Visitas recibidas en la Peña

sábado, 8 de diciembre de 2018

AGUAS IMPURAS



                                                        AGUAS IMPURAS





        
Llevo sobre mi espalda el peso de un gran lastre que me dobla la conciencia, no es fácil soportar la carga de nuestro pasado cuando la vida ha transcurrido con una intensidad anormal. Mi madurez precoz, ha sabido revolcarme en el lodazal que el destino escribió para mí sin faltas de ortografía. La promiscuidad, se convirtió sin percibirlo en un gran tesoro donde cada cuerpo por descubrir, constituyó ese baúl solo accesible con las palabras mágicas pronunciadas al oído o mezcladas con la savia que nos regala cada clítoris inflamado. Creí una vez conocerlo todo, dominado el cuerpo se subordina el alma, pensé con inocencia o ignorancia, ambas. Nadie podrá conocer y menos aún, dominar cada una de esas neuronas que viajan salvajemente en el interior de la mente humana, nunca conocerás dónde se encuentra escondida la traición.

La penúltima siempre será una puta, las que desgraciadamente la antecedieron serán peor, palabra de mujer. Todas las que formaron parte de tu vida estarán condenadas al desprecio de quien ocupe el trono en su momento, no importa si fueron honradas. Tu soledad transitoria será suficiente razón para condenarlas, las horas de goce y lujuria que regales a tu paso, serán los jueces de aquellas infortunadas. Poco importa que esa lista incluya obreras, madres, artistas, militares, prostitutas profesionales, analfabetas, pobres, miserables, ricas, solitarias, hermanas. Todas serán consideradas putas por la última lengua que logre penetrar tu garganta o saborear el glande como un barquillo de helados, injustas.

Con esa carga viajo de cuarto en cuarto, como tratando de encontrar la perfección, mancho sábanas y les dejo de paso mi olor. Mojo toallas, babeo almohadas dormido, uso de cenicero un platillo donde nunca existieron fumadores. Un cubierto más sobre la mesa y el olor a nicotina que no molesta cuando se ha logrado un orgasmo desconocido. ¡Tus putas! Siempre escucharás con palabras saturadas de desprecio, plenas de satisfacción que nunca comprenderán las razones de tus separaciones. ¡Tu mundo! Tan lleno de inmoralidades y traiciones. ¡Qué mundo tan bajo del que vengo! Piensas y llegas a dudar, se escuchan tan exquisitas las palabras. Tienen tanto nivel, son tan profesionales, dudas y condenas a la penúltima, y a la anterior, y a todas. Crees haber llegado a la mujer perfecta, sin faltas de ortografía al hablar, ilustrada, hasta sabe de música, mucho más que una geisha. Es un ángel enviado desde el cielo con plumas y alitas, porque cuando la acaricias sientes esa sensación. ¿Y ella? Alegrándose en todo momento haber recibido como premio un diablito como tú, enviado desde el mismo infierno, pero con la habilidad de haber descubierto ese punto misterioso de su cuerpo que le provoca espasmos y gritos nunca antes experimentados.

¡Todas tus putas! Te repetirá hasta el cansancio, hasta vencerte o convencerte tú mismo que es verdad. ¡Qué putas eran! Aprobarás una noche o tarde después de terminar, ¿dónde fue? ¿Mientras hacían el amor en la bañadera? ¡Ohhh, el agua! El agua siempre es bendita, pregúntenle a un árabe atravesando el desierto. Agua que corre misteriosa por cada estría de tu cuerpo y no se detiene en el ombligo. Se apura en burlar los vellos y penetrar hasta ese rincón bendito o maldito. Conoce de tu sabor y olor, siempre anda apurada y se marcha, se pierde por el tragante llevándose consigo a futuros pobladores de esta tierra.

