Visitas recibidas en la Peña

miércoles, 19 de agosto de 2020

SENTADO EN UNA BITA


SENTADO EN UNA BITA






Hola amigos.-

Ya se encuentra a la venta mi séptimo libro titulado “SENTADO EN UNA BITA”, podrán adquirirlo a través de las paginas de Amazon, Barnes & Noble y en la propia editorial Palibrio. Al final les pongo los links con la información necesaria.


Lejos del mar, Esteban se sienta con frecuencia en una bita, no para escuchar aquellos cuentos, ve desfilar a todos sus amigos en silencio, olvidados y tristes. Les tiende la mano para rescatarlos y los devuelve a la vida con su teclado. Sonríen y le regalan una larga pitada, arrían e izan sus pabellones como saludo, ellos continúan navegando.


“Sentado en una bita” es un collage donde se unen fantasmas de viejos amigos y viajes que marcaron las vidas de esos hombres. Pocas veces se ha escrito sobre el surrealismo que encierra la vida de los marinos cubanos y esta es una buena oportunidad para conocerla. Es un libro homenaje a esos seres olvidados que dedicaron parte de sus existencias a esta ruda profesión.

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El libro puede ser comprado en los siguientes sitios y para los amigos que viven en la isla, el autor se compromete a enviárselo gratis en forma de file si se ponen en contacto con él.



Barnes&Noble…





Amazon…





Contraportada…




Post Data.-

Muchos amigos me han preguntado ¿qué es una bita? y mejor se los explico con una foto. Una bita es una estructura metálica fija a las cubiertas de los barcos y se utilizan para amarrarlos cuando atracan.

Yo sentado en una bita seguido de Luis Castell, Venancio Galarraga y Esmirdo Rodriguez a bordo del buque "Jiguaní"


Yo maniobrando con los cabos en el buque "Jiguaní"


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jueves, 13 de agosto de 2020

LA VIDA DE UN VARÓN EN LA CASA DE BENEFICENCIA Y MATERNIDAD DE LA HABANA.


LA VIDA DE UN VARÓN EN LA CASA DE BENEFICENCIA Y MATERNIDAD DE LA HABANA.



Fachada de la Casa de Beneficencia y Maternidad de la Habana.

Aunque ahora existen más páginas que tratan el tema relacionado con la historia de la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana, si realizan un recorrido por ellas, encontrarán que en muchos casos son copias repetitivas y las que tratan de apartarse, cometen uno que otro error. Todas ellas adolecen la carencia de información sobre su vida interna, no existe testimonio alguno de los que fueron protagonistas de una parte de esa historia.

Las fechas sobre su demolición resultan vagas o inexactas, así como la suerte de los cientos de muchachos que habitamos aquella manzana. Es lógico que los periodistas post 59 le agregaran especias de carácter político subliminales para estar a tono con la línea editorial de turno. No soy escritor y menos aún historiador, esto que hoy les ofrezco es solo un testimonio personal.

Elegí la palabra “varón” para el titulo y no la de “niño” por una razón muy simple, las clasificaciones para distinguirnos en la escuela eran muy sencillas. Estábamos divididos en niños cuna, párvulos, hembras y varones. Los varones separados en compañías de acuerdo con la edad, la de los mas pequeños era la 8va. o 9na. compañía. En la medida que transcurrían los años y si se mantenía el ingreso de niños a la escuela, era lógico que los mas pequeños se incorporaran a la última. Solo que esa circunstancia no se repitió después de 1959.

Antes de marcharme de su sede principal, localizada en la calle San Lázaro entre Belascoain y Marqués González, quisiera decirles que esa vieja institución contaba con talleres donde se confeccionaba nuestra ropa y calzado, tanto para hembras como varones. Tenía su barbería y los muchachos que elegían ese oficio, luego de aprenderlo en la escuela, debían examinarse en los bajos del edificio Focsa, yo serví de modelo en una oportunidad. En fin, existían otros talleres que servían al funcionamiento del centro y donde trabajaba personal mixto de la calle y antiguos alumnos. Los muchachos destacados que decidieran continuar sus estudios más allá de la educación primaria, nuestra escuela los matriculaba en otros centros de enseñanza secundaria, la escuela de Artes y Oficios entre otras. Ningún muchacho era abandonado una vez que se convertía en joven.


 
Foto antigua correspondiente a Triscornia, la inferior izquierda era uno de los pabellones.


No puedo recordar con exactitud el momento exacto en el cual pasé de párvulo a varón e integré la 8va. o 9na. compañía. Pudo suceder estando todavía en la sede principal, si recuerdo que casi inmediatamente nos trasladaron para Triscornia, un complejo de albergues con magnificas condiciones de vida, comedor, aulas, clínica y una cafetería.

Triscornia funcionaba entonces como un centro de detención para inmigrantes ilegales, polizontes, etc. A principios de siglo había sido un paso obligatorio para todos los recién llegados con aspiraciones de vivir en la isla, pero a nuestra llegada en 1957 no llegaban a diez personas las recluidas allí. Con ellos compartimos en franca armonía la cafetería, tampoco puedo identificar ahora las nacionalidades de esas personas. Este centro se encontraba ubicado y bendecido por una frondosa arboleda muy cerca del Observatorio Nacional y el campamento militar de La Cabaña. Por ironías de nuestro destino, ese centro de detención de inmigrantes dejó de existir y por el contrario, muchos de nuestros jóvenes cumplieron prisión por tratar de abandonar la isla, entre ellos un hermano mío.

El salto de párvulo a varón fue de gran significado para mí y todos los muchachos de mi edad, comenzamos a vestir el uniforme de la escuela con pantalón largo y nuestros desayunos serían de ese delicioso y bienvenido café con leche y pan con mantequilla, no olviden que estando en párvulo servían la leche blanca. Consultando informaciones sobre eventos ocurridos en esa época, puedo afirmar que nos trasladaron para Triscornia en el año 1957. Tuvo que ser así porque vi la construcción desde su cimentación del Cristo de La Habana y este se inauguró el 24 de diciembre de 1958, se bendijo al día siguiente.

