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sábado, 25 de abril de 2020

MEMORIAS DE “BOLLO MANSO” (5). LOS “TUPAMAROS”


MEMORIAS DE “BOLLO MANSO” (5). 

LOS “TUPAMAROS”





-¡Asere, dame una cachá! Muy intenso tuvo que ser el grado de desesperación de aquel hombre, lo miré con cierta lástima salpicada de asombro. No estaba al corriente de lo que sucedía en el país, siempre nos sucedía lo mismo cuando los viajes se extendían más allá de los seis meses.

No estaba tan mal vestido tampoco, bien vestidos no abundaban mucho, corría una de las épocas más difíciles de los últimos años, la que muchos cabrones se empeñan en que olvidemos. Aun retumban en mis oídos aquella solicitud de apagar la luz en las posadas, ¿cuál era aquel repentino misterio? Bellas muchachas se vieron obligadas a usar calzoncillos ante la falta de blúmer, el que poseían lo reservaban para consultas médicas o situaciones especiales. Tampoco tenía aspecto de vagabundo o de aquellos criollos tránsfugas de nuestros barrios, era un muchacho normal.

-¡Asere, no lo botes! ¡Consorte, déjame el cabito! Pedían cuando me disponía a tomar una guagua, era como si me estuvieran vigilando. Coño, que pena sentí por esas personas, yo soy fumador y conozco de cerca esos deseos incontenibles por fumar. ¿Qué estaba sucediendo en el país? Me preguntaba mientras viajaba hasta la casa.

La sonrisa de mi padrastro se extendió de oreja a oreja, era un empedernido fumador y veía en mí al salvador de aquellas prolongadas angustias sufridas por llevarse un cigarrillo a la boca. Paradójicamente, nosotros no teníamos limitaciones para comprar los paquetes de 24 cajetillas a bordo de nuestros barcos, le llamábamos “ruedas” y por regla general, yo compraba unas seis antes de arribar a puerto.

-¿Qué está pasando? Varias personas me pidieron cachadas o el cabito del cigarro en las paradas. Le pregunté mientras ponía en sus manos una rueda de Populares y vi con el desespero que la abría. Aquella primera cachada suya fue monstruosa y tuvo que inundar cada rincón de sus pulmones, hígado, riñones y hasta los mismísimos güevos. Cuando expulsó aquella bocanada que consumió la mitad del cigarro, una densa nube de humo blanco azulado recorrió toda la sala, el aire entrado por el balcón lo expulsó por la pequeña ventana del baño y pudo hablar.

-¿Qué te cuento? Hace varios meses que no hay cigarros por la libre, solo las tres cajetillas que te dan por la libreta y con eso no llegamos al final de la quincena. Todavía nosotros nos defendemos un poquito porque agarramos las tres cajetillas tuyas y las de tu hermano que no fuma. Se detuvo y chupó de nuevo de aquel cigarrillo, lo hizo tan fuerte que lo llevó hasta el límite de su consumo sin quemarse los dedos.

-¿Cómo es eso? Antes de cambiar para la línea de Japón, yo di tres viajes a España cargados con tercios de tabaco y la situación era normal.

-¡Ya lo dijiste, “era”! Aquí todo puede cambiar de la noche a la mañana, cambiar el curso de un río, el sentido de una palabra y transformar en malo lo que era bueno. Se le enredaba un poco la lengua, estaba algo mareado y eso les sucede a las personas fumadoras cuando se pasan muchas horas carentes de nicotina en sus venas. Sin vergüenza alguna prendió otro cigarrillo y mi vieja le dio una patadita, no era tan viciosa.

-¿No se consiguen en la bolsa negra?

-¡Sí, pero cada cajetilla cuesta $30.00 pesos! No cuadra la caja con el billete con los salarios que tenemos. Si para mí resulta un lujo ganando $150.00 mensuales, ya debes imaginar a esos infelices que ganan solamente $85.00 y son una inmensa mayoría.

-¡Cojones, cuando no es Juana es la hermana! ¿Y la situación de la curda?

