Visitas recibidas en la Peña

martes, 24 de marzo de 2020

CUBA Y SUS MEDIDAS CONTRA EL CORONAVIRUS.



    CUBA Y SUS MEDIDAS CONTRA EL CORONAVIRUS.





Hace solo unos días el gobierno cubano hacia promoción al turismo con destino a la isla y agregaba que era un lugar seguro donde aún no se habían reportado casos. Se trataba de una verdadera locura, se conducía al pueblo hacia una especie de genocidio, mientras países desarrollados iban cayendo uno a uno en una terrible y peligrosa crisis. Situación de la que no se tiene idea del momento en que puedan escapar, todos pagando el alto precio de miles de vidas.

Muchos en el exterior nos pronunciamos en contra de esta locura inmediatamente y culpamos de lo que pudiera sucederle al pueblo a toda su dirigencia. No se hizo esperar el ataque de furibundos fanáticos y carentes de mentes, donde entre otras cosas, confunden las palabras “Patria y pueblo” con la de “régimen” que nosotros usamos. Todos estos descerebrados que nos atacaron permanecen ahora en silencio, lo cual indica claramente que teníamos la razón. Más que la razón para manifestarnos en términos fuertes ante ese desprecio por la vida del pueblo cubano, no acaban de comprender estos títeres mono neurales que nosotros somos los ojos y voces de millones de seres humanos confinados en esa prisión rodeada de tiburones. Ellos no comprenden de una vez por todas que, nuestras campañas sirven también para el beneficio de sus familias.

¿Qué ha sucedido? Transcurridos pocos días de aquellas manifestaciones públicas de la ministra de turismo y otras expresadas por los mal llamados “presidente y primer ministro” escogidos a dedos, ha ocurrido de repente un tremendo cambio de rumbo. Bienvenida sea esa tardía medida no carente de imperfecciones, como todo lo que ocurre en la isla. Aun así, no olvidemos que solo ellos son los responsables por la importación de ese virus mortal.

Nosotros, y no corro riesgo al expresarme en plural, nosotros decimos y me refiero a cuanto opositor al régimen anda por estas distantes orillas, solo deseamos el bienestar de ese pueblo donde se encuentran atrapados millones de nuestros familiares. No somos enemigos del pueblo cubano y aunque se aferren a no comprenderlo o negarlo, ejercemos influencias en muchos de los cambios que suceden debido a las presiones y campañas que constantemente se realizan contra sus verdugos.

¡Acaben de entenderlo de una vez! Cuba no es potencia médica, no lo es de nada. Los han engañado por años y continúan haciéndolo. ¡Quítense todas esas absurdas ideas de la mente! Cuba solo es potencia en el hambre, las miserias humanas, la división de su pueblo, éxodos y una enfermiza cultura de la envidia. España poseía un sistema de salud asombroso que, superaba con creces al cubano y ha colapsado ante esta terrible epidemia. No es algo que me contaran, lo vi con mis propios ojos, visité consultorios de médicos de familia y hospitales.

En Canadá el servicio médico es gratuito y con todos sus defectos supera al de la isla. Tampoco me lo han contado, yo vivo aquí desde hace 28 años. Médicos malos y buenos los hay en todos los países del mundo. Aquí se han tomado medidas para protegernos, ¿Por qué no pudieron hacer lo mismo en la isla? Todavía tienen el descaro de manifestar que se encontraban 60 000 turistas paseando y algunos de ellos contagiando a los nuestros. ¡Es increíble!

Existen otros detalles que desde el primer momento han disparado nuestras alarmas y estamos preocupados por todos ustedes, ese virus no entiende de ideologías. El sistema de salud que pretenden vender como “Potencia Medica” ha colapsado desde hace muchos años y nos llega por los videos que comparten desde allá. Gracias a Dios que ahora poseen celulares y conexiones a Internet.

Los cubanos no poseen los alimentos necesarios para mantener una rígida cuarentena, no tienen jabón para asearse, carecen de guantes y máscaras para protegerse. Para empeorar aún más sus existencias, ahora aparece dificultad en el abastecimiento de agua, situación que se ha vivido por mas de 60 años sin solución. Hablaba con un amigo al que le recomendaba se protegiera y evitara salir a la calle. Su respuesta me conmovió o partió el alma;  “-Esteban, tengo que salir a forrajear algo de comida, si no me mata el coronavirus me matará el hambre”. No pude ofrecerle una onza de esperanzas.

Fue un acto criminal el video que se hizo viral donde una profesora le exigía a su alumno que se quitara el nasobuco o abandonara el recinto. Eso solo puede suceder en un sitio donde no existe un estado de derecho. En muchos países civilizados esa acción resultaría en una demanda millonaria. En otro comunicado compartido en las redes, un padre criticaba a otra maestra que igualmente le ordenó a su hijo que se quitara el nasobuco. ¿Por qué? Por una simple razón, no tienen para ofrecer a la población y si se van a contagiar o morir, deben ser todos por igual. ¿Será igual esa actitud la que aplicarán a los hijos de los dirigentes? ¿Por qué cerraron inmediatamente la escuela para extranjeros? ¿Valen menos nuestros hijos? Ya lo expresé en otro sitio, varias generaciones de cubanos han sido educados en la “cultura de la envidia”, si yo no puedo tener, tú tampoco lo tendrás. Esto no es nada nuevo, siempre se nos pidió a muchos marinos que no mandaran a sus hijos con zapatos extranjeros a la escuela. ¿Por qué? ¿Por qué no les preguntaban a los dirigentes si a sus hijos les quitaban la leche a los siete años y exactamente el día de su cumpleaños?

Yo que detesto escucharlos y menos aun consumir sus discursos, ayer tuve la paciencia de dispararme el relacionado con las medidas adoptadas en ese repentino cambio de rumbo. encontré una medida absurda y que refleja todo lo que he manifestado con anterioridad. El gobierno cubano les pide a los ciudadanos de la isla que regresan, lo hagan portando solamente una maleta con sus pertenencias de uso personal y un bolso de mano. Toman como excusa “agilizar las operaciones en el aeropuerto”. Asombroso y absurdo que esa gente no pueda llevar ningún producto necesario para aliviar la vida a sus familiares. Coño, si este es el momento preciso para invitar a todo el mundo para que cargue sin límites lo que puedan necesitar. ¿Comprenden o no quieren hacerlo? ¿En qué punto pueden perjudicar al régimen por tratar de proteger a sus familias?


Yo creo que ha sido suficiente y no me extiendo más, lo lamento muchísimo por toda mi familia, amigos, vecinos y conocidos. Siento una profunda pena por todo el pueblo cubano.


Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2020-03-24


xxxxxxxxxxxxx

viernes, 13 de marzo de 2020

CUBA, EL COSTO DE SU REVOLUCIÓN (PROSTITUCIÓN)


CUBA, EL COSTO DE SU REVOLUCIÓN 

(PROSTITUCIÓN)




...”¿Nadie le ha dicho (al presidente de EU) que en Cuba, antes del triunfo revolucionario de 1959, alrededor de 100 mil mujeres por pobreza, discriminación y falta de empleo, ejercían de forma directa o indirecta la prostitución?”… Fidel Castro en la Universidad Central de Las Villas el 26 de Julio del 2004.


…”La Revolución liquidó el pordioserismo, la Revolución
liquidó el juego, la Revolución liquidó las drogas, la
Revolución liquidó la prostitución”… Fidel Castro el 24 de Noviembre de 1994 en el teatro Carlos Marx.



CUARENTA Y NUEVE AÑOS DESPUÉS…

La tendencia de Castro en alterar cifras es casi obsesiva, como pudimos observar en artículo reciente, le otorgó al régimen de Batista unos 20 mil muertos que nadie ha podido localizar. De su mente aparecieron unas 100 mil prostitutas durante uno de los cientos de discursos ofrecidos en su vida activa como emperador de la isla caribeña. Cantidad que no podrá ser demostrada nunca por varias razones y que por supuesto, carecen de toda seriedad cuando no se ofrece una estadística seria.

La prostitución es una de las profesiones más antiguas de la Humanidad y sus efectos pueden sentirse en todo el planeta. Poco importan las condiciones políticas y económicas que exista en cada país. Unas prostitutas serán más aventajadas y mejor pagadas que otras, esa es la principal diferencia que se impone entre las mujeres de países ricos y pobres. Las causas que mantienen viva esa profesión son muy diferentes en ambos casos, no cabe la menor duda de ello.

Entre los programas presentados al pueblo cubano por su “revolución”, se encontraba en un lugar destacado la eliminación de la prostitución. Medida muy bien aceptada y aplaudida por su pueblo. Recuerdo la existencia de aquellos burdeles en el año 1961, yo era muy pequeño entonces. Tuvo que haber sucedido durante ese año o a partir del siguiente, cuando se produjo el cierre de todos ellos en la isla. Las prostitutas fueron incorporadas a planes de rehabilitación y educación para luego ser integradas a la nueva sociedad. Para el año 63, muchas de aquellas mujeres se encontraban laborando en planes estatales.

¿Pudo eliminarse la prostitución con esas medidas? Por supuesto que no, ninguna medida adoptada puede tener éxito si no se atacan a profundidad las causas que la originan. Se justificaba su existencia en nuestra isla debido a la miseria y abandono del estado hacia las clases más desfavorecidas. Sin embargo, casi medio siglo después de encontrarse en el poder, la realidad ha demostrado que esa miseria no ha sido resuelta, solo  es compartida equitativamente entre todos sus habitantes.

La prostitución pudo haberse mantenido en silencio durante unos escasos tres o cuatro años por temor a medidas represivas, pero comienza a florecer nuevamente después de la mitad de los sesenta ante las condiciones de austeridad que se iban imponiendo. Condiciones mucho más extremas que las encontradas por Castro cuando llegó al poder y que ha demostrado falta de voluntad en resolver.

Los alegatos utilizados han sido los mismos durante medio siglo de existencia, la culpa de todos los males se debe al explotado “bloqueo”, omitiéndose maliciosamente toda la ayuda recibida desde el Campo Socialista y el desvío de esos recursos a incursiones guerreristas en todas latitudes. Ayuda que multiplica la recibida por los países europeos a través del plan Marshall cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial.

Castro encontró una prostitución concentrada en zonas de tolerancia y una Cuba a la que se apresuró en calificar como el prostíbulo de Norteamérica en aquellos incendiarios discursos tan bien aceptados por la población y vecinos. Sin embargo, resulta saludable destacar, los casos de prostitución masculina e infantil se encontraban ausentes del panorama cubano, aunque pudieron existir casos aislados.

La prostitución en Cuba se ha multiplicado con creces, alcanzando niveles de aberración moral inexistentes en el seno de la familia cubana. Proliferó en casi todos los rincones de la isla con focos destacados en los lugares turísticos.

Constituyen un ejército clandestino integrado por jóvenes de ambos sexos, proxenetas, niños y pederastas. Todos empujados por la miseria impuesta y con un grado de enajenación nunca experimentado por las abuelitas de las actuales jineteras.

Obligados por el apartheid sufrido por los nacionales durante más de una década, los actuales practicantes de la prostitución se han visto obligados a llevar los clientes a sus hogares. Allí, ante la mirada ciega de sus padres, hermanos e hijos, obligados por la desesperación y esa lucha cotidiana por sobrevivir, muchas jineteras vendieron sus cuerpos para poder alimentar a la familia.

Cuba pudo haber sido el prostíbulo de Norteamérica como rezan las consignas de su época. Hoy, es el burdel de España, Francia, Italia, Canadá, México y otras naciones que acuden allí en busca de sexo barato, niñas, niños, homosexuales, pederastas y drogas.

Muchos de sus jóvenes se incorporan a ese ejército con otro objetivo bien distinto, encontrar un pasaje que los saque del paraíso de muchos e infierno de los nacionales. Este ha sido otro de los precios a pagar por los cubanos en esa alocada aventura llamada “revolución”.


…”Yo podría decir que los cubanos hemos tenido mala suerte, mala suerte porque todo ha salido mal y todo ha salido al revés desde que se descubrió la isla de Cuba”… Fidel Castro 15 de enero de 1959 en el Club Rotario…


¡Y la mala suerte aumentó con su llegada!



NUEVA PRENSA LIBRE.
Montreal..Canadá



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2008-05-26



xxxxxx


miércoles, 11 de marzo de 2020

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS


AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS





-¡Qué bolá, Pirindingo! ¿Qué onda? Andas perdido del barrio. Se sintió acorralado de pronto, Ñico apareció como un fantasma, no pudo detectar su presencia por culpa de aquella gruesa columna. Su mirada se desvió hacia el perro interpuesto entre ellos, había sido un poodle en sus buenos tiempos, pero de un tamaño exagerado para esa raza, decían que era un cruce con otro, aunque dominara la lana de aquel primero. No le prestó mucha importancia tampoco a ese detalle insignificante.


El animal olfateó una parte de la columna y se separó un poco de ella, pensaba. Se acercó nuevamente y levantó su pata izquierda trasera, dejó escapar dos chorritos solamente. Bajó la pata y se acercó nuevamente a la columna, olfateó otra vez y se retiró. Aquella acción había interrumpido a los dos viejos conocidos, ambos observaban como andaba con dificultad por los portales de la calle Montes, dobló a la derecha en Ángeles y ellos regresaron nuevamente al punto de partida.


-¡Nada, hermano! Recorriendo viejos parajes que hoy me resultan casi bíblicos. Por aquí anduvo el Señor antes de ser crucificado. Le respondió con voz pausada, serena, tranquila, dulce, celestial.


-¡Pérate, consorte! Dale suave, me vas a provocar un infarto. ¿De qué me estás hablando, aserecó? Terminando aquellas palabras, su vista recorrió de pies a cabeza la imagen de su amigo. Lo sorprendió aquella camisa abotonada hasta el mismo cuello, como queriendo estrangular su vena aorta, un poco inflamada. -¡Asere, estás cambiao! Se ve que ya no vives en el barrio, ¿qué te ha afectado tanto?


-¡Nada, Ñico! Solo mi encuentro con Dios, esa paz espiritual que disfrutan quienes viven en su reino.


-¡Qué bolón! ¿Permutaste pa Miramar? Tuviste que soltar un mazo, porque mi socio, no es fácil salir de este barrio.


-No, hermano, estoy viviendo en el Lawton.


-¡Oye! Están haciendo maravillas en ese barrio, porque con lo tralla que tú eras ni se te conoce. Te has superado bastante, hasta en el hablao, que es mucho decir. Mi ambia, ¿no tienes calor con esa camisa trancá hasta el gaznate? ¡La dura! ¿Dime en qué rumba andas?


-Soy embajador del Señor. Ñico se sobresaltó al escuchar la respuesta de su amigo y trató de mantener una distancia prudencial sobre su persona, como queriendo evitar cualquier tipo de contagio.


-¡Monina! Esa pincha no la agarra todo el mundo, debes estar muy bien identificado.


-Creo que no has comprendido muy bien, soy embajador de la palabra de Dios.


-¡Ñooo! Ahora sí creo en los milagros. Tú, Juan Pirindingo, viejo pinguero, chulo, traficante, jinetero, tumbador, gato, vago declarado y reincidente, ex convicto y desafecto. Tú, ¿embajador de la palabra de Dios? ¡Alabao sea el Señor, Orula, Yemayá, Changó y todos los babalawos! Ya lo veo, ya lo veo, ya lo veo… Se detuvo y buscó hacia todos lados en busca de apoyo, la gente pasaba indiferente al diálogo mantenido entre viejos conocidos. Cada uno andaba como zombis con sus jabitas colgando del hombro, como si se tratara de un apéndice del cuerpo humano. Nadie prestó atención a sus exageradas gesticulaciones, se llevó ambas manos a la cabeza.


