Visitas recibidas en la Peña

viernes, 28 de junio de 2019

AMOR EN EL OCASO



                                                 AMOR EN EL OCASO




Cuando el amor llega tarde es mal visto, puede ser considerado inmoral, como si los viejos no tuvieran derecho a amar o ser amados. Todo es incorrecto y hasta ridículo. No se te ocurra nunca contar un sueño, describir un rostro, cuerpo o figura. Besar es rancio, debe serlo también los labios que se besan. Babosos, dirán algunos, hasta envenenados de mal aliento. ¿Una erección? Ridículo, pecaminoso, falso, pura comedia. Así nos juzgarán a los viejos, y a los que no lo son tanto. 

¿Qué desean para nosotros? La tranquilidad de un sillón asignado como cualquier trono, hasta que la muerte llegue. Luego, solo unas horas después, arderá su madera como aquellos Ninots que no fueron premiados. Sobrevirá uno de ellos, después, correrá la misma suerte el día que moleste su existencia, cada viejo tiene su Falla. Un poquito más tarde, solo un poco, dichoso el que sobreviva a los dominios de ese aparatico que ha sustituído nuestros rostros, voces, sentimientos, corazones y también a la familia, seremos pocos los afortunados.

Cuando anuncias estar enamorado, no puedes evitar la emboscada que te preparó el destino. Tratas de escapar, te aferras a un capricho, no tienes edad para amar. ¿Hacer el amor? Es un privilegio concedido para el que no es mayor, mayor digo y es muy variable el metro con el que mido. Hay quien nace viejo, muchos entierran su alma en un corto camino y todos merecemos soportar la misma condena a la incomprensión de que nadie es igual. ¿Hacer el amor? Risas, trompetillas, te transformas en bufón de cualquier fiesta. Tu erección debe ser sustituida, ignorada, tal vez sea considerada una enfermedad tardía, un priapismo inoportuno, debes acudir al médico.

¿Una opción? Eres injusto cuando tratas de escapar y solo deseas vivir lo poco o mucho que te queda de vida.

-Pero ya ustedes son hombres y mujeres. Tienen sus vidas hechas y la mía se apaga como una vela fabricada con mala cera. Tratas de explicar vanamente.

-Te quedan los nietos. Te contestan y acuden a un truco muy en desuso, de los tiempos de mi abuela. Tratan de impactar en ese sentimiento tan humano, el cariño del abuelo.

-¿Los nietos? Búscalos embriagados en esos aparaticos que ustedes mismos les compraron. Que compraron para cubrir el tiempo que yo les dediqué a empinar chiringas, jugar bolas, pescar guajacones, ver una película y hasta jugar ajedrez. ¿Los nietos? Déjà que seas abuelo, la vida no se detendrá aunque se le rompa el ordenador, el aparato que conectan al televisor, el iphone con el que juegan mientras viajan en tu auto. Cuando yo esté muerto, si acaso recuerdas la fecha de mi muerte, donde se esparcieron mis polvos o enterraron mis huesos. Pasa por ese lugar o en una fecha aproximada para que hables conmigo, yo te escucharé con mucha atención.

-¿Qué harás entonces? 

-¿Qué haré? Buscaré los labios que me den un beso, la mano donde agarrarme cuando comiencen a fallarme las piernas, el oído que escuche mis reclamos o penas, el corazón que me de abrigo en este invierno, el horizonte donde posarme en el ocaso. Puedes quemar mi sillón, no lo confundas con un Ninot, yo soy el que elige mi Falla.


                                                            

Esteban Casañas Lostal                                                              
Montreal..Canadá                                                               
2014-07-15


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lunes, 24 de junio de 2019

RENTAR EN MIAMI



                                            RENTAR EN MIAMI



Miami es una ciudad como todas aquellas que guardan sus secreticos, será casi imposible para un simple visitante descubrirlos. En este aspecto ella es algo exigente, debes consumir arrobas de pastelitos de guayaba y beber coladitas de café por galones para que se abra de piernas y se confiese.

Para todo aquel que arribe de un país o ciudad medianamente “civilizada”, Miami te ofrece una variedad indeterminada de contrastes que se sufren como propios. Te detienes y observas a sus habitantes, te sorprendes ante su indiferencia, pasividad o resignación. Todo es aceptado con mucha naturalidad y llegas a la pronta conclusión de que eres un ser anormal o anacrónico en esta bella “capital del sol”, como suelen llamarla.

Andaba con un sobrino que buscaba un apartamento para alquilar, hace relativamente poco tiempo que llegó de Cuba, digamos que apenas cumplirá tres años en estas tierras y arrastra las penas del último puerto. Es de esta manera que descubro uno de los secretos arropados por Miami bajo su manto de sol, playas y discotecas.

Comenzaría por descubrirles el que traigo de otro país y tal vez pueda provocarle un infarto a cualquier ciudadano de esta maravillosa ciudad. En Montreal, una de esas ciudades “medianamente” civilizadas a las que hago referencia, no hace falta hacer depósito por adelantado del monto del alquiler, “garantías”, “llaves”, “security” y otras mierditas que se exigen acá. Los contratos de arrendamientos tienen como fecha inicial el 1 de Julio y se pactan por un año en términos generales. Usualmente, la persona dispuesta a rentar o alquilar un apartamento, le exige al propietario que el local se encuentre en condiciones aceptables. Al momento de la entrega o vencimiento del contrato pactado, el propietario comprobará que no se hayan producido averías anormales en su propiedad. Luego, procederá a pintarlo para recibir al nuevo inquilino, cambiará si es necesario la alfombra, refrigerador, cocina, etc. Es muy raro demandas o contratiempos entre las partes por detalles insignificantes, Esto se ha ido relajando en la ciudad y país en la medida que Canadá ha recibido inmigrantes y ellos, aceptan condiciones que en otros tiempos no existían o eran impensables. Empeora la situación cuando estos inmigrantes “tercermundistas” se convierten en propietarios y poco a poco, violando las normas, usos y costumbres de estos países, van imponiendo sus reglas del juego por encima de lo que establece la ley ante la pasividad de los moradores.

Contando aún con todos estos contratiempos importados del Sur, Montreal continúa siendo un paraíso si se compara con Miami. Digamos por ejemplo que aunque comienzan a escasear estas ofertas, puedes leer en algunos diarios locales que te ofrecen un mes “FREE” cuando alquilas un apartamento. Es de suponer sea el último mes de ese contrato (muy serio) Fin de la sintetizada historia que nada tiene que ver con el calvario impuesto a la gente de Miami y, aceptada entre otras cosas, por pura pasividad o indiferencia de sus habitantes, seres rebeldes para otros asuntos “sin importancia”, ahora les explico lo que he observado en estos anormales trámites.

Me asombra el sobrino cuando manifiesta que, “debe pintar” el apartamento antes de entregarlo para recuperar unos $800.00 dejados como “depósito”, nada que ver con los dos meses de “renta” que le pidieron por adelantado. ¡Joder! La renta era de $850.00 mensuales y si le sumamos los $800.00 de depósito, estamos hablando de una cifra elevada para una persona recién llegada a este país, donde por supuesto, le exigirán un depósito de garantía para conectarle la electricidad. No hace falta mencionar gastos adicionales conocidos por todos nosotros.