Siempre que mi abuelo iba a buscarme los viernes en la tarde, teníamos una parada obligatoria en los terrenos del Observatorio Nacional, allí gastaba largos minutos conversando con su director, el doctor Millás, quien resultó ser conocido o amigo de él. Triscornia tenia su entrada principal por la carretera que unía a Casablanca con el Hospital Naval, pero mi abuelo siempre eligió un sendero próximo al Observatorio que desembocaba directamente al poblado y su espigón donde tomar la lanchita para Regla o simplemente cruzar el canal de la bahía hasta el muelle de Caballería.

Todas las semanas disfrutábamos de cine o espectáculos en el teatro de La Cabaña cuando pertenecía a los “casquitos”, la última función tuvo que ocurrir en diciembre de 1958. Aunque estábamos separados de la sede principal de la escuela, no nos habían cortado el cordón umbilical. Hacia ella nos transportaban en oportunidades de celebraciones especiales como cenas, días de reyes, etc. Los domingos continuábamos teniendo nuestras sagradas misas a las que se unieron los inmigrantes retenidos en el centro, ese día se instalaba un altar en lo que fuera el salón de su cafetería. Varias tardes de la semana yo recibía clases de latín, no recuerdo cual era la monjita que me las impartía, tenían como fin convertirme en monaguillo, pero todo parece indicar que no di la talla.



Vista del Cristo de La Habana, Triscornia se encuentra a la derecha de esa elevación.

Estando en Triscornia tuve a la mejor maestra de toda mi vida, ella impartía el Tercer Grado y nunca he olvidado su nombre, Rafaela Presno. Sixto Franca continuó sus ensayos corales y de vez en cuando nos sacaba de la escuela para diferentes actuaciones.

-Ellos quieren ser tus padres. Me dijo una mañana un joven que hacia la función de traductor y acompañaba a un matrimonio norteamericano. Nos habían reunido en el pabellón cuando llegaron y estuvieron varios minutos observando a todos los niños hasta que se detuvieron en mí.

-Pero es que yo tengo mamá. Fue todo lo que se me ocurrió decir.

-Si, pero vas a vivir muy bien, ellos son ricos y quieren adoptarte.

-Mi mamá es pobre, pero es mi mamá. No sé si se ofendieron por aquel rechazo mío, giraron sobre sus talones y no se llevaron a ningún niño. Cuando se lo conté a mi madre estuvo llorando un rato, como temiendo llegar un día y no encontrarme.

El día 2 o 3 de Enero de 1959 nos encerraron en los pabellones y por las ventanas vimos a un grupo de barbudos rodeando a la fortaleza de La Cabaña, no se produjo combate alguno. Estábamos en el comedor cuando Diaz Lanz penetró los cielos de La Habana con un avión de combate y le dispararon desde la base naval de Casablanca, la fecha ofrecida encontrada en Google corresponde al 25 de octubre de 1959.

La vida en aquella extensión de nuestra escuela resultó algo más agradable, disponíamos de un área para jugar bastante extensa, la comida continuaba siendo muy buena, las condiciones higiénicas espectaculares, todas sus instalaciones se encontraban en muy buen estado de mantenimiento y las atenciones sobre nosotros muy especiales.

Mucho se ha hablado o difamado sobre casos de violaciones, maltratos, etc. Nuestra escuela no era una pepita de oro perfecta, pero años mas tarde pude compararla con varias pertenecientes al Plan de Becas Revolucionario y puedo afirmar que, no era perfecta, pero comparadas con aquellas resultaba ser un paraíso. Estando en Triscornia se dio un caso de acoso sexual de un muchacho contra otro y fue atajado a tiempo por el instructor de turno. No puedo asegurar que eso no ocurriera en otras compañías, estuvimos separados todo el tiempo por edades y lo que sucedía en otros pabellones no era de nuestro conocimiento. Los mismos muchachitos que estuvimos juntos en la edad de párvulos, continuamos unidos hasta la desintegración de la escuela varios años más tarde. He leído en alguna parte sobre los abusos cometidos por nuestros instructores, pudo haber sucedido, pero no fue el caso de los que me atendieron durante mi permanencia en esa escuela. Durante el tiempo gastado en Triscornia nuestras actividades habituales continuaron, me refiero a excursiones, viajes a la playa, etc.


Edificio “Dupont”, los dos que nacen detrás de la farola, se conectaban.


Por el año el año 1959 nos trasladaron desde Triscornia hacia el edificio “Dupont”, esta edificación se encontraba en la esquina de las calles San Lázaro y Marqués González. En la planta baja del edificio existía un comercio que se dedicaba a la venta de pinturas marca “Dupont”, pero no estoy seguro de que la edificación tuviera ese nombre. Esta fecha no coincide con la que ofrecen algunos supuestos historiadores o periodistas, algunos de ellos citan como fecha de la demolición de la escuela en 1958 y no es cierto. Aun cuando nos mudaron para el edificio “Dupont”, una parte del centro se encontraba funcionando, albergaba a las hembras y a los niños de cuna. Entre el edificio, que era la única construcción extraña en toda esa manzana y la Beneficencia, existía un pequeño patio pavimentado que usamos en nuestros horarios de recreo. Ese patio tenia una puerta de acceso a la Beneficencia y el transito entre ambas era fluido sin restricciones.

En Dupont permanecimos muy poco tiempo, quizás llegaría al año y las actividades normales del funcionamiento de la escuela se mantenían igual, razones por las que no voy a extenderme mucho innecesariamente en esta escala.


Vista aérea del Instituto Cívico Militar en Ceiba del Agua.

En el año 1960 fuimos trasladados todos los alumnos, hembras y varones, hacia las magníficas instalaciones de lo que fuera el Instituto Cívico Militar localizado en Ceiba del Agua. Para esas fechas la directora de la escuela fue Martha Cuervo, viuda de Marcelo Salado, una mujer aceptada y querida por los niños, manifestar lo contrario por su origen seria mentirles. Le cambiaron el nombre a la escuela y comenzó a llamarse “Ciudad Hogar Granma”.

Referirme a las excelentes condiciones de todas sus instalaciones, me obligaría a consumir varias páginas. Poseía la escuela varias caballerías de tierra además de las edificaciones, granja para la cría de cerdos incluida y algunas áreas sembradas. Los pabellones eran magníficos, su comedor muy amplio y limpio. Contaba con una clínica, dos piscinas, varios campos deportivos, un gran teatro, biblioteca, museo de ciencias naturales, cafetería, estupendas aulas. Tenía talleres de varios tipos de oficios donde aprendían los mayorcitos, tenia todo lo que tenia que tener y todo fue heredado.

Acá se multiplicaron nuestras actividades y nos dejaban poco tiempo para pensar o sufrir, todo estaba en dependencia de los intereses que mostraran los alumnos y su coeficiente de inteligencia, como en todos los lugares o escuelas. Teníamos una biblioteca con un bibliotecario que te orientaba en las lecturas de acuerdo con la edad, allí nació ese interés mío por leer. Teníamos desde hacia muchos años una banda de música muy famosa entre todas las escuelas de su tiempo y como a cada rato hacían captaciones, comencé a dar clases de solfeo con vistas a tocar clarinete. Tenía un grupo de arte dramático al que también me incorporé, realizamos varias presentaciones en la escuela durante fechas importantes, mi debut fue con el flautista de Hamelin. A principios del siguiente año, Alicia Alonso se llevó a varios integrantes del grupo para formar la primera promoción de bailarines formados post a 1959. Entre ellos se encontraban Jorge Esquivel, Pablo Moré, Edmundo Ronquillo, Nicolás, Barroso, Francisco del Toro y quizás Reinaldo Triana. Todos veníamos juntos desde la etapa de párvulos, razón por la que nunca olvidé sus nombres. Menos Triana y Francisco, los demás llegaron a integrar el Ballet Nacional de Cuba. Yo no quise formar parte de ese grupo porque carecía de vocación para el ballet y la separación de aquellos muchachos me produjo un vacío muy grande, éramos como hermanos.


Edificio central del Instituto Cívico Militar.

Desde nuestra llegada a Ceiba del Agua, me integraron al grupo que cantaba la lotería semanalmente en el teatro del INAV presidido por Pastorita Nuñez. Formé parte de uno de los dos equipos de futbol menores de 13 años (Mosquitos) que existían en la escuela. ¡Oh! El coro de Sixto Franca había dejado de existir, es muy probable que el viejo se negara a realizar esos viajes desde La Habana hasta este punto de campo. Existieron también equipos de beisbol en la escuela, pero yo no me integré a ellos. Teníamos cine dos veces por semana y ahora dentro de un confortable teatro.

Todos los domingos y después de cierta edad que ahora no puedo precisar, se les pagaba a los varones que cumplían ese requisito la suma de $1.50 pesos. Estando la escuela en San Lázaro los liberaban todo el día para que tuvieran sus primeros contactos con la sociedad. Bueno, ese pago comencé a recibirlo estando en Ceiba del Agua, pero no solo eso, una guagua de la escuela nos llevaba hasta el Parque Central donde nos recogería a las seis de la tarde. ¿Creen que era muy poco dinero? Se equivocan, un grupo de nosotros iba directo para el cine Majestic donde la entrada costaba veinte centavos, proyectaban cuatro películas, noticieros, muñequitos y episodios de Pototo y Filomeno. O sea, permanecíamos dentro del cine desde temprano hasta la hora de irnos. ¿Qué comíamos? Dentro del mismo cine te vendían pan con papas rellenas, fritas, frituritas, pan con croquetas, mariquitas, refrescos, maltas, jugos etc., y los precios eran bien baratos. Lo cierto es que siempre nos quedaba dinero para consumir en la cafetería de la escuela. La guagua nos recogía en la tarde para regresarnos a la escuela, estacionaba frente a la puerta del comedor y allí nos esperaban con un pan con perro caliente y un cuartico de litro de chocolate Balkán. Leo por algunos sitios sobre nuestros sufrimientos y me espanto, yo creo que con tan tierna edad no teníamos tiempo suficiente para analizar nuestra verdadera situación, es que simplemente no nos dejaban pensar y menos aun sufrir. Puede que con los mayorcitos las cosas fueran diferentes, es lógico, pero esas manifestaciones de sufrimientos y tristezas que nos achacan no las vi.

Un día de 1960-61, no recuerdo exactamente, nos llevaron para la playa Bacuranao y nos hospedaron en las cabañitas que allí existen. Las hembras tuvieron como destino la playa El Salado en igualdad de condiciones. Allí nos mantuvieron por espacio de dos semanas en unas aparentes vacaciones. Cuando regresamos a nuestra escuela habían desaparecido a todas las monjas y al sacerdote. Es de imaginar la conmoción sufrida por la mayor parte del alumnado, especialmente los niños huérfanos. A partir de esos momentos no hubo más separación en las aulas entre hembras y varones.

Desde los primeros instantes en que entramos a Ceiba del Agua, fuimos invadidos por un régimen de vida al que no estábamos acostumbrados, no olviden que hasta esos instantes disfrutábamos de una educación católica. En la Beneficencia existieron los Boy Scout y los novatos o lobatos, muy de vez en cuando nos llevaban a un campo que ellos tenían destinado en el parque de la cervecería Polar. Esa organización fue prontamente sustituida por la AJR (Asociación de Jóvenes Rebeldes) y varios jóvenes de nuestra escuela partieron hacia aquella alocada meta de subir cinco veces el Pico Turquino. Toda actividad posterior a esa fecha fue envenenada con la ideología de turno y nada fue igual, el ambiente y las costumbres sufrió un cambio radical sin apenas darnos cuenta.

La escuela perdió significado para mi después que mis mejores amigos partieron con el grupo del Ballet Nacional y apareció la campaña de alfabetización, yo tenia solamente 11 años y ya contaba con sexto grado. Empujado tal vez por esas ansias de libertad que nacieron muy pronto en mí, acepté marchar hacia lo desconocido. Partí acompañado de un reducido grupo con destino a Varadero, donde pasaríamos un cursillo y continuamos viaje hasta Baracoa, Oriente. No aceptamos ser separados en ningún momento. 

Una vez concluida la campaña de alfabetización y recién comenzado el año 1962, una parte del alumnado fuimos destinados al Plan de Becas. El cambio fue tan traumático que nunca logré adaptarme y abandoné la escuela, ya para esas fechas mi madre había contraído matrimonio con mi padrastro.

Correría el año 1963 cuando localizo la dirección de una niña que había sido noviecita mía en la escuela, Mirella era su nombre, recuerdo su apellido pero prefiero conservarla en el anonimato. Fui a visitarla en uno de mis pases junto a otra muchachita que había sido alumna de la escuela y de nombre Rosa Alicia. Aquel encuentro me impactó muchísimo, ustedes no pueden imaginar las dimensiones de la casa en la que vivía aquella chica. Su familia pertenecía cómodamente a la clase media del país y nunca comprendí cómo rayos la tuvieron estudiando en una escuela de niños pobres y huérfanos. O sea, no todos los que estábamos allí éramos pobres y eso me hizo retroceder en los recuerdos, muchos familiares llegaban los días de visitas en autos lujosos.

Yo los invito a que acudan a todos los buscadores de Internet y traten de encontrar información sobre la “Ciudad Hogar Granma”. Si acaso encuentran dos o tres menciones de ella es demasiado, es como si la historia se tratara de una sepultura encargada de desaparecer todo recuerdo que resulte incómodo. Después de desintegrada nuestra escuela y enviados a los huérfanos a distintas casas de la playa El Náutico, allí fueron atendidos por Celia Sánchez y bautizados como “Hijos de la Patria”. Nuestra escuela fue convertida en el Instituto Tecnológico “Frank País” y si buscan información sobre esa institución tampoco la encontraran, los borraron de la historia porque un tiempo después, aquella magnífica escuela fue convertida en la Escuela Inter-armas Antonio Maceo. Busquen información sobre la fundación de esa escuela militar y hallaran algunos datos incoherentes donde no coincide la carta con el billete. 

En fin, como parte de la historia de la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana ha sido algo manipulada o escrita erróneamente en algunos sitios, dejo aquí plasmado mi testimonio. Puede que haya olvidado algún detalle o dato y aparezca otro alumno a rectificarlo, solo un protagonista podrá hacerlo, ninguno de los llamados periodistas actuales está facultado o posee banco de información donde nutrirse.

Con mucho cariño para todos mis hermanos “Benéficos”.

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canada.

2020-08-13

 

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miércoles, 5 de agosto de 2020

CANTANDO LA LOTERÍA CON LOS NIÑOS DE LA CASA DE BENEFICENCIA Y MATERNIDAD DE LA HABANA.


CANTANDO LA LOTERÍA CON LOS NIÑOS DE LA CASA DE BENEFICENCIA Y MATERNIDAD DE LA HABANA.





La última vez que vi los bombos niquelados usados durante los sorteos de la Lotería, tuvo que haber ocurrido en la década de los años 80, fue durante una visita que hice con mi hijo al Museo Numismático de La Habana Vieja. Debo confesarles que aquel contacto visual con esos aparatos descansando su muerte obligada, me regresó al pasado con su inevitable sobrecarga de nostalgia. Algo le conté y pudo carecer de importancia para sus oídos y mente infantil, tendría mi hijo la misma edad y tamaño que yo cuando pertenecí al pequeño equipo que cantaba la lotería todos los sábados al mediodía. Tampoco se encontraban en exhibición, creo más bien, cumplían una condena injusta por las tantas alegrías que ofrecieron en vida.

Yo pertenecí a la última generación de muchachitos benéficos que cantó la lotería, pero esto no le resta importancia a la explicación que les daré. Todo fue muy común durante los años en que participamos en aquellos sorteos y, me encuentro también entre los que alguna vez regaló un poquito de felicidad a los cubanos cada sábado.

Si piensan que cantar la lotería es llegar y repetir numeritos como un papagayo, se equivocan. Nos consumió mas de una semana de ensayos llegar hasta ese instante y se los explicaré. Se deben cronometrar muchos movimientos, evitando en todo momento violar las reglas que regían una operación donde se jugaba tanto dinero, algo puedo afirmarles, no existía la posibilidad de cometer trampas. Al menos durante el tiempo que me mantuve activo en esto que, para nosotros, además de constituir otro entretenimiento, nos brindaba la posibilidad de estar fuera de la escuela bien atendidos.

Los sorteos en los que participé se desarrollaron en el teatro del INAV (Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas), organismo que fuera presidido en esos tiempos por Pastorita Nuñez. Los sorteos importantes, aquellos donde los premios eran grandes, se transmitían directamente por la televisión, pero sin ser relevantes, el público tenía acceso libre al teatro. Razón por la que no fueran pocas las veces en las que vi saltar o gritar a algún afortunado ganador dentro del público. 

La lotería de aquellos tiempos contaba con dos bombos, uno grande conteniendo bolitas con números y el otro pequeño con los premios. Cada bombo era operado por uno de nosotros, contaba con una manivela que giraba un pequeño depósito donde solo cabía una bolita. Esa bolita caía en una canalita e iba rodando hasta un platico hondo situado en una mesita que existía para ese fin y colocada al lado izquierdo del Notario. El bombo de los premios se encontraba en el lado derecho con características similares al anterior. En ningún momento podían encontrarse dos bolas en el plato situado al final del recorrido, ni en el de los números, ni en el de los premios.