-¿Te gusta el salmón? Le preguntas después de varios minutos enjuagando su larga cabellera. Ella separa la cabeza del chorro de agua y pone en tus manos un pomo de suavizador. La cubres con ese líquido viscoso desde la frente hasta la punta de sus nalgas, ella gira y te limpias las manos en su pelvis. Cuando se enjuaga, sientes los pelos muy suaves, los imaginas olorosos y de agradable sabor.

-¡Sí, me gusta el salmón! Responde con la inocencia de un niño, sus ojos están rojos, irritados, se los frota con agua acumulada entre sus manos, los abre nuevamente, esta vez frente a ti.

-Pues si te gusta el salmón, debemos ahorrar agua. Vas a secar los grandes lagos y los infelices no podrán subir por el río a desovar. Ella sonríe y sus manos descienden hasta un punto rígido de tu cuerpo. Los salmones saltan tratando de vencer los obstáculos que el río pone en sus anuales peregrinaciones, ambos descienden hasta el fondo de la bañadera, hacen el amor. ¿Cuántas veces lo hicieron allí? Perdieron la cuenta y el chorro de agua tibia nunca se detuvo, como si no les importara la reproducción de aquellos peces. 






-¡Siempre estuviste con putas! Era lo que te pertenecía por ser marino. Un día te rendiste, aceptaste su teoría de la vida y la repartición de los bienes de esta tierra. 
¡Es verdad, ese era mi mundo! ¿Putas? Pensaba sin dejar de moverse, menearse. Luego, cuando se encontraba demasiado excitado la sacaba ante sus protestas. La calmaba bajando por sus pechos, lindos firmes, pequeños como el de cualquier señorita. Los mamaba con deseos, con mucha más hambre que un niño mientras ella sucumbía a gemidos mudos, tímidos. Tan silenciosos, que eran superados por su propia respiración. No se le escapaba una sola palabra como a aquellas putas de su vida pasada, no había un ay o un qué rico quimérico, nada. ¿Y después? Después, viene el tiempo de las confesiones, es normal. No hay mejor confesionario que un bar, una barbería, una peluquería y el mejor de todos es la cama. Olviden curas, obispos y cardenales que arrancarán una confesión sincera dentro de una parroquia. Las mejores se encuentran aquí en estos lugares acudidos por deprimidos, insatisfechos sexuales, traicionados, frustrados, violados. La cama es el mejor de todos ellos, allí, encontrarás los defectos del penúltimo y el anterior. Tienes que prepararte mentalmente para superarlos, las herramientas fueron puestas en tus manos.

-¿Qué te pasó? Preguntarás un día cuando te encuentres cansado de responder tantas preguntas, lo harás picado también por la curiosidad. Aprovecharás ese espacio de tiempo después, el que casi siempre permanecen desnudos y jadeantes uno encima del otro. Te mantendrás así hasta que se calme la respiración, lo sabes por cabrón y porque te lo enseñaron unas putas de la calle. Nunca la saques acabado de finalizar el coito, nunca, es una acción que detestan casi todas las mujeres.

-Me separé porque aquella unión siempre estuvo condenada al fracaso.

-¿Cuál?

-Ambas.

-¿Ambas? ¿Fueron dos?

-La primera no sé explicarte muy bien, la segunda por algo tan sencillo y complejo como la insatisfacción sexual, nunca pudo complacerme. Eso lo había escuchado decenas de veces y no me asombró. ¡Ese tipo tuvo que ser maricón! Fue la primera idea que cruzó por mi podrida mente, ¿una mujer como la que tenía debajo de mí? Eyaculación precoz, prejuicios, falta de experiencia, cañón corto, ¿quién pudiera adivinarlo? Tampoco me importaba, yo conocía ese mundo y con mi escuela me bastaba, eso pensé.

-¡No te lo puedo creer! Se escuchó falso y verdadero al mismo tiempo.

-Sí, es una persona sumamente educada, pausada, inteligente, tanto, que lleva consigo varios diplomas de oro en su especialidad, pero fracasamos.

