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domingo, 14 de noviembre de 2021

ANGOLA: LA MUERTE INNECESARIA

 

ANGOLA: LA MUERTE INNECESARIA

 


Todavía no comprendo el origen de aquel macabro capricho de quien hoy reposa su tenebroso sueño dentro de un cenicero. Resulta inexplicable, menos aún comprensible, aquella enfermiza adicción por las tetas de una vaca, los mililitros de leche de un toro y sus extravagantes cálculos en televisión sobre las infelices bestias a las que pensaba inseminar. El mas grave de todos sus experimentos los realizó con nosotros, por ahí abundan bastantes ejemplares con los nefastos resultados, reducidas nuestras inteligencias a niveles inferiores del poseído por vacas y toros. Tal vez por esos fracasos y aquellas incompresibles explicaciones donde cruzaba los genes de un negro con una negra y daba rojo. Cruzaba los de un rojo con una rubia y daba negro. Cruzaba los de un rojo con otro rojo y no se sabia que coño salía, creo que era mierda o un militante obediente e irracional. Discúlpenme, es que no se comprendía muy bien su explicación tan científica y me predispuso.

Lo cierto fue que nos transformó de la noche a la mañana en los animalitos más útiles y obedientes de su gigantesco laboratorio privado. Luego, por cualquier mierda nos castigaba, tuvo que ser, porque aquella sombría y despreciable orden suya de mantener los restos humanos de nuestros hermanos enterrados en Angola hasta que le saliera de sus cojones, pudo deberse a los fiascos que sufrió durante sus ensayos. ¡Que tronco de hijoputa! ¿Cuántas madres, esposas, hijos, hermanos, queridas y putas, los tuvieron que llorar en silencio tragándose sus lágrimas y amarguras? ¿Cuántos? Nunca podrán responder exponiendo una cifra exacta. No podrán hacerlo por los siglos de los siglos, amén. ¿Saben por qué? Porque el tipo era un cabrón, el más inteligente de todos los hijoputas parido en nuestra tierra. ¿Qué hizo? Cuando le salió de sus reverendísimos güevos, trajo unas cajitas de contenido dudoso con nombres y apellidos. Los repartió por toda la isla, provincias, municipios y barrios como si se tratara de regalitos de Navidad. ¡Lloren ahora, coño, que yo los autorizo! A llorar que se perdió el tete. ¡Pobre gente, miserable generación castrada! Hasta para llorar por lo que no se sabe lo que era, debíamos estar autorizados. ¿Alguien pudo contarlos? ¡Por supuesto que no! No existía internet y los pocos que tenían cámaras debían tener mucho cuidado hacia donde dirigían sus lentes. ¡Click, clik, clik! ¿Dónde coño los revelaban? ¡He ahí la grandeza de ese hijo de puta que duerme sus sepulcrales diabluras en un cenicero allá en Santa Ifigenia! Para mas ofensa, muy cerca del apóstol colocaron su meteorito. Simplemente resultaba imposible contar aquellos supuestos mártires, ni la CIA con todos sus satélites pudo descifrar ese secreto. ¡Era un cabrón, era un cabrón! Fíjense si lo era, que hasta el seboruco realizan peregrinaciones para llorarlo, ponerle flores y pedirles alguna bendición. ¡Ojalá que no falte petróleo en el infierno!

¡Oh, oh, oh! ¡Ojo que todos los muertos no son iguales, ni los mártires tampoco! Yo estuve, junto a Manolito Balsa y uno de los hermanos De La Guardia, (ya les expliqué por qué andaba con él). Bueno, yo estaba presente cuando sacaron los restos del General Diaz Argüelles en Luanda. Por cierto, lo sacaron de un buen panteón para repatriarlo a Cuba. Eso ocurrió en el año 1978, ¿se han preguntado cuándo llevaron al resto de los cubanos para Cuba? No hace falta, su familia deseaba llorarlo en la isla y el propietario de todos aquellos cadáveres lo autorizó. No solo el panteón era bueno, el sarcófago era también de excelente calidad, tanto, que se había conservado como si fuera nuevo. ¿Y los demás muertos? ¿Para que me preguntan si cientos de nuestra gente conoce la respuesta? Visité varios cementerios en Luanda y el de Catumbela, nuestros infelices descansaban generalmente en tumbas cubiertas de tierra con una cruz de madera numerada como si se tratara de una suma matemática. Ese numerito era el mismo que estuvo grabado en la rustica chapilla que me dieron antes de partir para aquel país.

