Visitas recibidas en la Peña

miércoles, 26 de febrero de 2020

¿POR QUÉ NO TE BEBES UNA TAZA DE CAFÉ?

¿POR QUÉ NO TE BEBES UNA TAZA DE CAFÉ?






Ese vicio u obsesión por beberme una tacita de café en las mañanas no es accidental, fue una costumbre que adquirí de los campesinos en las montañas de Baracoa en el año 1961. Tenía yo once años cuando sucedió, me encontraba alfabetizando en las montañas del cuartón Cerqueo y allí permanecí durante más de seis meses conviviendo con ellos.


Mi contacto con ese grano no se limitó exclusivamente a la deliciosa infusión, colaboré en su recogida y a convertirlo en polvo con el uso de un pilón luego de tostarlo. ¡Claro! Para llegar a esa fase se requiere ponerlo a secar al sol y darle vueltas diariamente. Resulta que una vez seco, el café destinado al consumo, quizás de una semana, se sometía a una sesión de pilón para desprenderlo de su piel. El campesino cubano cultivador de ese grano era muy selectivo para beberlo y consumía exclusivamente el grano del café limpio. La manera de colarlo era muy particular, la mujer de la casa ponía a hervir un recipiente de agua con azúcar morena, mientras en un gran colador de tela depositaba el polvo del café. Una vez hervida el agua, iba vertiendo su contenido en aquel colador y las primeras coladas, las más fuertes, se les ofrecía a las personas mayores de la casa. Continuaba vertiendo el agua caliente en el mismo colador y las coladas más suaves o aguaditas serian destinadas a los niños, quienes lo consumían mojando pedazos de pan en él o lo usaban para beberlo en sus desayunos, consistentes casi siempre en un plato de viandas variadas con algún trozo de morcilla o carne de cerdo. Cuando se tostaba o colaba café en cualquier bohío, su aroma se dispersaba a gran distancia.


Estando becado en el año 1962, nos trasladaron a diferentes regiones de Oriente para participar de manera permanente en la “Primera Zafra Cafetalera” de la revolución. Luego no escuché mencionar a zafras posteriores e imagino haya sido la única donde se empleó fuerza de trabajo masiva. Esa vez permanecimos todo el tiempo que duró la zafra en el cuartón Margot de Mayarí Arriba. Nosotros debíamos comprar nuestros alimentos con el fruto de nuestro trabajo. Una lata de aceite de unos veinte litros era la unidad de medida adoptada en aquellos tiempos y se pagaba a 0.50 centavos. Cada uno de nosotros recogía un promedio de tres latas y media, los alimentos se compraban con el dinero recaudado en una semana. Es de suponer que nunca vimos un solo centavo y esas compras las realizaba el responsable del grupo. ¿Por qué les hago estas historias? Porque nuestra gente padece de muy mala memoria y quienes la recuerdan prefieren mantenerse callados. También para demostrarles que existe conocimientos y lo que continua no es producto de la improvisación.


¿Por qué no te tomas una taza de café? La respuesta es muy sencilla, porque desde hace décadas en Cuba lo que se toma es agua de culo. Atrás quedaron aquellas imágenes de los autos y guaguas detenidos frente a cualquier cafetería, choferes y pasajeros bajaban para saborear una tacita de aquel adorado liquido por solo 3 centavos. Muchas de aquellos pequeños negocios fueron muy famosos en toda La Habana y vale mencionar a uno de ellos bien conocido, me refiero al “Café Raúl” de la calle 51 en Marianao.


En Octubre de 1963 se jodió el café para toda la isla, el huracán “Flora” destruyó gran parte de los cultivos de ese grano en la región oriental del país. Desde esas fechas hasta el presente, nunca más se recuperó la capacidad de satisfacer la demanda interna de este producto. Yo sé que ustedes son inteligentes, así que pueden sacar cuentas de los años transcurridos. Millones de chamas no lo vivieron y solo tienen conocimiento de su fatal “Periodo Especial”. ¡Muchachones! Durante la afectación producida por el Flora, las colas en las cafeterías eran interminables. Bueno, ¿para qué contarles? ¡Sí se los voy a contar, coño! Pues esas borras de las coladas pasadas no se botaban y volvían a colarlas nuevamente. La gente pagaba por aquella agua con azúcar caliente para llevarse algo al estómago. Les estoy hablando del año 1963, pero como les dije, sus padres y abuelos perdieron la memoria entre marchas y consignas.


¡Coño! Ha sobrado tiempo suficiente para que se recuperaran las pérdidas ocasionadas por el terrible huracán, ¿no creen? ¡Claro! Si a esa natural recuperación, le sumamos los cientos de miles de plantas de café “Caturra”, que fueran sembradas alrededor de La Habana por aquella brillante idea del agrónomo mayor, el comandante “La Piedra” en su “Cordón de La Habana”, el cubano estaría desde hace muchos años bebiendo un café con vergüenza.


¿Por qué no te tomas una taza de café? Porque lo que se bebe en la isla no lo es, eso es un líquido insípido, incoloro e inodoro que sabe a rayos. Solo que el paladar del cubano ya se ha adaptado al consumo de este producto de pésima calidad y puede encontrarlo bueno. A mí me sucedió lo mismo con los cigarros Populares y un tiempo después de estar viviendo del lado de acá, no resistía que encendieran uno a mi lado, olía a la peor yerba del mundo.


Pues bien, te voy a decir una o la principal razón por la que no consumes ese aromático grano posiblemente desde que naciste. No te lo tomas porque desde hace décadas, el gobierno cubano exporta ese café que es de buena calidad, no el mejor del mundo como algunos tontos puedan pensar inflados por sus egos. Pues bien, ese café se vende a varios países europeos y su mayor demanda venía de España e Islas Canarias. ¿Cómo trataban de satisfacer la demanda interna? Muy simple, compraban café de pésima calidad (cascarilla) en México y países africanos. No conformes con el cambio de calidad entre uno y otro, aquella cascarilla de porquería era mezclado con otros granos como el chícharo. Por esa razón cuando lo cuelas en tu casa apenas huele a café y carece de su color verdadero. Los otros días leía una nota reciente del gobierno cubano relacionado con su déficit de producción y no abordaré ese tema, ya se conoce de la pata que cojean todas esas cifras oficiales.


Les cuento que un día, teniendo yo un restaurante, una cliente canadiense vino a visitarnos después de pasar unas vacaciones en la isla y muy feliz me regala un paquete de café “Serrano”. Delante de ella lo abrí y preparé una colada, solo puedo decirles que se le cayó la cara de vergüenza. Le habían vendido un paquete de “borras”, ese sí no soltó olor y menos aún color, la estafaron miserablemente. Una de esas tantas veces que voy al mercado, veo que ofrecían café cubano marca “Cubitas”, bien caro, costaba más de $6.00 dólares donde las demás ofertas costaban un poco más de los $3,00 dólares. Quise correr el riesgo y me llevé uno a la casa. ¿Qué les cuento? Solo duró la única colada que hice con él y tuvo como destino el latón de la basura. Aquello no servía para nada, no se habían superado aún. Otra amiga me regalo un cartucho como de una libra de café “Arriero” y el resultado y destino fue similar.


-¡Mi primo! ¿Quieres que te lleve café? Me dijo antes de salir de visita para acá.


