EL LECHERO
Yo lo había visto antes y nunca me llamó la atención,
pero hoy, mientras conducía, me topé en una de esas calles estrechas de la
ciudad con uno de esos camiones conducidos por un lechero. El tipo se bajó y
dejó el paquete en la puerta de la casa, como hacían antes por allá, solo que
esta vez visitaba una sola puerta. Después que arrancó no se detuvo más y dobló
en la primera esquina, pero me dejó ese sabor nostálgico por una especie que se
extinguió en la isla hace muchos años.
Me acuerdo de las broncas del lechero con La
Chiquitica cuando vivía en Juanelo, los escándalos eran diarios por falta de
pago. Lo que le faltaba de tamaño le sobraba de lengua y su colección de
malapalabras era una de las más abundantes en el barrio. Hasta las mujeres
grandes le temían, porque allí es así, el que más grite y gesticule es el que
gana casi siempre. Mi vieja no la podía ver ni en pintura, yo sí, La Chiquitica
estaba muy buena y yo era un chama de solo diecisiete años, edad peligrosa
donde se piensa con la cabeza equivocada.
Como andaba en los trajines de entrada a la marina,
la pura me metió miedo. ¡Es una puta! ¡Es una antisocial! Por lo de puta no me
preocupaba, es una profesión muy antigua, me consolaba por conveniencia. Pero
cuando escuchaba ese antisocial me cagaba y daba marcha atrás. Una vez
coincidimos en una ruta 24 y la hijaputa se puso pa’mi calavera, yo le
esquivaba la mirada, pero ella ahí, sentada frente a mí en esos asientos
atravesados que tenían las Leylands. Aparte de todo, aunque no quisiera tenía
que mirarla, la muy cabrona abría las piernas y me calentaba, sabía dónde me
dolía, pero ahí mismo venía ese antisocial pronunciado por la vieja y me volvía
a enfriar. La cosa terminó muy fea, cuando nos bajamos en el paradero del Lawton,
La Chiquitica se puso detrás de mí y me dijo maricón al oído, así como lo oyen.
Le cogí miedo y como mis pasos eran más largos que los de ella, llegué primero
al barrio. Tampoco era buen punto, porque además de mal hablada y conflictiva,
tenía tres fiñes de color diferentes. Utilizó más tinta desde el mayor al más
pequeño, el primero pasaba por blanquito, el segundo era mulato y el último no
pudo escapar, se le viró el pomo completo. Y bueno, aparte de las broncas con
el lechero, también tenía sus rumbas con los padres de sus chamas, eliminé esa
posibilidad de enterrar al muñeco ante tantas adversidades.
El lechero era un tipo que venía con un uniforme
gris, era el que estaba de moda en aquellos tiempos, lo usaban hasta los
bomberos, nosotros los marineros también, la gente de la cruz roja, los
barrenderos, camioneros, todo se iba convirtiendo a ese color tan aburrido. En
mi casa tenía que dejar dos litros de leches por mis hermanos menores, nunca
hubo bateo, eso sí, había que recogerlo rápido. ¿Se acuerdan de aquella leche?
El taponcito del litro era un cartoncito y casi siempre podía observarse la
grasa contenida muy cerca del pico de la botella. Cuando la hervían había que
vigilarla porque se botaba y luego al enfriarse hacía nata. Con aquella nata la
pura hacía mantequilla de vez en cuando, se escapaba. El lechero se convirtió
en una pieza más del barrio, se impuso en nuestro folclor con su canasta
metálica y el tintinear del choque de aquellas botellas vacías. Se conocía el
nombre de casi todos sus clientes, y si eran mujeres la memoria no les fallaba.
Su popularidad solo era compartida con los carteros y los leones, pero estos
últimos no se andaban con bromas, casi siempre andaban amargados.
Recuerdo la última imagen que tengo de un lechero,
correrían principios de los setenta sin llegar a la mitad, ya vivíamos en
Luyanó y lo conté por ahí sin darle la importancia que se merecen. Después de
esa fecha desaparecieron como el Almiquí, creo que la suerte corrida por ellos
fue mucho peor. Hace unos años encontraron un ejemplar de ese animal
considerado en total extinción, solo uno. Entonces, te pones a darle güiro al
asunto, el que tenga tiempo para pensar, por supuesto, y te llegan un millón de
preguntas. ¡Coño! ¿Este animalito tan curioso no tiene parientes, una tía o un
primo? Parece que no, se reproduce como el niño Jesús o, vaya usted a saber, el
bicho ha sido hallado en la región oriental, o sea, es palestino. Va y sus
parientes emigraron a La Habana, cabe esa posibilidad también, aunque sea
considerado algo irracional. Cuando lees sobre la extinción del Almiquí,
encuentras que fueron diezmados por especies depredadoras que fueron
introducidas por los colonizadores. La suerte de los lecheros fue peor, fueron
exterminados por un solo depredador que es pichón de un gallego. Ya se ha
encontrado un o dos ejemplares del Almiquí, por lo menos sobrevivieron hasta
hoy. ¿Alguien ha encontrado a un lechero después de los setenta? Por supuesto
que no, los eliminaron totalmente y la historia no los ha tenido en cuenta,
muchos cuentos vinieron después. ¿No recuerdan los puntos de leche? Ese fue el
paredón de los lecheros.
Pero hay demasiadas complicaciones objetivas y
subjetivas que atentan contra un vaso de leche, y si algo debe reconocerse
siempre lo es, ese radicalismo de los comunistas a la hora de tomar decisiones.