-Ese es el lío, no sé cómo explicarte, ya sabes, solo he estado con putas, según tú. En la cama no hay educación escolar que valga, aquí hay que ser macho o hembra, así, con toda la rudeza que escuches esas palabras. En la cama no caben las flores, tampoco los poemas, ni la música clásica. No sirven para nada los diplomas y el andar estudiado entre pasarelas se transforma en meneo, debe ser así. Las piernas de descruzan, se abren de una vez, de par en par, como las ventanas, como las mismas flores. Es necesario despojarse de una vez por todas de esa coraza ficticia que es moral fuera de la cama, debes convertirte en un animal salvaje y disfrutar. Cariño, tienes que convertirte en una verdadera puta.

-No te entiendo.

-Nunca lo comprenderás, eso me lo enseñaron ellas, las de antes, las anteriores, las que a partir de ahora no existieron y si lo hicieron, fue para condenar mi pasado, solo para tu goce. Hubo una breve pausa y los jadeos se calmaron.

-¿Quieres que prepare un trago?

-Si preparas dos, sí. Ya estaba muerta y había salido sola. Cuando se levantó trató de contener el chorro de esperma que siempre queda acumulado. Sus movimientos rápidos no pudieron impedirlo y la sábana se manchó. Ella le pasó una toallita para resolver momentáneamente la situación, salió en dirección a la cocina y al cabo de unos segundos escuché el ruido provocado por el choque de cubitos de hielo en un vaso. Regresé la mirada hacia la sábana, aquella mancha se parecía a la dejada semanalmente en las camas de mis camarotes. Era la reacción de un cuerpo joven para evitar que los huevos explotaran, te venías soñando. Siempre lo hacías con una mujer diferente y nunca lograbas echar la leche adentro. Aquellos sueños llegaron a preocuparme tanto que pensé acudir al médico, nunca logré venirme donde debía y temía padecer de eyaculación precoz. Eso era maligno en Cuba, un país donde la gente vivía demasiado preocupada en la satisfacción sexual del contrario, deber y obligación de los machos, fueron solo sueños.Ella llegó con los tragos cuando aún me encontraba sumergido en esos vagos pensamientos, puso el mío en lo que debió ser mi mesita de noche y el suyo junto a su lado de la cama.

-¿Siempre estuviste con putas? Nunca llegué a comprender su insistencia en recordarme que yo tenía mi origen en un mundo bajo.

-Sí, es probable. Tampoco quise decirle que por debajo de mí habían desfilado artistas, doctoras, ingenieras y otras profesionales. ¿De qué serviría en un mundo donde la penúltima siempre sería condenada por cualquiera de ellas? Solo escapaba de esa concepción la madre de tus hijos, no lo era si estaba convencida de que la separación se debía a cualquier tipo de infidelidad de tu parte. Las madres siempre han sido santas para la última, no sé dónde se encuentra el misterio. Quizás porque ellas fueron madres y solo consideran culpables a los hombres.

-¡Qué mundo! ¿Disfrutaste dentro de él?

-Mucho, si te digo lo contrario te miento, es maravilloso y cautivante, aprendes, conoces de cerca al ser humano, vives con él. Se sentó en la cama y se llevó el vaso a la boca sin dejar de observarme desnudo, como si fuera un cuadro recién pintado o descubierto. Luego se tumbó a mi lado y su respiración chocaba directamente  en mi cuello. Me llegaba tibio y con ese aroma de alcohol bien identificado. Mi mano se dirigió directamente a su monte de Venus, me gustaba acariciarlo y sentirlo cerca de mis nalgas cuando estábamos acostados de lado y en posición prenatal. Era una acaricia que me excitaba, no solo a mí, ella lo gozaba y se delataba con el ritmo de la respiración. 





–Voy a bañarme otra vez. Fue algo así como una invitación, me gustaba borrar todo tipo de huellas anteriores. El agua refresca y quizás rejuvenece viejas células, ella vino tras de mí. La ceremonia del baño no sería tan prolongada, era una repetición usada para cargar en algo las baterías. Sin embargo, aquella acción de enjabonarla nuevamente y frotar con esa espuma sus vellos, logró una férrea erección. Minutos después nos encontrábamos nuevamente en la cama, esta vez, ella decidió llevar la iniciativa de aquella ceremonia. 

Comenzó por chuparme los senos con las mismas ansias que yo hice con los suyos, igual desesperación y hambre. No me asombré, fue algo tan común entre mis putas. Siempre me pregunté, ¿Cuándo lo hacen, no dejan descubrir ciertos instintos masculinos ocultos? Qué importa, no hace daño, seducía con sus placeres, como lograban algunas putas de mi pasado. Un poco de lujuria no debe ser mal recibida, nadie es de hierro, nadie lo es por muy macho que trate de aparentar, lo importante es gozar, ¿No dicen que el punto “G” del hombre se halla en el culo? El pene desaparecía lentamente dentro de su boca durante largo rato, no se asfixiaba, podía sentir sus amígdalas. Calculaba mentalmente hasta dónde podía llegarle, acuden entonces pensamientos estúpidos. No recuerdo haberlo medido y si lo hice alguna vez, olvidé si fue en centímetros o pulgadas. Debía concluir aquella molesta cuenta, traté de vincular el largo de mi lengua, era muy atrás de sus amígdalas, próximo a la nuca. Ella solicitaba darme la vuelta en la cama y yo la complacía, ¿por qué privarla? No tenía a mano nada que pudiera dañarme, como por ejemplo, un consolador. Mis putas lo habían hecho con anterioridad, no esperaba nada nuevo. Se sentaba encima de mí, pero no en una posición cualquiera, su clítoris quedaba justo entre mis nalgas, tibio, húmedo, duro, al cabo de unos minutos me mojaba. ¿Qué podía pasar por su mente tan fina y culta en aquellos instantes de locura? Nadie lo sabrá. No es imaginación, yo podía sentirlo, no era una ilusión, ya lo había tenido entre mis labios y lengua en varias ocasiones. Era atractivo, pronunciado, lo suficientemente grande para sobrepasar la altura de los labios superiores, algo rosado y jugoso. 

Comenzaba su ritual por la nuca en una especie de masaje realizado con las manos y lengua. Iba descendiendo a lo largo de toda la columna vertebral y se detenía cuando llegaba a la separación de las nalgas. Allí retrocedía o volvía a ascender hasta sentir humedecida cada pulgada de esa parte del cuerpo. Convencida de haber finalizado, abría tiernamente, como solo saben hacer dos dedos femeninos, mis nalgas. Luego, sentía el contacto directo de sus pezones colocados inteligentemente en el centro y allí, se movía muy despacio mientras lo frotaba. Aparentemente estaba muy calmada, era falso, su respiración la delataba. Cambiaba al otro seno y repetía la ceremonia no sin antes abrirme totalmente de piernas, como hiciera cualquier maricón esperando a su marido. Su rostro tenía nuevamente contacto con mi cuerpo, primero lo hacía con ese vaho dulce de la respiración, no fumaba, era puro. Segundos más tarde, su lengua iniciaba el recorrido donde antes fue interrumpido. Aquella lujuriosa carrera comenzaba donde nacían mis nalgas y solo se detuvieron justamente allí, el punto sagrado de cualquier macho. 