-¡Mi Prima, ni se te ocurra! tráeme mejor una botella de “Santero”, hace años que no tomo aguardiente.







Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2020-02-25


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martes, 18 de febrero de 2020

VENENO Y LA TAMALERA


VENENO Y LA TAMALERA


Restaurante "El Golfito", el único que existía en Alamar


Cuento infantil para tiempos de guerra.


El viejo José era imperfecto y fuera de pico, por eso le decían con mucha razón "Veneno" y no era para menos. Es de aquella gente que viaja con mucha rapidez de un extremo a otro, eso tampoco le gusta a la gente. Sin desprenderse aún del carné rojo por el que luchara intransigentemente, ahora era más gusano que la gente de Miami. Después de tantos años, no puedo explicarme cómo pudo conservar aquella libretita roja siendo tan gusano. Puede que trabaje para el aparato y sea un provocador, respondía yo solo a mis preguntas. Luego le encontraba otra justificación, bueno, yo sigo navegando a pesar de mi apatía, claro, hasta que se enfilaron todas las mirillas hacia mí.

Era un tipo que por encima de los 50, conservaba el recuerdo de haber poseído una bien formada musculatura. No es de esos tembas que cuando se quitan la camisa inspiran lástima con estas horribles tetas caídas o por la ausencia de que existieron alguna vez bíceps en sus antebrazos. Veneno era un tipo bastante fuerte para haber vivido más de la mitad de un siglo, y de verdad, muchos jóvenes debieron sentir envidia al verlo con el torso descubierto.

Pero era imperfecto de verdad, algunos decían que hasta pesao, siempre iba dejando caer su gota de veneno, no sé si se lo dejaban pasar por miedo. ¿Quién me lo iba a decir? Diez años después de mi partida me empato con el teléfono de un pariente suyo en Miami, me dijeron que se encontraba de visita y lo llamé. No creo que haya sido maravillosa su memoria para que reconociera mi voz, tuvo que haber sido el chismoso de los telefonitos de ahora. Puede que sí, tal vez sea su memoria algo prodigiosa, porque no creo que con tanto subdesarrollo encima sepa operar esos aparatos.

-¡Qué bolá veneno! Le dije al escuchar su inconfundible voz.

-¡Qué pasa hijoputa! No había cambiado.

-¿Sabes quién te habla?

-¡Cómo no lo voy a saber comemierda!

-Raúl me dijo que estabas de visita, él fue quien me dio tú número. ¿Y tu gente, cómo está?

-Ya sabes, aquello está en llamas, eso nunca se arreglará, la gente bien.

-¿Y qué piensas hacer, te quedas?

-¡No hombre, no! Yo me voy pal carajo dentro de dos semanas.

-¿No te gusta Miami?

-Si me gusta, pero imagínate tú, no consigo nada de pincha y no voy a ser una carga para mi familia. Tengo que continuar los años de condena que me quedan por cumplir.

-No es fácil, con nuestra edad no siempre se encuentra algo por hacer.

-¿Y tu gente? La conversación continuó en ese giro, chismes de los edificios que habíamos construido, los muertos, los que desertaron, los que dejaron sin trabajo en la marina. -¡Escapaste a tiempo!

Ese día nos pusimos de acuerdo para tomarnos unas pergas de laguer en la piloto del Golfito, como es de suponer, era día de cobro. Luego no veríamos otras pergas hasta el mes próximo, era cíclica nuestra vida, nada cambiaba, para pagar la guagua tendríamos que pedir prestado a la semana siguiente. Dos o tres nos montamos en su carraspiana del 49, aquel carro se conservaba mejor que yo y éramos de la misma edad. Otros tres se montaron en la guagüita de Alberto, nadie sabe los milagros que hacía para mantenerla funcionando, creo que era la única de su tipo en el país, puede que también en el mundo, sabe Dios de que año y marca era. Ambos carros estaban pintados a brochas y con pinturas marinas. Años después y cuando al fin nos mudamos para esos edificios, daban un viaje y al regreso desarmaban sus cacharros para hacerle alguna reparación, eran magos de verdad.

-¡Oye, negro! ¿Qué cantidad de agua le sonaste hoy al tanque? Ese era el saludo de Veneno al pilotero, ya lo conocían y se la dejaban pasar. Tal vez no les convenía dar mucho bateo, pero de que le sonaban agua al tanque lo hacían, sabe Dios cuántas cosas más para que hiciera espuma, por eso daba tantas cagaleras.

-¡Veneno, no jodas y deja la muela para que avance esto! Era el vozarrón del negro Pello, él y Macías se habían robado todos los watts existentes el día de sus nacimientos, buen par de gritones aquellos negros.

Había algunos flamboyanes casi deshojados y unas mesas de hormigón rodeadas de asientos del mismo material, redondos y pesados para que no se los robaran. El indio picaba mucho a esas horas de la tarde, nosotros íbamos directo a sentarnos debajo de unos ancianos pinos. Así lo haríamos siempre, muy cerca de nosotros el inmenso meadero, bajabas solo un poquito de aquella elevación y disparabas hacia el río de Cojímar. El baño de la piloto era una cámara de gases y era necesario el uso de un salvavidas para poder entrar, mear de frente a la naturaleza era algo que siempre nos gustó a los cubanos.

Veneno siempre ponía algunas de sus podridas y nadie le hacía mucho caso, no estábamos para buscarnos líos ahora que casi finalizaba el último edificio. No me explico esa facilidad para soltar sus gusanadas, ¿Y si era pariente de Julito el Pescador o primo de David? ¡Pal carajo! Así pensamos todos y no le pasábamos la bola, era preferible hablar de pelota, o de jevas, porque en esa siempre terminamos los cubanos, no todos, la mayoría. ¡Vamos a ver! Si me hubieran dado a escoger entre derechos humanos y un culo, ¿por cuál piensan ustedes que inclinaría la balanza? En eso llegó una mujer con una lata de esas usadas para envasar aceite, bueno, cuando aquello todavía existía ese producto.

-¡Tamales! ¡Tamales! ¡Tamales! Les miento, solo lo dijo una vez y bien bajito, no hacía falta tanto anuncio con el hambre que llevábamos dentro, era ilegal eso que ella estaba haciendo y tampoco podía estar anunciándolo tanto.

-¡Mamacita! ¿De qué son los tamales? José dejó caer su píldora y aquello nos cayó mal, ya sabíamos que la iba a emprender contra una mujer que solo estaba buscándose la vida.

-¡No jodas, José! ¿De qué carajo van a ser? Le dijo Pello desde el tronco al que se encontraba recostado.

-No me vayan a caer ahora en pandilla, yo sé por qué lo pregunto.

-De maíz. Respondió con mucha timidez la mulata, tenía una voz muy sensual y mirándola con buenos ojos o dos pergas de más, se encontraba muy bien.

-¡Ya ves, venenón! Son de maíz y no jodas más. Le dijo Macías con sus 150 watts de salida.

-¡No me jodan! Lo pregunté porque hay gente que los están haciendo con harina.

-¡Así y todo es maíz, viejo cabrón! Replicó Luisito el borracho.

-¿Y cuánto cuestan, amorcito? Preguntó Veneno cambiando el tono de la voz.

-Un peso cada uno. Respondió aquella mulata con dulzura.

-¿Un pesooooo? Dijo Veneno como si fuera algo nuevo.

