DE SIBERIA A LAS TUNDRAS
DE CANADÁ
La práctica de neo esclavitud desarrollada por el
régimen de Castro data de varias décadas. Unas veces realizadas de manera
independiente, y otras, en franca complicidad con sus socios extranjeros, actuales
inversores dentro del territorio cubano y principales interesados en
mantener la parálisis
política y social que se
experimenta en la isla por más
de cuatro décadas.
La exportación de esclavos cubanos durante la
existencia del bloque comunista, fue realizada en esa dirección durante muchos
años y de nadie fue un secreto. Para el manso cubano de a pie, esta no dejaba de ser una
misión por cumplir en nombre del explotado “internacionalismo proletario”. Sin
embargo, hubo jóvenes que se dieron cuenta del papel de esclavo que estaban desarrollando
y llegaron a comentarlo. Pongamos como ejemplo aquellos muchachos que partieron
como supuestos estudiantes a la desaparecida República Democrática Alemana y
que una vez en aquel país, fueron destinados a laborar en factorías.
Entre ellos me encontré con varios que realizaban sus
trabajos en una fábrica de ventanas, solo que en medio de sus desilusiones eran
algo felices, eran unos esclavos contentos. Escapaban de los rigores de una
libreta de abastecimiento, aprendían un idioma, y como era de esperar, luego de
apretarse el cinturón hasta el último huequito, economizaban con un solo
propósito, llevar una moto MZ para Cuba. Este detalle los ubicaba muy por
encima de los niveles de vida de la población en general, condición que los
convertía en superiores a sus vecinos. Esa actitud ha sido casi generalizada
dentro de nuestra población hasta convertirse en una especie de nueva
disciplina. La ostentación, hoy llamada especulación por casi toda nuestra
población, es un arma utilizada por el cubano en esa competencia que existe
entre vecinos por tratar de sobresalir allí, donde solo existen dos clases
sociales a saber, los que ostentan el poder, y los que fueron condenados a la
miseria.
Aquellos muchachos eran felices aun sabiendo que los
explotaban, pero podían considerarse afortunados o “privilegiados”, como solían
decirles a todos los seleccionados a cumplir esas extrañas misiones, máximo,
cuando eran jóvenes arrancados de pequeños pueblos donde no existían esperanzas
de progresar. Entonces, el cubano vio en esas salidas al exterior una
posibilidad de prosperar en algo y distinguirse de sus compatriotas. Artículos
tan simples como los efectos electrodomésticos, fueron signos distintivos
dentro de esa comunidad que hace solo unos meses tuvo su primer contacto con
“ollitas arroceras”. La tenencia de una moto donde sacar a pasear a la jevita,
te elevaba una categoría muy superior.
De igual forma salieron cubanos a cortar madera en
Siberia, no debe ser muy fácil para una persona habituada a vivir en los
trópicos lograr adaptarse a las rigurosas condiciones climatológicas de aquella
región rusa. Existía algo muy cierto en aquellos momentos, los alemanes
“democráticos” no deseaban realizar muchos trabajos. Razones que empujó a su
régimen a la importación de mano de obra barata, procedente generalmente de
Asia, África y Cuba. Y les aclaro, nada de esto me lo contaron, yo pude
compartir con aquellos seres en mis frecuentes viajes a ese país. Los rusos tampoco
estaban interesados en abandonar sus
ciudades para dedicarse a las rudísimas labores que se desarrollaban en la
Siberia.
Otras formas de explotación y exportación de esclavos
cubanos se han experimentado durante esas cuatro décadas de “revolución”. Yo
pertenecí a ese ejército laborioso y mal pagado, mientras el estado se
embolsaba el fruto de mi sudor. Cobra límites inconcebibles ese trato que hoy
se experimenta dentro de la isla con la anuencia del gobierno cubano y su
complicidad con inescrupulosos capitalistas de varios países, donde la
participación española es la más destacada. Los estilos aplicados son muy
variados actualmente, hablemos de médicos cambiados por petróleo, profesionales
de diferentes ramas contratados por salarios miserables, marinos alquilados a
compañías extranjeras, artistas que viajan al exterior y reciben una dieta que
no satisface las necesidades de un día, etc., y etc.
-Puro, ¿de qué parte de Cuba eres? ¡Me pones otro
Mojito! ¿Cómo llegaste a Canadá? ¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí? ¡Me pones
otro Mojito! Corría uno de esos días donde no tienes muchos deseos de escuchar
a nadie y menos aún ser sometido a ráfagas de preguntas, pero se debe ser muy
paciente cuando tu trabajo está relacionado con el público. En una de esas vueltas
por el interior de la barra detuve la mirada en su rostro y comprobé que era su
primera visita al restaurante, no me resultó familiar desde que me pidiera el
primer Mojito y se lo tomara como si se tratara de una limonada.