-¡Los tiempos cambian, Ñico! Veo que siempre estás necesitado de asistencia espiritual. ¡Mira! Te voy a leer un pasaje bíblico que puede aliviarte el alma, vas a ver que ese mismo encuentro se puede producir contigo. Con movimientos parsimoniosos tomó un pequeño y grueso libro que cargaba bajo el sobaco y lo abrió en una página que tenía marcada con un pedazo de cartón color naranja. Ojeó buscando la parte que le interesaba y luego se escuchó aquella voz angelical que tanto había sorprendido a su amigo de infancia. -Mateo 25:35… Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; 36… Estuve desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí." 40… Y respondiendo el Rey les dirá: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis."... Hizo una pausa y observó el rostro de su amigo, éste se mantenía perplejo por lo que acababa de escuchar. - ¿Y? ¿No te resultan milagrosas esas palabras?


-¡No es fácil, no es fácil! Mateo nunca ha vivido aquí y si lo hizo era maceta, porque la dura, la verdadera, aquí nadie da ná y lo que te toca por la libreta no alcanza pa terminar el mes. Pinta a ver si encuentras un bebedero en toda la ciudad, ¡te mueres de sed, consorte! Eso es muela, truco. Si no tienes la visa no regresas, si no tienes parientes en la yuma, cero ropa para vestirte decentemente. Si te enfermas te jodiste, no hay medicina y han mandado a los médicos pa Venezuela. Y no te hablo del tanque, ¡asere, coño!, tú estuviste guardado igual que yo. Si te mandan pa otra provincia hay días de visitas que no llega nadie por falta de transporte, ni Dios, consorte. Pirindingo lo comprendía y no quiso presionarlo, le cedía tiempo. Le pasó la mano por encima del hombro y ese contacto corporal de viejos conocidos hacía más humano el encuentro. Regresó a su libro mágico y lo abrió en una página marcada por otro pedacito de cartón azulado, Ñico observaba con desconfianza aquellos calmados movimientos. Buscó nuevamente y leyó.


-Santiago 2:15… Si un hermano o una hermana están desnudos y les falta la comida diaria, 16… y alguno de vosotros les dice: "Id en paz, calentaos y saciaos", pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? 17… Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma… Iba a continuar leyendo y fue interrumpido bruscamente por Ñico.


-¿Hablas de Santiago? ¿Santiago el carnicero? ¿El marido de Pupa? ¡Consorte! Ese tipo es un descarao, parece mentira que te me bajes con esta trova fuera de pico. Es más, ahora mismo voy a cagarme en su madre. Ese tipo ha robao todo lo que le ha dao la gana, y no solo eso, tiene su harén de chamaquitas que pone a putear en la calle Cienfuegos. ¡Tampoco así, coño!, un poco de respeto pa los socios que luchamos en la calle. El tono de la voz fue un poco más elevado y los transeúntes no pudieron permanecer ajenos. Pirindingo le dio tres palmaditas en el hombro para calmarlo.


-No debes ir por Santiago, él es otra víctima de ese demonio que llevamos dentro.


-Que no hable mierda entonces y siga en su negocio tranquilo.


-Mira lo que dice el Romanos 13:13… Andemos decentemente, como de día; no con glotonerías y borracheras, ni en pecados sexuales y desenfrenos, ni en peleas y envidia. 14… Más bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para satisfacer los malos deseos de la carne. Deja tranquilo a Santiago y trata de iluminar tu alma.


-¡Pero eso es en Roma, Pirindingo! Aquí la rumba es diferente y el tiburón siempre se jama a la sardina.


-La palabra de Dios, solo ella nos salvará, no podemos continuar viviendo bajo el imperio del odio. Mira lo que dice el Romanos 12:10… Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.


-¡Ya ves que toda esa trova solo se puede aplicar en Italia! ¡Men, Roma es Roma y La Habana es otra cosa! No entro en esa.


-¿En esa, cuál, Ñiquito?


-En ese relajo, Consorte. ¿O no te llevaste el pase de los romanos?


-¿Cuál pase? Por Dios, libérate de tantos prejuicios y pensamientos enfermizos.


-Así que enfermo, ahora yo soy el podrido, ¿y los romanos? Asere, cómo se va a masticar eso de “Amarse los unos a los otros”, es más, no entro. ¡Coño! Nosotros nos conocemos desde chamaco pa'que vengas a plantearme esas cosas.


-¿De qué hablas, Ñico?


-¿De qué? De la talla esa de amarse los unos a los otros, conmigo no va esa. ¡Miraaa! Con la lengua que se mandan en este barrio. ¡Los unos con las otras, asere! No hay arreglo.


-Yo creo que tú no has comprendido muy bien. Pirindingo comenzó a sudar copiosamente y sus manos le temblaban. Su poder de convencimiento cedía terreno a la duda y temía una nueva recaída de su espíritu. -Pero mira, Ñiquito…

-¡Qué coño voy a mirar! Aterriza, asere, estamos en La Habana. Las universidades pa los revolucionarios, las calles de los revolucionarios. ¿Ya le diste güiro al asunto? Imagínate tú y como están las cosas, se bajen con la consigna de que los culos son también pa los revolucionarios. ¡No voy, Pirindingo! No entro en esa, sigue pinchando de embajador. ¡Déjame a mí! Yo me defiendo como pueda.


El mismo perro dobló nuevamente en Ángeles, lo hacía olfateando cada columna de aquellos asquerosos portales. Se detuvo junto a ellos y alzó su pata trasera derecha, dos chorritos escaparon desde las entrañas de su cuerpo. Unas muchachas pasaban a su lado en esos instantes, ambas llevaban colgadas unas jabitas en sus hombros y las mantenían aferradas a sus cuerpos como implantes efectuados en sus costillas, estaban vacías. Hablaban de la película anunciada para el sábado, una dijo tener sed, la otra manifestó hambre. Pirindingo tenía su camisa totalmente sudada, continuaba con el botón atrofiándole el cuello. Ñico se debatía en escandalosas discusiones con Mateo, Santiago y un ejército de romanos.


-Va y me busco algo, voy a darle taller a este asunto, Santiago es un cabrón de la calle y sabe mover sus puntos. Los romanos no son muy amplios a la hora de soltar el varo, pero nunca se sabe.


-¿Decías? Le Preguntó Pirindingo.


-Nada, solo pensaba. Ven acá, y en esa pincha de embajador que tienes, ¿no hay búsqueda, no hay tumbe?


-Tengo la garganta seca, ¿sabes si Margot continúa con su tirito clandestino?


-¡Sí, consorte! Como en los viejos tiempos, pero záfate el botón del cuello, van a pensar que eres policía. ¡Vamos a refrescar!









Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2008-01-24



xxxxxxxxxxx

jueves, 5 de marzo de 2020

EL TELEGRAMA


EL TELEGRAMA




Se escuchaba la pitada del cartero desde que comenzaba a repartir su aburrida carga en las primeras puertas de la cuadra, casi nunca tocaba en la nuestra. Había cambiado de silbato, el primero fue de aquellos tenían una bolita dentro y el sonido era intermitente. Todos los vecinos de la cuadra le preguntaban a su paso por la suerte de su antiguo instrumento, pudo ser un reflejo condicionado, actuábamos como los peces cuando se aproxima la hora de ofrecerles alimentos.

El cartero se detenía más tiempo del acostumbrado en cada puerta y ofrecía una explicación pausada, hablaba de aquel pito con mucha solemnidad y cariño. Se detuvo en la puerta de Juanita y habló sin parar durante varios minutos. Ella le preguntó por simple curiosidad, nadie en su casa recibía correspondencia, eran de los pocos negros que vivían en la cuadra. No tenían familia en los Estados Unidos y menos en otras provincias. Todos habían nacido en La Habana y perdieron contactos con sus raíces desde las guerras de independencia, no supieron cómo rayos llegaron sus tatarabuelos a este país, ni dónde trabajaron como esclavos.

