a tomar un descanso y aprovechaba para tender la ropa sobre la maleza, deseaba que se fuera secando y me aliviara el peso. Iba todo el tiempo pensando en la justificación que daría al Checo sobre mi presencia en el pueblo y mi decisión de no retornar a Cerqueo. No le diría que me había cagado, eso se correría por todo el pueblo y sería el blanco de todas las burlas habidas y por inventar, pensaba, pensaba, no dejaba de hacerlo. Creo que en la tercera parada sentí el relinchar de un caballo y pude identificar a Eusebio. Su imagen se fue agrandando poco a poco hasta adquirir su dimensión verdadera, tomó unos minutos en acercarse porque en las montañas no se corren los caballos.

 

-¿Pa dónde va usté, Compay? Ya les dije que era de origen canario y nunca le escuché acento español alguno, era un guajiro más en aquellas lomas.

-¿Yo? Pal pueblo, ¿Pa dónde más?

-Pues creo que no vas pa ningún lao, yo soy responsable de su vida y tiene que regresar conmigo.

-¡No jodas! ¿No viste la burla de tus hijas por haberme cagado?

-Hombre, cualquiera se caga una vez en su vida, si no es por miedo puede ser por una mala digestión. Ya yo hablé con mis hijas y nadie se va a burlar de usted, se lo aseguro.

-Eres el padre y parece que no conoces a la más pequeña de todas.

-¡Mira! Estamos perdiendo tiempo, recoge tus cosas y sube al caballo, si yo tengo que bajar, te aseguro que subirás a planazos. No fue tanto el temor a los planazos como los llamados de mis tripas las que me hicieron cambiar de actitud, tenía un hambre terrible.

 

La vieja me puso un enorme plato de comida en la mesita y traté de concentrarme en cada trozo de vianda que iba devorando. Intenté por todos los medios de evitar las miradas de las muchachas, ellas estaban sentadas en la sala y podía sentir sus ojos clavados en mi nuca. A los pocos minutos la curiosidad supo vencer todos mis temores y en lo que bebía un poco de agua, mi rostro giró involuntariamente hasta chocar de frente con los de ellas. Lucía me regaló una leve sonrisa muy parecida a la de la Mona Lisa, parecía estar más apenada que yo en aquel instante, tal vez por las burlas que le dedicaran sus hermanas por ese amor silente y ahora embarrado de mierda que sentía hacia mí. La mayor de ellas me regaló una sonrisa más amplia injertada con algo de burla, solo me faltaba la más pequeña, mi verdugo. Cuando la miré no pudo contener la risa y me dijo ¡CAGÓN! Sin temer a la represión de su padre. Lo dijo con tanta gracia que no pude evitar reírme, la sala se vino abajo.

-¡Ustedes, déjense de burlas y vayan a tenderle la ropa al maetrico en la cerca! No supe diferenciar entre la burla o el regaño, ellas agarraron mi mochila y partieron.

 

Nuestra salida de aquellas montañas fue precipitada y adelantada a la fecha que se había anunciado. Una mañana llegó Reunerio y me dio un prototipo de carta que los campesinos de aquella casa debían escribir. Era una especie de agradecimiento a Fidel Castro por su alfabetización, ya había cumplido los doce años y continuaba siendo muy inocente. La acepté y se las puse de tarea a quienes les impartí clases, les dije que debían copiarla sin desperdiciar ninguna de sus letras. Pasarían muchos años para acabar de comprender que aquella carta era parte de un fraude y culto a la personalidad. Ninguno de ellos estaba debidamente alfabetizado, solo la más pequeña leía y escribía correctamente porque asistía a la escuelita donde Reunerio daba clases, siempre y cuando el río no estuviera crecido. Fuera del bohío Reunerio me explicó que aquella inesperada salida se debía a que en la zona estaban operando alzados y que ya habían amenazado a un brigadista. No recuerdo si el cabecilla de ellos fue Menoyo, puede que sí. Me dijo también que el trayecto sería más largo de lo normal, llevaba lloviendo desde hacía cuatro días y no se podía cruzar el río Miel en dirección a Baracoa. Me abrazó y nos despedimos para volver a encontrarnos varios años después.