En el centro de ambas mesitas se encontraba una destinada al Notario que supervisaba el sorteo. Tenía delante de sí un tablero que contaba con varias hileras de varillas, estas se levantaban paralelas de dos en dos. En la varilla de la izquierda debía ensartarse la bolita de los números y a su derecha la de los premios. Las bolitas contaban con un pequeño orificio destinado a ese uso y era perpendicular a los números que llevaba impresa, eso le permitía al Notario ir comprobando si los números y premios se cantaban correctamente. La parte más difícil en el canto de la lotería era ese, el momento de ensartar esa bolita tan pequeña en la varilla, razón por la que debimos ensayar mas de una semana esos movimientos. Con una mano tomabas la bola del plato y en el aire la ibas acomodando para entregarla a la otra mano mientras leías el número. Tomabas la bolita con los dedos índice y pulgar en una posición adecuada y con el dedo meñique guiabas la varita para ensartar la bola. Muy fácil decirlo desde esta distancia.  

Las bolas de los números todas lo tenían inscrito en color negro, las bolas de los premios normales venían de negro también. Cuando traían un premio gordo esas bolas venían pintadas de rojo y desde que uno las veía en el plato, sabía que debía dar tres toques con esa bolita sobre un pedazo de caoba fija a la mesa del Notario y decir la cantidad del premio. El que cantaba los números debía repetirlo y era seguido por el de los premios en tres ocasiones.

El Notario verificaba si el número cantado y su premio eran correctos y lo anunciaba también. Acto seguido detenía el sorteo y paseaba la tablilla de las bolitas por la mesa de los que presidian ese sorteo y verificaran que era real. Yo pienso que las tablillas con las varillas tenían capacidad para unas doscientas bolitas de números e igual cantidad para premios, quizás menos, pero no lo recuerdo muy bien.

Cada vez que se llenaba una tablilla de bolitas, se detenía el sorteo para retirarla y mantenerla bajo custodia, se traía una nueva. En esos instantes los que estaban cantando bajaban a descansar, los que estaban operando los bombos pasaban a cantar y los que se incorporaron operaban los bombos. Regularmente éramos ocho niños, cuatro actuando en el sorteo y cuatro descansando.

Cada sábado después de cantar la lotería, un miniván del INAV nos llevaba hasta la playa El Salado, donde todo lo que consumíamos, incluyendo alquiler de bicicletas o caballos, era pagado por el INAV. Avanzada la tarde nos regresaban nuevamente a la escuela, la cual ya radicaba en lo que fuera el antiguo Instituto Cívico Militar de Ceiba del Agua.

Poco tiempo después desapareció nuestra escuela, la lotería y la madre de los tomates. Yo considero una estupidez haberla sacado de la vida de los cubanos, los que vivimos en otras latitudes, sabemos que una gran parte del dinero recaudado va directamente a las arcas del estado y se invierte en beneficio de su población. Cuando menos, se le brindaba al ciudadano la oportunidad de comprar un sueño. No puedo recordar cual fue el premio gordo mas grande que llegué a cantar, si recuerdo que, para esas fechas, el INAV daba la oportunidad de obtener el dinero o elegir una casa nueva. Espero haber complacido a muchos amigos.

 


Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2020-08-05

 

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martes, 4 de agosto de 2020

LA VIDA DE UN PÁRVULO EN LA CASA DE BENEFICENCIA Y MATERNIDAD DE LA HABANA.


LA VIDA DE UN PÁRVULO EN LA CASA DE BENEFICENCIA Y MATERNIDAD DE LA HABANA.





Muchas cuartillas se han emborronado en distintos tiempos para hablar, describir, descifrar y hasta especular sobre nuestras alegrías y tristezas. Algunas de esas líneas fueron escritas también con fuertes dosis de veneno para manipular a las nuevas generaciones y de paso, desacreditar a una magnífica institución que siempre fue una parte importante en la solución y no del problema que enfrentaron cientos de niños condenados por la sociedad de turno a la orfandad. ¿Alguien nos preguntó si estábamos felices o tristes? ¡Absolutamente, no! Esta es la principal razón que me empuja hoy a ese regreso en el tiempo, lo hago a título personal y mi opinión pudiera contar con el desacuerdo de cualquiera de aquellos hermanos que compartió conmigo igual suerte, no me interesa la de periodista alguno, sea cual sea su época, este es mi testimonio.


Se ocuparon una vez de colgar una tarja recordando la existencia de lo que fuera “El Torno”, triste recuerdo que vivió nuestra sociedad durante muchos años. Recuerdo habérsela leído a mis hijos conteniendo las lagrimas y al final les dije que estaba colocada en un sitio equivocado, porque ni para aquel infame o supuesto recordatorio, que no un homenaje, tuvieron en cuenta ese detalle. Nadie de las nuevas generaciones puede comprender que aquella simple ventanita, donde muchas madres entre lágrimas dejaron a sus hijos por miles de razones, fue una ventana abierta a la esperanza y vida de cientos de niños a través de su historia.


Mucho se ocupó el historiador de La Habana fallecido recientemente en rescatar una parte de nuestra historia para ponerla al servicio del visitante extranjero en el casco histórico de la ciudad. Por endulzar todo ese ambiente turístico, no solo se llevó a Lady Di, quien nada tiene que ver con nuestra historia y bastante había atacado el régimen a la monarquía inglesa. Se construyó una iglesia ortodoxa, una mezquita, y para colmar de objetos aquellas, después adoquinadas calles, mudó al Caballero de Paris para La Habana Vieja con carácter permanente y su libreta de racionamiento incluida. Nada, absolutamente nada, se les ocurrió para traer al conocimiento de las nuevas generaciones, un simple y poco costoso monumento que recordara la existencia de la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana. Una institución que supera con creces su aporte a nuestra historia y sociedad que el realizado por los mencionados y otros que no me vienen a la mente en estos instantes.


Nuestras existencias cobraban vida al toque de una corneta tocada por un mulato al que todos conocíamos por su apellido, Peñalver. Mulato algo bembón, labios que superaban con creces el diámetro de la boquilla de aquel instrumento. Gracias a él abríamos los ojos a esa hora exacta de cada mañana sin importar el día de la semana, era tan potentente su llamado, que se escuchaba en todos los rincones de una escuela que abarcaba toda una manzana. Se despertaban en apariencias los gorriones, totíes y mayitos que anidaban en los arboles del parquecito interior contiguo a nuestro pabellón y destinado solamente para los párvulos. Revoleteaban por nuestro pasillo las cariñosas golondrinas que nos visitaban cada año, todo se ponía en movimiento gracias al aire comprimido en los pulmones de Peñalver.


Tender la cama era nuestro primer deber, tenderla sin arrugas como si se tratara de una unidad militar, así nos enseñaron. Luego pasábamos al baño para lavarnos la boca y cara, nos peinaban con el mismo peine y nadie temía a un contagio de piojos, éramos niños sanos. 


El desayuno estaba constituido por un platico de cereal de avena (Quaker), un vasito de leche de vaca dulce y sin café mas un pedazo de pan con mantequilla. Nuestro comedorcito quedaba en el mismo pasillo aledaño a los dormitorios y nunca supe cómo nos llevaban las comidas al carecer la edificación de elevador para esos servicios.


Después del desayuno nos conducían al área de las aulas, ellas se encontraban en la misma edificación con ventanas a la calle Belascoain y se extendían hasta el final de la escuela. Estando en párvulos asistí hasta el segundo grado, para el año 1958 aproximadamente y si la memoria no me traiciona, comencé el tercer grado cuando a parte del alumnado nos trasladaron para Triscornia (Al Lado del Observatorio Nacional). Razones por las que manifesté en un comentario que yo fui de los últimos párvulos que existió en aquella institución. Para el tercer grado ya nos habían pasado a la categoría de “Varones” y en la escuela solo existieron estas dos clasificaciones. En Triscornia no hubo niños con las edades de los párvulos y desaparecieron definitivamente de la escuela. Las maestras de primaria eran muy buenas pedagogas y estando en el segundo grado ya se incluía la asignatura de inglés en nuestros estudios. Teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde el toque de corneta y nuestra entrada a las aulas, debo suponer que nos despertaban antes de las siete de la mañana. He olvidado mencionar que nuestro director era el Doctor Portela y la Madre Superiora que dirigía a nuestras queridas monjas era Sor Rosa Oms, espero no equivocarme. Ambos, Director y Madre Superiora, eran superlativamente queridos por todo el alumnado.


Al mediodía nos esperaban con un variado y bien elaborado almuerzo. Creo que el único plato rechazado por mí desde esa temprana edad lo fue el potaje de lentejas, no me gusta y aun hoy no lo consumo. Todos los demás eran exquisitos y vale la pena señalar que casi todos los panaderos y cocineros que trabajaban en esos departamentos, fueron alumnos del centro que arribaron a la mayoría de edad.


La siesta era sagrada después del almuerzo y se extendía hasta las dos y media de la tarde si no me equivoco. No dormíamos en nuestras camitas, se colocaban colchonetas o frazadas en el piso del amplio pasillo de nuestro pabellón. Cuando nos despertaban teníamos una media hora de rezos, nos daban un vaso de limonada y partíamos a jugar en un área con arboleda y aparatos destinados exclusivamente para los párvulos. Los mayores disponían de un amplio campo de futbol o el terreno destinado a jugar pelota. El futbol contó siempre con mayor aceptación en nuestra escuela e hizo sus aportes a los equipos nacionales de Cuba. Los mas destacados que recuerdo fueron Maximiliano Agustín Valdés (Alias Pluto) y Agustín Valdés, aquel gigante que fuera defensa central del equipo Cuba durante varios años.


A las cinco de la tarde regresábamos al pabellón para bañarnos y luego comer. Allí nos entregaban aquel short de tirantes color gris limpio que constituyó nuestra única vestimenta durante el verano. Los párvulos siempre calzamos sandalias y para nuestros pases o asistencias a actividades importantes nos vestían con otra ropita y zapatos de charol. Es lógico que en invierno cambiaba esta vestimenta por otra que mas nos abrigara y el sweter blanco que usábamos tenia en el pecho un escudo con las letras CBM. A las seis de la tarde nos dedicábamos a ver televisión bajo la supervisión de nuestras “cuidadoras”. De ellas recuerdo con mucho cariño a una mulata algo joven y con una mancha azul en la cara, ella se llamaba Migdalia y no volví a verla mas nunca en mi vida. Fue muy amorosa con todos los niños de mi época, bueno, no recuerdo a ninguna que fuera mala. Solo una no gozaba de nuestras simpatías, una gallega obesa que trabajaba como “serena” durante las noches, ya lo he mencionado en algún comentario. Lala era algo tosca y poco cariñosa, se valía de un palo rojo para despertarnos y a veces por su mala puntería nos golpeaba en la cabeza o los pies, solo eso. Tuvieras o no catarro, ella se encargaría de darnos una cucharadita de jarabe cada noche. No recuerdo exactamente hasta que hora nos permitían ver televisión, dudo haya sido más allá de las nueve de la noche. Peñalver volvía a usar su corneta para hacer un llamado a “Silencio” en horas de la noche, era como una ordenanza a dormir que solo él estaba autorizado a romper a la mañana siguiente. Esta venía siendo nuestra rutina diaria e inviolable, pero nuestras vidas se extendían más allá de la duración del día, semana y año. ¿Cómo fueron nuestras vidas en esa escuela? Es la pregunta que se deben hacer miles de personas y poco se ha escrito sobre esto. ¿Podíamos ser verdaderamente felices?


Existieron muchas actividades que mantenían ocupada la mente de cualquier infante, algo limitadas para los que estábamos en la edad de párvulos y bastante amplia para los varones. Por ejemplo, yo pertenecí al coro dirigido por el maestro Sixto Franca. Existieron dos coros en esos tiempos, el otro era dirigido por una maestra y no recuerdo si era para hembras solamente o mixto, si estoy seguro de que eran mayores que nosotros. Con ese coro participábamos en actividades fuera de la escuela, cantábamos en hospitales y hogares de ancianos, siempre vestidos como monaguillos. Una vez nos contrataron para trabajar en un acto de despedida que se les hizo a los artistas mexicanos Corona y Arau, trabajamos esa noche en el Canal 4 de la televisión que estaba cerca de la Universidad de La Habana.