La voz del cartero no podía ocultar ese timbre de dolor que delata toda la angustia del ser humano cuando ha perdido a un ser amado, su bolsa y silbato formaban parte de su cuerpo. No satisfecho con la explicación que daba en cada puerta, el cartero mostraba al relevo de su antiguo compañero y recibía con beneplácito todo tipo de condolencias.

-¡Suena mucho mejor que el anterior! Le expresó Juanita y su voz penetró por la ventana de mi cuarto que daba a su pasillo.


-¡Este es más bonito! Le contestó el cartero.

–Se parece a aquellos que usaba el guarda jurado en sus recorridos nocturnos por el barrio. Era la voz de Margot, ella vivía a tres puertas de la de Juanita. Se acercó empujada por ese bichito que pica a todas las comadres, nadie recordaba aquellos guardias pagados por los vecinos

–Sí, es más delgado y cómodo de transportar en el bolsillo, ocupa menos espacio, pero debo acostumbrarme a su sonido, y la gente también, no es lo mismo. Es un poco más exigente, o sea, requiere de más aire para lograr un sonido completo. Les dijo mientras sostenía al silbato entre los dedos y lo giraba ante sus ojos con mucha delicadeza.

-Ya eso es un verdadero contratiempo, porque como están las cosas hoy día y las dificultades que existen para desayunar, no creo que tengas suficientes energías para andar soplando por todo el barrio. El cartero era como las películas rusas, cuando menos lo esperabas aparecía el cartelito de konec.

Ese día sonó el silbato en la puerta de nuestra casa, mal augurio, mala noticia, pésima suerte, alguna tiñosa, nos trasmitimos esos pensamientos con una mirada. Teníamos parientes en el extranjero, pero ya los habíamos enterrados desde hacía muchos años, esa correspondencia nunca existió. Total, no tiene sentido que nos cuenten sobre sus viajes a Disney World o que nos manden fotografías al lado de un auto de último modelo. Poco nos importaban sus rostros sonrientes dentro de una piscina mientras el tío o el abuelo asaban carnes en una parrilla enorme con un baloncito de gas. ¿De qué nos serviría? Era mejor romper de cuajo y que no nos marcaran la biografía por tener relaciones con el enemigo. Ellos estaban allá y nosotros aquí, ellos estaban viviendo la dulce vida mientras nosotros nos sacrificábamos, nadie sabía en qué, pero ese era el alegato, ¿para qué escribirnos?

Olga se demoró varios minutos en recorrer la distancia que existe entre la cocina y la puerta de la calle, el cartero repitió su pitada, ahora más larga y con mucha fuerza. Cuando se detuvo el sonido, aspiró todo el aire posible para rellenar los espacios vacíos de sus pulmones, gritó un nombre que nadie entendió.

-¡Ya va, ya va! Gritó Olga por el pasillo. Parece mentira que estén ahí sentados y no le abran la puerta al cartero. Protestó cuando cruzaba la sala saltando las piernas extendidas de los muchachos, nadie le respondió y permanecieron concentrados en la pantalla del televisor, retransmitían cualquier cosa.

El cartero infundía miedo, era autoritario, casi un policía. ¿Y si no le abrimos y luego nos camina? Hay que abrirle por desgracia, nadie sabe, este país está lleno de chivatos. Hay que hacerlo, el muy cabrón puede reportar en la oficina de correos que no quisimos atenderlo. ¿Y si no es nada malo? Va y resulta ser una tarjeta de felicitación, ¡hay que abrirle, carajo! Pensó Armando en el baño mientras hacía sus necesidades y estrujaba las hojas de una revista, lo hacía frotándolas contra ellas mismas y el sonido seco de aquellas fricciones llegaba siempre hasta la sala. No debe ser eso, pensó nuevamente sin dejar de concentrarse en aquella importante operación, las tarjetas de felicitaciones no existen desde hace una pila de años, debe ser algo malo. ¿Por qué no acabarán de abrir? Esos muchachos son vagos, y con lo que se demora la vieja para llegar hasta la puerta.

Mercedes detuvo sus convulsivos movimientos con las pitadas del cartero, sobre ella jadeaba su marido, bueno, no un marido oficial. No existía ningún documento que lo acreditara como tal, tampoco aparecía su nombre en la libreta de abastecimiento y eso era mucho decir. Gloria tenía la molestia de solicitarle diariamente el RD-3, ella le prometía entregarlo a la mañana siguiente sabiendo que era mentira. José no abandonaría nunca la libreta de su casa, esperaba por la salida de su madre del país o se resignaba a resistir hasta el día final de su existencia, era la única manera de heredar aquella casa. Sobre su abdomen corrían gruesas gotas de sudor que le marcaban un trillo brillante hasta la espalda, la sábana estaba mojada a ambos lados de su cuerpo y despedían un olor acre, casi amargo, siempre que terminaban daba la impresión de que se habían orinado. Se colocaban a un lado de la cama y dejaban que el ventilador se encargara de secarla. Tampoco podían darse el lujo de estarla lavando diariamente, porque a diario sudaban, era la juventud. Puede ser la respuesta de la oficina de intereses, pensó mientras se mantenía inmóvil y seguía el rumbo de Olga por el ruido de sus chancletas. Todavía se va el cartero y tengo que empujarme nuevamente la cola, pensó mientras su respiración era jadeante.

-¿Por qué no le abren al cartero? Gritó Anita desde el lavadero que se encontraba en el patio. Va y se murió Pancho, puede ser un telegrama urgente, pensó mientras revolvía los culeros cagados de su hija con un palito barnizado que una vez perteneciera al corral. Los carteros no se molestan en traerte una carta normal, nadie escribe boberías, son aves de mal agüero que solo reparten telegramas con malos presagios, malas noticias, pensó sin recibir respuesta desde la sala. Para morirse solo hay que estar vivo y caer en desgracia o en un hospital del interior. ¡Pobre Pancho! Toda una vida sacrificada en la construcción de algo, ¿qué harán con su colección de medallitas y diplomas? Tan orgulloso que se las colgaba los días de fiesta, las camisas se le llenaron de huequitos de tantas pinchadas, el pobre, tal vez de su fallecimiento sea el telegrama. Se escuchó nuevamente la insistente y rabiosa pitada del cartero, luego dos toques fuertes en la puerta, como los que dan los propietarios de las casas cuando olvidan las llaves. Olga no acababa de llegar, no se apuraba, nadie le escribía desde hacía siglos, no recuerda cuando recibió la última carta.

¿Serán del Comité Militar? No es fácil estar guardado tres años en la mejor época de la juventud, y lo mal que me cae estar marchando. ¡1,2,3,4, comiendo mierda y rompiendo zapatos! Pasado mañana son los quince de Milagros y ya están montadas todas las coreografías. Tremendo hueco le haría a mi socia si me llevan para el Servicio, tendrán que eliminar una pareja, ya no hay tiempo ni tela para confeccionar otros vestidos. ¡1,2,3,4, comiendo mierda y rompiendo zapatos! Es duro, pensó Alberto sin despegar la vista del televisor. ¿Y si me declaro maricón? Eso lo ha hecho mucha gente y han escapado. Sí, pero algunos no han tenido mucha suerte y los han clavado en el campo, con el odio que le tengo al fango. Hay que buscar otra salida, pensaba mientras Armando Calderón narraba la Comedia Silente, ¡De truco, queridos amiguitos! Escuchó en ese momento y se concentró en aquellas imágenes borrosas en blanco y negro. Porque si me declaro pato puedo escapar, pero el cartelito no hay quien me lo quite de por vida, me dichabo ante los pollos del barrio. Tengo que mudarme y hacer una nueva vida, pero no puedo hacerlo, ¿para dónde voy? Mira la lucha que tiene Alfredo para lograr un apartamento, el pobre, se va a reventar. ¿Y el viejo? Ese va a ser el primero que me bote de la casa, voy a cagarle todo su historial revolucionario. No puedo salir del closet así como así, debo encontrar otra solución más aceptable. ¡Ya sé! Un certificado médico es lo perfecto, ¿quién correrá el riesgo? -¡Ya va! ¡Ya va! Gritó Olga y seguía protestando por la vagancia de los muchachos, ninguno recogía las piernas para permitirle pasar. Se detuvo junto al corral de las niñas y le extrajo una bola de pan de la boca a una de ellas.

