MEMORIAS DE “BOLLO MANSO” (5).
LOS “TUPAMAROS”
-¡Asere, dame una cachá!
Muy intenso tuvo que ser el grado de desesperación de aquel hombre, lo miré con
cierta lástima salpicada de asombro. No estaba al corriente de lo que sucedía
en el país, siempre nos sucedía lo mismo cuando los viajes se extendían más
allá de los seis meses.
No estaba tan mal
vestido tampoco, bien vestidos no abundaban mucho, corría una de las épocas más
difíciles de los últimos años, la que muchos cabrones se empeñan en que
olvidemos. Aun retumban en mis oídos aquella solicitud de apagar la luz en las
posadas, ¿cuál era aquel repentino misterio? Bellas muchachas se vieron
obligadas a usar calzoncillos ante la falta de blúmer, el que poseían lo
reservaban para consultas médicas o situaciones especiales. Tampoco tenía
aspecto de vagabundo o de aquellos criollos tránsfugas de nuestros barrios, era
un muchacho normal.
-¡Asere, no lo botes!
¡Consorte, déjame el cabito! Pedían cuando me disponía a tomar una guagua, era
como si me estuvieran vigilando. Coño, que pena sentí por esas personas, yo soy
fumador y conozco de cerca esos deseos incontenibles por fumar. ¿Qué estaba
sucediendo en el país? Me preguntaba mientras viajaba hasta la casa.
La sonrisa de mi
padrastro se extendió de oreja a oreja, era un empedernido fumador y veía en mí
al salvador de aquellas prolongadas angustias sufridas por llevarse un cigarrillo
a la boca. Paradójicamente, nosotros no teníamos limitaciones para comprar los
paquetes de 24 cajetillas a bordo de nuestros barcos, le llamábamos “ruedas” y
por regla general, yo compraba unas seis antes de arribar a puerto.
-¿Qué está pasando? Varias
personas me pidieron cachadas o el cabito del cigarro en las paradas. Le pregunté
mientras ponía en sus manos una rueda de Populares y vi con el desespero que la
abría. Aquella primera cachada suya fue monstruosa y tuvo que inundar cada rincón
de sus pulmones, hígado, riñones y hasta los mismísimos güevos. Cuando expulsó
aquella bocanada que consumió la mitad del cigarro, una densa nube de humo
blanco azulado recorrió toda la sala, el aire entrado por el balcón lo expulsó
por la pequeña ventana del baño y pudo hablar.
-¿Qué te cuento? Hace varios
meses que no hay cigarros por la libre, solo las tres cajetillas que te dan por
la libreta y con eso no llegamos al final de la quincena. Todavía nosotros nos
defendemos un poquito porque agarramos las tres cajetillas tuyas y las de tu
hermano que no fuma. Se detuvo y chupó de nuevo de aquel cigarrillo, lo hizo
tan fuerte que lo llevó hasta el límite de su consumo sin quemarse los dedos.
-¿Cómo es eso? Antes de
cambiar para la línea de Japón, yo di tres viajes a España cargados con tercios
de tabaco y la situación era normal.
-¡Ya lo dijiste, “era”! Aquí
todo puede cambiar de la noche a la mañana, cambiar el curso de un río, el
sentido de una palabra y transformar en malo lo que era bueno. Se le enredaba
un poco la lengua, estaba algo mareado y eso les sucede a las personas
fumadoras cuando se pasan muchas horas carentes de nicotina en sus venas. Sin vergüenza
alguna prendió otro cigarrillo y mi vieja le dio una patadita, no era tan
viciosa.
-¿No se consiguen en la
bolsa negra?
-¡Sí, pero cada
cajetilla cuesta $30.00 pesos! No cuadra la caja con el billete con los
salarios que tenemos. Si para mí resulta un lujo ganando $150.00 mensuales, ya
debes imaginar a esos infelices que ganan solamente $85.00 y son una inmensa mayoría.
-¡Cojones, cuando no es
Juana es la hermana! ¿Y la situación de la curda?