-Igual, continuamos con la ley seca y la botella de walfarina cuesta $30.00 pesos. ¡Olvídate del laguer! Solo lo encontraras en restaurantes finos del Vedado o en los cabarets.

-¿Se pueden ligar turnos para jamar en ellos? Quiero ver si llevo a jamar a la jeva.

-Tampoco es jamón, pusieron las reservaciones por llamadas telefónicas y siempre que llamas están ocupados, tendrás que ponerte de acuerdo con tu primo para eso.

-¿Qué tiene que ver mi primo con eso?

-Él no tiene que ver nada, pero tu padrino trabaja en la compañía de teléfonos y ahí es donde radica el truco.

-¿Cuál truco, Pedro?

-¡Pregúntale a él y dile que te resuelva una reservación! El lío es que la gente de la compañía tiene intervenido esos teléfonos y están vendiendo los turnos. ¡Claro! Mucha complicidad con los administradores de los restaurantes.

-¡Coño, este país es una trampa!

-¿Ahora te das cuenta? El asunto es que como siempre estás navegando, no te enteras.

-¿Cómo resuelves cuando estas partido con las ganas de fumar?

-¡Fácil, le compro un “Tupamaros” a Panchita.

-¿Qué coño es eso?

-¡Deja que te toque probar uno! Resulta que hay gente que se dedica a recoger cabos en las calles y se los vende a ella. Pues la negra prepara unos cigarrillos que saben a mierda, pero el vicioso no tiene otra opción y mueren en ella.

-¡Coño, tan santica que parecía la negra Panchita! ¿Y cómo los prepara?

-Bueno, esa es otra película. Ella usa papel de revistas que sean bien finitas y tiene una maquinita artesanal. Los otros días le enseñé esas revistas que tenías tituladas “Carta de España” y me las compró todas, dijo que era el mejor papel llegado a sus manos.

-De truco, nadie sabe lo que se esta metiendo en cada cachada de esos artefactos.

-¡No todo es malo como parece! Tú mismo tienes tremenda arma en las manos.

-No te entiendo.

¡Claro, como nunca paras aquí! ¡Mira! Esas cajas de cigarros te abrirán muchas puertas, puedes sobornar al mundo sin quererlo y conseguir lo imposible.

¡Ponme al día!

-Si vas a un restaurante debes saber que solo te ponen una cerveza por persona. Muy fácil, cuando te sientes coloca una caja de cigarros encima de la mesa y eso no falla, el camarero te va a picar y es ahí cuando debes atacar, ofrécele cigarros por cerveza. Si vas a una posada no tienes necesidad de hacer cola, con una cajetilla te cuelan aunque el mismo Fidel esté marcando. Si te vas a mover en guaguas interprovinciales lo mismo, no tienes que reservar pasaje. Te sirve para entrar en cabarets, clubes y hasta para tener un buen entierro. Los puedes cambiar por jama, ahora no recuerdo cuantas cajetillas están pidiendo por un pollo. Todo se mueve con cigarros, la gente es muy viciosa.

-¡No te creo!

-Deja que te pases unos días por acá, luego me cuentas.

Al siguiente viaje me quedé de vacaciones y unas semanas mas tarde se me acabaron las reservas de cigarro. Tuve que morir en las manos de Panchita, aquella negra dulce que nunca te negaba unos “buenos días o buenas tarde”. Los tupamaros sabían a mierda y los encontraba con sabor a gloria, yo era un fumador como mi padrastro. Cuando el dinero no daba para mucho, nos íbamos pasando aquella cosa de boca en boca, cachadita a cachadita y exigiéndole al que lo tuviera en las manos que no lo aspirara muy fuerte. Cuando resultaba imposible sostenerlo con los dedos, la vieja se quitaba un gancho de pelo que funcionaba como tenaza y lo consumíamos hasta que nos quemaba los labios.


Y vienen ahora los nuevos cubanitos a hablarnos del “Periodo Especial”, como si nosotros un hubiéramos tenido menstruaciones.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2020-04-25


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