Era la tercera vez que disfrutaba de aquella maravillosa experiencia, ¿por qué evadirla o evitarla? Su lengua no me causaría molestias o dolores, solo placer. Cuando se cansó o sació su curiosidad, nos enredamos en una posición cruzada, como si fuéramos tijeras. Sin penetrarla nos manteníamos varios minutos en salvajes roces, ella llevaba la iniciativa y daba rienda suelta a sus fantasías, ¿qué estaría pasando por aquella mente tan culta y sana? Nunca se sabrá. Me abrió totalmente hasta acomodar en su lugar adecuado, como si fuera el centro de una diana, su clítoris inflamado y a punto de reventar. Fue una sensación maravillosa, me humedeció con sus lubricaciones, me llenó de leche las nalgas y pude sentir, como pocas veces, los espasmos de su orgasmo mientras frotaba. Cuando concluyó aquella angelical maniobra digna de una santa, se tumbó a mi lado y pidió que entrara. Lo hice sin desesperación, tranquilo, sereno, calmado, tal y como me habían enseñado las putas de mis tiempos. Le levanté ambas piernas y bien abiertas las coloqué sobre mis hombros. El paisaje era divino, un triángulo perfecto, un rostro enrojecido, falta de respiración y aquel líquido viscoso e incoloro que solo olía a ella, muy agradable. Froté el glande en repetida ocasiones hasta escuchar algo, una protesta, una demanda, una súplica, un ruego, una exclamación de angustia o placer, algo le arranqué y nuestros actos dejaron de ser mudos. Le pedí, casi le supliqué que dijera alguna palabra. Le dije, el amor entra por varias vías de transfusión, pueden ser el olfato, vista, tacto o el sonido. No se puede hacer aquello sin oler, mirar, saborear, tocar o escuchar. Necesito algo de eso.

-¿Eso te lo enseñaron tus putas?

-Por supuesto que sí, y a ti, ¿quién coño te enseñó lo que hiciste hoy en la cama? ¿Fue la virgen María? ¡No me jodas! 

Aquella reacción violenta logró neutralizar en algo la ofensiva humillante siempre presente en cada encuentro. ¿Quién era puta? ¿Quién era santa? No digo yo, aprendió a gritar por placer, pedir la leche diferente como cualquier niño, gimió como nadie, abrió las piernas hasta el límite de los 180 grados. Se vino y lo anunció, reclamó fuera parejo. Chupó como cualquiera de las penúltimas y se tragó el semen como la más analfabeta. Lo hizo escuchando una sinfonía de Mozart, tal vez observando una litografía de Picasso, tragó. Después de ella, cuando se convirtió en penúltima, nadie me preguntó o me dijo que era una puta. La vida continuó con sus sorpresas y malos momentos. Unas, pedían que apagara la luz. ¿Cómo comer a oscuras? Otras, sentían temor por el sexo oral, nunca se lo habían hecho, era tal el prejuicio que pensaban podía tragarme de paso los ovarios. Luego, cuando definitivamente aprendieron cómo rayos hacer el amor, fueron marcadas por una terrible maldición. Templar no era preñar, eso le pertenece a los animales. Era un poco más que eso y necesariamente no se requería ser puta. Creo que sí, mientras más puta se sea en la cama es mejor, las finas, educadas y santas no gozan ni logran hacer gozar. 

Nos separamos como enemigos, ha sido la primera vez, ¡qué raro! Nunca me ocurrió con las anteriores, siempre lo hicimos como amigos. Regresé a mi mundo pasado, del que nunca debí salir y no sé por qué escribo estas líneas. 
Cada vez que hablamos con alguien de la isla nos da una lista de muertos que nacieron conmigo, no juntos ni revueltos, solo en la misma década. Tal vez esas malas noticias me apuren un poco y dedique algo de tiempo a tener listo el equipaje, nada está escrito. Llevo muy poco de valor material, todo será incinerado. Debo acopiar lo que nadie puede arrebatarme, lo vivido, todo irá dentro de mi maleta. Un golpe de nostalgia o quizás, aquel deseo suyo porque un día le dedicara unas líneas, me empujó a mover hoy el teclado y me río por las ironías del destino, no creo que ella ría conmigo. No le guardo rencor.

Siempre me baño antes, durante o después, el agua pasa por nosotros limpia. Luego se ensucia y nadie sabe dónde irán a parar nuestras impurezas. Tal vez bañen a los infelices salmones que llegan a nuestros ríos cada año, desovan y mueren.


Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2011-11-15



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