En nuestro extenso y agotador recorrido, visitamos varios apartamentos que se alquilaban en condiciones deplorables de mantenimiento. Se les propuso a varios propietarios asumir la renovación de los locales y que los gastos fueran deducibles de las rentas a pagar. Se me ocurrió hacer esas proposiciones porque ya las había hecho en Montreal y allá lo aceptaron. En Miami todas las respuestas fueron negativas, si te interesaba el apartamento, debías alquilarlo en esas pésimas condiciones y los gastos en las reparaciones, pintura, etc., correrían a tu cuenta. Bueno, semejante descaro solo es posible hallarlo en esta ciudad, pienso. Les menciono apartamentos amplios que luego de pasarles la mano quedarían nuevos, pero al parecer, ninguno de esos individuos piensa invertir un solo centavo en sus propiedades y les hablo de unas condiciones propias a países del tercer o cuarto mundo. Verdaderamente me he quedado asombrado por dos razones fundamentales, que existan lugares ofrecidos en ese mercado sin reunir un mínimo de condiciones que los declaren ‘humanamente” habitables y que puedan existir también personas que los alquilen sin ningún tipo de reclamo.

¡Muy bien! Visitamos una edificación donde nos entregaron una “aplicación” que debíamos llenar y entregar en una dirección perteneciente a la compañía propietaria del complejo habitacional. Tomamos aquellas hojas y nos marchamos a casa luego de escuchar algunas orientaciones del “conserje”, único encargado de darnos el rostros.
Después de tantas vueltas por la ciudad y archivar cierta cantidad de papeles con similares contenidos, nos detuvimos en uno de ellos. La curiosidad nos picó por el volumen de hojas, algo anormal para “aplicar” al alquiler de un apartamento, eran tres en total y fuímos leyendo con calma.

Sería oportuno adelantar que a mi sobrino le exigieron $90.00 dólares por entregar esa aplicación y $30.00 dólares extra por su esposa, estamos hablando de $120.00 dólares. No sé si signifique algo para ustedes esa cantidad, pero creo que es una suma importante para personas de bajos recursos.

Cuando comienzo a leer con calma y tiempo aquel extenso mamotreto, no sé de qué manera pude contener la ira (que en mi país de origen tiene otro nombre). Entre otras cosas “sumamente anormales” para los que viven en un país o ciudad medianamente “civilizada”, se comprende inmediatamente que le están violando varios “derechos” y mencionemos uno muy importante, la “privacidad”.

Ignoro hasta qué punto puedan estas compañías estar “amparadas” por la LEY, desconozco a partir de dónde pueda existir “complicidad” entre las autoridades y las mencionadas compañías. De lo que no puedo estar equivocado, siendo un ciudadano de un país vecino (Canadá) con leyes muy parecidas a las de los EE.UU, es en el punto referente a la descarada violación del derecho a la privacidad que, “supuestamente” debe gozar todo ciudadano en este país y el mundo en general.

No seré muy extenso en toda esta cadena de anormalidades y me referiré a las más importantes. Hablemos de los puntos donde exigen entre otras cosas, el “número de cuenta bancaria” y cantidad depositada como fondo. No conformes, piden el “número de cartas de créditos” y límites disponibles en ellas. 

Se supone que mi sobrino ande buscando apartamento para él, su esposa e hija. Por qué coño tiene que responder en esa aplicación, si tiene parientes con antecedentes penales, adictos a drogas, padeciendo enfermedades, etc.  ¿No se supone que solo van a vivir ellos en el apartamento por el cual están aplicando?  ¿Qué carajo les importa a esas compañías el estado o composición familiar de la persona que solo busca alquilar un lugar donde vivir? Veo estas cosas y acude a mi mente cierto estado de paranoia que iba desapareciendo con el tiempo. ¿No se parece este método a los tantos aplicados en Cuba? Tal parece que la redacción de la mencionada aplicación fue realizada en Villa Marista. ¡Y lo peor! Al menos en la isla te mandaban a investigar y se valían de cualquier tipo de información para joderte, pero carajo, nunca pidieron un centavo por hacerla. El aspecto más inmoral de todo ese proceso radica precisamente ahí, que sean tan descarados y exijan un pago para investigarte. Bueno, no creo que persona alguna tenga la brillante idea de pagarle a un policía o detective para que realice investigación alguna sobre ella misma. 

Una vez finalizado todo ese proceso investigativo, muy bien puedes ser rechazado como aspirante al alquiler de cualquier apartamento. Esa negativa puede tener su origen en la omisión de cualquier detalle exigido por ellos, así lo aclaran en las aplicaciones. Pues bien, se quedan con los $120. 00 dólares. ¡Como lo oyen! Sin ton, ni son. Ellos se
 quedan con esa plata por sus reverendos testículos u ovarios, no tiene otro nombre.

En términos generales son muy precavidos, dentro del contenido de esas aplicaciones no encuentras página web alguna o número de teléfono donde llamar. Al parecer, no quieren escuchar cuando les mienten la madre o les digan “hijoputas”, porque es verdaderamente lo que merecen. Al final te preguntas, ¿estoy aplicando para alquilar un cuarto en el Palacio de Buckingham? 

Lo más triste de toda esta situación radica en la aceptación de esos atropellos, sea por indiferencia, pasividad, cobardía, ignorancia, desesperación, resignación, etc. Nuestra gente se desgasta en batallas campales provocadas a veces por causas insignificantes, mientras conviven pacíficamente con elementos verdaderamente despiadados que se burlan constantemente de ellos y les violan sus derechos. Estuvieron viviendo bajo un régimen de oprobios que anuló la voluntad al reclamo de algo que les pertenece como seres humanos y es hora que despierten antes de que Miami sea convertida en un municipio de La Habana.

Yo vengo de un país y una ciudad medianamente civilizada, donde los diferendos entre propietaires y locataires se discuten en una corte. Es hora de que mi gente de Miami despierte y le pongan un merecido “ALTO” a toda esta gentuza de cuello y corbata que no solo explota sus necesidades. Es hora de recordarles que viven en un país donde se menciona constantemente la existencia de ciertos derechos “inviolables”.



No se preocupen, ya conozco las respuestas.


Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2013-09-21

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DOS COMENTARIOS DEJADOS POR AMIGOS EN EL FORO "FARO DE RECALADA"


Saludos, Esteban,

No podría esperar otra valoración de tí acerca de Miami, y todavía no sabes nada, te lo aseguro.


Solamente, quiero hacerte una observación, que de seguro me aceptarás.


Escribiste:"..., siendo un ciudadano de un país vecino (Canadá) con leyes muy parecidas a las de los EE.UU, es en el punto referente a la descarada violación del derecho a la privacidad que, “supuestamente” debe gozar todo ciudadano en este país..."


El error está que aunque geográficamente Miami se encuentra en los Estados Unidos, tendrías que viajar unas cuantas millas hacía el norte, para entrar en USA. Miami, simplemente es la mina de donde salen casi todos los beneficios del resto de los condados de la Florida. Es un proyecto de algunos de convertirla en una ciudad de millonarios y turistas, con la esperanzas de que los actuales miamenses emigren hacía otras tierras de los Estados Unidos o retornen a sus países de origen. 