-¡Un peso, manón! ¿La caja de Populares no vale 1.60? Luisito de nuevo, él era jefe de la microbrigada, pero un tipo que no estaba en nada, solo le gustaba andar enclochado el día entero. La mulata miraba y no se atrevía a abrir la lata para mostrar uno de aquellos tamales, se sentó junto al grupo y muy cerca de José.

-Sí, pero no ha dicho si es de maíz tierno o de harina. A veneno no le gustaba perder ni a las escupías.

-Son de maíz tierno. Respondió con el doble de la dulzura aquella tamalera.

-¡Caballeros, no jodan más! ¿Compran o no compran los putos tamales? No le hagan perder el tiempo a la compañera. Intervino Macías nuevamente.

-Juana, me llamo Juana y no compañera.

-Amorcito, dame dos para probarlos. Solicitó Pello y le entregó un billete de cinco pesos, todos seguimos su ejemplo y la mulata comenzaba a hacer el pan.

Mientras comíamos los tamales ayudados por la cerveza, porque de verdad que estaban tan secos que eran casi imposibles de tragar, el negro Macías dio rienda suelta a su lengua y todos escuchábamos con atención, la tamalera se olvidó del negocio en esos instantes.

-¡Caballeros que no es fácil! No es muy sencillo vivir al lado de una posada, y en una misma barbacoa donde pernocta tanta gente. Allí se entregaban a los brazos de Morfeo una turba, mi suegra, una mulata que todavía está durísima, pregúntenle a Casañas, es un terrible castigo tener que virar la cara cuando se está cambiando de ropa. En fin, allí duermen ella y su marido que es policía, un blanco atravesao con cojones, debe ser el complejo que tiene por ser un enano al lado de mi suegra. Duerme mi cuñada, una chamaca jovencita que para un tren, mulatica blanconaza lindísima. Duerme también mi cuñado, un chama que está metiendo fuerza para llevar su jeva a la barbacoa. Y por último, mi mujer, el chama y yo. En eso hizo una pausa y se llevó el tamal a la boca, tomó un sorbo de cerveza y con la vista recorrió cada uno de nuestros rostros en busca de aprobación. Ya el tema había sido tocado con anterioridad, pero siempre lo hacía con una versión libre y así nos entretenía. Era extraño ese placer que se siente cuando se disfruta con el dolor.

-¡Asere! ¿Y cómo te la arreglabas para coger cajita? Era Alberto, me asombró que interviniera con esa pregunta, por lo general él solo se reía con las ocurrencias de los presentes.

-¡Esa era otra, mi socio! La suegra había soltado un decreto prohibiendo la templadera en aquella barbacoa, no es fácil. Todo era difícil en aquel país, pero la gente no lo expresaba directamente, era más saludable decir que no era fácil.

-¿Entonces? Se puede afirmar que no agarras cajitas de cumpleaños desde que te casaste. Fue José y no pudo ocultar su ironía, la tamalera continuaba concentrada en aquella historia.

-¡No tan calvo, que se le ven los sesos! De cuando en vez nos metíamos en la posada de al lado, claro, cuando había plata.

-¿Y cuando había plata? Preguntó Pello.

-¡Asere, no me lleves tan recio! Tú sabes que mi jeva es camarera de un restaurante y se busca sus pesitos con las propinas.

-Sí, pero hay días brujas, ¿Cómo resuelves, hay cajitas o no las hay?

-Siempre se puede más, oye, viviendo al lado de una posada no hay quien se resista.

-¿Y qué tiene que ver la posada en todo esto?

-Mano, que cuando menos te lo imaginas ahí mismo te llegan los suspiros, los gemidos, y para qué contarles, ya me vuelven tan loco que siento hasta el olor.

-Debe ser de madre, eso es una tortura, pero bueno, está el decreto de tu suegra.

-A esa hora te cagas en el decreto de la suegra y si el policía se pone impertinente le metes un tiro, porque nagüe, cuando la de arriba se calienta no cree en nadie.

-Sí, sí, sí, pero estás tirando curvas y no le acabas de responder a Pello, ¿hay cajita o no hay cajita? Intervino Luisón.

-Si la hay, pero hay que tener un cuidado del carajo. ¡Miren! Traten de tener siempre un pañuelo para que la jeva lo muerda. Ya saben, la ponen a mirar quien viene y atacan por la retaguardia, no es fácil.

-¡Consorte! ¿Y qué bolá con los meneítos? Preguntó Mario "cantimplorita".

-Nada de eso, ni se les ocurra dar un solo meneíto, ustedes no se imaginan como suenan en una barbacoa. Macías había logrado controlar la situación y todas las miradas se encontraban enfiladas en su persona.

-Me quedé botao ahora, no entiendo ni timbales. Intervino Pello nuevamente.

-¡Compadre! No seas bruto, usted la mete y deje que la jeva ponga de su parte. Nada, contracciones que tú conoces, pañuelo que aprietas y si es necesario se lo suenas hasta la garganta, se sufre un poquito, pero tiene sus encantos.

-¡Coño, Macías! ¿Así fue como concebiste al chama? Le preguntó Luisito el borracho.

-¡Sí, caballeros! ¿No han visto que fuerte está el negrito?

-Sí, de verdad que está fuerte, pero olvídalo mi ambia, ese negro no fue concebido como Dios manda, el daño lo tiene el socio en el coco. ¡Coño, asere! Eso se cae de la mata, lo que tienes ahora en la barbacoa es carne de presidio. Ese chama no puede salir normal con todos esos sobresaltos, y los espermatozoides reprimidos sin poder moverse, y los cabrones óvulos sin poder gritar, y pidiendo a gritos que termines en la cabrona microbrigada, ese chama tiene que ser anormal. Se oyó una sonora y colectiva carcajada después que Luisón dio sus sabias conclusiones.

-¡Oye Juanita! ¿Qué tienen adentro estos tamales? Preguntó cantimplorita.

-¡Caballeros! Ahora que Macías terminó vamos a buscar otra ronda, ya ésta que queda en la perga está caliente. Propuso Marquitos y el grupo se levantó, Veneno continuó sentado junto a la tamalera y le encargó una perga. Media hora más tarde algunos bajaron la lomita y se perdían de la vista de Juana para orinar.

-¡Mi socio! ¿Cuánto pides por ese dorado? Le pregunté a un pescador que pasaba junto a nosotros.

-Treinta y cinco varos, mi ambia. Contestó el tipo, vestía muy mal y la piel estaba muy quemada por el sol.

-¿Cuánto pesa?

-Chico, ¿pero ese dorado es de oro, o sabe hablar también? Metió la cuchareta José.

-Bueno, ve a comprarlo en la pescadería, si no lo encuentras trata de sacar el carné de pescador, trata de comprar los avíos, consíguete una lancha, compra combustible, compra la carnada. Luego pásate todo el día curricaneando por toda esa costa desde Guanabo hasta el Morro. ¡Mira, es más, subió a cuarenta varos el precio! Le respondió el pescador algo encabronado al que le quería poner malo el negocio.

-¡Oye, Veneno! Asere, por qué no te metes la lengua en el culo.

-No te preocupes, mi ambia, para ti el precio es el mismo.

-Ni discutas más y suelta ese bicho ahora mismo. Le pagué y el hombre continuó su camino.