Era lógico, demasiadas comodidades aquellas de llevarte la leche hasta la
puerta de la casa, rezagos del pasado, desviación ideológica, influencia
burguesa y no se sabe cuántas mierdas más. ¡Hay que arrancar todos esos males
de raíz! Dijo alguien por ahí, no podemos permitirnos esos lujos. Imaginen
ustedes a una sociedad empeñada en construir el socialismo. Lechero, camiones,
gasolina, estibadores, planta pasteurizadora, ¿Pasteur?, ese nombre suena feo,
casi capitalista. Y detrás de esa tropa vienen camiones cisternas, tinas,
vaquerías, ordeñadores, vaqueros, pasto y vacas. Demasiada larga la cadena a
mantener para lograr un vaso de leche, siempre se rompe algún eslabón que jode
la cosa y la leche se corta, y cuando eso pasa, la fábrica de yogurt se
encuentra afectada por falta de piezas de repuestos, o simplemente no hay pomos
para envasarla. ¡Al carajo la leche! Gritó un enardecido patriota empeñado en
la causa por la construcción del socialismo. ¡Tampoco así! Respondió un médico
militante, la leche es una fuente de calcio muy necesaria en el desarrollo de
los niños. ¡Qué levanten la mano los que están de acuerdo, los que están en
contra, los que se abstienen! Hay que analizar a esos compañeros que manifiestan
posiciones neutras, con la revolución, todo. Se suspende el vaso de leche, solo
se otorgará a niños menores de siete años y ancianos que superen los ciento
ochenta. ¿Y las vacas, qué hacemos con las vacas? ¡Al carajo las vacas! La
leche será importada en polvo y que se mezcle con agua, más agua que polvo,
para que no se bote. No podemos darnos el lujo de mantener a una persona
pendiente de que hierva, si multiplicamos ese tiempo perdido por toda la
población, nos tardaremos siglo y medio en construir el socialismo. ¡Así será,
comandante en jefe, ordene!
¡Coño! ¿Y los lecheros, vaqueros, choferes? ¡La
revolución les asignará otras tareas! ¿Y la carne, no habrá carne? Eso es vicio
del capitalismo, produce gota, hasta cáncer dicen hoy. Es verdad, es verdad, es
verdad, manifiestan los fervientes revolucionarios, no hay dieta más sana que
consumir vegetales, hasta las tiñosas se convierten en vegetarianas. ¿Qué no?
Esas auras no ven una vaca muerta desde que triunfó la revolución, las pocas
que mueren lo hacen por accidentes ferroviarios o por no respetar las señales
del tránsito, luego desaparecen y se convierten en fantasmas. Se me olvidaba,
se quedó sin pincha el inseminador, el verdadero marido de la vaca.
Fueron muchas las agravantes que atentaron en contra
de nuestros hermanos lecheros, cuando los historiadores investiguen a
profundidad, siempre saldrá al aire aquel viejo refrán que posiblemente los
haya condenado injustamente. ¡Al lechero no lo mataron por echarle agua a la
leche! Dijeron nuestras abuelitas y madres, mujeres destacadas por esa
sabiduría popular que hoy se sustituye con reguetones. ¡Claro que no! Los
mataron por echar la leche donde no debían, otro vicio del capitalismo que
denigraba esa inmaculada virginidad de aquella moral virtuosa que se vivió, y
sirviera de fuente donde se nutriera los más perfectos ideales del socialismo,
el mismo que hoy se disfruta después de medio siglo.
El lechero formó un escándalo del carajo, no digo yo,
mi vieja había discutido con Pedro mi padrastro la noche anterior. En medio de
aquel escándalo familiar tan divertido y normal entre nosotros, la vieja agarró
a Francisco y María Merced con sus taburetes y los lanzó escalera abajo. Detrás
de aquellos aburguesados muñecos tan humanizados por la artesanía popular, mi
vieja no se detuvo y sonó al eleguá que era un coco y se rompió por el camino,
el mocho de tabaco quedó justamente en la puerta de la escalera. Todo parece
indicar que el lechero era santero, ¡esta escalera está untá y yo no voy a
entrar! Fue todo lo que dijo y dejó los litros en la acera, hubo que bajar más
rápido de lo acostumbrado, los tiempos habían cambiado.
El camión dobló en aquella esquina y yo continué mi
viaje por una ciudad, donde el tráfico se dificultaba por la acumulación de la
nieve caída en la última tormenta. Escuchaba un disco de Nocturno en esos
instantes, nada, una especie de masoquismo sublime que disfrutamos los que
vivimos un destierro indefinido. Viajé hasta Juanelo, me senté frente a La
Chiquitica en una ruta 24, recogí los dos litros de leche que le tocaban a mis
hermanos y le pagué al lechero. Llego a la casa y enciendo el televisor, pasan
imágenes de una vaquería en Estados Unidos, algunas vacas se caen y cuando se
levantan han perdido el sentido de la orientación, caen nuevamente después de
ridículos movimientos, dicen que son unas vacas locas. Pasan a Cuba, anuncian
la autorización de entrada de los cubanos a los hoteles, los precios son
inalcanzables para los nacionales que ganan como máximo unos quince dólares
mensuales. Allí, las vacas no se vuelven locas, casi no las hay, los locos son
los vaqueros.
https://secretoscuba.foroactivo.com/t8035-el-lechero
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2008-04-02
Y si tenéis por rey a un déspota, deberéis
destronarlo, pero comprobad que el trono que erigiera en vuestro interior ha
sido antes destruido.
Jalil Gibrán.
xxxxxxxx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario