YO LE COCINÉ A ISSAC DELGADO
Digamos que no lo hice a título personal, digamos que
se contrató la comida de su orquesta en mi restaurante, digamos que se
reservaron unas mesas un sábado, el día más ocupado de la semana. Así fue
aquella reservación realizada por la “señora” Anays, propietaria o gerente
de la agencia de viajes “Multidestinos”. Agencia con una amplia estela de descrédito entre los cubanos residentes en Montreal por los constantes faltantes de artículos en paquetes enviados hacia la isla.
Fue una reservación donde primó el regateo usurero de
quién insiste en ahorrar algo, hablemos de una situación anormal en cualquier
negocio cuando se mencionan cifras tan ridículas. Hagamos referencia a un escenario
desconocido por muchos, bien sufridas en mi caso de marino. Digamos
encontrarnos en presencia de un “tumbe” que pudiera resultar insignificante
para muchos, pero muy importante para el que viva en la isla y salga al
extranjero a luchar unos fulas.
Ese día la complací, no solo a ella, consideré que
estaba colaborando con los muchachos de la orquesta. Cubanos, al fin y al cabo,
pocas diferencias tienen para mí si viven aquí o allá. Hablamos de cubanos y yo
pasé muchas veces por esas circunstancias embarazosas donde, debes dividir los
centavos ganados entre los blúmeres de tu mujer o las vitaminas de tu abuela.
Creí inocentemente que actuaba de la manera más
humana concebida entre cubanos que habitaban en latitudes tan distintas y
posiblemente con ideologías tan dispares. Ellos, músicos que representaban a la
isla, aunque no se manifestaran políticamente. Yo, un cubano que residía fuera
de aquella isla y que representaba un sentimiento opuesto al sistema, un simple
comerciante, si así desean interpretarlo.
Anays reservó unas veinte plazas ese sábado y me vi
obligado a rechazar a muchos clientes que se presentaron sin reservaciones e
incluso, no aceptar las que se solicitaron por llamadas telefónicas. Próximo a
la hora y ante la ausencia de los músicos, llamé a la señora Anays para
solicitarle una explicación y ponerla al tanto de las pérdidas que me estaba
provocando. Ella solo alcanzó a decirme que el avión no había llegado a
Montreal por dificultades a la salida desde La Habana. Le respondí algo
alterado, ¿cómo era posible realizara una reservación por personas que se
encontraban ausentes del país?
No les he mencionado el menú en detalles, consistía
en un plato cuyo valor pactado fue de siete dólares canadienses. Incluía pollo
frito, moros y cristianos, ensalada y un refresco. Si multiplicamos siete por
veinte veremos que la suma total era de ciento cuarenta dólares, cifra que
cómodamente yo podía recaudar en tres mesitas de dos personas, precio por el
cual es casi imposible comer en un Mc Donald.
Inmediatamente comencé a vender las plazas, pero
había algo pendiente, la comida de la orquesta había estado lista para la hora
acordada. De acuerdo con las manifestaciones de esa señora, ellos partirían
desde el restaurante directo al local donde debían actuar.
Alrededor de las once de la noche, la mencionada
señora me llamó para preguntar si le podía enviar la comida al lugar de
actuación y mi respuesta fue negativa. Solicitó un plato diferente para Isaac
alegando que por problemas religiosos no podía consumir pollo. Se le envió
cerdo asado o un bistec de res, no puedo recordar exactamente.
El concierto de Isaac comenzó cerca de la una y media
de la madrugada, lo recuerdo porque mis empleados habían comprado las entradas
y llegaron a tiempo para asistir. Fue realizado en lo que fuera una piscina y
la totalidad del público no alcanzaron a las doscientas personas. Ellos
pudieron observar cuando muchas personas reclamaban lo pagado y se retiraban
agotados por permanecer tantas horas parados. Incluso, hubo que devolver el
dinero de las entradas vendidas para un concierto que debió realizarse el día
anterior.
En resumen, lo recaudado en aquel concierto no
alcanzaba para pagar el vuelo de la orquesta desde La Habana a Montreal, pero
ya saben ustedes, Cubana de Aviación es propiedad de Liborio y Liborio paga. La
orquesta partió al día siguiente hacia la isla en medio del silencio de la
prensa y población, hablamos entonces de un fracaso total.