-Por fin, Juanita, ¿qué tienen esos tamales adentro? Insistió cantimplorita.

-Maíz. Respondió Juana sin abandonar su dulzura.

-¿Maiz con maíz?

-¿Y qué quieres que tenga por un peso? ¿No querrás unas masitas de puerco? ¿Y el ají, y el ajo, y la cebolla, y el puré de tomate? Y lo quieres con masitas de puerco también por un peso. ¡Coño, Mario! Que descarado eres. Respondió Veneno como si fuera el dueño del negocio.

-Bueno, Veneno, ¿pero tú eres el tamalero? Hubo un poco de silencio entonces, un patrullero se parqueó muy cerca del área y Juana se mostró nerviosa.

-Cierren fila alrededor de la lata para que no se lleven el pase. Dijo Veneno, pero segundos después desaparecían nuevamente y Alberto le pidió otro tamal a Juana.

Alberto era un tipo chévere, el no participaba mucho de las jodederas, prefería disfrutar de ellas, muy servicial también. Pocos años después y siendo vecinos, le hablé a él y a Pello de un lugar en San Agustín donde se podía comprar aguacates y conejos. Acordamos salir a la mañana siguiente con ese destino y hacer nuestras compras. Arribaríamos a eso de las once de la mañana, y en aquellas casas donde años atrás yo hacía una factura extra para la casa, todos se negaban a vendernos algo. No sé si lo hacían por miedo, o simplemente para conservar cierta reserva para sus familias y amistades, lo cierto es que nos fuimos con las manos vacías.

Hicimos una breve parada para comer algo en el Pío Pío que estaba frente al muelle de Caballerías, coincidimos con un tirito de laguer y con buena propina el camarero nos abastecía frecuentemente. Nos pusimos sabrosos enseguida, en esos tiempos me gustaba estar así todos los días y ése era uno de suerte, no siempre se encontraba cerveza embotellada. A las botellas no se les podía agregar agua, bueno, a las de cerveza solamente, porque casi todas las de ron venían bautizadas, tampoco era mucha la diferencia entre las calidades de las cervezas. Recuerdo que estando atracados en Tokio con la motonave Otto Parellada, al Jefe de Máquinas se le ocurrió invitar a un japonés a tomarse una de ellas y de pronto lo veo corriendo hacia el baño. Pensé que le había sucedido algo, pero el problema fue otro, cuando estaba abriendo la botella observó en el fondo una cucaracha, por suerte su invitado no se llevó el pase.

A esa hora Pello se acordó que, en el bar situado en los bajos de nuestra Empresa, hacían un tiro de cerveza a las cinco de la tarde y para allá partimos. Comenzó a caer tremendo aguacero y el negro se apareció con una caja entera que colocó en el piso de la guagüita de Alberto. Claro, con la caja llegaron tres jevitas también y a mi lado cayó una simpática mulata. Ella trabajaba en las oficinas de la pesca y conocía a mi hermano, allí apretados consumimos esa caja de cerveza y nos pusimos más sabrosos aún. Cuando se acabó el tiro ya eran cerca de las ocho de la noche y Alberto se acordó de otro tiro que hacían en la posada La Pampa, manejaba bien el muy cabrón con cuatro barriles de cerveza arriba. Allí estuvimos hasta que finalizó el tiro y a la mulatica que ya andaba conmigo, se le ocurrió la brillante idea de ir a su casa en Marianao.

Nos abrió su tía, una vieja solterona que al sabernos miembros de la marina mercante se puso a cocinar. La mulatica nos llevó hasta una piloto clandestina donde un paralítico, luego de un largo interrogatorio, nos vendió una caja de cerveza a tres pesos cada una. Después de comer algo y estando ella sentada en mis piernas, la vieja comenzó a sacar fotos y galardones de su paso por la seguridad del estado, allí tuvimos que aguantarle la muela a la vieja jubilada, pero con cuatro cervezas en la cabeza era soportable.

A la hora de repartir las camas Alberto cayó de cabeza en el sofá, Pello dormiría con la vieja y yo lo haría con la mulatica. Nos dimos un buen baño de agua fría, luego hicimos el amor en el piso y dormimos junto a su hijito en la cama. Partimos de regreso a las seis de la mañana.

-Bueno, ¿cómo la pasaron? Preguntó Alberto riéndose mientras Pello permanecía callado.

-¡Oye, Pello! Solo se me ocurrió decir eso.

-¿Qué bolá? respondió.

-¡Asere! Te templaste a Julito el Pescador. Alberto tuvo que detener la guagüita para reírse. Cuando enfilamos el edificio allí estaban las mujeres esperando, ya iban a llamar a la policía, por suerte, al teléfono que se encontraba en los bajos del edificio B1 siempre le robaban el auricular.

Luisito el borracho se ponía de lo más cómico con cuatro tragos encima, se le trababa la lengua y su paso se hacía doblemente más lento, varias veces coincidimos en el Golfito y otros bares. En una de esas relevantes borracheras, Luisón se cayó en el hueco de un tragante sin tapa de la vía pública, pero era de goma aquel enano, no digo yo si lo era. Me contaron que, en una bronca con un vecino, éste lo lanzó desde el tercer o cuarto piso, y que el hombre solo sufrió unas leves contusiones. Es bien bajito y no se puede negar que tuvo sus quince a pesar de su corta estatura, tenía ojos verdes o grises, no recuerdo ahora, pero Luisón era enfermo al petróleo. Mientras más negra y fea fuera una mujer, esa era la ideal para él. Un día me enseñó a una hija de King Kong y yo quisiera que vieran lo radiante que estaba de felicidad al decirme que era su pollo.

-¡Bueno, qué! ¿No desean comerse unas papitas rellenas? Nadie se había percatado de la presencia del flaco papero. El tipo iba todos los días por la brigada con una lata de galletas debajo del brazo, en el bolsillo trasero siempre llevaba una libreta donde apuntaba los créditos que otorgaba a sus clientes.

-¡Coño, flaco! Vas a salirnos hasta en la sopa. Le dijo Marquitos.

-¡Vamos, muchachos! Siempre es bueno comer algo cuando se bebe.

-Llegaste tarde, hoy estamos para los tamalitos de Juana. Intervino José.
-Na, que esas papas son de la casa de los trucos, son de sorpresas mi hermano, papa con papa. Le dijo Macías.

-¡No jodas! Tú sabes que cuando me empato con jurel las hago de pescado. No me digan que los tamales son de puerco. Se defendió el tipo.

-¡Asere! Son de maíz con maíz, tú sabes cómo es eso, puros vegetarianos nos vamos convirtiendo. ¡Coño! No le pongas la mala al negocio de Juanita. Dijo Pello.

-¿Qué tú quieres, mear? Todos giraron la cabeza hacia Veneno. El flaco continuó su recorrido de borracho en borracho.

-¡No seas imprudente, manón! Así no se le habla a una jeva, se dice orinar y bajito para que no se entere nadie. Fue Luisito.

-¡Sin tema, Juanita! Baja por la lomita y escóndete detrás del matorral, no hay quien entre al baño de la piloto. Le dijo Macías esforzándose en hablar bajito, ella miró a todos buscando aprobación.

