APUNTES PARA MI ENTIERRO
Tengo un amigo desde hace muchos años, somos tan grandes amigos, que una vez olvidamos lo que éramos y nos convertimos en hermanos. Que fácil resulta para un amigo llegar a ser algo así tan importante, mientras que para el verdadero, el carnal, el que llegó al mundo por el mismo canal, resulta a veces muy difícil llegar a considerarse como un amigo.
Son esas cosas raras que tiene esta vida, pero a golpe de la costumbre nos conformamos a vivir con ellas. Con él estudié en el buque escuela para hacernos oficiales, luego, al cabo de los años coincidimos otra vez como profesores en la Academia Naval del Mariel. Las relaciones entre familias se hicieron más profundas, tanto, que sus hijos me decían tío. Aún hoy me lo siguen diciendo, son hombre y mujeres. Más bello, resulta saber que sus nietos hablan de un tío en Canadá sin conocerme. De aquella familia, de esa hermosa unión, queda muy poco que contar. Quién nos hubiera dicho años atrás, que su hijo varón viviría en España y el hijo de este se quedaría en Cuba, que su hija mayor se fuera con el esposo y sus hijos para Miami, su ex-mujer con su nuevo marido también y que él se quedaría en la isla con la hija menor y sus nuevos nietos.
Cuánto dolor debe haber sufrido mi amigo con estas separaciones, no puedo mentir ocultando que él mismo fue la razón de toda esta tragedia, no por ello dejó de ser mi amigo, ni sus hijos mis sobrinos, ni su ex-esposa mi hermana.
Creo, de las pocas cartas que recibí durante el período de soledad vivido después de mi deserción, una de las que me hizo llorar y sufrir fue la que me enviara Eduardo Ríos Pérez, ese es su nombre y lo escribo con toda tranquilidad aunque se encuentre en Cuba. Ya no tiene nada que perder, estuvo hospedado en casi todas las cárceles de la provincia de Las Villas donde fue declarado indeseable. Recuerdo que en ella se condenaba por no haber tenido los suficientes cojones para dar el paso que yo di, le contesté que estaba equivocado y que me sentía orgulloso de él. Me contó, la vida lo había enseñado a tener hambre cuando se podía comer, cagar cuando existía un baño, dormir en cualquier funeraria o estación de trenes, vivir de la mendicidad, pero que en esas condiciones, era el hombre más feliz de la tierra, porque a partir de esos momentos se consideraba libre con su conciencia. A partir de aquellos sufrimientos fue que se consideró un verdadero hombre, había perdido el miedo.
Esa carta la guardo y no quisiera perderla, pienso incluirla en este libro porque no quiero que mi amigo muera siendo anónimo. Como no lo serán todos los personajes que dieron forma a mis historias, ya que si estuvo tantas veces preso, lo fue por sus ideas como único delito y por su valor de sacarlas de adentro, donde la gente las tiene escondidas muy profundas por ese temor que les corroe hasta los huesos, condenándose como el cobarde que nunca fue y jamás será, porque entonces, el día que deje de ser como siempre demostró, ese será el día que deje de ser mi amigo.
Nosotros éramos como uña y carne, así le dicen a la gente cuando son muy unidas en Cuba, no había día que no nos viéramos, hoy en su casa o mañana en la mía. Cuando no era en uno de estos lados, estábamos fugados con algunas chicas, esas eran nuestras vidas. La familia, el amor, la bebida, la aventura y el sexo, ¿qué más se le podía pedir a unos marinos? Todo lo hacíamos creyendo que era lo normal durante muchos años. Recuerdo que en muchas oportunidades nos prometimos que si un día moría uno primero, el que quedara vivo despediría el duelo del muerto. Siete años después de mi partida me volvió a recordar nuestro juramento, pacto que jamás había olvidado, como si lo hubiéramos sellado con sangre.