Es una réplica de la corrupción de algunas de las repúblicas bananeras o de una ciudad mafiosa como Chicago. No creo que aún no te hayas percatado de que la vida en Miami es un constante acoso, donde tienes que saber moverte, porque siempre hay alguien presto a meterte las manos en tus bolsillos con cualquier pretexto. 

Todavía leí alguien en FB que se sintió un tanto ofendido por tus palabras, me imagino que no sabe que tu conoces tanto Miami como cualquier otro, pero, si necesitan alguien de Miami para hablar sobre las rentas, me presto a ayudarte con mi apoyo. 

Sabes que hace un par de años ya, compré mi casita que no has tenido oportunidad de visitar, pero, ¿Sabes por qué me decidí a comprar? Pues porque ya no se podía más con la renta, aunque yo no pasé por loas más amargas experiencias y me llevaron bien, a pesar de eso, ya el futuro de las rentas era convertirse en algo insoportable. Hoy a pesar del poco tiempo que pago un mortgage menor en una casita de tres cuartos, que cualquier renta en un apartamentico de dos cuartos, he recuperado mi inversión y vivo más tranquilo.

Nota: No te quiero asustar, pero preparate cuando te encuentres con el tema de las asociaciones, eso me imagino provocaría en tí tres artículos más grandes que éste de la renta.



Como siempre, un abrazo para tí y toda nuestra tripulación.



Hector Suzet 
2013-10-08

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Hola amigos,

Comienzo por mencionar que resulta agradable ver actividad en el Faro, luego de algún tiempo quizás más bonacible que lo deseado por los que aquí recalamos para intercambiar ideas y "hacer víveres mentales".

Respecto a esta nota sobre la urbe que se ha dado en llamar "la segunda ciudad de los cubanos", debe reconocerse que lo allí dicho es cierto, con independencia de que guste o no a quienes discrepen, bien sea por pasión o bien por falta de conocimiento in situ de lo que allí sucede.


El clima social en Miami, sin entrar en otros calificativos, es sui géneris y resultado de muchos factores e influencias, entre las cuales se encuentra la presencia, como objeto y como sujeto, de la emigración proveniente de "la tierra mas fermosa que ojos humanos vieron".

Cada persona es un mundo y cada cual tiene derecho a tener sus propios criterios y opiniones, respetando siempre los ajenos. Conocí un profesional universitario con un MSc, que emigró en 1996 y comenzó viviendo en Miami. Me contaba después que no se sentía del todo bien en esa ciudad porque le recordaba demasiado el lugar de donde había salido, usando la frase "la misma película con colores algo distintos". Por eso se mudó para Philadelphia, donde en invierno tiene que palear nieve para sacar el auto a la calle, pero dice sentirse bien allí.

Hay una parte de la nota que merece un análisis particular y es la siguiente: "Lo más triste de toda esta situación radica en la aceptación de esos atropellos, sea por indiferencia, pasividad, cobardía, ignorancia, desesperación, resignación, etc. Nuestra gente se desgasta en batallas campales provocadas a veces por causas insignificantes, mientras conviven pacíficamente con elementos verdaderamente despiadados que se burlan constantemente de ellos y les violan sus derechos".


Ese párrafo, no por casualidad, es también una descripción de la situación existente en Cuba, y que parece haber creado un patrón de conducta, por reflejo condicionado, en quienes estuvieron sometidos a ese régimen, como se dice en lo que sigue: "Estuvieron viviendo bajo un régimen de oprobios que anuló la voluntad al reclamo de algo que les pertenece como seres humanos y es hora que despierten antes de que Miami sea convertida en un municipio de La Habana". 


Esto es lapidario porque explica la forma de comportarse de los que emigran y la manera en que ese comportamiento ha ido cambiando con los años, de manera que puede observarse, cuando llegan, la diferencia entre las distintas generaciones que han salido del país donde se (de)formaron.

Un cordial saludo



Plimsoll Line
2013-10-21

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miércoles, 19 de junio de 2019

MARITZA


                                                      MARITZA


                     Castillo del Morro de Santiago de Cuba

Cuento infantil para tiempos de guerra

Ayer hablé con Maritza, me localizó accidentalmente por Internet, dijo que buscando alguna información sobre Cuba. No me sorprendió, ha ocurrido en otras oportunidades. En los primeros mensajes me solicitó el número de teléfono, debo confesar que sentí mucha alegría por ese encuentro inesperado, aunque fuera solamente virtual. Después, su voz no había cambiado mucho desde la última vez que la vi y la imaginaba con su misma figurita, como si el tiempo se hubiera detenido. Sus risas eran esa mezcla de felicidad y nerviosismo aumentada por síntomas de una oculta inseguridad.

-¿Dónde rayos estás? No habíamos tocado ese tema, quizás por abandono, tal vez para no mostrar ese exceso de curiosidad que siempre permanece con nosotros.

-¿Yo? En Japón, exactamente en Tokio.

-¿En Tokio? Ni te imaginas las veces que estuve por allá, es una ciudad encantadora. ¿Cómo escapaste y fuiste a dar tan lejos?

-¿Y lo preguntas? No pude atraparte. Se escuchó aquella misma risa nerviosa.

-Siempre fuiste mala en matemática, no sabes sumar, no comprendiste nada de aquella cuenta que sacamos.

-A cada rato pienso en mi pasado y apareces tú.

-Me pasa lo mismo, recuerdo con mucho cariño a los seres que estuvieron vinculados a mi vida.

-¿Te acuerdas cómo nos conocimos? Lo recordaba perfectamente, comenzaba a caer la noche y yo me encontraba con el contramaestre Medina en el bar del hotel Casa Granda. Estábamos brujas con dos vasos de ron en strike, no había hielo entonces y el mismo trago se estiró más allá de una hora esperando que cayera algo, siempre esperando, como condenados a esa insoportable espera a la cual ya estábamos acostumbrados. Le insistía a Medina escapar de aquel horrible bar donde el olor a orine fermentado inundaba cada rincón, pero él insistía caprichosamente permanecer allí y respirar para aliviar al local de esa terrible peste tan natural. Tú vas a ver que siempre cae algo en el jamo, me decía y yo trataba de buscar ese algo a nuestro rededor, solo encontraba la misma partía de borrachos escandalosos atados a la barra, quienes de vez en cuando se nos acercaban para picarnos un Popular. El viejo tuvo razón, cuando me hallaba a punto de renunciar a su empeño, entraron al bar dos mujercitas, una era mulatica blanconaza y la otra una blanca criolla con el pelo decolorado. 

-¡Te lo dije, consorte! Rompió aquella inexplicable parálisis que comenzaba a imponerse, mientras alzaba el brazo derecho, como solicitando algo. Aquel movimiento repetido del brazo logró llamar la atención de la rubia falsa y observé en su rostro esa sonrisa del que se encuentra con un conocido, ambas se dirigieron hacia nosotros. Hubo ese intercambio de saludos escandalosos tan comunes entre nosotros, luego se procedió a la formal presentación. Maritza tenía la mano sudada, observé algunas grietas de sudor en su fina blusa, Santiago era implacable en esas fechas. No recuerdo el nombre de la mulatica, pero era muy simpática también.

-¡Claro que lo recuerdo! Ustedes cayeron como ángeles enviados desde el cielo para salvarnos de una posible asfixia. Ella echó a reír y se iba borrando el nerviosismo de los primeros minutos.