Vayamos por parte, una artista de fama mundial como
Madonna o un grupo archiconocido como los Rollings Stones, desarrollan una
campaña propagandística con meses de antelación a sus conciertos para vender
sus entradas. ¿Quién conocía a Isaac Delgado en Montreal? Solamente los
cubanos, las mujeres de los cubanos y quienes lo hayan visto actuar en los
festivales de jazz realizados anualmente en esta ciudad.
La promoción realizada antes de su actuación en esta ciudad
se limitó a dos o tres anuncios en un periodicucho comercial nombrado “El
Chasqui” y que solo llega a una pequeña parte de la comunidad latina. O sea, no
existió voluntad alguna de promoverlo en el mercado canadiense, ni tiempo
suficiente para hacerlo dentro de la comunidad hispana. Podemos afirmar sin
temor a equivocarnos que, las pérdidas producidas en esa aventura no eran
preocupantes para sus promotores. Nos encontramos hablando de gastos por
conceptos de viaje, hospedaje, alimentación, alquiler del local, licencias,
equipos de seguridad, pagos de artistas, transportación, seguros, impuestos,
etc. O sea, hablamos de una agencia con poderes económicos suficientes para
enfrentar esas pérdidas, pero la realidad es otra, Anays no posee un magnífico
historial crediticio y debe pagar cash los pasajes que vende (Esto no me lo conto nadie, para sacar un pasaje con destino a Miami, solo fue posible pagándolo cash). ¿De dónde sale la
plata para enfrentar esas pérdidas y quién se encuentra detrás de esa agencia?
Caben miles de preguntas y aumentan cuando se sabe perfectamente que el marido
de Anays, un hombre de origen argentino y de nombre Gonzalo, ocupa una de las
gerencias de Cubana de Aviación en Montreal. ¿No les parece que hay gatos
encerrados? ¿De dónde sale la plata para costear el viaje de otras orquestas
después de ese fracaso? No hay nada mas parecido a una lavandería que ese negocio mantenido por ella en aquellos tiempos y no donde precisamente se lava ropa.
La historia trata de repetirse con la visita de “La
Charanga Habanera” y en esta oportunidad, la señora Anays llama a mi hijo a su
celular solicitando unos servicios similares a los que ella pidió para la
orquesta de Isaac. Mi respuesta fue una negación rotunda, le manifesté que se
llevara a la orquesta para un Mc Donald y los tuviera en ese local hasta el
momento de la actuación por los siete dólares insistidos. Mi respuesta no tuvo
orígenes en los sentimientos o ideología anticastrista, regresé a mi pasado y
le expliqué a mi hijo cómo se movían las fichas en este juego de ajedrez. Le
dije; esos muchachos tienen una dieta que se les debe pagar diariamente por
concepto de alimentación, no tengo ideas de cuál será la cifra actual, pero
detrás del regateo de esa mujer, se esconde el “tumbe” del que siempre han
lucrado todos los representantes cubanos en el extranjero. Yo no participo en
esa cabronada y espero que tú no te prestes para eso. Mi hijo comprendió
inmediatamente y le canceló todas las esperanzas de tumbar a esos artistas con
nuestros servicios.
Los muchachos de La Charanga Habanera cayeron por
nuestro restaurante y sin que nadie me lo solicitara les ofrecí precios
especiales. Uno de esos días, la señora Anays los invitó a comer en la calle y
ellos le manifestaron que deseaban comer en el restaurante cubano. Ella les
dijo que en Montreal no había restaurante cubano alguno, pero su mentira perdió
valor cuando varios de ellos manifestaron haber comido en nuestro local.
Durante el tiempo que estuvieron en la ciudad, los
charangueros disfrutaron de nuestra comida y trato cordial. Nunca, cumpliendo
una norma de la casa, se estableció diálogo político alguno. Por el local han
pasado varios artistas cubanos y siempre se ha mantenido el mismo protocolo,
todo el que entra por nuestra puerta es un cliente y debemos respetarlo, poco
nos importa su ideología. Eso sí, nunca estaremos de acuerdo en explotar a
ningún cubano, ni de aquí, ni de allá. Cada grupo cubano viaja con su chivato,
no hace mucha falta conocerlos, chivatos abundan por aquí y mi deber es
alertarlos.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2007-06-25
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