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viernes, 15 de noviembre de 2019

YO LE COCINÉ A ISSAC DELGADO


YO LE COCINÉ A ISSAC DELGADO





Digamos que no lo hice a título personal, digamos que se contrató la comida de su orquesta en mi restaurante, digamos que se reservaron unas mesas un sábado, el día más ocupado de la semana. Así fue aquella reservación realizada por la “señora” Anaís, propietaria o gerente de la agencia de viajes “Multidestinos”. Agencia con una amplia estela de descrédito entre los cubanos residentes en Montreal por los constantes faltantes de artículos en paquetes enviados hacia la isla.

Fue una reservación donde primó el regateo usurero de quién insiste en ahorrar algo, hablemos de una situación anormal en cualquier negocio cuando se mencionan cifras tan ridículas. Hagamos referencia a un escenario desconocido por muchos, bien sufridas en mi caso de marino. Digamos encontrarnos en presencia de un “tumbe” que pudiera resultar insignificante para muchos, pero muy importante para el que viva en la isla y salga al extranjero a luchar unos fulas.

Ese día la complací, no solo a ella, consideré que estaba colaborando con los muchachos de la orquesta. Cubanos, al fin y al cabo, pocas diferencias tienen para mí si viven aquí o allá. Hablamos de cubanos y yo pasé muchas veces por esas circunstancias embarazosas donde, debes dividir los centavos ganados entre los blumes de tu mujer o las vitaminas de tu abuela.

Creí inocentemente que actuaba de la manera más humana concebida entre cubanos que habitaban en latitudes tan distintas y posiblemente con ideologías tan dispares. Ellos, músicos que representaban a la isla, aunque no se manifestaran políticamente. Yo, un cubano que residía fuera de aquella isla y que representaba un sentimiento opuesto al sistema, un simple comerciante, si así desean interpretarlo.

Anaís reservó unas veinte plazas ese sábado y me vi obligado a rechazar a muchos clientes que se presentaron sin reservaciones e incluso, no aceptar las que se solicitaron por llamadas telefónicas. Próximo a la hora y ante la ausencia de los músicos, llamé a la señora Anaís para solicitarle una explicación y ponerla al tanto de las pérdidas que me estaba provocando. Ella solo alcanzó a decirme que el avión no había llegado a Montreal por dificultades a la salida desde La Habana. Le respondí algo alterado, ¿cómo era posible realizara una reservación por personas que se encontraban ausentes del país?

No les he mencionado el menú en detalles, consistía en un plato cuyo valor pactado fue de siete dólares canadienses. Incluía pollo frito, moros y cristianos, ensalada y un refresco. Si multiplicamos siete por veinte veremos que la suma total era de ciento cuarenta dólares, cifra que cómodamente yo podía recaudar en tres mesitas de dos personas, precio por el cual es casi imposible comer en un Mc Donald.

Inmediatamente comencé a vender las plazas, pero había algo pendiente, la comida de la orquesta había estado lista para la hora acordada. De acuerdo con las manifestaciones de esa señora, ellos partirían desde el restaurante directo al local donde debían actuar.

Alrededor de las once de la noche, la mencionada señora me llamó para preguntar si le podía enviar la comida al lugar de actuación y mi respuesta fue negativa. Solicitó un plato diferente para Isaac alegando que por problemas religiosos no podía consumir pollo. Se le envió cerdo asado o un bistec de res, no puedo recordar exactamente.

El concierto de Isaac comenzó cerca de la una y media de la madrugada, lo recuerdo porque mis empleados habían comprado las entradas y llegaron a tiempo para asistir. Fue realizado en lo que fuera una piscina y la totalidad del público no alcanzaron a las doscientas personas. Ellos pudieron observar cuando muchas personas reclamaban lo pagado y se retiraban agotados por permanecer tantas horas parados. Incluso, hubo que devolver el dinero de las entradas vendidas para un concierto que debió realizarse el día anterior.