-Yo no me explico cómo rayos fueron a meterse en aquella madriguera.

-Chica, nunca imaginé que el Casa Granda pudiera caer tan bajo, era una asquerosidad.

-¿No lo viste después que lo arreglaron para los turistas?

-No he regresado a la isla, no creo que pueda verlo por el momento. Pero bueno, regresando al pasado, tú fuiste la de aquella brillante idea de sacarnos de esa apestosa trampa, ¿no fuiste la que propuso irnos para el Versalles? Hubo un corto silencio en el que ella registraba todos aquellos lejanos datos en su memoria, yo siempre los mantuve frescos e imborrables.

Cuando llegamos la cola era larga y la gente presionaba al portero
 para poder pasar, nos apartamos del bulto humano y discutíamos sobre insistir en entrar o comprar una botella de ron en la bolsa negra. Maritza dijo conocer a los de la puerta y me pidió veinte pesos para tocarlos, quince minutos después entrábamos a un cabaret al aire libre totalmente abarrotado. Ella consiguió una mesa sin sillas, se movía con mucha ligereza en aquel medio y la saludaban desde muchos puntos en la oscuridad. El show era aburrido para nosotros, una novedad para los contados extranjeros que se encontraban presentes. De cantos y toques de santos estábamos hasta la coronilla, permanecimos al lado de la mesa mientras ella recorría todo el cabaret, pocos minutos después formábamos parte de un todo confuso, nos sumábamos a ese grupo de seres que bebe por divertirse y necesidad.

-¿Quién se acuerda de aquello? Lo que sí no he podido olvidar es nuestra llegada a la casa, ¿cómo llegamos?, siempre me pierdo en esta parte del recorrido.

-Caminando, no había transporte.

-¿Caminando? Preguntó ella y saltaba párrafos de aquella aventura. Omitía la discusión que tuvo a la salida del cabaret con la mulatica, ambas andaban a unos cinco metros de nosotros. Pocos minutos después, la mulatica aceleró el paso y se fue alejando sola, el taconeo sobre el asfalto se fue apagando y su imagen se perdía dentro de una profunda y oscura sombra. Pudimos distinguirla como un punto cualquiera cuando pasó bajo el próximo bombillo, luego se perdió como otro cometa más. -

¿Qué pasó? Te pregunté y me respondiste que ella quería irse a la cama conmigo. Me dijiste que le propusiste lo hiciera con Medina y ella te respondió que estaba muy viejo. No solamente eso, parecía haber sufrido un accidente aéreo en pleno desierto y la piel la tenía toda cuarteada, no le gusta y prefirió marcharse sola, dijo que mejor se hacía una paja. -¿Y yo, no tengo voz ni voto, no me dejan seleccionar? Iba a hacerte esa pregunta y me arrepentí, mejor me conformo y acepto tus decisiones, pensé aquella noche que estaba por concluir y no quería irme sin pescar nada.

-Sí, y cuando llegamos a tu casa nos abrió la puerta tu hermano.

-¿Y no estaba mi mamá? Tuve deseos de decirle que le había encontrado aura de pato al hermanito, pero me había equivocado como tantas veces en la vida. Luego se hizo mi socio y cuñado, era refinado solamente y vivía en la misma casa con una jevita.

-¿Tu mamá? Estaba para Puerto Padre, ¿no recuerdas que estaba empatada con otro marinero? No me acuerdo de su nombre ahora, el tipo era contramaestre como Medina.

-¡Ahhh! Ya caigo, ese tipo resultó tremendo descarado. Se detuvo tratando de buscar más información sobre el individuo. 

-¿Y la vieja? Tuve deseos de preguntarle, pero poco me importaba su vida. Era de aquellas viejas que renuncian a una caída y aferran con plomadas las hojas del almanaque para que no las arranquen ni se las lleve el viento. Parece que estaba reclutando a los contramaestres de la flota, porque según me dijo Medina, ellos habían tenido su romance.

No hubo presentaciones ni necesidad de llenar formularios, el hermano se fue para su cuarto cuando entramos y Maritza repartió las camas. Medina dormiría en el cuarto de la madre que estaba en el segundo piso, y yo me sometería a cumplir todas sus órdenes. Lo acompañó mientras yo esperaba en la sala, después me tomó de la mano y me condujo al suyo, no quiso encender la luz para no despertar a su hijo. En medio de aquella oscuridad sentí que me puso una toalla en el hombro e interpreté que el paso siguiente era bañarse, me desnudé al lado de su cama y dejé la ropa en el piso. Casi a tientas me condujo hasta el baño, ya ella se había desnudado también, no me di cuenta de aquella operación realizada con tanto silencio y rapidez. Solo el roce de nuestros ardientes cuerpos pudo delatar aquella extraña y sorpresiva situación. Llegó un beso no anunciado y la tomé por la cintura, sin darme cuenta, me fue acomodando en un espacio de aquella absoluta oscuridad. Un débil chorro de agua helada recorrió toda mi espalda, un chorrito traicionero que penetraba en mi cuerpo como un puñal de hielo.

-Sí, era tremendo descarado, recuerdo cuando me lo presentaste en el motelito de la marina, ya lo conocía desde hacía varios años, pero tu madre se veía muy feliz.

-No lo creas, era esa felicidad del náufrago cuando encuentra una tabla en medio de su tragedia. 

-Y esa noche, ¿dónde dormimos? Ella trataba de rescatar eslabones perdidos de su vida, eslabones que siempre formaron parte de mi cadena y hoy se extendía hasta Japón. -¡Mira! Creo haber soportado una de las peores torturas cuando me metiste bajo ese chorrito de agua, media hora para lograr mojar todo mi cuerpo, otra media hora para mojar el tuyo y poder enjabonarnos. Luego, otra hora para poder desprendernos de aquella espuma viscosa del jabón Nácar sin que cruzaran palabras. Me llevaste a tu cama y sentí que me hundía en una ola de colchones y sábanas, hubo un fuerte crujido de aquellas maderas que protestaban por un peso extraño. El niño se despertó y no pude comenzar esa ceremonia tan sagrada para nosotros. Quisiste continuar y yo me negué, te propuse traer a Medina para tu cuarto y marchamos para el de tu mamá.

-¡Ya recuerdo! ¿Cómo olvidar el trabajo que pasamos para sacarlo de su borrachera? En esos instantes yo bajaba con ella sujetando a Medina para que no cayera en aquella escalera sin pasamanos. 