Siempre nos llevaron caminando desde la escuela hasta el cine Radiocentro o Cinerama, allí vimos todos los estrenos de la época en el cine mas moderno que tuvo Cuba y de paso fuimos viendo la construcción del Hotel Hilton en diferentes etapas.


Durante los veranos nos llevaban cuando menos dos veces a la semana a cualquiera de las playas habaneras, casi siempre a las del Este que eran públicas. Las del Oeste eran privadas y el único rincón de costa dispuesto para uso publico se encontraba en La Puntilla de Santa Fe, varias veces nos llevaron hasta ella.


Todos los domingos había un desfile casi militar en los terrenos de nuestra escuela con la participación de nuestra magnifica banda de música y los pelotones de varones y hembras que marchaban en perfecto orden. Esos actos eran dirigidos por el instructor Tapia, un mulato alto que años después fue el director de actos masivos en el INDER. Los párvulos siempre formamos parte del publico asistente junto a los varones y hembras de la escuela, era un espectáculo hermoso donde nuestros muchachos vestían como marineros.


Los domingos también teníamos misa de asistencia obligatoria y oportunidad para intercambiar miradas con las niñas. Si no me equivoco, los jueves y domingos se proyectaban películas en el patio interior de la escuela, el único inconveniente era que debíamos disfrutarlo sentados en el piso. Nadie protestaba ante el placer de viajar con nuestras infantiles imaginaciones dentro de los personajes de cada actor.


Periódicamente se realizaban competencias deportivas contra otras escuelas y eran espectáculos donde además de apoyar a los nuestros, nos sacaban de la rutina diaria sin salir de los límites de aquella famosa manzana.


Si el tiempo lo permitía y con relativa frecuencia, los párvulos éramos conducidos al parque Maceo situado justo frente a su entrada y allí consumíamos nuestro tiempo dedicado al recreo. Parque que no tenía la imagen del actual y creo, fuera mucho mas atractivo sin las transformaciones a las que fuera sometido después del 59.


Las excursiones y visitas a lugares históricos, museos, etc., fueron otras de las ofertas de nuestra escuela. Siempre estuvieron comprendidas dentro de las actividades disfrutadas por el alumnado, así llegue hasta el mirador del Valle de Yurumí, Zoológico, Museo de Bellas Artes, etc. 


El “Día de los Reyes Magos” era una de las fechas mas esperadas por todos los alumnos de la escuela. ¿Conocieron estos periodistas que tanto han escrito sobre nuestra sufrida infancia, si posterior a 1959 existió alguna escuela, donde sus alumnos escribían una cartica a los Reyes Magos pidiendo un juguete? ¡Lo dudo! Además de ese juguete solicitado, se colocaban decenas de mesas en el patio interior de la escuela por donde íbamos pasando y tomando el de nuestros gustos. Todo eso se desarrollaba mientras tres personajes disfrazados de Melchor, Gaspar y Baltazar actuaban para nosotros en el escenario allí existente. ¡Oh! Toda esa felicidad y fantasía fue destrozada el 6 de Enero de 1959, cuando los Reyes Magos fueron sustituidos por tres barbudos rebeldes que en lugar de actuar como los anteriores, nos premiaron con una arenga revolucionaria en un lenguaje totalmente desconocido por nosotros. 


Mi Primera Comunión fue idéntica a la que pudo hacer un niño rico, todos estábamos vestidos con trajes blancos inmaculados y las niñas parecían Princesas. Todos los católicos conocen el proceso de preparación anterior a la comunión y ese día llegó para alegría de todos nosotros, seriamos veinte varones e igual cantidad de hembras. Después del riguroso ayuno nos brindaron un desayuno espectacular en el patio interior y una vez desprendidos de aquellos calurosos trajes, nos montaron en una guagua que nos llevó al Valle Yurumí donde almorzamos.


El mes de Abril era dedicado a recaudar fondos para la escuela, ¡entiéndase bien!, esto no tiene absolutamente nada que ver con “mendigar” artículos para nuestro centro como vi en las escuelas por donde pasaron mis hijos. Allí no se pedía escobas, palos de trapear, luz brillante o lápices, sencillamente buscábamos dinero que luego se invertía en nosotros mismos. Cuando yo era párvulo, hice varias salidas acompañado de una persona mayor con una alcancía en la mano. Años mas tarde y perteneciendo a las compañías de varones, salí a vender calcomanías alegóricas a la escuela en donde se pagaba el peaje del túnel habanero y también en el Cinódromo de Marianao. Lo hacía sin vergüenza o miedo escénico y con mucho amor, sabia que estaba ayudando a mi escuela. En fin, aunque para los párvulos fueran mas limitadas las actividades del centro por nuestra edad, siempre se nos mantuvo la mente ocupada en algo que nos apartara de cualquier tipo de sufrimiento. 


Se equivocan muchas personas por desconocimiento y poca información, los huérfanos de nuestra escuela no eran mayoría, me refiero a los que llevaron el apellido Valdés y fueron entregados a la institución usando El Torno. Tampoco la otra parte era una masa homogénea compuesta solamente por los más pobres o desposeídos de la sociedad. Este descubrimiento lo hice en el año 1962 y pertenece a otro capítulo, créanme que lo sufrí mucho más que aquella niña cuya familia pertenecía a la clase media alta y pasó su infancia entre nosotros.


No creo en esa infelicidad a la que tanto se han referido algunos periodistas o escritores cuando hablan de nosotros los benéficos. Considero que una mente infantil a tierna edad desconoce el dolor y sus orígenes, mucho más, cuando te encuentras en un centro empeñado en hacértelo olvidar. Es muy probable que, adquirida más edad y en plena adolescencia, apareciera ese dolor oculto y muchas preguntas sobre tus orígenes. Sin embargo, no recuerdo haber escuchado un lamento debido a esta situación por parte de mis amigos más cercanos. Si me preguntaran cómo había sido mi vida en la Casa de Beneficencia y Maternidad del La Habana. Sin temor alguno respondería lo que he dicho a lo largo de mi vida, allí pasé los días mas felices de mi infancia. ¡Claro! Yo no era huérfano y no puedo estar en el corazón de mis hermanos.