-Igual, continuamos con
la ley seca y la botella de walfarina cuesta $30.00 pesos. ¡Olvídate del
laguer! Solo lo encontraras en restaurantes finos del Vedado o en los cabarets.
-¿Se pueden ligar turnos
para jamar en ellos? Quiero ver si llevo a jamar a la jeva.
-Tampoco es jamón,
pusieron las reservaciones por llamadas telefónicas y siempre que llamas están ocupados,
tendrás que ponerte de acuerdo con tu primo para eso.
-¿Qué tiene que ver mi
primo con eso?
-Él no tiene que ver
nada, pero tu padrino trabaja en la compañía de teléfonos y ahí es donde radica
el truco.
-¿Cuál truco, Pedro?
-¡Pregúntale a él y dile
que te resuelva una reservación! El lío es que la gente de la compañía tiene
intervenido esos teléfonos y están vendiendo los turnos. ¡Claro! Mucha
complicidad con los administradores de los restaurantes.
-¡Coño, este país es una
trampa!
-¿Ahora te das cuenta?
El asunto es que como siempre estás navegando, no te enteras.
-¿Cómo resuelves cuando
estas partido con las ganas de fumar?
-¡Fácil, le compro un “Tupamaros”
a Panchita.
-¿Qué coño es eso?
-¡Deja que te toque
probar uno! Resulta que hay gente que se dedica a recoger cabos en las calles y
se los vende a ella. Pues la negra prepara unos cigarrillos que saben a mierda,
pero el vicioso no tiene otra opción y mueren en ella.
-¡Coño, tan santica que parecía
la negra Panchita! ¿Y cómo los prepara?
-Bueno, esa es otra película.
Ella usa papel de revistas que sean bien finitas y tiene una maquinita
artesanal. Los otros días le enseñé esas revistas que tenías tituladas “Carta
de España” y me las compró todas, dijo que era el mejor papel llegado a sus
manos.
-De truco, nadie sabe lo
que se esta metiendo en cada cachada de esos artefactos.
-¡No todo es malo como
parece! Tú mismo tienes tremenda arma en las manos.
-No te entiendo.
¡Claro, como nunca paras
aquí! ¡Mira! Esas cajas de cigarros te abrirán muchas puertas, puedes sobornar
al mundo sin quererlo y conseguir lo imposible.
¡Ponme al día!
-Si vas a un restaurante
debes saber que solo te ponen una cerveza por persona. Muy fácil, cuando te
sientes coloca una caja de cigarros encima de la mesa y eso no falla, el
camarero te va a picar y es ahí cuando debes atacar, ofrécele cigarros por
cerveza. Si vas a una posada no tienes necesidad de hacer cola, con una
cajetilla te cuelan aunque el mismo Fidel esté marcando. Si te vas a mover en
guaguas interprovinciales lo mismo, no tienes que reservar pasaje. Te sirve
para entrar en cabarets, clubes y hasta para tener un buen entierro. Los puedes
cambiar por jama, ahora no recuerdo cuantas cajetillas están pidiendo por un
pollo. Todo se mueve con cigarros, la gente es muy viciosa.
-¡No te creo!
-Deja que te pases unos días
por acá, luego me cuentas.
Al siguiente viaje me
quedé de vacaciones y unas semanas mas tarde se me acabaron las reservas de
cigarro. Tuve que morir en las manos de Panchita, aquella negra dulce que nunca
te negaba unos “buenos días o buenas tarde”. Los tupamaros sabían a mierda y
los encontraba con sabor a gloria, yo era un fumador como mi padrastro. Cuando
el dinero no daba para mucho, nos íbamos pasando aquella cosa de boca en boca,
cachadita a cachadita y exigiéndole al que lo tuviera en las manos que no lo
aspirara muy fuerte. Cuando resultaba imposible sostenerlo con los dedos, la
vieja se quitaba un gancho de pelo que funcionaba como tenaza y lo consumíamos hasta
que nos quemaba los labios.
Y vienen ahora los
nuevos cubanitos a hablarnos del “Periodo Especial”, como si nosotros un hubiéramos
tenido menstruaciones.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2020-04-25
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