¡Al fin solos! Me dije cuando nos acostamos y comencé a desprenderte de aquella enorme toalla que cubría tu cuerpo delgado y bien formado. Todo era pequeño en él, tus senos bien firmes sin huellas del paso de tu hijo, tu abdomen era lizo y el ombligo un simple punto bien colocado para romper esa armonía de una piel sin estrías. Mi curiosidad no se detuvo y continué en mi marcha descendiendo, deseaba bajar hasta el infinito de tu ser, quería arribar urgentemente al único lugar donde se refugiaban nuestros sentidos. Era de una negrura intensa y vellos rizados, un hermoso contraste del que no disfrutara todos los días y mi mirada se desvió involuntariamente hacia tu cabeza. Tus dientes sobresalían escandalosamente y te daban un toque de ridícula gracia. ¡Fue por abandono de tu madre! Quise decirte en ese momento, si te hubiera atendido a tiempo no los tendrías así, pero ella prefirió andar puteando y llenando vacíos de su vida con su colección de contramaestres. Detrás de tu cabeza existía un murito, sobresalía unos diez centímetros por encima de la cabecera de la cama. Encima de ese murito y exactamente a mitad del ancho de la cama, había una radio grabadora de doble casetes. Al lado de cada bocina y en perfecta formación, dos pequeñas escuadras de diminutos objetos de artesanía. No sabía que existía detrás del murito, pero ese ángel que llevamos todos los cubanos me pidió que acompañara el resto de nuestros actos con música. Apreté la tecla de play y se escuchó la inconfundible voz de Juan Luis Guerra con su número La Pecera, estaba muy de moda. No era la música apropiada para ese encuentro, tampoco deseaba apartarme de ti y dar oportunidad a un repentino arrepentimiento. Cuando regresaba a la posición anterior, vi en una esquina del cuarto un elefante de cerámica vietnamita y supuse al marido de turno de tu madre en un viaje por Asia. Regresé besando cada molécula de tu cuerpo y me adapté perfectamente a tus dientes pronunciados, no eran exagerados y pude buscarle enseguida algo de gracia. Cada poro encontrado en ese lento recorrido, eran gotas de rocío que alimentaban mi alma esa madrugada. Lo hicimos como Dios nos ordenó a los cubanos y no quedé preocupado de haberlo hecho sin protección, él me protegía y justificaba mi promiscua vida, él me alertaba cuando me encontraba en presencia de una puta enferma.

-Bueno, gracias a tu hijo ganamos en el cambio del paisaje para nuestro primer encuentro. No me gusta hacer esas cosas a puro tacto, disfruto mucho cuando miro también.

-Yo soy igual que tú, tampoco me gusta hacerlo reprimida. No era necesario que me dijera eso, la descubrí aquella noche y parte de sus gritos fueron opacados por los números siguientes. La Bilirrubina aceleró nuestros movimientos y sudamos copiosamente hasta que llegó aquel ansiado ¡dámela, coño! Y se la di toda acompañada también de su imprescindible coño. Caímos extenuados, primero sobre ella y compartiendo mi peso entre rodillas y codos, sentí temor en aplastarla con mis ciento sesenta libras de peso. Luego me tendí a su lado, después de cumplir con esa ceremonia que gusta tanto a las mujeres cuando se termina de hacer el amor.

-Había calor esa noche en Santiago, ¿cuántas veces nos bañamos?

-Ni me hables de eso, creo que fueron tres veces, pero las dos últimas resultaron divinas.

-¿Divinas? Ella pudo haberlas borrado de su memoria con el paso de todos estos años. Es probable no recordara que su casa no estaba aún terminada de construir y que luego de cada acoplamiento, saliéramos a la azotea con un enorme jarro para bañarnos y que el agua la extraíamos del tanque. Esa madrugada salió la luna en cuarto menguante, no es un detalle que deseo incluir para adornar estos recuerdos. Hubo luna y el cielo se encontraba totalmente cubierto de estrellas, las mismas que no puedo observar desde hace una década y media. Su cuerpo adquirió una tonalidad de plata y se proyectaba como una estatua viva, hasta la negrura de su pendejera fue adornada con diamantes y cuando hablaba, sus dientes le daban un tierno aspecto de vampira que en cada beso me devoraba.

En la cama y mientras nos preparábamos para un nuevo encuentro, Maritza me contaba de su vida y yo le prestaba mucha atención. El volumen de la grabadora fue bajado al mínimo y ella buscó entre las cosas que su madre guardaba en una vitrina. Encontró una botella de Paticruzao que colocó sobre el murito después de servir en un solo vaso. Me dijo que trabajaba en un “punto de luz brillante”, que las colas y broncas eran del carajo cuando llegaba ese combustible, pero que siempre “inventaba” algo, no quise preguntarle de cuál manera robaba. En sus horas libres se dedicaba a vender carne de puerco por la bolsa negra. Entonces me contó del día que la “caminaron” y se le coló la policía, ella lanzó todas las carnes para el patio del vecino mientras su hermano entretenía a la fiana en la sala de la casa. Se levantó y sacó del escaparate un vestido de hilo confeccionado por ella, me habló del precio y le dije que quería encargarle uno para mi esposa, no se enojó. Hicimos el amor dos veces más y la última vez no pudimos bañarnos, ya amanecía y se escuchaba el canto de los gallos vecinos. La madre tenía una cocina aún sin terminar en su guarida, Maritza coló café y me lo sirvió como la mejor esposa, yo me senté en el escalón de la puerta que daba a la azotea mientras disfrutaba de aquella deliciosa infusión, prendía un Popular y escuchaba el ladrido de los perros, las protestas de los niños vecinos que no se querían levantar y las noticias de Radio Reloj que llegaban desde una casa cualquiera. 

-Tuvieron sus encantos, Maritza. Son detalles de nuestras vidas que siempre quedan guardadas en un rinconcito y cuando menos lo esperas, salen a la luz para evitar asfixiarse como ha ocurrido hoy. Sirven de mucho y nada, tal vez para darnos aliento y decirnos que estamos vivos, peor es que nunca hubieran existido. ¿Tendrías algo para recordar?

-Es verdad, tienes mucha razón. Peor es no tener nada en qué gastar ese tiempo de hastío que muchas veces nos invade y llegamos a pensar que la vida termina. Cuando menos, sirven para alimentarnos y decirnos que hubo un pasado y que vivimos.

Sus palabras no podían ocultar cierto grado de frustración, yo la conocí muy bien y sabía qué clase de mujer se encontraba del otro lado de la línea. Cuando eran las siete de la mañana, Maritza sirvió un poco de café en un jarrito para llevárselo a Medina, era la hora de despertar a su hijito para llevarlo a la escuela. Se había recuperado muy bien de la borrachera pasada y salimos del cuarto. Poco rato después me trajo al niño hasta la sala, ya estaba vestido con su uniforme escolar y la pañoleta de pionero incluida. Era un muchachito hermoso de unos siete años de edad y permaneció unos instantes conversando con nosotros mientras la madre le preparaba el desayuno. No sé por cual razón vi en sus gestos y manera de expresarse esa aura de patico que encontré en su tío esa noche cuando me abrió la puerta. Tuve deseos de hablar con Maritza en otra oportunidad y tocarle el tema, yo sabía que los padres eran como los tarrúos, los últimos en enterarse. Había leído no recuerdo dónde, que ese “mal”, sometido a tiempo con un tratamiento hormonal podía salvarlo, ¿salvarlo de qué?, siempre me preguntaba y no hallaba la respuesta correcta. Salvarlo de ser maricón en una sociedad donde era condenada como una desviación ideológica tal vez, eso es, el niño podía salvarse de algo tan degradante, hablaré con ella cuando tenga más confianza. ¿Salvarlo como a mi primo? Era debilucho y afeminado cuando tenía más o menos esa edad y lo inyectaron muchas veces. Creció el muy condenado hasta alcanzar los seis pies y dejó la mariconería de tenerle miedo a las lagartijas. Luego se convirtió en un despiadado cazador de ellas, yo creo que las condenaba por aquella debilidad que sintió en los primeros pasos de su infancia. Creció en estatura y maldad hasta convertirse en un delincuente sin límites, creció con un poder destructivo que nunca se detuvo ante pesados equipos. No existió KRAZ, guaguas, excavadoras, mujeres, escuelas, etc., que resistieran las terribles embestidas de su paso arrollador y destructivo, mi primo estaba capacitado para destruir un tanque de guerra y luego venderlo como latas de sardinas. ¿Y si luego de salvarlo resulta un extremista comunista? Mejor no le digo nada y que Dios decida su suerte. Quedamos encontrarnos en el parque Céspedes esa noche.