Hoy, mientras trabajaba, me vino a la mente aquel compromiso con mi hermano y me dije; ya estás al cumplir los cincuenta y Dios ha querido que el camino recorrido hasta ahora, lo hayas hecho gozando de buena salud, pero quién quita que estando en esas condiciones, se le ocurra al Señor llamarte para cumplir con tu Servicio Militar en el otro mundo. También puede suceder que me maten por las cosas que escribo, por mucho que se empeñen en demostrar la benevolencia de ese gobierno, se alejan cada día más de la verdad, ellos son tan criminales como el que más y esta posibilidad no la descarto. Por eso, quiero escribir ahora el final de mi libro, lo demás, su contenido ya está escrito y mi hijo se encargaría de organizarlo. En fin, que para morirse solo hay que estar vivo y más posibilidades se tiene cuando ya se está un poco viejo. Solo deseo algo, cuando me llegue la hora sea rápido. Sin sufrimientos ni dolor y que esos escasos segundos en los que la mente continúa viva, alcancen para acordarme de la gente a la que quiero y entre ellas, llevarme aunque sea una foto imaginaria de mi pueblo.
Me morí, llegó la hora de recoger lo poco que uno se lleva para el más allá, que no es mucho, tal vez una muda de ropa cuando más. A lo mejor te ponen una camisa con corbata y en la parte de abajo no llevas nada. Como la gente solo se asoma a la ventanita de la caja, no se darán cuenta que estás sin pantalones. Los zapatos para que mencionar, los pocos que tenías le pueden servir a un cuñado, o al primo, o al hijoputa que se queda con tu cuarto, tu cama y lo demás incluido. Esto no lo digo por mí, donde las posibilidades son remotas, pero quién sabe si a otros en un caso parecido les sirva y por eso lo menciono. Siempre hay algo que no te pueden quitar a la hora del entierro, esa es la única propiedad que tiene un muerto, “lo bailao”. Eso no te lo quita nadie, porque nadie lo ve y eso lo llevas dentro. Debes tratar que sea bastante, coño, pero si no bailaron durante la juventud, no se vayan a mandar a correr después de viejos solo por hacerme caso, ni se apuren, ya no hay tiempo hermanos, al baile se tiene que llegar temprano.
Por cualquier razón me partí, así es como dicen los cubanos, se partió fulano, se rompió esperansejo, pero nunca mencionamos la palabra muerte. De verdad caballeros, le tenemos pánico, todos queremos ser inmortales en esa isla para poder seguir jodiendo y tratar de quebrar a la fábrica de ron sin importarnos lo que existe a nuestro alrededor. Entonces, después de mi muerte llegó San Pedro, el enviado de Dios, trabaja más rápido que el servicio DHL y Federal Express, me quedé sorprendido de la eficiencia que tiene el Señor para sus cosas. Todavía estaba mi cuerpo calientico y yo deseaba disfrutar un poco más de él, pero ya saben cómo son estos negocios, San Pedro me tocó por un hombro o la mejilla, no recuerdo exactamente.
-¡Vamos, compadre! Levántate y no te hagas el guillao, tú sabes que estás partío y vas para allá.
-¡Coño, viejo! ¿No hay una prórroga o algo por el estilo? Mira que venir a llevarme ahora que se está acabando el siglo.
-Nada de eso, ya jodiste bastante y hacía rato que teníamos que recogerte, pero por dificultades en el transporte no lo hicimos.
-¡Uff!, me estás hablando en un idioma que conozco, pero fíjate, no he tenido tiempo de confesarme.
-¡No te preocupes, Esteban! Sabemos que te alejaste un poco de la iglesia, no es tu culpa. Los curas han metido mucho la pata y el pito también, tenemos algunos en el infierno. Sabemos que de niño fuiste educado en una escuela católica y que después, ese loco ateo que gobernó tu país, le destruyó la fe a muchos de los nuestros. Sabemos que volviste a creer en Dios el día que trataron de matarte por la espalda cobardemente y te salvaste porque solo él podía hacerlo. Sabemos que has pecado mucho con tu libertinaje mujeriego, que por tu culpa se rompieron corazones, pero esto no es importante para nosotros. Está demostrado que un clavo saca al otro y éstos se curaron con el tiempo. Sabemos que bebiste demasiado, quizás la producción de un año entero, tampoco es tu culpa, es culpa de todos los hombres, de los que la producen hasta los que la consumen. Todo lo sabe el Señor en el cielo, los demás, han sido pecados menores y te perdonamos que no te hayas confesado desde que eras niño. En realidad, yo tampoco creo mucho en los curas.
