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miércoles, 25 de noviembre de 2020

LA MUERTE DEL PATRIARCA.

 

LA MUERTE DEL PATRIARCA.




El cadáver se veía ridículo encima de aquella fría camilla metálica, toda la nevera había sido desalojada con anterioridad, temían que aún después de muerto pudiera sufrir un atentado. Era absurdo, pero así de absurda y caprichosa fue toda su infecunda vida, no por falta de hijos, que sobraban en el anonimato, sino por la estela destructiva dejada a su paso.

Era risible ver a aquel cuerpo desprendido de su arrogancia, sin su uniforme de campaña con aquel rombo rojinegro de una estrella. Símbolo sin par en todo el país y el planeta que lo anunciara como el Comandante en Jefe de todo, el guía supremo de mucha gente en diferentes latitudes de esta tierra. Como era de nalgas planchadas, solo se separaba del contacto con el frío metal en la curva entre el talón y la pantorrilla, también debajo de la nuca. Su cuerpo era horroroso y las tetas caídas, como las de las viejas que denunciaban haber amamantado doce criaturas, delataban que su propietario nunca había realizado trabajos fuertes en su vida, ausencia de bíceps y tríceps confirmaban esta deducción. Toda su carne mostraba esa vomitiva flacidez de los viejos que llevaron una vida entera sedentaria. Aunque muchos creyeron siempre lo contrario, su pene era pequeño, algo extravagante para su estatura. Puede que haya sufrido mucho por este detalle durante su vida de estudiante, tal vez eso justifique su agresividad y desprecio por el mundo que le rodeaba.

Tenía los ojos semiabiertos, quizás velando a su cuerpo médico durante la lucha que mantuvieron por mantenerlo vivo. Tal vez para cerciorarse de quiénes lo acompañaron hasta sus últimos momentos, también pudo ser que murió como siempre vivió, desconfiando de todo aquel que se le acercaba, aunque fuera su más cercano colaborador. La boca la tenía media abierta y se observaban mal colocadas las prótesis, es probable que se le escapara un “Patria o Muerte” en el último suspiro o quizás quiso decir “Dios mío”, solo el Señor debe saberlo, de él se acuerdan mucho cuando se aproxima este momento.

Lo tenían desnudo como a cualquier otro muerto, en realidad era un muerto más y allí descansaba la piltrafa de lo que fuera un ser en extremo dominante, engreído, arrogante. Frío como la nevera donde lo iban a meter, calculador, oportunista, esquizofrénico, narcisista, traidor, egoísta, ambicioso y con una sed insaciable de poder dominar al mundo. Estaba solo y tras su cabeza, se cerró una puerta con el mismo sonido de la que poseen las neveras de los bares, solo que aquellas encerraban placeres y ésta encerraba un odio incalculable.

Ha muerto el hijo de puta más grande parido en nuestra tierra y se calientan los tambores para celebrar su muerte. Dijo el Nuevo Herald de Miami que falleció el padre de la revolución cubana, que ironía. Ha fallecido el padre de nuestra destrucción, el único gobernante con un cementerio en el Estrecho de La Florida. Hoy habrá fiesta en el infierno, quizás en el cielo, quien pudiera saberlo. Salgo veloz a buscar una botella de ron, yo también quiero festejar, lo hare por todos aquellos que se fueron sin disfrutar este momento.

 

¡Oh! Permítanme decirle unas merecidas palabras, algo vulgares, pero muy bien ganadas por ese hijo de la gran puta. ¡Me cago en el coño de tu madre, degenerado!

 


Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2016-11-26

 

 

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