                 Hotel "Casa Granda", Santiago de Cuba.


-¿Y cómo llegaste a Japón? Casi siempre hago la misma pregunta a todo el que conozco, y si no la hago me la hacen, ya forma parte de nuestro cuestionario.

-Ya te lo dije, no pude pescarte.

-Y siempre te repito lo mismo, no me cansé de sacarte la cuenta mientras estábamos en Santiago, no dejas de ser mala en matemáticas.

-Me casé con un japonés. Lo dijo con un poco de arrepentimiento en su voz y la noticia no era nueva para mí. Había conocido a varias cubanas que en su desespero por escapar de la isla habían caído en ese mismo punto del otro hemisferio. No la imaginaba comiendo con palitos, ni celebrando la ceremonia nupcial vestida con un kimono de acuerdo a las tradiciones de aquel país. Otra amiga de Tokio me mostró el álbum de fotos de su boda mientras compartía una de mis visitas con su esposo e hijo. Me aferraba a la idea de conservarla tal y como la conocí aquella noche, de pelo corto, jean, baja y chupa, rubia por arriba y mora por abajo, dientes pronunciados como los de un castor y el alma pura como la de cualquier ángel, así era ella, un pequeño volcán en constante actividad.

-¿Y te va bien?

-No me ha ido nada bien, ahora mismo estoy parando en un refugio de monjitas. No quise preguntarle nada más, había corrido la misma suerte de mi amiga y las causas podían coincidir. Diferencia de cultura, soledad, alcoholismo, idioma, rechazo familiar, insatisfacción sexual, machismo oriental, leyes incomprensibles a nuestros sentidos, violencia familiar, etc. Y todo un mundo de razones no expuestas o sacadas a la intemperie para conocimiento del que desea llegar a esas costas repletas de ninjas y samurais. 

-¿Cuántos hijos tienes ya?

-Solo dos, el que conociste en Cuba y el que nació aquí.

-¿Qué edad tiene el de Cuba?

-Tiene veintisiete años.

-¿Y sigue en Cuba?

-No, se casó con un canadiense.

-Perdón, no te entendí muy bien.

-Te dije que se casó con un canadiense y vive en Toronto.

-Con un o una canadiense.

-Parece que estás sordo, te dije bien claro un canadiense.

-¡Ahh! Es homosexual.

-Sí, para bien o para mal, el caso es que se encuentra muy feliz.

-No te preocupes, yo no condeno la homosexualidad, y si el muchacho es feliz en estos momentos no debe preocuparse por lo que digan o dejen de decir. ¿Y tu hermano?

-Se empató con una vieja italiana y vive en Nápoles.

-¡Coño!, qué distantes se encuentran todos.

-¿No vas a preguntar por mi mamá?

-Sí, ¿por qué, no?

-No sé, pero pienso que no te caía muy bien.

-En realidad no pude asimilar todas esas trovas que se gastó el día que estábamos en el motelito de la marina, no te acuerdas.

-¡Claro! La pasamos maravillosamente bien, lástima que esos tiempos no puedan regresar. Me dijeron que habían tomado el motelito para el turismo.

-Los tiempos no regresan como las golondrinas, solo queda la satisfacción de haberlo utilizado en su momento. Y luego, bueno, quedan estos destellos de su paso por nosotros o nosotros por ellos. Malo es que no quede nada y solo exista espacio para el arrepentimiento.

-Tienes razón, peor la han pasado los muchachitos que llegaron después de nosotros, ¿qué les dejamos?, nada, ni razones para tener sueños. No te imaginas cómo terminó aquello.

-¿Y tu madre?

-¿La vieja? Murió en la soledad de sus consignas y metas revolucionarias. Partió enemiga del mundo, de nosotros sus hijos, de su nieto al que siempre le recordaba ser maricón, de sus hermanos y sobrinos, de sus vecinos que la acusaban de chivata y nadie la premiaba con un saludo o sonrisa, que tristeza. Sus huesos nadie sabe dónde descansan porque fue enterrada en una tumba colectiva, quizás fue feliz en su última morada, descansó en colectividad, pero nosotros estábamos ausentes para la exhumación. ¿Quién pudiera saberlo? Va y fue a parar a una universidad o a lecho de cualquier palero o santero, todo es posible allá.

-¿Y tu casa, quién se quedó con ella?

-Por el momento vive allí la mujer de mi hermano, yo creo que llegaste a conocerla, pero se perderá con el tiempo.

-¿Por qué se va a perder si la tiene ella?

-Porque está esperando que mi hermano se divorcie de la vieja italiana, legalice su estado en aquel país y luego se case con ella nuevamente para sacarla del país.

-¡Qué lástima! No es fácil perderlo todo después de tantos sacrificios, tantos sustos con la carne de puerco, los vestidos, la luz brillante. Logré arrancarle una risa franca, las mismas que escuchaba en Santiago aquellos días de nuestros encuentros.

-Tienes buena memoria.

-¡Oye! ¿Qué fue de la vida de la mulatica?

-¿Migdalia? La pobre, al poco tiempo de irte cayó presa. ¿No recuerdas que le comprábamos las botellas de ron que ella vendía?

-Claro que lo recuerdo.

-Hubo una redada por los robos que se producían en la fábrica de ron y ella estuvo complicada en el caso. Ya sabes, le hicieron un juicio popular en media calle. Después que salió se metió a puta y desapareció de Santiago, ni sus familiares sabían de ella cuando salí.

-¿Piensas regresar?

-¿Regresar? ¡No! Nada me ata a aquella tierra que no sean malos recuerdos de mis últimos años, tiempo perdido de mi tardía juventud, no pienso regresar. El tiempo no se detiene y llegarán momentos diferentes, tú me conoces bien y sabes que soy luchadora, yo saldré adelante como lo hice en tiempos peores, no te preocupes. Escuché aquellas palabras cargadas de la misma firmeza de aquella muchachita dentona que conocí en Santiago y estaba convencido de que nunca se rendiría. Viajé sin esperarlo hasta aquella tierra por la cual abrigaba idénticos sentimientos que ella, entrábamos al Casa Granda, subíamos hasta el cabaret y cuando el ambiente no nos agradaba partíamos por el mismo camino. Comprábamos dos botellas de ron en casa de la mulatica y pasábamos la noche en la sala de su casa entre bromas, planes, propuestas para un futuro incierto, sueños que nunca se cumplirían entre desvelos de un presente desgarrador. Luego, desahogábamos frustraciones maquillados por nuestra desnudez en la medida que el tamaño de la luna disminuía, y se perdía el color de plata en su cuerpo, y la noche se robaba los diamantes de su oscura pendejera, y cada estrella que nadie pudo arrebatarnos era una promesa que algún día cumpliríamos. 

