Visitas recibidas en la Peña

sábado, 18 de marzo de 2023

EL LECHERO.

 

 EL LECHERO




Yo lo había visto antes y nunca me llamó la atención, pero hoy, mientras conducía, me topé en una de esas calles estrechas de la ciudad con uno de esos camiones conducidos por un lechero. El tipo se bajó y dejó el paquete en la puerta de la casa, como hacían antes por allá, solo que esta vez visitaba una sola puerta. Después que arrancó no se detuvo más y dobló en la primera esquina, pero me dejó ese sabor nostálgico por una especie que se extinguió en la isla hace muchos años.

 

Me acuerdo de las broncas del lechero con La Chiquitica cuando vivía en Juanelo, los escándalos eran diarios por falta de pago. Lo que le faltaba de tamaño le sobraba de lengua y su colección de malapalabras era una de las más abundantes en el barrio. Hasta las mujeres grandes le temían, porque allí es así, el que más grite y gesticule es el que gana casi siempre. Mi vieja no la podía ver ni en pintura, yo sí, La Chiquitica estaba muy buena y yo era un chama de solo diecisiete años, edad peligrosa donde se piensa con la cabeza equivocada.

 

Como andaba en los trajines de entrada a la marina, la pura me metió miedo. ¡Es una puta! ¡Es una antisocial! Por lo de puta no me preocupaba, es una profesión muy antigua, me consolaba por conveniencia. Pero cuando escuchaba ese antisocial me cagaba y daba marcha atrás. Una vez coincidimos en una ruta 24 y la hijaputa se puso pa’mi calavera, yo le esquivaba la mirada, pero ella ahí, sentada frente a mí en esos asientos atravesados que tenían las Leylands. Aparte de todo, aunque no quisiera tenía que mirarla, la muy cabrona abría las piernas y me calentaba, sabía dónde me dolía, pero ahí mismo venía ese antisocial pronunciado por la vieja y me volvía a enfriar. La cosa terminó muy fea, cuando nos bajamos en el paradero del Lawton, La Chiquitica se puso detrás de mí y me dijo maricón al oído, así como lo oyen. Le cogí miedo y como mis pasos eran más largos que los de ella, llegué primero al barrio. Tampoco era buen punto, porque además de mal hablada y conflictiva, tenía tres fiñes de color diferentes. Utilizó más tinta desde el mayor al más pequeño, el primero pasaba por blanquito, el segundo era mulato y el último no pudo escapar, se le viró el pomo completo. Y bueno, aparte de las broncas con el lechero, también tenía sus rumbas con los padres de sus chamas, eliminé esa posibilidad de enterrar al muñeco ante tantas adversidades.

 

El lechero era un tipo que venía con un uniforme gris, era el que estaba de moda en aquellos tiempos, lo usaban hasta los bomberos, nosotros los marineros también, la gente de la cruz roja, los barrenderos, camioneros, todo se iba convirtiendo a ese color tan aburrido. En mi casa tenía que dejar dos litros de leches por mis hermanos menores, nunca hubo bateo, eso sí, había que recogerlo rápido. ¿Se acuerdan de aquella leche? El taponcito del litro era un cartoncito y casi siempre podía observarse la grasa contenida muy cerca del pico de la botella. Cuando la hervían había que vigilarla porque se botaba y luego al enfriarse hacía nata. Con aquella nata la pura hacía mantequilla de vez en cuando, se escapaba. El lechero se convirtió en una pieza más del barrio, se impuso en nuestro folclor con su canasta metálica y el tintinear del choque de aquellas botellas vacías. Se conocía el nombre de casi todos sus clientes, y si eran mujeres la memoria no les fallaba. Su popularidad solo era compartida con los carteros y los leones, pero estos últimos no se andaban con bromas, casi siempre andaban amargados.

 

Recuerdo la última imagen que tengo de un lechero, correrían principios de los setenta sin llegar a la mitad, ya vivíamos en Luyanó y lo conté por ahí sin darle la importancia que se merecen. Después de esa fecha desaparecieron como el Almiquí, creo que la suerte corrida por ellos fue mucho peor. Hace unos años encontraron un ejemplar de ese animal considerado en total extinción, solo uno. Entonces, te pones a darle güiro al asunto, el que tenga tiempo para pensar, por supuesto, y te llegan un millón de preguntas. ¡Coño! ¿Este animalito tan curioso no tiene parientes, una tía o un primo? Parece que no, se reproduce como el niño Jesús o, vaya usted a saber, el bicho ha sido hallado en la región oriental, o sea, es palestino. Va y sus parientes emigraron a La Habana, cabe esa posibilidad también, aunque sea considerado algo irracional. Cuando lees sobre la extinción del Almiquí, encuentras que fueron diezmados por especies depredadoras que fueron introducidas por los colonizadores. La suerte de los lecheros fue peor, fueron exterminados por un solo depredador que es pichón de un gallego. Ya se ha encontrado un o dos ejemplares del Almiquí, por lo menos sobrevivieron hasta hoy. ¿Alguien ha encontrado a un lechero después de los setenta? Por supuesto que no, los eliminaron totalmente y la historia no los ha tenido en cuenta, muchos cuentos vinieron después. ¿No recuerdan los puntos de leche? Ese fue el paredón de los lecheros.