Entrada de trompeta y algarabía del público como coro, imaginas ver entrar al artista en el escenario, ilustras su fama. Las trompetas van cediendo como si fueran vencidas por falta de viento, el piano se despierta por ese vacío inesperado. Su entrada es melodiosa, dulce, sus notas se comportan como un sedante y el público se calma, se impone el silencio, el artista canta. Las guitarras logran un efecto contrario y el público se manifiesta nuevamente, desea cantar también, aunque esté desafinado. Bulla, bulla, gritos histéricos… Cuando Pedro salió a su ventana, no sabía mi amor, no sabía, que la luz de esa clara mañana, era luz de su último día. Y las causas lo fueron cercando, cotidianas, invisibles, y el azar se le iba enredando, poderoso, invencible. ¡Eh, eh, eh, eh,eh,eh! Entrada burlona de trompeta… Escuchaba Julio aquella conocida melodía mientras se desplazaba a mitad de su cuadra, el silbato continuaba insistente a su espalda y apuraba su paso para no perder la guagua.

Gloria lo seguía con su vista de águila, podía escucharlo con los ojos de cederista distinguida, rapaz de almas, devoradora de ideas distintas, embajadora de la envidia. Lo odiaba, la odiaba, se odiaban. Un haz de desprecio pudo burlar sus pestañas, un escupitajo dirigido hacia el mismo pedazo de césped, y la tierra protestando por no sentirse culpable, y la hierba comenzaba a secarse de tantas bilis derramadas. La mirada de odio y el gesto de desprecio cotidiano, la jabita vacía apretada bajo el sobaco, la camisa sudada con el cuello negro y el estómago tratando de devorar sus paredes como cada día, como cada semana, como si fuera un castigo. El mal humor de cada hora borrando aquella alegría de su pubertad, y los sueños de una juventud perdida, marchitos entre marchas y discursos, y un solo objetivo latente en su mente de un azul intenso. Treinta y dos años de sueños volátiles esfumados sin poder trascender más allá de caprichos ajenos, palabras que sonaban cada instante aburridas, espacio cada vez más estrecho a ese deseo tan humano por ascender. Subir quizás un solo peldaño en esa escala tan dura de la vida, cambiar. Sonó nuevamente el silbato a su espalda mientras doblaba la esquina. Los muchachos comenzaron a protestar y uno de ellos le subió el volumen al televisor. ¡Ya va, cojones! Gritó Olga muy molesta y el cartero pudo escucharla a través de la puerta, se desinfló y aguardó en silencio.

Jorge saltó el muro del patio muy asustado, nunca pudieron adivinar cómo lo hacía, algunos de los familiares pensaron inscribirlo como deportista de salto sin garrocha. Algún truco utilizaba para vencer una pared con más de tres metros de altura. Pensaron los muchachos de la sala cuando vieron elevarse una sombra flaca por el muro repellado. Va y ese cabrón llega con el pretexto de un telegrama para luego echarme pa'lante, pensaba mientras ascendía. No se puede confiar en nadie, no se puede ser feliz, nunca se comprendió el significado de su felicidad. Jorge se escapaba para estar trancado en la casa, no tenía novia, amigos, dinero, ropa, gastaba su tiempo sentado en la sala, oculto de la mirada de los vecinos, fugitivo. Olga estaba cansada de suplicarle que se entregara, lo acompañaba hoy hasta la Unidad Militar y lo encontraba en la casa a su regreso. Un día lo trasladaron a Camagüey, se lo llevaron en tren, nunca arribó a su destino, era nuestro Papillón. Ofelia lo vio caer en el pasillo de su casa y no dijo nada, se hizo la ciega. Yo no espero correspondencia, pensó Jorge mientras se escondía detrás de un tanque de agua.

Se escuchó el cerrojo de la puerta, el recorrido angustioso de un viejo pestillo. ¡No sé para qué cierran tanto! Protestó Olga mientras tiraba de la puerta y ella rozaba con las losas del piso. Tuvo que usar las dos manos para forzarla a que abriera un poco más, los muchachos protestaron cuando entró claridad a la sala y afectó las imágenes en la pantalla del televisor ruso. ¡De truco, queridos amiguitos! Repitió Armando Calderón en otra parte de la comedia y todos callaron nuevamente.

-¿Tienes un pito nuevo? Le preguntó Olga al cartero.

-Sí, lo acabo de estrenar. Le respondió.

-Pues debes avisarle a todos los vecinos, ya estábamos acostumbrados al viejo. Este de ahora suena como los que usan los amoladores de tijeras. Le dijo mientras el cartero le mostraba orgulloso su nuevo instrumento.

-Pero lo amoladores no usaban pitos, ¿cómo era que se llamaban esos instrumentos?

-¿Una filarmónica?

-¡No, mujer! Aquel instrumento lo usan mucho en la música de Suramérica, son varios tubitos de diferentes tamaños pegados uno al lado de otro. Es una versión de la antigua Zampoña que nosotros conocemos como armónica. Le aclaró el cartero.

-¿Tas hablando en ruso? Primera vez que escucho ese nombre. Le respondió Olga.

-No te preocupes, estás justificada.

-¿Qué tienes para nosotros aparte del sonido que estrenas con el nuevo pito?

-Un telegrama, ¿puedes regalarme un vaso de agua? Buscaba entre el mazo de sobres sostenido en su mano izquierda mientras Olga regresaba nuevamente hasta la cocina.

-¡Mete todo en el bolso nuevamente! Le dijo muy asustada Alelí a su amiga Candelaria, ese cabrón va a pedir permiso para pasar al baño también, seguro anda en algo.

-¿Tú crees? Sin doblarlo lo fue guardando todo, medias, íntimas, pasta de diente, cigarrillos, un pomo de champú, dos pañuelos de cabeza y un pomito de bijol.

-¡Claro! Buscan cualquier cosa para estar chismeando y luego comunicarlo.

-¿Con hielo o de la pila? Se escuchó la voz de Olga desde la cocina y los niños protestaron.

-¡Cualquiera me viene bien! Le contestó el cartero y lo mandaron a callar desde la sala.

-¡Me vengo, me vengo, ya no puedo aguantar! Se escuchó detrás de la puerta del cuarto próximo a la cocina y Olga lo pudo oír.

-¿Para quién es el telegrama? Preguntó Armando desde el baño sin dejar de frotar las hojas de papel.

-¡No se sabe aún! Respondió su madre.

-¡Carajo, como se sufre en este país de mierda! ¿No pudo decirlo antes de antojarse del agua?

- ¡Ay, me vengo!

-Pues acaba de hacerlo, no resisto este calor.

-¿Se habrá muerto Pancho? ¡Ooolga! ¿No sabes si el telegrama es para mí?

-¡No lo sé! Se escuchó otro grito desde la cocina.

-¡Mija! ¿Cuándo le llevará el agua tu madre? Tengo que salir con las mercancías, me están esperando. ¡De truco, queridos amiguitos! Se escuchó por el televisor nuevamente y daba la impresión de que Armando Calderón se encontraba medio borracho, repitió la misma expresión muchas veces.

