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viernes, 24 de enero de 2020

CONVERGENCIA EN MIAMI


CONVERGENCIA EN MIAMI





Aunque la historia de esta ciudad se remonta a miles de años antes de la conquista, con la demostrada presencia de indios Tequesta, no sobreviven testimonios arquitectónicos de esas épocas y posteriores que puedan servir de guía a cualquier visitante. Si se busca en Internet una guía de “lugares históricos” de Miami, comprobaran que es muy pobre y aislados entre si los sitios con relevancia.

Comienza a prosperar en el siglo XIX y no es hasta el siglo XX que adquiere cierta importancia impulsado por su posición estratégica durante la Segunda Guerra Mundial, donde su población aumentó hasta medio millón de personas. Puede afirmarse que anterior a esas fechas, Miami y gran parte del territorio de La Florida no dejaba de ser un paisaje salvaje y despoblado.

Con la llegada de Castro al poder unas millas al sur de la península, comienzan a inmigrar una gran cantidad de cubanos que escapaban de su régimen, aunque en tiempos anteriores ya existía presencia cubana en esa ciudad motivados por intereses económicos.

Creo haya sido esa la primera arribada masiva de isleños a ese territorio norteamericano, identificados como “batistianos” aunque no lo fueran y se tratara simplemente de seres que se negaban a vivir en un país primero identificado como “revolucionario” y luego como “socialista” hasta la aberración política y social de nuestros tiempos. Lo cierto es que, de aquella primera gran andanada, solo una ínfima parte estaba verdaderamente comprometida con el régimen de Batista, pero fue inteligentemente explotada esa calificación de “batistianos” para desacreditar al resto de sus compatriotas.

Después han ocurrido grandes éxodos y no hace falta mencionarlos, cada uno de ellos identificadas por acontecimientos históricos y, vale destacar, la calidad de sus integrantes. En la medida que transcurría el tiempo, más dañada arribaban a este país, digamos desde el punto de vista moral, cultural, social, política y económicamente.

Cada generación traía consigo una señal distintiva y aunque muchos se aferran a la idea de afirmar que, todos somos “cubanos” por nuestro lugar de origen, lo cierto es que no somos iguales, ni nos parecemos. Nos distinguimos unos de otros por las costumbres, ideas, lenguaje, conceptos, hábitos, aptitudes ante la vida, pasado, etc. Lo que origina pugnas generacionales y rechazos entre ellas aunque pretendamos ocultarlo.

Miami siempre fue un objetivo a destruir por la camarilla gobernante de La Habana y razones sobran. De este lado, apenas un millón de ovejas descarriadas ayudaron al progreso de una moderna ciudad. Mientras del otro, unos once millones de ovejas atrapadas bajo un férreo sistema, ha sido testigo y cuando no, autor de la destrucción de toda una nación. ¡Que no todos son culpables! Siempre debo aclarar que existen excepciones a esa regla, pero en menor o mayor cuantía, casi todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad. No por gusto aquel gobierno no ha dejado de escatimar recursos para minar y destruir lo que ante los ojos del mundo puede representar una vergüenza.

Destruir a Miami moralmente, dividir a su exilio y derrotar a sus organizaciones políticas, ha tenido más prioridad e interés que resolver los problemas cotidianos del pueblo cubano aun hoy sin solución.

Aquí convergen por obra y gracia o, desgracia divina, todo tipo de cubano parido en la isla. Batistianos que apenas existen, burgueses, desafectos, combatientes revolucionarios, agentes del G2, funcionarios, cederistas, militantes comunistas, gusanos, delincuentes, chivatos, estudiantes, profesionales, ladrones, criminales, prostitutas, pingueros, gente buena, gente mala, regulares, cobardes, etc. O sea, nos encontramos unos en tierras amigas e irónicamente, muchos hijoputas eligieron la tierra del enemigo para vivir. Unas veces por voluntad propia y otras dirigidas.

El panorama de esa hermosa ciudad se enturbia cada vez más con la presencia de esa representación negativa de la sociedad cubana. Quienes esgrimen entre otras cosas, los derechos que concede la democracia y la libertad, algo contra lo cual ellos lucharon en la isla. Atacan sin esconderse al viejo e histórico exilio y gozan de la complicidad de los medios de difusión y prensa. Al paso que vamos, solo falta instaurar CDR en esta ciudad y convocar a las marchas del pueblo combatiente por la Calle 8.

Las luchas intestinas de Miami se enfocan generalmente entre las viejas generaciones y las nuevas que llegan a la ciudad. Escucharlos manifestarse en contra de los viejos y las razones que los trajeron a estas tierras, muy bien puede provocar la ira de cualquier ser humano con restos de dignidad. Sin embargo, no me gusta atacarlos y llego a sentir lástima por ellos.

Considero más bien que la mayor parte de responsabilidad en su proceder, hay que buscarlo en sus padres. Ellos actúan de esa manera tan rebelde, como rechazo a la herencia dejada por sus progenitores. ¿Sus padres? ¡Sí! Muchos de ellos se encuentran entre nosotros, llegaron a esta orilla cargando como principal equipaje sus miedos. Continúan siendo los mismos cobardes que levantaban las manos en las asambleas y mantienen sus silencios por temor a que no los dejen regresar a la isla. No se puede culpar del todo a una juventud desinformada y desorientada como la nuestra. Los padres pudieron hacer de su parte para salvarla y no lo hicieron. Apestan los constantes lloriqueos por una tierra que perdimos y no supimos defender. Hieden esos traumáticos llantos de nostalgia acompañados con fotos del Tocororo, la bandera o El Morro de La Habana. Perdimos a Cuba y estamos a punto de perder Miami. Miami digo y puede ser Madrid, Montreal o Toronto.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2012-1-12


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