Maritza me enseñó a conocer Santiago más allá de donde yo lo conocía, a permanecer callado cuando viajaba en una guagua y los Industriales le ganaban a su equipo de pelota. Pidió que me hiciera el sordo cuando escuchaba la palabra “nagüe” y que no manifestara mi odio por la policía en La Habana. Ella me explicó algo sobre esa conducta de muchas mujeres a la hora de seleccionar entre hombres maduros y jóvenes, entre casados y solteros. El santiaguero siempre anda pelado, me dijo un día, y los casados no son problemáticos, no se encarnan y forman líos, yo clasificaba en ese grupo. Partí de Santiago con destino a varios países asiáticos y Maritza me envió decenas de mensajes a pagar en el barco, recuerdo que sobrepasaron los cien pesos y dejé de responderle los últimos donde anunciaba mi espera en La Habana.

-Y tu vida, ¿cómo te ha ido en estos años?

-¿Mi vida? Es una larga historia por contar y no alcanzará el tiempo de esta llamada, vivo dividido, estoy aquí y allá, navegando, sin un puerto de destino. Creo que ese será el final de mi vida, vagar y burlar galernas.

-Tú no cambias, nunca cambiarás.

-¿Mi vida? Una suma de alegría y tristezas donde me aferro a que las primeras se impongan, una vida de la que nunca me quejo, no reprocho y siento afortunado. Una vida cargada de aventuras y sorpresas, escasa de dineros y amigos actualmente, pero con la tranquilidad de que existen pocos enemigos. Soy igual, nada ha cambiado, soy el mismo árbol torcido que conserva sus raíces, una razón para sentirme orgulloso de lo que he sido y seré, tengo raíces. Todo y nada me conmueven y protesto cuando me encuentro indiferente, y me pincho cuando no siento nada.

-¿Sabes? Me devuelve a la vida esta corta conversación.

-Por supuesto, me has obligado a colgar hojas en el almanaque que ahora adquiere más grosor que la misma Biblia. He retrocedido tanto en estos minutos, me ha servido de tanto para comprender a tanta gente joven y juzgar sus conductas, somos tan extraños. ¡Retrocedamos! Tratemos de mirarnos por un instante, ¿qué hicimos un día? ¡Nada! Nos acostamos como cualquier animal sin mediar palabras, sin conocernos, sin estimularnos, por una simple selección. Templamos como hacen ellos, lo hicimos salvajemente llevándonos por los instintos o costumbres que se iban imponiendo. Solo luego, cuando fuimos capaces de satisfacer esos deseos animales, nos detuvimos y hablamos como seres humanos entre olores de semen y lubricaciones, entre respiraciones agitadas que se iban calmando con el reposo obligado, y mentes que regresaban de un acalorado viaje entre gemidos y vaivenes de muelles oxidados. ¿Qué pudiéramos pedirles allí, donde la promiscuidad es una virtud?

-¿Y qué ha sido de tu vida? Insistió ella, pero ya habían transcurrido muchos minutos de conversación y merecíamos un reposo. Necesitábamos descansar para recobrar fuerzas y partir nuevamente por esas calles sucias de Santiago. Yo, para sentarme nuevamente en el apestoso bar del Casa Granda. Y ella, para tratar de convencer a la mulatica que se vistiera y salir de pesquería esa noche. 

Miro involuntariamente por la ventana de mi oficina tratando de buscar un tanque de agua y la puerta de entrada a la cocinita de su madre. Afino el oído tratando de buscar el canto de unos gallos lejanos o los ladridos de aquellos molestos perros de los vecinos. Prendo la radio y no puedo sintonizar Radio Reloj, miro al teléfono y compruebo que nadie me ha llamado, no fue hoy que me llamó. 



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2006-11-13



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jueves, 13 de junio de 2019

¿QUÉ ES UNA REVOLUCIÓN?


¿QUÉ ES UNA REVOLUCIÓN?






-No sé qué haces por acá. No le prestaba mucha atención entonces, el auto se deslizó unos siete metros luego de aplicar el freno a tope. Un ligero susto hizo que concentrara la mirada en los autos que esperaban por la luz verde en la avenida perpendicular. Por suerte, la mayoría de los conductores se toman unos segundos más antes de poner sus vehículos en marcha. Debía reducir la velocidad, cuarenta kilómetros por hora eran demasiados para las condiciones actuales. Hacía solo dos horas que estaba lloviendo hielo y todas las calles de la ciudad se convirtieron en una pista de patinaje, agravada la situación por la nieve caída dos días atrás. Ésta es la etapa más difícil del otoño, llueve, nieva, cae hielo. Luego, cuando las temperaturas descienden hasta saltar por debajo de los treinta, todo se torna normal y la gente se adapta a su vida de pingüino.

 
-¿Por acá? Pregunté después del sobresalto emocional, él se encontraba asustado también.

 
-Sí, por acá, con este frío, esa nieve, ese blanco aburrido que puede durar una eternidad. No me explico, si tienes tantos parientes en Miami… Fui acelerando lentamente y le corté la inspiración.

 
- ¿La nieve? ¿La mierda blanca de Álvarez Guedes? ¡Qué me agarre yo al sur del río Bravo! Ya te lo he dicho muchas veces. ¡De aquí pa’l polo, Antonio! Con las focas, osos y pingüinos. No quiero saber nada d’allá abajo. ¿Miami? Me gusta, me encanta ir de vacaciones todos los años, pero, ¿sabes una cosa?

 
-¿Qué?

 
-No resisto el calor, ya me he aclimatado, y no solo eso, mi mente ha evolucionado en todos estos años.

 
-¿Te imaginas al polo lleno de cubanos?

 
-¿Por qué de cubanos?

 
-No es de extrañar, ustedes andan regados por todos lados.

 
-No creo que me sigan muchos, el cubano no es amante del frío.

 
-Unos cuantos, no digo muchos, y que a uno de ellos se
 les ocurra hacer una revolución.

 
-Siempre tienes que caer en la misma mierda.

 
-Es que la admiro, Juan.

 
-¿Sabes una cosa? Si en el polo cayera tu comandante, entonces de verdad que se recalentaría la tierra. 

 
-¡No jodas, hombre!

 
-¿Qué no joda? ¡Mira, compadre! Yo no sé cómo se las arreglará, pero puedes estar seguro de que acaba con el hielo. Lo exportará como durofrío, en cubitos para preparar cubalibres, tratará de sembrar café caturra. ¡No sé! Pero estoy convencido de que no quedará esquimal con iglú, ni osos, ni focas, y las ballenas tendrán que cambiar su recorrido.

 
-Eso lo dices por despecho.

 
-¿Por despecho? Tú que hablas tanto de la revolución, ¿sabes lo que es una revolución?

 
-¡Pues claro! Eso tan grande que han hecho ustedes los cubanos.

 
-Esa no es la respuesta, ¿sabes verdaderamente qué es una revolución?

 
-Es el cambio o transformación de un sistema político o social que...

 
-¡Para, para, para! Eso es pa’los bobos, Antonio, eso es en los libritos.

 
-¿Y qué es entonces una revolución?