-¡Coño, San Pedro! La verdad es que hasta aquí lo he oído con mucha atención y lo he comprendido todo, pero en esto de los curas me has dejado un poco botado.
-¡Son muchas las razones, hijo! Viene de muy lejos, ¿a quién se le ocurre querer confesar a una persona cuando la van a quemar viva? Solamente a un cura; ¿Es que no te acuerdas del indio Hatuey? ¡Carajo, Esteban! ¡No hay que ser tan burro, hombre!, Lo mismo sucede con la gente que van a fusilar o llevan a la silla eléctrica. Además, ¿quién le dijo a los curas que se debe cobrar por celebrar la misa a un muerto? Hay muchas cositas malas que han hecho esta gente y que han cagado nuestra imagen y la del Señor.
-¡Ahhh! Entonces, ¿yo no soy tan malo como me hacían creer?
-¡Claro que no, hijo! Por eso te digo que estás perdonado de calle y vengo a entregarte el pasaporte visado para el cielo.
-¡Coñó! No sabía que se tenía que sacar visa.
-Lo imaginé, ustedes los cubanos siempre están atrás del palo.
-Bueno, Pedrito, pero eso no es culpa de nosotros, tú sabes todas las mierdas que se hicieron en el patio. A propósito, ¿dónde está el loco? En el infierno supongo.
-¡Mira! No te asombres por lo que voy a decir, cuando el muy cabrón se murió, tenía preparada una gran historia para su apelación al refugio político en el cielo. La solicitud de asilo fue negada, pero sus abogados están apelando la decisión de la corte.
-¡Coño Pedro! En el cielo están trabajando igual que en la tierra.
-El Señor adoptó los mismos sistemas, considera que hay más refugiados en el mundo, que habitantes normales en la tierra.
-¡Mira! Si la cosa es así, yo no quiero entrar donde llegue ese bicho, ¿donde lo tienen ahora ?
-Está en un área de espera del infierno, ¡vamos, te lo voy a mostrar! Partí en un rápido viajecito con San Pedro y cuando tocó las puertas del infierno, la abrió un gran tipo con cuernos que me recordó a los toros sementales que se habían comprado en Canadá para desarrollar nuestra ganadería. Ambos se conocían, hacía mucho tiempo que trabajaban juntos en el asunto de la inmigración. Entonces, Pedrito le dijo que me mostrara al personal que estaba esperando por el juicio, y cuando me señaló para el área de espera, allí estaba aquel degenerado fumándose un Cohíba rodeado por Ceausescu, Kim Il Sung, Ortega, Saddam, Mao y no pude reconocer a los otros que estaban de espalda. Bastó con aquella porquería allí reunida y le expresé mi deseo de salir cuanto antes a San Pedro.
-Entonces, ¿qué decides?
-¿No hay manera de mantenerse fuera del cielo y del infierno?
-Tiene que ser con una visa especial que solo se les da a las ánimas vagabundas.
-¡Pues, mira! La verdad que prefiero esa condición por el momento.
-Tienes que hacer tu solicitud y mantenerte en el lugar de tu entierro hasta que esta sea aprobada.
-¿Qué tiempo se demora más o menos ?
-Serán unos seis meses.
-¡Carajo, viejo! Aquí están igualito que en Cuba.
-No te niego que hay un poco de burocratismo y que estamos atrasados en el envío de computadoras que nos harán los Payasos por la Paz, esos que viajan frecuentemente a Cuba.
-¡Mira!, si esa gente está relacionándose contigo, sácame una visa de salida definitiva, me quedo de ánima vagabunda.
-Muy bien, te lleno la aplicación ahora mismo, ¿para qué cementerio van a mandar tu cuerpo?
-Para ninguno, yo cuadré con mi familia para que me incineraran y mis cenizas sean derramadas en la entrada de la bahía de La Habana.
-¡Rayos!, mira que he conocido a gente extravagante en esta vida, pero lo tuyo no tiene nombre.
-Bueno, tú no te preocupes y llenas esas planillas, lo demás es asunto de mis hijos.