-¡No hay líos, mulata! Nosotros te cuidamos el negocio. Cuando Alberto le dijo esas palabras ella se levantó y siguió por el trillo señalado. Todas nuestras miradas se concentraron en ese delicioso vaivén que las cubanas saben darles a sus nalgas. Juana sobrepasaba la treintena, pero se conservaba apetecible al gusto de cualquiera de los machos allí presente.

-¡Aseres! No se pongan pal daño, voy a ver si me levanto a la mulata. Advirtió Veneno a todos los presentes, pocos minutos después ella se encontraba nuevamente en el grupo.

-Ven acá mi amor, tú sabes que te la estás jugando con el numerito de los tamales, ¿tú pinchas? Le preguntó Pello y rompió un poco la inesperada quietud de aquellos minutos de ausencia.

-Yo trabajo, pero si alguien me da la fórmula para mantener a tres bocas con ciento cincuenta pesos, yo dejo de vender tamales. Respondió con desgana.

-Pues mira, tienes buen salario aunque no lo creas, ¿y tú marido? Insistía el negro en su interrogatorio y todos permanecíamos atentos. A unos quince metros de nosotros pasaban rumbo a la pipa Graupier e Idelfonso, ambos eran secretarios del núcleo del PCC. No quisieron llegar hasta nosotros, disimularon no vernos. Graupier había estado navegando conmigo en el buque angolano, arribó a ese país al año de yo estar allá como técnico de refrigeración. Como no tenía búsqueda alguna le tiré muchos cabos, ahora en la micro no se me arrimaba porque yo hablaba mucha mierda.

-¿Marido? Quién se acuerda de eso, borrón y cuenta nueva, como se hace aquí. Contestó Juana.

-Pero el tipo tiene que ayudarte con algo. Esta vez fue Mario cantimplorita.

-Eso no se lo creen ni ustedes mismos. ¡Vamos, caballeros! Ustedes saben cómo es la rumba en este país. Los hombres se echan otra mujer y se olvidan de lo que dejan atrás.

-Pero las leyes, Juanita, las leyes revolucionarias. Intervino Pello nuevamente.

-¡Caballeros! ¡Caballeros! Vamos a cambiar el tema, siempre caemos en la misma baba. Aunque le apliquen la ley ese hombre no puede mantener dos casas, ¿en qué pincha el tipo, Juanita? Macías quiso cambiar la bola, pero se dejó dominar por esa curiosidad que mata a todos los cubanos.

-El tipo es policía. Respondió a secas.

-¡Pa'su madre! Ese debe ser un nagüito, ¿o me equivoco? Dijo Luis en tono burlón.

-Sí, el tipo es de Guantánamo.

-¡Coño, manona! Con lo rica que tu debiste estar, ¿cómo rayos te vas a empatar con la gente que inventó la barbacoa?

-Cosas de la juventud Luis, nada, me dejó embarcada con los tres chamas.

-¿Y tú estás integrada? Intervino de pronto Veneno, ya se le notaba un poco amarrada la lengua. Juana se sintió un poco sorprendida con aquella pregunta.

-¡Oye, manón! ¿A ti qué te importa? ¿Quieres empatarte con la mulata o con Vilma Espín? Se escuchó una carcajada general y otros grupos dirigieron sus miradas hacia nosotros.

-Luisón, no aprietes, tú sabes que hay que andar con cuidado. Juana se hizo la desentendida ante aquella pregunta, eso demostraba que estaba puesta para el daño.

-Ya este laguer está caliente, voy por otra. Todos nos levantamos mientras Veneno nos encargaba dos vasos. Haciendo la colita junto al tanque pudimos seguir sus movimientos de caimán viejo. Unas veces la manoseaba, otra le hablaba al oído, ambos se reían. Parece que ya estaba cuadrando la caja, era normal, solo él, Alberto y Luisón lo podían hacer. No era fácil cargar la jeva en una guagua con aquella lata de tamales y luego hacer la cola en la posada.

-¿Y qué bolá, está integrada o no? Preguntó Mario cantimplorita.

-¿Qué, me van a vacilar ahora? Juanita, recoge tus cosas que nos vamos en la carraspiana. Ordenó Veneno después de levantarse con la perga en la mano.

-Manón, juega con el mono, pero no con la cadena. Lo frenó en seco Luisito.

-¿Qué bolón, Luisón? Preguntó Veneno algo intrigado.

-¡Asere! Llévate a Juanita, pero deja la lata de tamales. Que pase mañana por la brigada a liquidar. Poco rato después de marcharse Veneno con la mulata, Luisito se los vendía a los borrachos a $1.50.

Algunos de mis vecinos se largaron y viven en Miami, varios de ellos desertaron como yo, otros salieron por el bombo, algunos escaparon en balsa. Los muchachos ya son hombres y pagan los errores cometidos por nosotros, todas las generaciones que los antecedieron. Sus vidas han sido constantes al garete en mares de alcohol, mariguana, inventos jineteos, y con la esperanza de escapar un día de aquel infierno. Los edificios que terminamos en el 81 nunca han sido pintados, se encuentran iguales que los de La Habana Vieja, como todos sus habitantes.

¡Claro que me gustaría compartir con ellos! Con los que sobrevivan a esta gran traición. Iría de visita y me sentaría debajo de aquellos pinos o flamboyanes, los invitaría a beber algo de respeto. Hablaríamos, recorreríamos con dolor y tristeza parte de este pasado que arruinó nuestras vidas. Trataría de elevar la mirada por encima de toda esa destrucción, me esforzaría en olvidar que mi tierra nunca estuvo en esas humillantes condiciones, intentaría nublar cualquier rayo de odio sobreviviente, me reiría con ellos, con gente como yo.

¿Y la tamalera? Dicen que es una anciana, sobrevivió a la ventisca turbulenta de estos años, continúa vendiendo tamalitos de maíz con maíz para sobrevivir.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
Jueves, 27 de Mayo del 2004


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domingo, 9 de febrero de 2020

ORGULLOSO DE SER CUBANO



ORGULLOSO DE SER CUBANO






Yo me siento orgulloso de ser cubano, pero mi orgullo no es vanidoso, es muy sencillo. Creo que la razón de ese sentimiento es por haber nacido allí, puede ser el mismo de cualquier espalda mojada que cruza el río Bravo, digamos que similar al de un argentino que ahora hace colas frente a las embajadas, supongamos que muy parecido al de los negros que cruzan el estrecho de Gibraltar. Con una pequeña diferencia, la mayoría de ellos pueden regresar y cuando no lo hacen, es por haberse desprendido de ese orgullo al que muchos se aferran y son capaces de matar.


Hay muchas razones que me ayudan a no sentir ese extremadamente dominante orgullo que sentía antes. Antes digo y me refiero a ese tiempo donde nos hicieron creer que éramos muy grandes, tal vez por eso hacemos un uso abusivo de los diminutivos, todo lo encontrábamos chiquitico. Pero los tiempos han cambiado y tal parece que vivimos rodeados de gigantes. Mi sentimiento nunca fue furibundo porque tampoco he sido ciego, si hoy me preguntaran los motivos de ese orgullo del que muchos hacen gala de inmensurable alarde, encontraría muchas dificultades en explicarlas, aun así sentiría un modesto orgullo por ser cubano.


