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lunes, 13 de julio de 2020

AQUELLOS OJOS AZULES.


AQUELLOS OJOS AZULES.



Hoy la recordé y me vino a la mente nuestro primer encuentro después de varios años ausentes, muertos por el tiempo. Cuando la vi corriendo hacia mí con los brazos abiertos, no puedo negar que comencé a soñar, nos fundimos en un beso. No quiero detenerme en el sabor de sus labios, carnosos, azucarados, concebidos perfectamente para besar y para que por ellos transitaran todo aquel amor oculto que descubrimos por Internet. Nos besamos en público sin pudor o vergüenza, muy a pesar de nuestra edad, porque debería ser así, pero es que el amor no tiene fechas en el almanaque. Nos besamos con descaro ante la mirada inquieta de quienes nos rodeaban y pude leer en sus rostros lo que hubieran deseado decirnos; "¡Miren a ese par de viejos, este mundo está perdido!"

Besaba con los ojos cerrados y no pude percatarme que ocultaba lo más hermoso de su rostro, el sonido de un claxon nos devolvió a la realidad y fue cuando pude apreciarlos. Enseguida fui invadido por un sentimiento de culpa desconocido y mi conciencia, tan molesta y jodedora, repetía la misma pregunta. ¿Cómo coño pudiste olvidar unos ojos tan bellos? En medio de la desesperación y el temor a que surgiera un reclamo, debo confesarles que no hallé la respuesta.

Había olvidado su puto apellido y la edad, resultaba un grav
ísimo pecado haber olvidado aquellos ojos encantadores, siempre había sido un buen fisonomista, ¿Qué me sucedió? Esto no tiene perdón. ¿Cómo se los describiría? Porque bellos, hermosos, bonitos, celestiales y adorables, usados para referirse a esas ventanas de su alma, seria pecar por exceso de modestia. No eran azules propiamente dicho, eso pensé cuando nos encontrábamos en el andén del aeropuerto esperando un taxi, tampoco me preocupé mucho en identificar su místico color. Del azul marino profundo, podían ser recibido como violáceos cuando un rayo de sombra se proyectaba en ellos, algo saltones y misteriosos como los de Betty Davis, enigmáticos.

Nunca perdoné aquel descuido de mi memoria y de aquel lamentable bache surgió de sus cenizas un amor enmudecido por la ausencia. Fuimos sin demoras a una posada de la Calle 8 y traté de absorber toda aquella intensidad azul que me devolvió al mar en cada encuentro.

No deseo cansarlos, cada regreso mío a Miami estuvo marcado por una felicidad desconocida en tantos años de aventuras mundanas, solo que no tuvo la duración deseada.

-¿Qué coño te pasó? Fue todo lo que se me ocurrió decir cuando desperté un día a su lado y noté que el color de sus ojos había cambiado de la noche a la mañana. Me vino a la mente las epidemias de conjuntivitis, dengue hemorrágico y todas esas calamidades que abundan en la isla, pero regresé en la geografía, nada de eso existía en Miami.

-¿Por qué lo preguntas? No podía negarse que era cubana en la forma de responder.

-¡Coño! Anoche te acostaste con los ojos azules y hoy los tienes muy negros, algo te sucedió y debemos buscar a un oftalmólogo.

-¡Que oftalmólogo, ni un carajo! Además, no tengo Medicaid, Medicare, ni seguro médico.

-¿Cómo resolvemos tu problema?

-¿Cuál problema?

-Ese lío que tienes con la pigmentación de los ojos.

-Acostumbrándote.

-¿Cómo?

-Que te acostumbres, yo no tengo problemas en los ojos, solo fue una simple alergia.

-¿Alergia?

-Como lo oyes, me recomendaron darles un reposo a los lentes de contacto.

-¿Lentes de contactos? Entonces, ¿me estuviste mintiendo durante estos años?

-Quien te manda a ser tan comemierda, debes ponerte las pilas, estamos en el siglo XXI.

-¡Tu madre, hijaputa! No sabes el cargo de conciencia que he tenido durante este tiempo.

Continuamos compartiendo cama durante otro corto tiempo, que no amor, ese sentimiento había muerto cuando le cambió de color sus ojos. Usaba gafas oscuras con la intención de disminuir ese dolor que viajaba conmigo por las calles de Miami o en aquellos encuentros con amistades suyas. Nadie mencionó nada sobre aquel repentino cambio de color y se comportaban como si lo supieran, cómplices de mierda.

No pude sobreponerme a esa traición, nunca se lo perdoné y la mandé al carajo. Hoy ando con mucha desconfianza por aquella ciudad, mujeres a las que conocí en la isla con sus nalgas planchadas y tetas pequeñas, se exhiben con tremendos culos y pechugas en las fiestas. No sé si debo cargar una aguja conmigo para cuando me encuentre con otra de aquellas novias de mi juventud, bueno, ya todas son algo viejas como yo, pero conservan muy vivas sus puterías.

Tengan cuidado mis amigos, ustedes también pueden ser víctimas de un fraude y estamos desprotegidos.





Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2017-09-03


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