Una vez que terminaron mis trámites migratorios, comencé a repasar todos los detalles que había preparado para lo que sería mi supuesto entierro, que ciertamente no sé como carajo llamarlo, porque nadie en Cuba lo había hecho. De verdad, no soportaría estar enterrado tres metros bajo tierra en Canadá, es muy frío y los cementerios siempre están vacíos en invierno. Los muertos no tienen en que entretenerse, luego, las tumbas son a ras del suelo y si uno quisiera salir a tomar un poco de aire, se tiene que sentar encima de la nieve. Por otro lado en Cuba es muy caluroso, pero lo más jodido de todo esto es que las tumbas son colectivas. En el mismo hoyo meten a tres y se imaginan caer en el medio de dos camaradas del partido, de los que jodieron bastante en vida. Además, nunca me gustó estar encerrado y si yo soy un hombre de mar, al mar me debo y éste debe ser mi final.
Le dejaré por escrito a mi hijo quienes serán los invitados, habrán algunos de la familia que estarán excluidos de esta fiesta. Aquellos que hablaron de mí como el traidor o el gusano, esos que se vayan al carajo. Solo quiero cerca de mí a mis verdaderos amigos, que no eran muchos. . A mis hermanos por parte de madre que les avisen y el que así lo desee que asista. No se debe dejar de avisar a mis medios hermanos, éstos, estoy seguro que no dejarán de ir, son mulatos pero de oro y los mejores tíos que tienen mis hijos. Ellos llevarán a mis sobrinos, estoy convencido. De la familia de mi mujer asistirán solamente los que sean invitados de mi hijo, igualmente procederá con sus primos, él sabrá valorar quienes no han sido hipócritas.
De mis vecinos y conocidos quedarán a la elección de mi hijo, yo estoy seguro de que todos sus amigos acudirán y que algunos llevarán a sus hijos también. Hay muchos a los que quisiera hacer una invitación especial, pero como viven en Cuba no quiero comprometerlos, dejaré una lista hecha con sus nombres y cuando caiga la tiranía se agregarán a este libro para que no mueran tampoco. Lo hago en pago por la ayuda que le brindaron a mi familia, no debe faltar un negro que es otro de mis mejores amigos, un negro que llegó a ser un hermano para mí y la amistad conmigo le trajo muchos problemas. Lo voy a mencionar porque no come miedo y no tiene nada que perder, por eso quiero que siga también muy vivo, de verdad que se lo merece y en el caso de que Eduardo no esté vivo, él es el que despedirá mi duelo. Me refiero a Enrique Macías Villavicencio, no creo que le haga falta un megáfono para dirigirse al público, el negro tiene más de 100 watts de salida con sonido estereofónico.
Con mi hermano Eduardo Ríos Pérez recién arribado a Miami
Cuando esté toda mi gente y algunos chismosos que siempre se pegan para ver qué sucede. Arrojarán mis cenizas en el centro del canal de entrada a la bahía habanera, no quiero nada de lágrimas en los ojos porque entonces no seré feliz, tiene que ser en la misma entrada del canal, ni un metro más, ni uno menos. Después, Eduardo les hablará de quién fui en realidad, no quiero la misma verborrea que se utiliza en todos los entierros, me cansa de oír que todos los muertos somos buenos. Debe contarle a la gente lo que fuimos, lo que nos divertimos, la comida que compartimos. Algo, no todo, sobre nuestras aventuras extra-matrimoniales. Esto debe hablarse con moderación para no herir a Elena y después que hable, en vez de flores, abran algunas botellas de ron y beban por mí, yo los estaré mirando aunque no lo crean. Por favor, antes de la sencilla ceremonia no se le debe dar ni un solo trago a Eduardo, caso contrario, se pondrá a hablar mierdas. Ofenderá al sistema, dirá que aquello es una porquería y entonces joderá todo lo que se había planificado. Se los advierto con tiempo, no le den ni un solo trago. Cuando termine de hablar que se tome si quiere una botella de ron, para que suelte las lágrimas que lleva dentro por la pérdida de su hermano. Yo estaré a su lado y compartiré su dolor. Después que se desahogue sin que lo interrumpan, por favor, pongan un poco de música alegre para no quedarme triste después que todos partan.