-¡Acaba de llevarle el agua a ese tipo! Va y es una citación del Comité Militar, hace falta avisarle con tiempo a Milagros.

-¡No jodan más! Hubieran levantado el fondillo. Respondió molesta la vieja mientras arrastraba las chancletas por el infinito pasillo hasta la puerta de entrada. Los muchachos no se molestaron en recoger las piernas y tuvo que irlas saltando como en una carrera con obstáculos. Miró al corral y las niñas se encontraban entretenidas. Le entregó el vaso de agua al cartero y éste le dio el telegrama. Desde su balcón Gloria seguía vigilante a todas las maniobras que se producían en aquella puerta, el cartero partió y sonó el silbato en la puerta vecina.

-¡El telegrama es para Julio! Gritó Olga.

-¡Dámela ahora!

-¡Tómala!

-¡Dámela! Se escuchó la caída de un cuerpo en el pasillo del patio.

-¡Tómala, mamacita! Descargaron el inodoro en ese instante.

-¡Dámela, papichuli!

-¡Hay niños en la sala! Protestó Anita desde el patio. ¡1,2,3,4, comiendo mierda y rompiendo zapatos!

Anita lo esperaba siempre en el mismo lugar, con el mismo gesto en el rostro, despeinada, su cara grasienta y empercudida. Con el mismo olor rancio que borra la atracción salvaje por la carne femenina. En el rústico corral peleaban su hija y sobrina por otro mendrugo de pan. El azar las había colocado allí, la falta de un condón tal vez, pero allí se encontraban inocentes y hoy no se embarraban de mierda como hacían antes, el día de ayer o antier.

Fue directo al refrigerador y sacó una tartarita de hielo sin hablar, sin decir buenas tardes, o buenas noches, o buenos días tal vez. Pocas cosas se decían para evitar contratiempos, era preferible no hablar en tiempos tan contrarios. En la cocina se preparó un vaso de agua con azúcar y lo batió con energía. Luego, ese criollo cóctel separó las paredes contraídas de sus tripas y sintió algo de alivio. Se sentó junto al corral y observaba a las niñas jugar enlodadas de inocencia mientras dejaba reposar su mal humor, el genio de cada día.

Le pidió con desgano a su mujer que le calentara un poco de agua para bañarse. Ya ella se había adelantado, aquella orden diaria la había domado como a cualquier animal. La siguió con el rabillo del ojo mientras se desplazaba por el pasillo, trataba de descubrir aquellos encantos que un día lo arrastraran hacia esa aventura. La aventura de casarse y encontrarse embarcado con dos fiñes en una trampa sin salida. Se puso a calcular y había perdido la cuenta de los días o semanas que llevaba sin verla desnuda. Iba olvidando la imagen de aquel cuerpo y los pocos encuentros sexuales se convertían en verdaderos tormentos. Gemidos y sollozos reprimidos, peor aún, amar al tacto, buscar ese cálido huequito entre sábanas, pijamas, blumer. ¿Y el calor? Esperar por último en acostarse y el sobresalto del primer despertador en pleno acto. ¿Amar? Eso era templar en el peor de los casos, como lo hace cualquier animal. Envidiaba a los gallos, ¡a los gallos no!, se vienen muy rápido, pensaba mientras se refrescaba y observaba a las niñas dentro del corral jugando ajenas, perdidas en el paraíso de sus mentes. Desgraciadas, pensó mientras su mujer le avisaba que tenía el baño listo, debía aprovechar antes de que llegaran los otros del trabajo.

Con una latica mojó su cuerpo, no podía darse el lujo de gastar más de tres antes de enjabonarse, el resto del cubo era para enjuagarse. La bañadera se encontraba a un tercio de su capacidad y nunca se garantizaba que entrara el agua en su día. Mientras se lavaba la cabeza, detuvo su atención en el moho que brotaba de las uniones de los azulejos, avanzaban desde el piso y cada semana ganaban territorio, una invasión de líneas negras que se portaban como cualquier ejército. Buen trofeo, pensó y luego comprendió que gastaba muchas horas del día pensando en mierdas sin importancia. Hay mierdas importantes, las hay, respondió su enfermizo pensamiento, ¡basta de pensar!

Ese día la cena era la misma de ayer, María protestaba tratando de justificarse, él trataba de comprenderla, perdonarla por un pecado ajeno, él protestaba también. -¿Cómo quieres los huevos? ¿Fritos, tortilla, hervidos, revoltillo? ¿La tortilla de vuelta y vuelta? Mañana quedaron en conseguirme unos plátanos maduros para hacerte una tortilla de platanito, ya sabes, la papa y la cebolla están perdidas.

-¿Con qué? Preguntó Pedro sabiendo que recibiría la misma respuesta aburrida. ¡Con arroz! Arroz a secas, esa era la respuesta esperada. No cuadran hervidos, ni en tortillas, ni en revoltillo, es muy seco, pensó en fracción de segundos. -¡Fritos! Contestó de mala gana, casi le gritó, tal vez esa sea la causa de mi estreñimiento, pensó nuevamente. Ella no quiso molestarlo, le ahorraba penas mientras comía, todos se encontraban en la sala viendo la novela, él la miraba con el rabillo del ojo.

-Hoy te llegó un telegrama. Le dijo Anita cuando vio que el plato se encontraba vacío.

-¿Un telegrama? Le preguntó con desgano, como esperando un mal presagio.

-¡Sí! Le respondió y lo puso sobre la mesa. Juan lo tomó con mano temblorosa y sacó el papel blanco amarillento de su interior. Su primera observación se dirigió al remitente, después recorrió su nombre y toda la dirección del destinatario tratando de buscar un error, no lo había. “Debe presentarse en el departamento de Cuadros de la Empresa, usted ha sido seleccionado para cumplir una misión internacionalista”. Fue todo el texto que terminó con saludos revolucionarios, no dijo nada y se dirigió al cuarto.

¿Por qué, yo? ¿Qué mal le habré hecho a Dios? Pensó mirando al techo mientras su hija trataba de dormirse en la cuna. ¿Y si digo que no? ¿Y si digo que sí? ¿Y si no digo una cosa o la otra? Pero aquí no se aceptan términos medios, estás o no estás. Porque si digo que no, puedo perder la pincha y marcarme, pero si digo que sí, puedo perder la vida. ¿Y si me declaro maricón? Eso no lo va a creer nadie, tengo que morirme hombre, aunque no quiera, estoy acorralado.

El mar se tiñe con un manto de plata cuando la calma es chicha y no sopla el viento. El horizonte se funde con el cielo y viajas hacia el infinito, flotas en el universo y solo despiertas cuando un pez volador sale disparado desde la nada y planea despavorido en un vuelo hacia ninguna parte. Cae y lo observas despegar nuevamente, detrás, una gaviota se lanza en picada y el pez se sumerge nuevamente. El ave se levanta defraudada, el pez salta en el aire otra vez y ella no le presta atención. Juan observa la salida del sol y trata de orientarse. Se para sobre la balsa y dirige su brazo derecho hacia él, mira al frente y piensa, hacia allá queda el norte. El norte revuelto y brutal, pensó y escuchó a alguien definirlo de esa manera. No recuerda si fue en la casa o en la parada de una guagua, alguien lo dijo y escuchó el silbato del cartero.

Las olas adornan un gran cake y las gaviotas son angelitos, las estrellas son lunares y el sol un gran queso. Pasan los días y sueña con selvas africanas, el pecho lleno de medallas como el de su suegro, se arrepiente de aquellos falsos pensamientos y escucha nuevamente el silbato del cartero. ¿No pudo el hijpoputa tirar el telegrama a la basura? ¿Qué tiempo debo esperar para regresar de nuevo? ¿Y si digo que no? ¿Y si digo que sí? ¿Y si me consigo un certificado médico? ¿Y si me declaro maricón? Nadie me creerá, tengo que morirme hombre.