Cuenta la leyenda, probablemente con la intención de fabricar un mito, los restos de Argüelles no se habían descompuesto y se conservaban momificados. Alegaron los rumores, pudo deberse a la alta concentración de salitre en las tierras de aquel cementerio. Algo difícil de dar credibilidad porque como dije, estaba en un panteón sin contacto directo con la tierra. Si eso fuera posible de acuerdo con esa leyenda que pretendía mistificarlo, los despojos de los cubanos enterrados directamente en la tierra se hubieran conservado mucho mejor. Todo tiene su justificación en ese enorme laboratorio con forma de archipiélago, tal vez quisieron elevarlo por encima de la estatura del Cid Campeador. ¿Se lo merecía? ¡Claro que sí! El general había muerto en Angola para que su pueblo disfrutara de la misma igualdad que se vivía en Cuba, solo posible en el socialismo. Bueno, el problema es que hay algunos menos iguales que otros o viceversa. Tan es así, que ya en esa fecha mencionada, me refiero a la de la exhumación, los menos iguales ya disponían de una diplotienda como en la isla para uso exclusivo de ellos y una casa de descanso para los oficiales donde se relajaban, bebían como camellos acabados de cruzar el desierto del Sahara y hasta movían el esqueleto con orquestas enviadas desde La Habana. Relajaciones con sus queriditas incluidas, mujercitas cuyas misiones internacionalistas consistía en desarrollar el rol de reverberos para mantenerlos calientes. Mientras ellos se daban la gran vida, en el lado de los más iguales se realizaban frecuentes requisas a las pertenencias de los soldaditos y les decomisaban lo poquito adquirido con sus marañas. Los marinos que navegaron en los barcos “Habana” y “Las Villas”, destinados a prestar servicios por largos periodos de tiempo en Angola, saben que ellos eran los encargados de transportar la pacotilla que se vendía en esa tienda desde las Islas Canarias.




—¿Cómo te fue? Me preguntó mi excuñado a la mañana siguiente después de mi arribo a casa, había transcurrido un año de mi partida y disfrutaría un mes de vacaciones. Abrimos una botella como en tiempos anteriores a la aventura y después del tercer trago tratábamos de arreglar al mundo, solo que evitábamos meternos en el nuestro, tal vez sabíamos que no tenia reparación. Así eran mis encuentros con mi él.

—¡Imagínate, tú! Yo realmente no la paso tan mal, estoy en uno de los mejores buques donde he navegado y con unas condiciones excepcionales. Entonces le fui describiendo cada uno de los privilegios que nos concedió la compañía naviera ANGONAVE. Él me escuchaba asombrado y con la boca abierta, casi estuvo a punto de no creerme cuando le dije que comíamos a la carta como en cualquier restaurante.

—¡Sabes! Tengo unos vecinos a los que les notificaron los otros días que su hija había fallecido en un accidente.

—¡Que pena! ¿Cuál era la edad de la chamaca?

—Imagínate tú, no llegaba a los 17 años.

—¡Coño! ¿Qué hacía esa chamaca tan joven en Angola?

—Era del contingente de maestros Che Guevara.

—¿Cuándo le notificaron lo de su muerte?

—Hace apenas unos días, ¿sabes algo de eso?

—¡Coño, compadre, que pena siento por esos padres! Es mentira eso que les informaron a sus padres.

—¿Cómo que es mentira? ¿Sabes que le pasó a la muchacha?

—¡Claro que lo sé! Ha sido un caso sonadísimo en Luanda. Resulta que la muchacha arribó a Angola con su noviecito y qué te cuento. Lo engañó con otro muchacho y el novio se enteró de la traición. Se buscó una pistola, nada difícil de conseguir allá y le cayó a tiros. Fue un crimen pasional, no un accidente. Estoy convencido de que muchos de los que estaban en Luanda en esas fechas se enteraron.

—¡No jodas! Coño, no se puede creer en esta gente.

—Si deseas contarles la verdad a los padres, puedes hacerlo, me tiene sin cuidado.

—Olvida eso, yo no me meto en esa candela. ¿Y si después me caminan?

Esa fue un de las cajitas que sumaron a la relacion de mártires internacionalistas que nunca lo fueron, como las de muchos que murieron por accidente o enfermedad. Lágrimas contenidas o reprimidas por el gran científico que gobernaba la isla. Muertes innecesarias que nunca debieron ocurrir, dolor provocado buscando un resultado en sus experimentos. Quizás quiso cruzar genes rojos con negros y le resulto que dieran vacas rubias. Tal vez cruzó genes negros con rubios y le resultó vacas negras. Puede que haya cruzado genes rojos con rojos y solo obtuvo hijos de putas. Antes de morir el degenerado, no recordaba la razón por la cual Cuba fuera el único país donde se estudiaba idioma ruso en la secundaria básica.


Ninguna de aquellas ridículas cajitas contenía los restos de algún “menos igual”, todos eran hijos de nuestro pueblo, los que murieron innecesariamente.

 

 

Esteban Casañas Lostal-

Montreal..Canadá.

2021-11-13

 

 

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