¿Será por la belleza de nuestras mujeres? No lo creo, ¿no las hay igualmente bellas en Venezuela?, ¿no son dignas de admirar las brasileñas?, ¿es diferente una mulata cubana a una panameña?, claro que no y ejemplos sobran. Lo que pasa es que Cuba es la novedad, el prostíbulo vedado durante mucho tiempo y el sabor de aquellas mujeres había sido olvidado. Debe ser fenomenal probar algún día una prostituta de un país que dice ser comunista, ¿cómo harán el amor? ¡Son sensacionales! Responderán los que vivieron esa experiencia, no digo yo, en un mundo saturado de burdeles capitalistas, porno en tv, revistas, bares, etc., templarse a una jovencita jinetera tiene que ser inolvidable. Luego, cuando los oigo hablar de nuestras mujeres, la ira disminuye mi orgullo, por tal razón no creo que sean ellas.


Tal vez sea por nuestras playas y hoteles, todo el que llega de la isla solo habla de las bondades de su paisaje, las sonrisas de los empleados de las instalaciones turísticas, cabarets, restaurantes, etc., pero ninguno me menciona que estaban rodeados de extranjeros solamente. ¡Qué bueno es tu país mi amigo y qué barato! Pienso en los que no pueden disfrutar de lo que les pertenece y borro esta posibilidad.


Puede que sea porque nací en la isla donde todos son “compañeros”, eso sí, es muy difícil tener allí un verdadero amigo, son muy contados. Pero no, la vida me enseñó que ninguno es de confiar porque aquel en el que un día creíste, muy bien puede levantar la mano en tu contra en una reunión o delatarte a tus espaldas. No podemos olvidar aquel lema, no recuerdo si lo expresó Raúl en un discurso, creo que decía así; “Donde comienza el deber termina la amistad” y en esa tierra de la que les hablo, la gente se encuentra sobrecargada de deberes, además, ¿no es una clara invitación a la chivatería? Esto no sirve tampoco para justificar mi orgullo.


Debe ser por algo tan anormal, digo que lo es, porque hace años que me he librado de esa carga, me refiero a tener en cada edificio o cuadra un Comité. Pero lo lindo del caso no es eso, peor aún es temerle a una vieja o a un pendejo que no resistiría una patada por el culo. Si embargo, le tememos y no acuso a nadie de cobarde, porque hay que vivir allí para comprenderlo. Entonces aceptamos todo, hasta que participe en la intimidad de nuestras vidas y permanecemos callados como carneros por degollar. Es muy probable que necesitemos un refrigerador, un apartamento, un teléfono, un televisor, etc. Cosas vanas y sin mucho valor dirán ustedes, pero se equivocan porque eso no está disponible en cualquier tienda, hay que conseguirlo por méritos y esa gente que tal vez no soportan la patada en el culo pueden vetar tus sueños. Siempre me he preguntado; ¿vale la pena vivir toda una vida en esas circunstancias por obtener algo de eso? Creo que la vida es corta, pero mucho más larga que la de un televisor. Desecho también este punto.


Quizás me sentiría orgulloso por las cosas tan raras que suceden en esa tierra, por ejemplo, cuando alguien se encuentra diciendo una verdad (algo que solo sucede en casos excepcionales), los que te rodean y que son en definitiva los que sufren esas verdades, son los primeros en manifestar que estás loco o hablando mierdas. Es increíble, pero muy cierto, y no solo eso, puedes convertirte en acreedor de una buena paliza. Muchas veces siento pena cuando veo algún noticiero donde entrevistan a alguien de la isla, responden en un idioma incomprensible, con monosílabos, con frases sin terminar, como si tuvieran pánico de que los están vigilando. Casi siempre responden lo mismo; “Bueno, por lo menos no me muero de hambre, con los dólares que nos llegan del extranjero se puede sobrevivir”. Después agregan como rectificando por si acaso han metido la pata; “Bueno, aquí tenemos educación y salud gratis”. Muy pocos se extienden más allá de los parámetros establecidos por el miedo que cargan en sus conciencias, la justificación a las penurias vividas durante 43 años siempre la buscan en el extranjero, sin ir tan lejos, la culpa de todo está a 90 millas. ¿Debo sentir orgullo por un pueblo que no expresa lo que siente en el medio del pecho?


Estoy orgulloso de ser cubano pero no tanto, nacemos con un cartel en la frente que dice; “Posible inmigrante” y por tal razón nadie nos quiere, cargar su pasaporte acarrea problemas en muchos lugares, es como si estuviéramos condenados a vivir en el paraíso que tanto pregonaron y de verdad lo merecemos. Lo merecemos porque sabiendo que todo era falso, apoyamos y mentimos a los pueblos que tratan de imitarnos.


No estoy tan orgulloso porque cuando veo al pueblo de hoy, lo comparo con nuestros primeros aborígenes y encuentro mucha similitud con ellos. No puede ser que hayamos retrocedido tanto pero es así, la misma pasividad y mansedumbre. Cuando veo a pueblos como el venezolano, argentino, salvadoreño, peruano, etc., reclamando a palos y pedradas sus derechos, tengo que callar y no hablar nada de ese orgullo que muchos tratamos de exhibir. Yo sé que estas líneas serán despreciadas por mucha de mi gente, no me importa en lo absoluto si queremos llamar al pan por su nombre y al vino también.


Debo estar orgulloso por cada pared que se desmorona, por cada ladrillo que se cae, por cada derrumbe de un edificio de la que fuera nuestra bella capital. Lo peor de todo es soportar cuando un mequetrefe llega de allá y te dice; “Me encanta La Habana, su arquitectura, su gente.” Me jode porque esa persona no conoce otros lugares que no sean los dedicados al turista. Muy superior al orgullo debe ser la pena que siento por la gente de mi país.


Estoy orgulloso de pertenecer a una tierra que sufre y que todos apoyen esos sufrimientos. La complicidad con el caso cubano no tiene límites en nuestra historia, políticos, presidentes, cleros, artistas, negociantes, todos, absolutamente todos. Corren desesperados a apretar las manos ensangrentadas de sus dirigentes, ayudando de paso a darle una vueltecita más a la tuerca que cada ciudadano lleva en su cuello. Luego que pase esta tragedia, creo que ese será el punto más importante por el cual debamos sentirnos orgullosos y podamos gritar a todo pulmón; “Hemos pasado todos estos sufrimientos solos ante el silencio de vuestros ojos, lo vivimos mientras unos hijoputas se preocupan por criminales talibanes o consuelan a unas asesinas narcoguerrillas en Colombia.


¿Debería sentirme orgulloso por la bandera? Créanme que no, ningún símbolo creado por el hombre será el motivo de mis desvelos. Esa misma bandera fue usada por Machado, Batista y ahora desgastada por los desmanes de Fidel. ¿Cuál es entonces su importancia? Izarla en un edificio, en un estadio, a la entrada de una escuela, adornar balcones en los días de fiesta, ¿cubrir el féretro de algún muerto significante? Para mí todos los muertos son importantes y no he visto arrojar ninguna en medio de las aguas que rodean nuestras costas. La he visto bajarse muchas veces de nuestras naves para izar una extraña y de feos colores solo por dinero. No me importa si consideran que no soy patriota, realmente no lo soy. Soy un hombre de carne y huesos, soy un obrero, soy un padre y con eso me basta, no creo en títulos honoríficos ni en medallas. ¿Cuántos de los premiados con la orden José Martí no han resultado ser unos asesinos? ¿Entonces? Los afganos acaban de izar la número doce o trece en estos últimos treinta años, ¿entonces?