-¿No hay telegramas para nosotros? Le pregunta diariamente Anita al cartero.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2008-06-10


xxxxxxxxxxxx


lunes, 2 de marzo de 2020

AEROPUERTO MIAMI. (MIA)


AEROPUERTO MIAMI. (MIA)




En 1994 fue la primera vez que visité a Miami, ya había estado en New York y New Jersey. Por la cercanía a Montreal y excelentes servicios de autobuses, además de las diferencias en los precios, preferí hacerlo siempre en guaguas. Recuerdo que en esos años viajaba con un “Travel Document” que se extiende para refugiados políticos, es una especie de pasaporte provisional. Para obtenerlo se requiere tener la residencia permanente y se debe sacar visa para ingresar a la mayoría de los países que se desea visitar. En el caso de los Estados Unidos me la otorgaron la primera vez por 10 años, antes de transcurrido ese tiempo yo me haría ciudadano canadiense.

Fue un viaje cargado de emociones, no solo visitaría a familiares que no veía desde 1959 por razones obvias, conocería a muchos de ellos nacidos del lado de acá. Ellos conocerían al primer primo cubano en arribar a Miami, razones por la que la emoción era compartida. Me encontraría de paso con amigos de los años que fuimos separados por razones políticas, y lo principal, compartiría con mi abuela paterna, la vieja más simpática y jodedora que he conocido. La ultima vez que nos vimos ocurrió en 1959, yo era un niño y aun permanencia en la Casa de Beneficencia. Solo voy a resumirles aquel viaje, fue espectacular y narrarlo consumiría el espacio de otra historia.

Después de aquella visita regresé a Miami todos los años, varios de ellos en dos oportunidades. Unas veces por simples paseos y otras por romances, también para escapar un poco del crudo invierno. Para esos tiempos me había despojado de aquellos residuos de temores que, viajan con uno desde Cuba aunque no seas miedoso o cobarde. Digamos que me habían crecido las espuelas necesarias para reclamar mis derechos, defecto que padecen muchos de los nuestros viviendo del lado de acá por décadas. Vivir en Canadá me devolvió algo que me habían robado desde la infancia, ya tenia voz y rostro propio, además de unos derechos casi desconocidos y dispuesto a defender.

Mientras permaneces en cualquier aeropuerto del mundo suceden situaciones inesperadas, agradables unas y otras no tanto. Después del acontecimiento del 911 se marcó un cambio definitivo en el comportamiento de esos lugares y se extremaron las medidas de seguridad, yo lo aplaudo. Solo que esta situación exige algo más de paciencia, comprensión y colaboración de los pasajeros. El aeropuerto de Miami no fue una excepción, es uno de los de mayor trafico de pasajeros en USA y el momento que se vive desde entonces lo exige. Desde que llego a ese aeropuerto y recojo mi maleta, la primera reacción es buscar donde tomarme un delicioso café cubano para salir a la sauna o incubadora exterior a sonarme un cigarro. No sé si a otras personas le sucederá lo mismo, pero viendo la cantidad de compatriotas nuestros trabajando allí, su forma peculiar de hablar sin dejar de gesticular, su andar y otras tonterías, recibes la impresión de arribar a una provincia cubana.

¡Bueno, a lo que iba! Ya les dije que bien podían ocurrir situaciones agradables o contrarias en cualquier aeropuerto y desafortunadamente viví algunas de ellas en Miami. Correrían los finales de la década de los 90 y nos encontrábamos en pleno invierno, viajé para esperar el fin de año con mi familia, algo frio para ellos y fresquito para mí. Pasadas las fiestas y llegado el momento de regresar, una vez en el buró de la compañía donde tenia reservado el pasaje, le extiendo mi pasaporte al empleado. Era un tipo bajo de estatura, trigueño y de indudable origen latino, detalle confirmado por el solapín que llevaba colgado en uno de sus bolsillos y donde exhibía el apellido Meléndez. No recuerdo si me saludó o no, con mucho aire de superioridad lo tomó y comenzó a buscar en el ordenador.

-Usted no tiene reservado boleto. Así, sin mas explicaciones, a rajatabla y en inglés.

-Pues debe buscar bien, porque bastante caro que pagué el vuelo. No mentía, durante los fines de año el precio de esos vuelos se multiplicaba y a veces superaba el doble de su valor. En ese caso específico yo había pagado mas de $700.00 dólares cuando en tiempos muertos había volado en ambas direcciones por menos de $300.00. Sigue el tipo buscando en el ordenador o fingiendo que lo hacía.

-¿Usted voló en esta compañía para acá? ¿En cuál fecha?

-Si, volé en esta compañía el pasado día 20 de Diciembre. Todo este diálogo se fue desarrollando en inglés y ambos sabíamos que hablábamos español por nuestros acentos y apellidos. Volvió a meter los dedos en la computadora y ya se me estaba acabando la gasolina. Sabia perfectamente de los trucos usados por algunas compañías aéreas cuando por error cometen overbooking y no saben cómo darle solución al problema.

-Pues fíjese que no, señor Esteban, usted no aparece como haber arribado en nuestros aviones ese día. Ya, me llenó la cachimba.

-¡Fíjate, Meléndez! Esta vez le respondí en perfecto español, tan perfecto, que no ocultaba mi encojonamiento y él pudo darse cuenta inmediatamente.  ¡Vamos a hablar claro y en nuestro idioma! ¿Me has visto cara de zonzo con tontera o de comemierda? Yo no pude llegar ese día porque el vuelo de esta puta compañía salió con dos horas de retraso y arribó a Miami posterior a las doce de la noche que, si no me equivoco, pertenece al siguiente día. Tampoco pienses que soy estúpido, solo se necesita ingresar mi nombre o número del pasaporte en el ordenador para darte la información exacta. Ya me encontraba a punto de reventar y el tipo fue borrando su prepotencia o aires de superioridad.

-¡Permítame buscar nuevamente! Volvió a meter sus garras en el ordenador y me dirigió esta vez la mirada.  -Tiene razón, don Esteban, es cierto que aparece como arribado el día 21. ¡Mire, vamos a hacer una cosa! Como usted no aparece en las reservaciones del día de hoy, yo lo voy a transferir a otro vuelo que hará escala en Atlanta y de allí tomará uno directico a Montreal. Saliendo de acá a las 14:00 Pm y con esa escala, arribará a Montreal a las 23:00 Pm. ¿Qué le parece?

-¡Ven acá, compadre! ¿Además de cara de tonto, también me viste porte de maricón? ¡Mira, ya te dije que pagué bien caro por este vuelo! Toma el teléfono y llama a tu Boss inmediatamente. Dile que me vaya buscando hospedaje en el hotel del aeropuerto hasta que encuentren el viaje por el que yo he pagado. ¡Vas a venirme tú con un vuelo de escala para callarme la boca! Te equivocaste, Meléndez, ni tonto, ni maricón. ¿Entendiste? Llegó el Boss y media hora mas tarde yo abordaba un avión de Air Canadá con vuelo directo a Montreal.

Otro de esos viajes a Miami fui a acompañar a unas amistades que viajarían a Cuba, todavía no había llegado el despelote de Miguelón Obama. Era muy sencillo identificar la cola del vuelo hacia la isla, ya saben cómo son los nuestros, aquellas cadenotas de oro con sus medallones de Cachita, el viejo Lázaro, Barbarita y los menos con un Jesusito crucificado en una cruz que por su peso el hombre no podía cargar. Ya deben imaginar la extravagante vestimenta y eso que cuando aquello no existían los reguetoneros, muy bien pudieron ser la inspiración de esa moda. ¡Oh! Se me olvidaban los dientes de oro y los sombreros.