-No eres de por acá o llevas poco tiempo en Montreal,
¿verdad? Además, creo que debes beber un poco mas despacio para que no asustes
al hígado.
-Realmente no soy de acá, viajar hasta aquí me ha
costado un huevo y tienes razón con lo del consumo de los Mojitos, puede ser la
ansiedad que padezco.
-No solo eso, llevas mas de una hora hablando sin
parar y créeme, tienes suficiente poder para volver loco a cualquiera. ¡Bebe
con calma y afloja un poco!
-¡Coño, Puro, no me pidas que calle! Llevo mas de un
año sin poder hablar español y he llegado hasta aquí porque los encontré el
Internet. Ustedes son el único negocio cubano que existe en esta ciudad y estaba
loco por visitarlos.
-¿Cómo es eso de que llevas mas de un año sin poder
hablar español? ¿Dónde rayos estas viviendo?
-¡Ni yo mismo lo sé! Creo que vivo en el culo del
mundo, después de ese sitio no existe mas nada, está cercano a la Bahía de
Hudson.
-¡Ño, primera vez que escucho a un cubano decir eso! ¿Cómo
se te ocurrió meterte a esa vida, animal? Porque imagino no exista civilización en
ese punto tan lejano. ¿En qué parte de Cuba vivías?
-¡Puro, yo no soy tan berraco! ¿Cómo crees que voy a
salir de la isla para plantar en medio de una tribu de indios salvajes? Yo soy
de Santa Marta, un pueblecito cercano a Varadero.
-Yo sé donde queda Santa Marta, lo visité una vez que
mi barco estuvo en Cárdenas, no me has dicho como fuiste a parar en ese punto. ¿Qué
tienen que ver esos “indios salvajes” en tu drama? Aparte de todo, ¿cómo fue
que llegaste hasta allí?
-¡Nada, pura casualidad! Resulta que luché mi jeva en
la playa de Varadero como es usual y me casé con ella para escapar, ya sabes,
como hace todo el mundo. Puro, la jeva es doctora, pero me ocultó que estaba
haciendo una especie de servicio social en aquella tribu.
-¡Chama, la jeva tiene mas calle que tú! ¿Qué edad
tiene?
-No es vieja, solo tiene veinticinco años.
-¡Ño, te jodio! De verdad que has pagado bien cara tu
visa. Lo mas jodido de todo tu problema es que no puedes separarte de ella como
han hecho una pila de chamas que visitan el restaurante. ¡Te jodiste, men!
Cambiaron la ley y si la abandonas te pueden devolver a la isla.
-¡Ni que Dios lo quiera! Prefiero vivir con esos
indios salvajes que regresar al infierno de donde salí.
-No me has aclarado la razón por la cual los tratas
con cierto desprecio, como si fueran verdaderamente salvajes. ¿Cómo viven, dónde trabajan, cómo son tus relaciones con
ellos?
-Viven en lo que fuera una mina de hierro que fue
cerrada y les entregaron las casas a las tribus que vivían cercanas. No hay
carreteras para llegar hasta ese sitio y en un caso de urgencia la ambulancia
es una avioneta.
-¿En que trabajan?
-¡No pinchan, papá! Los que hacen algo solo se
dedican a la pesca o la caza. El resto del tiempo se lo pasan bebiendo, fumando
mariguana o cayéndole a golpes a las indias. ¡Para de contar! No hay donde
pinchar y viven de los subsidios del gobierno.
-¡Ño, que Dios se apiade de ti! ¡Cojones, que mala
suerte tú tienes! Ya te digo, eres el único cubano al que le ha sucedido eso.
Por aquí pasó un negrito de las Minas de Matahambre que para escapar tuvo que
casarse con un tronco de gorda que no imaginas y hasta ese momento había sido el precio mas
caro pagado por una visa, pero tu caso lo ha superado. ¡Mira! Habla todo lo que
te salga de los cojones para que sueltes todas esas palabras reprimidas durante
más de un año.
-¡Puro, dame otro Mojito!
-¡Tranquilo, te voy a preparar un Mojón!
-Puro, ¿qué es eso?
-¡Un Mojito Triple! Esa ansiedad no se calma con esas
limonaditas. Antes de irse le pregunté el nombre del pueblo donde se encontraba viviendo con los indios y me obligó a consultar en Wikipedia. El pueblo como tal existe y le otorgaron la calificación de ciudad hace muchos años. Es de suponer que con el paso de estos años aquel pueblecito se haya transformado o crecido.
La semana pasaba visitó el restaurante un hombre de
origen Naskapi, la curiosidad condujo sus pasos hasta nuestro local en su viaje
turístico a Montreal. Durante una amena conversación con aquel hombre, me hizo
parte de la historia de su región de origen y me sentí cautivado al escuchar
páginas de esa historia que corresponden a un inmenso país llamado Canadá y del
cual me siento muy orgulloso de ser ciudadano. Viene de una pequeña villa
llamada Schefferville y que se encuentra al borde del paralelo 55 norte. Me
dijo que aquella villa correspondió a una antigua mina de hierro cerrada por el
año 1982 definitivamente, luego de una gran recesión económica y la pérdida de
interés por el hierro en el mercado mundial. Manifestó aquella persona que,
como resultaba más costosa la demolición de todas las viviendas construidas por
la compañía minera, las mismas fueron vendidas al gobierno por el precio de un
dólar. Muchos se demolieron, pero otras fueron dejadas en pie y entregadas a
indios Montañeses y Naskapis, cuyas reservas se encontraban en las
proximidades.
La historia es muy larga y me desviaría del tema
central, razón por la cual me limitaré a pequeños aspectos actuales, según me
contará aquel hombre. El pasaje de ida y regreso hasta Montreal le costó $1 800
dólares, no pude contener mi exclamación de asombro, teniendo en cuenta el
costo de un pasaje Montreal-Miami en su época más cara. No hay acceso por
carretera, creo recordar que me dijo la existencia de un ferrocarril con viajes
semanales hasta un punto que no me llega a la memoria. La ambulancia es un
avión y en la villa existe un médico y una enfermera para prestar los primeros
auxilios. La gente espera el vuelo que arriba con frutas frescas y verduras con
mucha ansiedad cada semana. La gente se dedica generalmente a la pesca y caza
del Caribú al no existir otras actividades productivas. En invierno, los
termómetros bajan con facilidad los límites de 40 grados centígrados bajo cero,
etc., etc. Y un millón de etcéteras que harían dificilísima la vida de
cualquier persona nacida en los trópicos dentro de aquella región.
Cuando le pregunto el origen de su curiosidad por
nuestro restaurante viniendo desde tan lejos, el hombre comenzó a relatarme una
historia que nada tiene que ver con su región y descendencia, algo con lo cual
él no simpatizaba. Dijo aquel indio que, desde hace un tiempo y del cual no me
ofreció detalles precisos. En la zona se encuentran trabajando cuatro cubanos
de la isla, al parecer, existen intensiones de reabrir nuevamente aquella
anciana mina. Dice el hombre que aquellos cubanos trabajan diez horas diarias y
que son verdaderamente laboriosos. Se dedican a barrenar en diferentes partes
de la región para tomar muestras que luego son enviadas a un laboratorio. Al
preguntarle por las razones de su desacuerdo, el hombre me dijo que él había
realizado ese trabajo por un salario de $30.00 dólares la hora, y que a los
cubanos los tienen trabajando todo ese tiempo por $15.00 dólares al día. Vale
destacar que ellos no pagan renta ni alimentación, pero con el pago del salario
justo, no resultaría difícil mantenerse por sus propios medios, cuando la renta
en aquel lugar es más baja que en otras regiones de Canadá, aunque la
alimentación resulta un poco. más cara. Escuchar aquella narración me hizo
retroceder en el tiempo y solidarizarme con el indio sin que mediara solicitud
de su parte. Creo que llegó al lugar indicado y en el momento justo.
Como ciudadano de este país desde hace quince años,
conociendo que la discriminación está prohibida por la ley y que en este país
no se toleran manifestaciones de esclavitud o neo esclavitud con sus
ciudadanos. Conociendo que existen leyes que regulan la contratación de
extranjeros para trabajar en este país, y sintiendo como propios, cualquier
tipo de abuso que se cometa en contra de personas que desconocen lo
anteriormente mencionado. Envío copia de este artículo a la Fundación Cubano
Canadiense para que realice la denuncia de este hecho que atenta en contra de
la dignidad humana y que se realiza dentro del territorio canadiense por parte
de compañías de este país y el gobierno cubano.
Estoy plenamente convencido de que la reacción de
esos compatriotas será negativa ante esta demanda, pero los que escapamos de un
régimen esclavista, no podemos permitir que se practique la esclavitud en los
territorios donde alcancemos nuestra libertad.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal Canadá.
2006-09-18
xxxxxxxx
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