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miércoles, 5 de febrero de 2020

EL PAN FRANCÉS


EL PAN FRANCÉS




Vivir durante más de una veintena de años en una ciudad de cultura “francesa”, me dota con la posibilidad de detectar cuando quieran venderte gato por liebre, eso pienso. Haber sido hijo de una mujer cuyos últimos años de su vida los gastó en la panadería “Toyo”, me regaló el privilegio de disfrutar el mejor pan cubano producido en la isla. No hablo del que sale al mostrador, me refiero al elaborado por los panaderos para sus hogares. Tampoco me detengo en el terrible PE que tanto ha afectado la humanidad del cubano, ¡uf!, debo aclarar, PE significa “Período Especial” y no me voy a demorar en este punto.

No quisiera hablar del “Pan Francés” que se produce en Miami e ignorar injustamente a nuestro compatriota el “Pan Cubano”. Es como si me dedicara a describir la historia de aquel grande Louis de Funes y lanzara por la borda a nuestro carismático Enrique Santiesteban, no es justo. Nuestro pan es duro y amargo, pero es nuestro pan.

Creo, y espero me disculpen las nuevas generaciones de los nuestros, hace muchos años dejaron de comer “Pan Cubano” (si es que alguna vez en sus vidas lo probaron) y difícilmente lo harán ahora, me atrevo a afirmar. ¿Lograrán degustarlo en Miami o en cualquier otra ciudad del mundo? No ocurrirá, lo aseguro, todos aquellos viejos panaderos han muerto y los hijos no tienen ninguna intención en heredar este viejo oficio.

Es un problema de matemáticas también y éstas no fallan. Comiencen a sumar o restar años desde que ese personaje de la cultura cubana fuera incluido dentro de nuestra Constitución, esta vez me refiero a la “Libreta de Racionamiento”. Nada, ninguna ley o decreto ha sido tan efectiva para controlar nuestras vidas como esa puta libretica.

He pasado por infinidad de panaderías y mercados de esta ciudad, cada uno de ellos te vende una “versión libre” de ese producto que fuera tan popular en la isla de mi juventud. ¿Saben una cosa? No he encontrado nada tan parecido al ICRT en Miami que no fuera una cabrona panadería. Todos los panes que producen son “versiones libres”, como las aventuras de “El Zorro, La Máscara de Hierro o los Tres Mosqueteros Cederistas”. La misma mierda.

Siento verdadera pena por nuestro compatriota el “Pan Cubano”, es sumamente gordo, fofo, cargado de aire (tal parece que fue elaborado en una ponchera). Cuando te dispones a cortarlo horizontalmente con la intención de meterle algo dentro, no encuentras nada, no hay masa, solo aire. Después, ese puto “Pan Cubano” hace gala de un miedo terrible ante la presencia del cuchillo, se caga, se desmorona, descascara, encuera totalmente como si participara en una fiesta de percheros. Te quedas sin nada en las manos aun estando fresco, no quieras conocer sus reacciones al día siguiente, es como si recibieran una citación de la PNR. No he visto pan más pendejo que éste en toda mi vida.

¡Si mi madre viviera! Con lo mal hablada que era la vieja y lo orgullosa que llegaba cada mañana con sus tres flautas metidas en aquella jabita hechas con telas de sacos. Las jabitas de los panaderos eran especiales, las elaboraban con las telas de los sacos de harina de trigo, eran blaaaancos, blanquitos. Bueno, con esas telas se confeccionaron tantas prendas, hasta calzoncillos.

Una de esas panaderías que visito en Miami, vende “Pan Cubano Especial” los fines de semana, es una barra que supera en eslora a la nave mencionada, algo más dorada y brillante. ¡Coño, no sé por qué! Cuando mencionan “Cubano Especial”, retornan a mi mente las palabras “vanguardias o militantes. ¡Qué manera de martillarme los güevos! Cualquiera que posea una neurona viva, sobreviviente de los días laborables, puede percatarse que le dieron un brochazo de grasa, razón suficiente para aumentarle el precio.

Esta aberración de nuestro pan las ha sufrido nuestro aguerrido tamal, que de cubano no tiene un solo pelo. No quiero incursionar en la privacidad del infeliz “sándwich cubano”, que de nuestro no tiene nada. Gracias a Dios no han podido asesinar al pastelito de guayaba, porque el de carne, ni hablar. ¡Infelices Moros y Cristianos que he comprado por ahí! ¡Me detengo! La gente de Miami me puede preparar una emboscada, no todos. Solo hablo de los últimos que han arribado a esta finca con edificios, autos, semáforos con camaritas, comida sin libreta y celulares para “textear” a la velocidad que te convenga, regreso al pan francés.

Es para cagarse de la risa con tal de no ofender a los panaderos, increíble. No escapa nadie, ni las mejores cadenas de mercados yanquis que existen en esta preciosa ciudad, donde comprar es un placer. El I.C.R.T. (Instituto Cubano de Radio y Televisión) es un niño bobo o perfecto comemierda estudiando en las mejores universidades norteamericanas. Los panaderos de Miami son ricos en cuanto a “versiones libres” del “Pan Francés” se trata. Nunca había visto tantas en tan poco espacio, cada panadería o mercado te lo presenta con un criterio muy personal o particular. Existen versiones cubanas, norteamericanas, mexicanas, hondureñas, argentinas, peruanas, italianas, asiáticas y para ponernos a tono con los tiempos, van apareciendo las venezolanas. Los precios son diferentes también y se identifican con el producto. Hay que tener en cuenta si ese “Pan Francés” es suave, crujiente, dorado, brillante o mate, con ajonjolí o no. Con buenos días o mala cara (que después hablaré de este tema en Miami)

Lo cierto en todo este tema, es que hay algo innegable, Miami produce un “Pan Francés” similar al que yo compraba en oportunidades en Montreal, solo de vez en cuando, no es santo de mi devoción. Allá siempre me incliné por el pan belga, ha sido en años el que se acomoda a mis caprichos de consumidor.

Aquí en Miami hacen un buen pan francés, pero solo lo identifican con un nombre, me refiero al “Baguette”. Ese es el verdadero pan francés, todo lo demás es bobería y malas versiones libres. Cada vez que visito una panadería, cuando lo pido pregunto; ¿Este pan francés es de Francia o de Miami? Las empleadas me responden de diferente manera, ninguna conoce en realidad ese pan. Si son cubanas las pongo en un aprieto cuando les pregunto por el “Pan Cubano”, tampoco lo conocieron tal y como era. Para ellas es lo mismo, no pueden distinguir entre francés, belga, polaco, italiano, cubano o el pan de boniato que les vendieron durante el P.E. ¡Coño! Esta vez espero no se ofendan los furibundos defensores de Miami. Esta ciudad es adorable, pero no es perfecta.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2013-10-04


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