 



 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2020-04-08

 



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lunes, 3 de agosto de 2020

LOS NIÑOS POBRES DE LA BENEFICENCIA EN EL CUMPLEAÑOS DEL HIJO DEL PRESIDENTE F. BATISTA.




LOS NIÑOS POBRES DE LA BENEFICENCIA EN EL

CUMPLEAÑOS DEL HIJO DEL PRESIDENTE F. BATISTA.




He gastado meses consultando la hemeroteca del Diario de la Marina, enfermizo recorrido iniciado desde el año 1954, busco algo y estoy convencido de que ellos lo tienen guardado. Es una búsqueda sumamente agotadora cuando compruebas que cada ejemplar de aquellos tiempos superaba la veintena de páginas.

Mi abuelo tuvo guardada esa noticia a la que le dedicaron toda una plana, no era para menos, quién imaginaría a un grupo de niños pobres pasando el día entero dentro del Palacio Presidencial. Un día de esos cualquiera y posterior a Enero del 1959, le pregunté al viejo por aquel periódico y me dio la triste noticia de que lo había quemado. Fue un poco mas amplio en la explicación para justificarla, me dijo que tenia miedo a los rebeldes y que lo fueran a calificar de batistiano. Sentí mucha pena por él y por mí, había quemado una pequeña parte de mi historia infantil.

Aquella tarde nos formaron a todos los niños de párvulo y dos monjitas nos fueron observando con esa lentitud del que busca encontrar un defecto, quizás un pecado, pensó mi mente infantil. Muy nervioso me puse cuando fui separado del grupo junto a otros seis muchachitos, todos lo estábamos, no sabíamos de qué se trataba.


A la mañana siguiente nos separaron nuevamente una vez terminado el desayuno y nos condujeron a un saloncito donde guardaban nuestras ropitas de gala, las que usábamos para las grandes celebraciones o visitas muy importantes. Allí nos vistieron con esa paciencia y dulzura que solo sobrevive en la imagen de una monja. Nos peinaron y hasta perfumaron, no hubo detalle que se les escapara, esa inspección visual incluía nuestros dientes, orejas y los ojos en busca de alguna traviesa y olvidadiza lagaña. ¡Ya están listos! Dijo una de ellas como si se tratara de una orden divina cumplida.

En el patio interior de la escuela, el que se usaba para la proyección de películas y otras actividades infantiles, nos unieron a un grupito con igual número de niñas, ellas eran siete como nosotros. Eran las chicas mas bellas de toda la escuela y sus rostros me eran familiares, aunque no compartíamos juntos, si coincidí con alguna cuando hice mi primera comunión, pero eso es parte de otra historia. Minutos mas tarde y sin cruzar explicación alguna, nos montaron en un miniván de los que poseía la escuela y partimos con rumbo desconocido. El viaje fue muy corto y lo hicimos recorriendo ese tramo de nuestro encantador malecón.

Nos estaban esperando y nuestra entrada a lo que mas tarde supe era el Palacio Presidencial, se produjo por su acceso disponible en la parte trasera de la edificación. Inmediatamente fuimos conducidos a un gran salón repleto de juguetes que existía en el segundo piso. Minutos más tarde se unió varios de los hijos menores del presidente acompañados por su madre. Hubo presentación carente de protocolo y solo unos instantes nos quedamos solos con ellos, allí estuvimos jugando hasta la hora de almuerzo. Nos llevaron a la cocina y almorzamos donde lo hacía normalmente los empleados. Un rato después regresamos otra vez al salón.





Caída la tarde, nos condujeron a un inmenso salón, este poseía una mesa larguísima bellamente adornado con varios cake verdaderamente monstruosos, todos decorados con juguetes plásticos, recuerdo haber visto fragatas, aviones y portaviones entre ellos. El salón comenzó a llenarse de personalidades que no puedo recordar, pero que debieron ser importantes en aquellos tiempos. Finalmente llegaron Batista y Marta con sus hijos, quienes nos dedicaron unos minutos y poses para fotografiarnos con ellos. Fue una velada maravillosa que nunca he podido olvidar, yo era un niño sin la capacidad de evaluar como malo o bueno a Batista, ante mis ojos era bueno. A la mañana siguiente me sorprendió la maestra de segundo grado, recuerdo que se llamaba Caridad, ella le mostró aquel periódico a todos los niños de mi aula.

Buscando en esa hemeroteca del Diario de la Marina, encontré mucha información sobre ese periodo de Batista como presidente. No puedo ocultar mi asombro ante todas las obras construidas durante su gobierno y las comparo con las desarrolladas por el actual régimen después de 1959, es mejor que ustedes la vean por sus propios ojos y no sean dominados por mi opinión. Deténganse también en todos los actos de terrorismo desarrollado durante esa etapa por quienes se llamaban “revolucionarios” y justifican las muertes por ellos producidas.

Durante esta ardua búsqueda, encuentro que Batista celebró tres cumpleaños de sus hijos en la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana, fiestas en las que también participé. No se puede decir entonces que se debía a puras manipulaciones propagandísticas, encontrarán que siempre estuvo vinculado a nuestra escuela y que le brindaba una atención especial.

Por el lado contrario, el pueblo cubano vino a conocer la existencia de la mujer de Fidel y su numerosa prole muy poco tiempo antes de morir. Nunca se han vinculado con su pueblo y casualmente, todos han vivido y viven como millonarios cuando la nación es mucho mas pobre que la entregada por Batista.


Si hoy existieran elecciones y se presentaran como candidatos Fulgencio Batista y Fidel Castro, indudablemente mi voto sería para Fulgencio y no por haber estado en el cumpleaños de su hijo junto a los niños pobres de la Beneficencia.






Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2020-08-03




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Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...