Solo les pido que una vez que caiga la tiranía, coloquen una placa en el muro del malecón próximo al área donde arrojaron mis cenizas que diga ; “Aquí descansa para siempre Esteban Casañas Lostal, un marino cubano que navegó durante veinticuatro años. Murió en el exilio pero sus últimos años de vida, los dedicó a escribir sobre la amarga realidad que vivía su pueblo. Solo eso es suficiente, pero por favor, que la placa no sea de ningún metal con valor. Los muchachos de La Habana Vieja se la pueden robar, es mejor que sea de piedra o mármol y procuren ponerle pasadores que tenga como mínimo 4 pulgadas, esto es por los cabrones fanáticos derrotados que tratarán de romper todo lo nuevo y verterán su odio contra los que un día, aportamos nuestro granito de arena para llevar la verdad de lo que nuestro pueblo sufría.
Allí se orinarán los muy hijos de putas, llegarán a escupir también esa piedra. No importa, no olviden que yo soy parte del mar y con mis olas la lavaré frecuentemente. Muchos se dirán, que gusto más cabrón el de este tipo, miren que desear tirarse aquí donde el agua está tan sucia. No se preocupen, después de la caída de la tiranía nuestra bahía comenzará a limpiarse, no será un proceso rápido pero se limpiará, de eso estoy seguro. Vendrán de nuevo los peces, el muro se llenará otra vez de pescadores cuando arriben los pargos, Se pescarán rabirrubias, palometas, gallegos, roncos, chernas. La bahía se llenará como antes de Sábalos que saltarán sobre las manchas de Sardinas, de las que se alimentarán también las gaviotas que se habían ido. Mejor aún, el malecón volverá a ser el sitio romántico que fue durante siglos y su muro se verá invadido por enamorados que vendrán a contemplar el mar en el ocaso, mientras, que sin darse cuenta entre palabras de amor que estaban perdidas de nuestro vocabulario, los sorprenderán las estrellas y la luna. Repitiéndose esta historia ante los ojos de aquellos ya muy viejos, gastados y encorvados por el peso de su conciencia que, convirtieron a este lugar tan bohemio en un prostíbulo de varias generaciones.
Allí estaré siempre, sentado, viendo como salen y entran los barcos al puerto. Mientras aquella larga pitada de saludo o despedida, algunos de los hijos de mis compañeros la tocarán para mí y me saludarán, mientras sus hijos corren paralelos al malecón, de la misma manera que ellos corrieron junto a los míos cuando gritaban: ¡Papi, estamos aquí! Y corrían también las novias de los más jóvenes, seguidas por las más adultas con sus madres.
Así pasaré hasta la eternidad en esas aguas y en ese muro mirando al mar por el cual viví. Mientras a mis espaldas, de las ruinas de lo que fue una hermosa ciudad, otra nueva generación de cubanos, los hijos de nuestros hijos, levantan una mas esplendorosa como ave de Fénix, sin mirar ni oír al pasado, ante la vergüenza de los pocos sobrevivientes de esta hecatombe. Quitarán aquel ridículo tanque de guerra de lo que fuera nuestro palacio, símbolo del odio y la separación de millones de cubanos, y no solo ese, fundirán todos los demás y de su metal saldrán cabillas y tubos para construir hogares. Sacarán de su pecera de cristal la embarcación que simboliza toda nuestra miseria y el palacio se llenará de niños que no tendrán que gritar consignas ni delatar a sus compañeritos. Comenzarán a sembrar un futuro para nuestra Patria ajena al odio y al rencor, donde no habrá más espacio para el hambre, la represión y menos aún la miseria humana.
Volverán a nacer las flores en nuestros parques y serán cuidados por todos. Solo se arrancará de vez en cuando alguna rosa para ponérsela a nuestro Apóstol. Nuestro césped volverá a ser verde, los árboles se coparán de hojas para dar abrigo a los pájaros, quienes vendrán y harán nuevamente sus nidos. Luego, no nos volverán a abandonar porque los niños cuidarán de alimentarlos, dando de comer en sus manos a las palomas que otras generaciones mataron para alimentarse. Entonces, nuestros parques se verán llenos de aves, las fuentes tendrán agua para que éstas beban y el Paseo del Prado cobrará otra vez su vida y todos nos reiremos cuando las aves caguen a los que están sentados a nuestro lado, y nadie se ofenderá por eso, porque nuestro pueblo se levantará con una sonrisa en los labios y vivirá como siempre fuimos, con ese corazón que no nos cabe dentro del pecho muy abierto para el amigo, para el vecino, para el extranjero que quiera compartir nuestro suelo.