 
-Deberías haber comenzado por ahí, tú no sabes nada de lo que es eso. ¡Mira! No te lo voy a explicar filosóficamente porque tal vez no me entenderás. Yo soy parco para hablar de estas cosas y te lo voy a decir en pocas palabras. Una revolución es un bichito que todo lo convierte en mierda.

 
-No te creo, ¿tanto así?, ¿cómo harías tú una revolución?

 
-Eso no tiene ciencia, cualquier burro puede hacerla, mira en Venezuela. Ahora, quieres saber cómo yo la haría, muy sencillo. Es imprescindible tener un enemigo, eso no debe faltar. Si no lo tienes lo inventas, pero es necesario para culparlo de todo lo que viene detrás. Agarras al estibador y lo mandas a cortar caña, al posadero a sembrar café, al limpiabotas lo mandas de vaquero, total, da lo mismo un zapato que una ubre. A todos los viejos los vistes de milicianos, eso sí, camisa azul y pantalón verde olivo. Los pones a marchar incesantemente con una escopeta de palo, y pa'que sean más felices, los mandas a caminar 62 kilómetros, no preguntes para qué. 

 
Agarras a toas las viejas chismosas de cada cuadra y les dices que son presidentas de un CDR, ya verás que serán felices porque sus lenguas cumplen una función social. A las putas profesionales las envías a una escuela para integrarlas a la sociedad. Innegablemente es una obra muy bella, ellas trasmitirán esa enseñanza a las futuras generaciones y sus nietas serán putas muy ilustradas. 

 
A Perico lo bajas de la Sierra Maestra y lo pones a capitanear un barco, a Julio lo sacas de ese barco y lo mandas a sembrar malanga, si Julio te pregunta algo le dices que no es confiable. A Pedro el bodeguero le quitas su bodega, no importa si invirtió toda su vida en levantar el negocio, le dices al pueblo que el tipo era un explotador de la clase obrera No olvides castigarlo, mándalo a limpiar calles pa’que sepa que estamos en la dictadura del proletariado.

 
¡Los negros! ¡Coño! No se te pueden olvidar los negros. Ya tú sabes, discursos, muchos discursos hablando de la discriminación racial. Novelitas que tú conoces por la tiví, muchas novelitas donde aparezcan parejitas de blanquitas con negros, negritas con blancos y todo ese potaje donde demuestre que la discriminación ha sido eliminada gracias a la revolución. ¡Eso sí! No metas a muchos de ellos en el gobierno, nada, por si acaso. 

 
¡La liberación de la mujer! ¡No se te puede olvidar men! La mujer es un factor decisivo en esta lucha, hay que llenarle el coco y hacerla comprender que el hombre es su enemigo. ¡Abajo el machismo! Ni te imaginas sus efectos, los hombres limpiando las casas, haciendo los mandados, lavando la ropa, cocinando, cuidando los niños y hasta viendo novelitas. No falla, eso no falla, hay que liberar a las mujeres, que participen en reuniones, actividades, en misiones internacionalistas, es hora de que los hombres se encarguen de la casa. 

 
Mete preso a todos los homosexuales, no olvides que estás construyendo una revolución y que para hacerlo se requieren verocos. ¿Ministros? Claro que harán falta en ese proceso tan importante de la historia. ¡Cualquiera, men! Solo se hace necesario que sean serviles cumplidores de las órdenes y disposiciones que se generan, y que por supuesto, vienen del cielo y nadie debe discutir o analizar porque una revolución es algo celestial. 
 

¡Prohibido suspender! ¡Prohibido suspender en las escuelas! Es algo muy importante para cumplir las metas de producción, así mismo, como en una fábrica de chorizos. Ya verás como Ňiquito el dueño del puesto de fritas que estaba frente al cine, y que la revolución intervino por ser explotador de la clase obrera, me equivoco, Ňiquito entregó su establecimiento unos días antes de que lanzaras la ofensiva contra esos negocios particulares, bueno, el tipo logra graduarse de Ingeniero Agrónomo. El tipo te va a ser muy útil, llegará al campo y le dirá al guajiro; Le ofrecerán resistencia, ya sabes, los guajiros son tercos. Que si la tierra no sirve, que si no es la época, que si no estamos en cuarto menguante, etc. Ňiquito lo va a meter preso por contrarrevolucionario, le quitará la tierra, que no es mucha y se la dieron en la Reforma Agraria que tú inventaste. ¡Es más! Ňiquito es tan, pero tan confiable, que cambiará las fases de la luna para combatir a ese guajiro tan antisocial. ¡Prohibido suspender, coño!

 
- ¡Para, para! Me vas a volver loco, eso no es una revolución.

 
-¿Qué, no?, yo la viví y no he terminado de contarte.

 
-No te creo, ¿cuáles son los resultados?

 
-¡Muchos, Antonio!, la revolución genera infinidad de cambios. Los barcos tendrán que pagar millones de dólares por sobre estadía. Se necesitarán millones de cortadores de caña, no se podrá templar tranquilamente en una cama. Será imposible beber un buchito de café en el país, los niños tomarán leche hasta los siete años, desaparecerá la carne de la dieta popular, no habrá malanga ni tomates. El divorcio y la pegadera de tarros estarán a la altura del proceso que las genera. Socotrocos ocuparán ministerios de transporte y relaciones exteriores. Una prostituta será una mujer de éxito y todo será tan admirable que, la gente solo tendrá en la mente la forma de escapar, como escapé yo y todos los que andan por aquí. ¡Claro! No todos lo manifiestan abiertamente.

 
-Pero la gente está allí apoyando a su líder.

 
-¡Qué poco nos conoces! No hay carreteras Antonio, es una isla rodeada de tiburones.

 
-No te creo.

 
-Ni te obligo a ello, pero vamos a cambiar de geografía, olvida el polo. Trata de hacer una revolución en el desierto, estoy convencido de que se quedarán sin arena, acabarán con los camellos y que el Ramadám durará trescientos sesenta y cinco días del año. ¡Claro! Tendrá sus ventajas, no habrá tela para cubrir el rostro a las mujeres y quizás se vean obligadas a andar en minifaldas.

 
-Contigo no se puede discutir.

 
-Es que no estoy discutiendo, el grave problema es que no me puedes escuchar y te niegas a aprender de mis experiencias. Sin darnos cuenta estábamos a unos cincuenta metros de la entrada de su apartamento. -No creo pueda descender por esa loma tan pronunciada, debo dejarte en esta esquina y buscar una avenida más transitada donde hayan echado sal y arena.

 
-No te preocupes, yo puedo andar hasta la casa.

 
-Ten mucho cuidado, marcha sobre lo que quede de nieve, evita la acera.

 
-Muchas gracias y hasta mañana.

 
-Por nada y descansa, te deseo muchos éxitos cuando vayas a hacer una revolución. Por favor, avísame con tiempo, mantengo mi decisión de marchar al polo.

 
-Dale al carajo.

 
-¡No puedo, men! No me dan visa y debo conformarme con Miami.

 
-Chao. La palabra fue cortada por un fuerte tirón de puerta. Noventa y ocho, noventa y nueve, cien. Todos los días con el mismo conteo, allá, en el paraíso construido por su mente, mi conteo no hubiera llegado a veinte.




 
 

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá 
2016-08-07





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Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...