-¡Caminen, caminen, avancen! Coño, aquella tipa lo decía con una autoridad y despotismo que ya había borrado de mi memoria. Allí iban cubriendo los espacios mansamente, corderamente, perrunamente. Todos empujando sus carritos abarrotados de enormes chorizos con regalitos para abuelita, mamá, hijitos, hermanos, sobrinita que cumple 15 años y hasta para la antigua queridita. Silencio total mientras aquella puta miliciana los maltrataba, humillaba y los trataba como si se encontrara en La Habana. ¡Carajo! Ya yo había dado varios viajes y no estaba acostumbrado a esas escenas tan inusuales, monté un empingue que ustedes no pueden imaginar. ¿Dónde cojones habíamos perdido aquel don de macho con el que nos premiara la naturaleza? Mucho, demasiado silencio, unos se entretenían en vender su turno en la cola como si vivieran aun en la isla, eso era todo. Lo jodido de esta situación es que los cubanos saben perfectamente que todas esas agencias de viajes, envíos de paquetes, dinero y tramitación de pasaportes, todas trabajan para el gobierno cubano y puede considerarse a cualquiera de sus trabajadores un “agentón” en potencia. Eso lo saben hasta mis nietos nacidos del lado de acá, pero todos callan. Muchas protestas por esto y lo otro, mientras esas sucursales de la seguridad del estado permanecen intocables. Ese día Salí envenenado de ese aeropuerto de Miami y pensé encontrarme en el de La Habana.

Esta vez el avión se desprendió del gusano por donde lo habíamos abordado, sentimos cuando se cerraron las compuertas de sus bodegas y unos minutos después comenzamos a ser empujados de marcha atrás. A una distancia de cincuenta metros nos regresan nuevamente a posición inicial y explican algo a los pasajeros, no recuerdo las razones del repentino retorno. En esa misma posición nos mantuvieron sentados durante cuarenta y cinco minutos, yo contaba el tiempo que transcurría y mi imaginaria llegada al aeropuerto donde haría escala para abordar otro vuelo hacia Montreal. Ese viaje se habían disparado los precios de los pasajes y me incliné por el ahorro sin importarme la demora.

Otra vez empujaron al avión de marcha atrás, todo parecía indicar que la situación presentada se había resuelto, aun tenía tiempo para tomar el siguiente vuelo en Washington. A unos cincuenta metros de la posición original nos regresaron de nuevo y esta vez nos informaron que debido a problemas debíamos esperar unas dos horas en el aeropuerto. Ya no abrigaba esperanza alguna de hacer esa transferencia a tiempo y para serles sincero, me apendejé y no quise tomar ese vuelo.

-Señorita, llame a su Boss y dígale que con esta demora ya pierdo mi conexión hacia Montreal. Esto me trae como consecuencias la pérdida de un tren que yo debía tomar hacia mi pueblo y lamentablemente no tengo familia en esa ciudad. Dígale que me busque hospedaje en el hotel del aeropuerto hasta que aparezca un vuelo similar al que yo pagué.

-¡Pero mire, señor! Podemos buscarle una solución que no sea la de hospedarse, por ejemplo…

-¡Mire! Yo le recomiendo que llame a su Boss y no asuma la responsabilidad por algo que usted no es culpable. De paso dígale que yo en estos momentos estoy presa del pánico por esas dos veces que han regresado al avión y no voy a volar en él. No la había dejado terminar de hablar y cuando escuchó mis argumentos llamó a su jefe sin demora.

-Señor Esteban, le hemos resuelto un vuelo directo a Montreal por el mismo precio, debe apurarse porque sale dentro de una hora. ¿Tiene equipaje en la barriga del avión?

-Si, tengo una maleta.

-No se preocupe, vamos a ordenar que la saquen inmediatamente y la lleven para el otro avión.

-¡Muchas gracias, señorita! Es usted muy amable.

-¡Que tenga un buen viaje! Coño, que fácil me salió todo, Salí en vuelo directo y llegué antes del tiempo previsto. Claro, hace mucho tiempo que sucedieron esas imprevistas y desagradables situaciones. Después del 911 te pones con mucha monería en un aeropuerto y tal vez te caigan a patadas por el culo.

-Pinga, cojones, hijos de puta, estafadores, singaos, ¡yo lo que quiero es que me devuelvan el dinero! Así pude escucharlo por los videos colgados en Facebook, con todas sus letras y hasta faltas ortográficas. Como lo trasmiten en la televisión española, porque malas o buenas, ellas forman parte de nuestro idioma y no se come tanta mierda como en América. Luego pasaron esos videos por el noticiero de “Bollo Manso Tevé” y todas esas palabras folclóricas fueron sustituidas por pitidos. Coño, daba la impresión de estar al frente de un volante en un semáforo de Hialeah con una berraca deteniendo el tráfico con la verde puesta por estar mandando un mensaje de texto. ¡Mis maletas! Suplicaba una viejita llorosa mientras se soplaba los mocos con pañuelitos marca Kleenex que había comprado en ¡Ño, que barato! Pobrecita, me partió el alma.

Ver aquella manifestación de rebeldía frente a un mostrador del aeropuerto de Miami me llenó de esperanzas e ilusiones. ¡Al fin, cojones! Cuba será libre dentro de poco, me dije muy entusiasmado, nosotros somos descendientes de los mambises y ya era hora de despertar. Me embriagaron esos aires de libertad y no pude dormir. Bueno, realmente no se si fue por esa causa o los tres tragos dobles de Bacardí dorado que me soné para festejarlo. Toda la noche escuché el eco de aquellas patrióticas palabras; ¡Pinga, cojones, hijos de puta, estafadores, singaos! ¡Devuélvanme la plata!

Que desilusión, solo tres días después vuelven a compartir otro video desde el aeropuerto de La Habana y coincidieron en la transmisión de este el que pasaron por el noticiero de “Bollo Manso Tevé”. No hubo necesidad de edición o pitidos, parecía uno de aquellos capítulos de “La Comedia Silente”. ¡Nada, ni un puto coñito! Allí estaban aquellos guapos de las cadenotas y medallonas con Cachita, el viejo Lázaro, Barbarita y Jesusito en una cruz mas chiquita. Todos muy calladitos y disciplinados, muy educados, como acabados de graduar en el ISA (Instituto Superior de Arte) Gran metamorfosis se experimenta en pocos días, pensé y se me salieron los mocos. Y hablando de esto, allí estaba la misma viejita llorosa y sin pañuelitos marca Kleenex para soplárselo.

Bueno, pasan por Facebook y el mismo noticiero aquel video que se hizo viral. Fue una mujer la que se atrevió a filmarlo y lo narraba en susurros; ¡Llevamos cuatro horas varados en el aeropuerto José Martí a punto de deshidratarnos, no hay aire acondicionado y tampoco agua fría para beber, nadie nos explica las razones de esta demora y los que más lo están sufriendo son los viejitos, todo lo decía muy bajito y me vi obligado a subir al máximo el volumen del televisor, ¡observen!; Es ahí cuando enfocan a la infeliz viejita de los pañuelitos Kleneex sudando por galones y pasándose la mano por la frente. ¿Y los guapos, donde está esa esperanza de Cuba? Casi grité desesperado sin recibir respuesta.

Yo, que he vencido batallas importantes, la papera, el sarampión, la varicela, piojos, cuatro amenazas de embolia por estar comiendo mierdas después de comer. ¡Yo, coño! Que estoy padeciendo la natural hipocondría que sufren todos los putos viejos en la tierra y que abrigué todas esperanzas de regresar a ese bayú un día antes de morir para joder un poquito. Vaya, para gritar en medio de la Plaza de La Catedral; ¡Viva Otaola, nuestro próximo Presidente! Coño, esos pendejos me han obligado a meterme la lengua en el culo y soportar como buen macho este frio de mierda que se pasa en Canadá.


Ya lo dijo aquel gran filósofo cubano llamado Armando Calderón; “El respeto al derecho de la fiana es la paz”



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2020-03-02.


xxxxxxxxxxxxx


Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...