Los años pasarán porque el tiempo no hay quién lo detenga, entonces, un día, un día cualquiera, alguien querrá saber como habían vivido sus antepasados y en aquellas ávidas manos cayó inexplicablemente este libro, que nadie sabe cómo sobrevivió al tiempo, y esas manos temblorosas pasarán hojas tras hojas hasta el final, y después sin salir del asombro, el libro pasará a otras manos y recorrerá muchas, para luego, en una de las tertulias, un grupo de jóvenes discutirán sobre la pobre calidad literaria del escritor, pero le agradecen los mensajes que conservó para la historia. Entonces, uno de ellos dirá lo mismo que yo un día expresara, mi padre fue un hijo de puta si fueron capaces de someter a este pueblo a tanto dolor.
Ese será el día más feliz de mi historia, a partir de ese día yo estaré vivo y lo estará Eduardo, Enrique, Juan el Pendenciero, el Bola, Pello, el Cartero y toda la gente de mis barrios, mis vecinos y todos los que formaron parte de estas historias.
Se hablará de nosotros, gentes insignificantes a los cuales siempre se han encargado de borrarlos de la historia para llenarlas de gobernantes y generales que siempre la han embarrado con sus enfermas ambiciones. Esos niños que mañana serán hombres, barrerán con toda esa porquería que con un solo dedo matan a millones y se acordarán como yo de los olvidados a quienes siempre tengo presentes. Me acuerdo en mis primeros pasos de marino de nombres que fueron muy populares y contra quienes se volcaron todos los esfuerzos para anularlos por el solo delito de ser lo que fueron, hombres de mar y mucho más que eso, sencillamente hombres, que se escribe muy fácil pero se es muy difícil serlo. Nombres como Tarzán, Mauro, Basulto, Francisco el Bicho, Murillo, Agustín el Negro, Manso, Vicent y muchos más que merecen nuestro respeto.
Foto de mi boda con Elena el día 5 de Septiembre de 1971 en el Palacio de los Matrimonios de Prado.
Allí estaré sentado en ese muro con mi vista puesta en ese puerto, porque yo también soy parte de su historia. En él gasté la mitad de mi vida y solo pido como última voluntad, que en el mismo lugar donde arrojaron mis cenizas, en ese mismo sitio viertan las de mi esposa, con la cual he compartido toda mi vida, hoy peleando, mañana riendo, bailando y muchas veces sufriendo, pero siempre juntos aunque hemos estado muy lejos. Yo sé que en ese muro tendremos algunas discusiones cuando lleguen más turistas y se acerquen a la placa que les pedí algunas viejitas con sus nietas y derramen alguna lágrima. Entonces, cuando la nieta le pregunte por qué llora, ella le contestará, ¡Ay, mija! Ese pudo ser tu abuelo.
Llegará la inevitable discusión, pero después, las aguas tomarán su cauce y Elena seguirá a mi lado tan peleona como siempre, hoy, cosiéndome el pantalón. Después, remendando las alitas, pero disfrutando de la felicidad de nuestra gente que se mueve a nuestro rededor.
¿Qué más puedo pedir? Pido menos que el Apóstol, no hace falta la tumba, la mía es más grande y tendré siempre flotando en el aire a la bandera que se iza en El Morro. Si les advierto una cosa, el día que el agua se vuelva a contaminar y vea que los peces y las aves se marchen, ese día yo me largo otra vez al carajo.
Por favor, les pido a los amigos de mi hijo que si se les ocurriera ir algún día a recordarme, no olviden llevar una bandera de Canadá, no creo necesario explicarles ¿por qué? Cuba es la tierra que me vio nacer, pero ésta es la que me concedió el privilegio de cerrar los ojos considerándome un hombre libre. Fría, muy fría, pero me devolvió la dignidad y honor que una vez perdí en mi tierra.
Cúmplase mi voluntad.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal. Canadá
24-06-1999
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Marino..siempre mi Marino..
ResponderBorrarPopita... Tu siempre en la estela de mi nave. Un besote
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