Tal vez pueda sentir orgullo por ser de una nación que un día pasó del capitalismo al socialismo y hoy regresa a la esclavitud, no creo que ese caso exista en muchas partes de este mundo. Soy de un país que perdió 43 años de su historia inútilmente, para lograr lo que no existe, para arribar a la nada. Con gente que solo aspira burlar la custodia de una frontera custodiada por hambrientos escualos, resolver sus problemas con una botella de ron, presumir de machos y esperar la ayuda de sus paisanos. Pertenezco a una tribu conforme con su papel de mendigo a la que fue reducido, con una capacidad increíble para causar lástima en el prójimo y sin otros sueños que los de un día escapar, no importa cómo, puede ser de mil maneras, hasta timando a infelices y oportunistas extranjeros. Después y una vez renunciado a esa libertad extravagante que nos venden por la asistencia a un hospital o escuela, renunciar también al polvo que nos recuerda nuestro pasado, porque detrás de nosotros nada existió y la vida comienza en cualquier lado, poco importa su latitud.


Tengo que estar orgulloso de ser parte de un tiempo y un espacio, que nos llenó de un fantasma del cual es casi imposible desprenderse, seres que aún ausentes de su terreno viven el miedo con el cual fueran clonados, cerebros que a veces resulta difícil volver a llenar de nuevo y deambulan consigo mismo sin criterios, siento pena por ellos.


Estoy orgulloso de pertenecer a un pueblo que tiene muy mala memoria, que ha perdido un poco la vergüenza, que habla mucho y luego sale a marchar sin que nadie le ponga un fusil en el pecho. Marchan calzando tenis que les envían sus familiares, visten marcas que no son de producción nacional y pagan en los mercados con una moneda que no se imprimió en nuestro idioma. Marchan, gritan consignas, agitan banderitas, aplauden y cuando llegan a la casa le mientan la madre al autor de sus desgracias. Tocan de nuevo a sus puertas y vuelven a marchar, gritar, agitar banderitas y aplaudir, luego, esperan impacientes la mesada que les envían sus parientes, los que tal vez tengan doble trabajo y no comen tanta mierda con esto que les he narrado.


Yo sé que entre nosotros hay personas ácidas, recalcitrantes, extremistas, sublimes patriotas que condenarán estas líneas, poco me importa porque siempre expreso lo que siento y tengo criterios propios, pero bueno, el tema de hoy era mi orgullo por ser cubano. El mío es sencillo, modesto, humilde, sincero, sin los rasgos de esa vana arrogancia que nos inculcaron, soy sencillamente un cubano orgulloso de haber nacido en esa tierra, como lo hubiera estado por haber nacido en otra. Eso si, si Dios existe y es tan grande, si existiera de verdad la reencarnación le suplicaría que me destine a otros lugares para vivir una nueva experiencia. De acuerdo con lo perverso que se ha convertido este mundo no le pediría tanto, solo que me destine un poco más al norte de donde vivo, el frío no será un gran obstáculo porque malo que bueno lo he soportado y allí no me joderán tanto. En caso de que se encuentren ocupadas todas las demandas para ser esquimal, bueno, en ese caso que me mande a un planeta bien lejano.






Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2002-02-09





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jueves, 6 de febrero de 2020

DULCES GUERREROS CUBANOS


DULCES GUERREROS CUBANOS





Título.- Dulces guerreros cubanos.
Autor.- Norberto Fuentes.
Editorial.- Seix Barral.
Comentario.- Esteban Casañas Lostal.


Recuerdo que estando de profesor en la Academia Naval del Mariel, se presenta la oportunidad para un grupo de oficiales militares y profesores civiles de embarcar en el buque escuela "Viet Nam Heroico". A partir de esos momentos y los rumores que circulaban sobre los posibles seleccionados, se destapó una batalla campal de difamaciones, intrigas, insinuaciones, descréditos, etc., sobre aquellos que serían premiados con ese privilegio.

Privilegio que no se encontraba al alcance de todos y que todos deseaban, salir al extranjero, conocer otros países, escapar de la rutinaria vida del militar sin combates, donde levantar la mano para saludar les recordaba diariamente su posición dentro de la sociedad. Eso no era lo más importante de aquel privilegio, los pocos seleccionados verían sus vidas premiadas con la adquisición de algún electrodoméstico o cualquier trapo que lo elevara por encima de la estatura de su vecino.

Ya estaba acostumbrado a esa nueva forma de luchar del cubano, fuera de las fronteras de esa academia, los hombres luchaban a capa y espada por obtener un televisor ruso, una lavadora Aurika con un motor de 50 ciclos donde el uso era de 60, un refrigerador, o el derecho a adquirir una vivienda. El obrero en su desesperación y necesidad no escatimaba palabras para desacreditar al compañero de su vida diaria. Lo hacía en una asamblea general y luego, bueno, después de obtener su equipo o vivienda, terminaba como enemigo de muchos desesperados como él.

Nunca imaginé que esa manera de luchar por obtener algo se extendiera al seno de las fuerzas armadas, siempre pensé que correspondía a la gente más humilde del país y sin otra opción para satisfacer sus necesidades. Me equivoqué, comprobé entonces que no eran los obreros los creadores de ese estilo de lucha, donde se hace gala de un derroche de puterías nunca experimentadas en nuestro país.

Leyendo el libro de Norbertus descubro que también estaba equivocado, aquel estilo de lucha no tuvo sus orígenes en nuestras fuerzas armadas, donde no importaba el rango del oficial. Nos caía sin paracaídas desde las alturas casi impenetrables de nuestro gobierno, eso sí, cada uno de los estratos de la sociedad persiguiendo un fin.

En las profundidades de los barrios empobrecidos por la revolución, solo se aspiraba a algo tal vez insignificante, pero muy imprescindible para vivir. En la academia naval se luchaba por un viaje y algo de pacotilla, en la cima de nuestra sociedad eran mucho más variados los objetivos, pero el más importante de todos lo ha sido siempre "el poder".

Aún sin hablar sobre el libro me surgen unas preguntas; ¿Cómo llegó Norberto Fuentes, Norbert, Norbertus, el brother, etc., a esa posición tan privilegiada como lo es, ser el escribano real en la corte de Castro? ¿Cómo llegó Aldana, Roberto Robaina, Pedro Ross, Roque, etc., etc.? Debo imaginar que Norberto llegó por su linaje y sangre azul. No he terminado de leer el libro y me embarga la duda, no sé si estoy ante la presencia de una versión libre y muy criolla de "El Padrino", o me encuentro ante un pariente de Fouchet.

El campamento de arriba, el campamento de abajo, los Ray-Ban, el Rolex, el Lada rojo amaranto, las pistolas de varias marcas, los Levis, las mujeres, una oficial y la otra una putica que, adquiere categoría muy superior a la de cualquier mujer cubana normal. Todo por duplicado, como el mismo rostro de cada uno de los integrantes de esta historia. Miles de dólares que se mencionan con todo el descaro del mundo allí, donde cualquier ciudadano era conducido a prisión por la tenencia de uno solo de ellos, etc., etc.