 

Pero hay demasiadas complicaciones objetivas y subjetivas que atentan contra un vaso de leche, y si algo debe reconocerse siempre lo es, ese radicalismo de los comunistas a la hora de tomar decisiones. Era lógico, demasiadas comodidades aquellas de llevarte la leche hasta la puerta de la casa, rezagos del pasado, desviación ideológica, influencia burguesa y no se sabe cuántas mierdas más. ¡Hay que arrancar todos esos males de raíz! Dijo alguien por ahí, no podemos permitirnos esos lujos. Imaginen ustedes a una sociedad empeñada en construir el socialismo. Lechero, camiones, gasolina, estibadores, planta pasteurizadora, ¿Pasteur?, ese nombre suena feo, casi capitalista. Y detrás de esa tropa vienen camiones cisternas, tinas, vaquerías, ordeñadores, vaqueros, pasto y vacas. Demasiada larga la cadena a mantener para lograr un vaso de leche, siempre se rompe algún eslabón que jode la cosa y la leche se corta, y cuando eso pasa, la fábrica de yogurt se encuentra afectada por falta de piezas de repuestos, o simplemente no hay pomos para envasarla. ¡Al carajo la leche! Gritó un enardecido patriota empeñado en la causa por la construcción del socialismo. ¡Tampoco así! Respondió un médico militante, la leche es una fuente de calcio muy necesaria en el desarrollo de los niños. ¡Qué levanten la mano los que están de acuerdo, los que están en contra, los que se abstienen! Hay que analizar a esos compañeros que manifiestan posiciones neutras, con la revolución, todo. Se suspende el vaso de leche, solo se otorgará a niños menores de siete años y ancianos que superen los ciento ochenta. ¿Y las vacas, qué hacemos con las vacas? ¡Al carajo las vacas! La leche será importada en polvo y que se mezcle con agua, más agua que polvo, para que no se bote. No podemos darnos el lujo de mantener a una persona pendiente de que hierva, si multiplicamos ese tiempo perdido por toda la población, nos tardaremos siglo y medio en construir el socialismo. ¡Así será, comandante en jefe, ordene!

 

¡Coño! ¿Y los lecheros, vaqueros, choferes? ¡La revolución les asignará otras tareas! ¿Y la carne, no habrá carne? Eso es vicio del capitalismo, produce gota, hasta cáncer dicen hoy. Es verdad, es verdad, es verdad, manifiestan los fervientes revolucionarios, no hay dieta más sana que consumir vegetales, hasta las tiñosas se convierten en vegetarianas. ¿Qué no? Esas auras no ven una vaca muerta desde que triunfó la revolución, las pocas que mueren lo hacen por accidentes ferroviarios o por no respetar las señales del tránsito, luego desaparecen y se convierten en fantasmas. Se me olvidaba, se quedó sin pincha el inseminador, el verdadero marido de la vaca.



Fueron muchas las agravantes que atentaron en contra de nuestros hermanos lecheros, cuando los historiadores investiguen a profundidad, siempre saldrá al aire aquel viejo refrán que posiblemente los haya condenado injustamente. ¡Al lechero no lo mataron por echarle agua a la leche! Dijeron nuestras abuelitas y madres, mujeres destacadas por esa sabiduría popular que hoy se sustituye con reguetones. ¡Claro que no! Los mataron por echar la leche donde no debían, otro vicio del capitalismo que denigraba esa inmaculada virginidad de aquella moral virtuosa que se vivió, y sirviera de fuente donde se nutriera los más perfectos ideales del socialismo, el mismo que hoy se disfruta después de medio siglo.

 

El lechero formó un escándalo del carajo, no digo yo, mi vieja había discutido con Pedro mi padrastro la noche anterior. En medio de aquel escándalo familiar tan divertido y normal entre nosotros, la vieja agarró a Francisco y María Merced con sus taburetes y los lanzó escalera abajo. Detrás de aquellos aburguesados muñecos tan humanizados por la artesanía popular, mi vieja no se detuvo y sonó al eleguá que era un coco y se rompió por el camino, el mocho de tabaco quedó justamente en la puerta de la escalera. Todo parece indicar que el lechero era santero, ¡esta escalera está untá y yo no voy a entrar! Fue todo lo que dijo y dejó los litros en la acera, hubo que bajar más rápido de lo acostumbrado, los tiempos habían cambiado.

 

El camión dobló en aquella esquina y yo continué mi viaje por una ciudad, donde el tráfico se dificultaba por la acumulación de la nieve caída en la última tormenta. Escuchaba un disco de Nocturno en esos instantes, nada, una especie de masoquismo sublime que disfrutamos los que vivimos un destierro indefinido. Viajé hasta Juanelo, me senté frente a La Chiquitica en una ruta 24, recogí los dos litros de leche que le tocaban a mis hermanos y le pagué al lechero. Llego a la casa y enciendo el televisor, pasan imágenes de una vaquería en Estados Unidos, algunas vacas se caen y cuando se levantan han perdido el sentido de la orientación, caen nuevamente después de ridículos movimientos, dicen que son unas vacas locas. Pasan a Cuba, anuncian la autorización de entrada de los cubanos a los hoteles, los precios son inalcanzables para los nacionales que ganan como máximo unos quince dólares mensuales. Allí, las vacas no se vuelven locas, casi no las hay, los locos son los vaqueros.


https://secretoscuba.foroactivo.com/t8035-el-lechero

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2008-04-02

 

 

 

Y si tenéis por rey a un déspota, deberéis destronarlo, pero comprobad que el trono que erigiera en vuestro interior ha sido antes destruido.

Jalil Gibrán.

 

 

xxxxxxxx


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...