En resumen, lo recaudado en aquel concierto no alcanzaba para pagar el vuelo de la orquesta desde La Habana a Montreal, pero ya saben ustedes, Cubana de Aviación es propiedad de Liborio y Liborio paga. La orquesta partió al día siguiente hacia la isla en medio del silencio de la prensa y población, hablamos entonces de un fracaso total.

Vayamos por parte, una artista de fama mundial como Madonna o un grupo archiconocido como los Rollings Stones, desarrollan una campaña propagandística con meses de antelación a sus conciertos para vender sus entradas. ¿Quién conocía a Isaac Delgado en Montreal? Solamente los cubanos, las mujeres de los cubanos y quienes lo hayan visto actuar en los festivales de jazz realizados anualmente en esta ciudad.

La promoción realizada antes de su actuación en esta ciudad se limitó a dos o tres anuncios en un periodicucho comercial nombrado “El Chasqui” y que solo llega a una pequeña parte de la comunidad latina. O sea, no existió voluntad alguna de promoverlo en el mercado canadiense, ni tiempo suficiente para hacerlo dentro de la comunidad hispana. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que, las pérdidas producidas en esa aventura no eran preocupantes para sus promotores. Nos encontramos hablando de gastos por conceptos de viaje, hospedaje, alimentación, alquiler del local, licencias, equipos de seguridad, pagos de artistas, transportación, seguros, impuestos, etc. O sea, hablamos de una agencia con poderes económicos suficientes para enfrentar esas pérdidas, pero la realidad es otra, Anaís no posee un magnífico historial crediticio y debe pagar cash los pasajes que vende. ¿De dónde sale la plata para enfrentar esas pérdidas y quién se encuentra detrás de esa agencia? Caben miles de preguntas y aumentan cuando se sabe perfectamente que el marido de Anais, un hombre de origen argentino y de nombre Gonzalo, ocupa una de las gerencias de Cubana de Aviación en Montreal. ¿No les parece que hay gatos encerrados? ¿De dónde sale la plata para costear el viaje de otras orquestas después de ese fracaso?

La historia trata de repetirse con la visita de “La Charanga Habanera” y en esta oportunidad, la señora Anaís llama a mi hijo a su celular solicitando unos servicios similares a los que ella pidió para la orquesta de Isaac. Mi respuesta fue una negación rotunda, le manifesté que se llevara a la orquesta para un Mc Donald y los tuviera en ese local hasta el momento de la actuación por los siete dólares insistidos. Mi respuesta no tuvo orígenes en los sentimientos o ideología anticastrista, regresé a mi pasado y le expliqué a mi hijo cómo se movían las fichas en este juego de ajedrez. Le dije; esos muchachos tienen una dieta que se les debe pagar diariamente por concepto de alimentación, no tengo ideas de cuál será la cifra actual, pero detrás del regateo de esa mujer, se esconde el “tumbe” del que siempre han lucrado todos los representantes cubanos en el extranjero. Yo no participo en esa cabronada y espero que tú no te prestes para eso. Mi hijo comprendió inmediatamente y le canceló todas las esperanzas de tumbar a esos artistas con nuestros servicios.

Los muchachos de La Charanga Habanera cayeron por nuestro restaurante y sin que nadie me lo solicitara les ofrecí precios especiales. Uno de esos días, la señora Anaís los invitó a comer en la calle y ellos le manifestaron que deseaban comer en el restaurante cubano. Ella les dijo que en Montreal no había restaurante cubano alguno, pero su mentira perdió valor cuando varios de ellos manifestaron haber comido en nuestro local.

Durante el tiempo que estuvieron en la ciudad, los charangueros disfrutaron de nuestra comida y trato cordial. Nunca, cumpliendo una norma de la casa, se estableció diálogo político alguno. Por el local han pasado varios artistas cubanos y siempre se ha mantenido el mismo protocolo, todo el que entra por nuestra puerta es un cliente y debemos respetarlo, poco nos importa su ideología. Eso sí, nunca estaremos de acuerdo en explotar a ningún cubano, ni de aquí, ni de allá. Cada grupo cubano viaja con su chivato, no hace mucha falta conocerlos, chivatos abundan por aquí y mi deber es alertarlos.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2007-06-25


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