Yo fui educado bajo ese sistema y viví en el campamento de abajo, pero uno que se encontraba muy profundo, donde nos hacinábamos 21 personas y hoy, cuando leo estas cosas, no puedo ocultar mi asco e indignación. Siempre pensé como la mayoría de los que pertenecen a mi generación, todo lo que hacíamos era lo correcto y soñábamos con un futuro distinto para nuestra nación, hemos sido traicionados.

A lo largo de toda la obra de Norbertus, Norber, el brother, etc., puede encontrarse una de las más altas manifestaciones de narcisismo expuesta por escritor cubano alguno. No cesa un instante de decirnos que está bueno, riquísimo, apetecible y que "ninguna" cubana se le puede resistir. Estoy en la necesidad de preguntarle a mi esposa, hija y es una verdadera pena que mi madre haya muerto, si alguna vez no cayeron en las seductoras trampas de este escritor que, obligaba a cuanta mujer trabajara en el comité central o se cruzara en su camino, caminar de culo para la pared. Estos pasajes son tan frecuentes en su libro, que llegan a causar desprecio de cualquiera que las lea.

Por otra parte, su excesiva admiración por el físico de los hermanos gemelos de la Guardia, parecen un homosexual homenaje póstumo, sobre todo al fusilado. Para un escritor de nuestra tierra e impregnado por esa excesiva hombría que heredamos de nuestros antepasados, debe ser algo difícil penetrar en la personalidad de una mujer a la hora de describir sentimientos y gustos afines a ella. Creo que lograrlo sería un tremendo éxito en el escritor, pero nunca se acercaría a las descripciones ofrecidas por una mujer. Sin embargo, Norbertus se va un poco más allá y eso lo podrán encontrar de manera repetida en su libro. Logra hacerme dudar en ocasiones de su verdadera hombría, es muy probable que esas hayan sido las intenciones del autor y le dan cierto valor a su obra cuando el objetivo perseguido fuera alcanzado.

Norber incurre en una grave falta de respeto para todos los que tuvimos la desgracia de vivir aquel proceso, nos dice en la página 93.- ... "Norberto Fuentes era el escritor del grupo, con una “vieja historia disidente” pero siempre mantenido dentro de las fronteras de la revolución y que había accedido al grupo por sus características de aventurero... No sé si estoy ante la presencia de un comic o el autor dentro de su derrame de vanidad y ego, considere que los que leemos somos verdaderamente estúpidos como él supone. De todas maneras, sus palabras demuestran otra vez su doble moral.

El brother vuelve a cometer otro error imperdonable en la página 122.- ...Entonces creo entender. El estado de alerta máxima y la mirada rápida, felina, de Tony (de la Guardia), dirigida a todo su entorno, es su disciplina, su mirada de siempre, una rutina. Es más el gesto mecánico de un Tony acostumbrado a desplazarse en el extranjero. “NO LA DE UN PERSEGUIDO POLÍTICO EN CUBA"... En este caso creo que se le esfumó la musa cuando escribía, ¿cómo pretenderá Norbertus presentarnos a un Tony, quien fuera una máquina diseñada para matar, un miembro de un temible órgano represivo, un individuo dedicados a negocios propios de esa mafia cubana, como un perseguido político? He tratado de buscar el mensaje que cada escritor pretende enviarnos en su obra y en el caso de este libro son muchos, solo que todos abrigan unas claras pretensiones de confundir.

Algo nos deja ver muy claro a lo largo de sus más de seiscientas páginas, nos presenta el zoológico privado de Castro y entre ellos no escapa un premio Nóbel como Gabriel García Márquez. Quienes viven muy conformes en sus campamentos de arriba y abajo, jaulas preñadas de micrófonos y cámaras. Micrófonos que captan los gemidos de sus esposas y puticas seleccionadas. Cámaras que unas veces captarán las nalgas de los protagonistas o los hermosos cuerpos de sus mujeres, o los de ambos en diferentes poses, uno que otro 69, gritos orgásmicos que muy bien servirán también para disfrute morboso de sus amos.

Sucede lo mismo que en Viridiana o Los sobrevivientes, nadie escapa, no por embrujo. Fuera de esas vigiladas jaulas hay un mundo muy diferente, el de los apagones, la libreta de racionamiento, las guaguas infernales, camellos, asambleas humillantes para adquirir un ventilador, posadas en condiciones inhumanas, chivatos que no duermen, policía establecidas por ellos mismos para mantener las distancias y todo un pueblo sometido a la más severa austeridad conocida en nuestra historia, mientras aquellos que han vendido su privacidad gozan el paraíso solo al alcance de cualquier millonario.

Norbertus, Norber, el brother, etc., refleja en toda su obra el racismo de la que ni él mismo puede escapar como practicante, lo demuestra en sus descripciones sobre Ochoa y otros negros que aparecen por el camino de su libro, pero su racismo no es cualquiera. El autor se considera de una casta especial, tiene sangre azul, y su realeza lo lleva a discriminar hasta el propio Padrón que es blanco como él, pero que viene de abajo. No pierde oportunidad como mismo han hecho otros "Dulces escritores cubanos", de dejar caer su cuota de veneno que ayude a profundizar las distancias existentes entre las distintas generaciones de cubanos en el exilio, pueden tener constancia en la página 274, es una clara solicitud al rechazo de los viejos exiliados, hacia aquellos que tuvieron la desdicha de continuar en la isla.

No he terminado de leer aún y me surgen muchas interrogantes; ¿Dónde obtuvo tanta confidencial información? A veces pienso estar leyendo un libro de aventuras juveniles. En este caso, el escritor se transforma en el hombre capaz y puede tomar decisiones sumamente importantes en momentos donde está en juego la vida de varias personas. ¿Hasta dónde es escritor? ¿Hasta dónde pudiera considerársele pluma o lanza? Deja poco espacio para establecer diferencias un individuo con tanta libertad de movimientos en las esferas del gobierno. ¿Por qué no pensar también que él formó parte de la traición contra sus ecobios? Cada cual es libre de pensar y llegar a sus propias conclusiones.

Trata en algunas oportunidades de incursionar en el lenguaje de aquella masa presidiaria por la que seguramente sintiera un indescriptible desprecio. Le queda muy mal si con ello desea demostrar la hombría de los involucrados en su historia. En lo personal viví en todos esos campamentos bajos y, nunca tuve o me vi obligado a expresarme como ellos para reafirmar mi condición de hombre.

Norbertus, Norber, el brother, etc., nos presenta escenas ridículas para cualquier cubano, un Patricio de la Guardia besando a su hermano y a él mismo de la misma forma que hacían los Padrinos de la mafia italiana, pasaje hasta risible.

Norbertus, Norber, el brother, etc., extraña el noble Lada rojo amaranto con gomas radiales Michelin, amortiguadores Pirelli, de gas, de doble acción. Extraña la manera fácil de conseguirse los Rolex. Se lamenta porque ahora donde vive nadie le presta atención a unas gafas Ray-Ban y donde cualquier obrero usa jeans Levis para trabajar, donde cualquier mujer tiene su auto, y donde cualquier putica gana un dineral. Aun así, Norbertus, Norber, el brother, etc., tendrá admiradores que no sabrán diferenciar entre la pluma y el puñal. Para mí no existen dudas, es un puñal con el cual han atacado por las espaldas a más de trece millones de cubanos.







Esteban Casañas Lostal.
Montreal.. Canadá
23-11-2002.


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Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...