 

Vinieron por mí esa tarde, el grupo aun era pequeño, estaba integrado por tres guajiros de las milicias serranas armados de pepechá, dos brigadistas mas a los que solo conocía de vista y mi amigo Nemesio Echevarría, el benéfico. La despedida fue muy triste y corrieron lágrimas. La vieja me dio un cartucho con unos trozos de pan de maíz para el viaje y una moneda de veinticinco centavos que me tenía guardada. El último en abrazarme fue el noble de Eusebio, lo hizo como si perdiera a un hijo. Partí con la cara humedecida por los mocos de Lucía y la más pequeña, los perdí de vista en un recodo del camino. Un poco más arriba de aquella montaña logré ver el techo humeante de la cocina y ese fue mi último recuerdo de aquella humilde y linda familia. Fuimos recorriendo cada una de las casas del Cuartón hasta que se nos unieron todos los brigadistas, otra vez nos reunimos los benéficos y no parábamos de hablar. Esponda, Horacio y dos hermanos que todavía continuaban meándose de noche y nos lo hicieron saber los guajiros donde alfabetizaron. No parábamos de hablar y reírnos sin escuchar el pedido de silencio frecuente de los milicianos. Nos demoramos cuatro días en llegar a Baracoa, arribamos al poblado de Sabanilla extenuados y logramos abordar un camión que nos llevara hasta el pueblo. Una vez allí y en lo que fuera el punto de control de los alfabetizadores, nos pagaron $60.00 pesos, toda una fortuna para esos tiempos. Nuestra partida hacia Guantánamo se produjo varios días mas tarde, los necesarios para agrupar a la totalidad de los brigadistas.

 

Unas dos semanas posteriores a mi salida de Baracoa, veía en la televisión al grueso de aquella tropa juvenil desfilando por la Plaza José Martí. Entonaron un himno creado para la ocasión; ♫ Somos las brigadas Conrado Benítez, somos la vanguardia de la revolución, con el libro en alto cumplimos una meta: llevar a toda Cuba la alfabetización. ♫ Decía una de sus estrofas.

 

Una década y media mas tarde vi con asombro y enojo la película “El Brigadista”. Me encabroné al observar la exageración y manipulación empleada en la fabricación de un superbrigadista muy distante de la realidad. Película donde se emplea un lenguaje politizado dentro del campesinado y los jóvenes brigadistas casi desconocido para esa época. Fue real el entusiasmo de una gran parte de la juventud en la participación de esa nueva aventura, la primera de ellas destinadas a la división de la familia cubana. Jóvenes que partían gustosos y escapaban del dominio paternal para disfrutar de una especie de libertad o libertinaje antes desconocido. Nadie incluyó en las estadísticas la cantidad de embarazos fabricados entre cartillas, abortos producidos, etc. ¡Bienvenido sea el amor libre! Gritarían muchos jóvenes alejados de la tutela de sus padres, pero no existía ese lenguaje excesivamente politizado y manipulador que presenta el film. Menos aun puede concebirse ese nivel de autoridad de un fiñe con solo 15 años dentro de la comunidad campesina en la que estuvo destinado y, donde la mayor parte de las veces aparecía vistiendo un uniforme implacablemente limpio y planchado. Solo aceptaran tranquilamente esta versión exagerada del “superbrigadista”, quienes no participaron en la campaña de alfabetización.

 

Una década después de aquella campaña por Baracoa, estudiaba para oficial de la marina mercante cubana en la playa de Jaimanitas y allí tuve muy presente a la pequeña guajirita que me dedicara aquel horrible grito anunciando que me había cagado. Los habaneros hemos tenido el defecto de comernos la “R” cuando hablamos, desconozco si ha sido superado en la jerigonza que se habla actualmente en la isla. Para nosotros los habaneros el “Carbón” no dejaba de ser “Cagbón. Los orientales, en cambio, pronuncian bien la “R”, pero tampoco eran perfectos cuando hablaban, ellos metían la “S” donde no iba o simplemente la omitían, tampoco se si lo habrán superado. Un compañero de estudios de origen oriental de apellido Regueifeiros, fallecido en un terrible accidente a bordo de un barco libio, cuando se dirigía al grupo solía decir; “Etos compañero”, expresión que regresándola al año 1961, resultaba muy parecida al grito de aquella inolvidable guajirita; ¡Que pete a mierda! ¡Mamá, el maetrico se cagó!

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2022-06-06

 

 

 

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Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...