EDUARDITO YA SE FUE.
-¡Hola mi primo! ¿Cómo estás? No tenía remota idea de
quién me hablaba, el identificador del teléfono me decía que la llamada había llegado
desde New York y yo no sabia de la existencia de primo alguno en esa ciudad. ¿Quién
era realmente, como había obtenido mi número de teléfono? Fueron las preguntas
que acudieron inmediatamente a mi mente, muy bien pudiera tratarse de una máquina,
como llamamos los cubanos comúnmente a una tomadera de pelos.
-¡Oye! ¿Quién eres tú? Escuché su risa, sabía que había
logrado su objetivo, sorprenderme.
-¡Coño, man! Soy tu primo Eduardito, el hijo de Chepa.
Continuó riéndose con esa mezcla de alegría y nerviosismo. Entonces, devorando
fracciones de segundos, mi mente fue recorriendo la prole de su mamá hasta que
lo encontré en Buena Vista. Miré el rostro de cada uno de ellos y di con el
suyo, era aun un chamaco y yo estaba en el Servicio Militar Obligatorio, transcurría
la segunda mitad de los sesenta, yo contaría con quince años.
-¡Coño, ya me acuerdo de ti! Imagínate, han pasado
muchos años desde la última vez que nos vimos. Todavía recuerdo aquel apartamentico
donde una vez me quedé a dormir, había salido con un grupo de muchachos a los
que se sumó tu hermana Isabel y como la acompañé hasta tu casa de madrugada, tu
mamá encontró un hueco donde reposar mis huesos, ¿qué pudiera decirte de tu
vieja que no sepas? Entonces pasamos largos o interminables minutos hablando de
ella y ese fragmento de mi infancia que le pertenecía. -¿Cómo está la vieja? Ni
te imaginas el hambre que me mató de niño, ¡qué clase de corazón!, tenía que
ser grande para compartir su miseria con la nuestra. No solo ella, pudiera
decirte lo mismo de Alberto y Lidia, Mercedita siempre me invitaba a comer puré
de papas, creo sea el mas delicioso que recuerdo haber comido en toda mi vida, ahora
me viene a la mente el día de su boda. Tampoco puedo olvidar a Georgina, ella también
supo llenar mi pancita. ¿Te acuerdas de Rosa la jamaicana? Después de pasarnos
el día mataperreando por esas veredas de tierra a las que llamaban calles en El
Moro, no sé por qué, siempre culminábamos en su casa, una de las mejores. Ella
sacaba una fuente de pan viejo con cualquier cosa, mangos frescos de su árbol,
y allí merendábamos, tú no habías nacido aun, Sandrita tampoco y menos Lucía,
las conocí también en Buena Vista. ¿Cómo está la vieja?
-¡Coño, primo, tienes tremenda memoria!...
-¿Qué si la tengo? Creo que ustedes vivían por la
calle 15 muy cerca de 70 o algo así, era por esa zona…
-La vieja está bien, con sus achaques, ya sabes, los
años no pasan por gusto.
-¡Cuánto me alegro! Imagino los trabajos y
sacrificios enfrentados para criar a esa prole, se merece toda la felicidad del
mundo. No es porque sea tu mamá, yo creo que gracias a ella y a los que he
mencionado, lograron borrar esa etapa miserable de mi infancia. Hubo días en
los que ella me dormía en su regazo y otras veces esa labor la realizaban tu
hermana Isabel o Reglita. Ambas eran unas adolescentes y les gustaba hacer el
rol de mamá. ¿Qué haces? No quiero agobiarte con tanta historia vieja.
-Aquí, lo mismo que todos, trabajando como un caballo
para guardar alguna platica y darme un saltico al caimán. Nada, casado como
cualquier ser viviente y jodiendo, no se puede perder la alegría de vivir. Años
más tarde me enteré por Xiomarita que Eduardito tenía sus limitaciones, cojeaba
de una pierna, defecto que nunca pudo privarlo de esa felicidad y energía positiva
que radiaba a su paso.
-¿Has sabido algo de tu hermana Reglita? Ella era
gemela con Isabel y de un parecido asombroso.
-Se esfumó, nadie sabe de ella, ha sido la ovejita
negra o la bala perdida de la familia. Cuando lo expresó me llegaron sus
palabras sin la alegría mostrada durante todo el diálogo.
-Yo tuve la oportunidad de verla y compartir varias
veces con ella. Fue a esperarme al aeropuerto de Miami en mi primer viaje a esa
ciudad, creo que por el año 94 o 96, no puedo precisar con exactitud. Ella
visitaba mucho a mi prima Sonia, mi abuela estaba viva y era la madrina de
Reglita, después desapareció sin que nadie conociera la razón.
-Considérate un afortunado, fuiste uno de los últimos
en verla y compartir con ella. Al escucharlo decidí hacer un giro brusco en la conversación
para evadir todo tipo de baches dominados por la tristeza. Aquel timbrazo suyo
tuvo una duración que superó la hora y solo fue interrumpida por la voz de su
mujer llamándolo a cenar. Eduardito logró borrar de un tirón todo el espacio
donde se puedan almacenar la historia transcurrida en más de treinta años.
Aquellas llamadas fueron mas frecuentes y fluidas,
nunca faltó ese coño tan folclórico y necesario entre nosotros los cubanos.
Desde el primer día hubo una química perfecta, éramos dos seres imperfectos que
nos complacíamos en distribuir alegría, felicidad, amor y amistad. Dos seres
que, aunque marcados por un horrible fatalismo, nos negábamos a mostrar
nuestras cicatrices. Así nos mantuvimos en contacto durante meses y no quedó
nadie por acudir a nuestros recuerdos. Cada uno de nuestros primos ocupó un
sitio muy importante en nuestras conversaciones, Albertico, Felo, Jorge, la
tropa de Chepa, Nancy, Manolito, Xiomarita, Luisito, las jimaguas, Esmeralda,
Lucía. Les dedicábamos mas tiempo a la generación anterior, seres con virtudes
y defectos. Creo que, de todos ellos, mi padre fue el peor ejemplar parido en
aquella manada. Luego, aquel reencuentro con cada uno de ellos en esta orilla
me devolvió algo perdido durante décadas, no solo el cariño que nos profesáramos
siendo niños. Nadie puede imaginar la alegría que produjo aquella vez que me llamaran
como “Papúm” en Miami, ese apodo había nacido en Mantilla y me lo gané como
premio por haber sido hijo de “Papo”. Bueno, dentro de esa tropa existían primos
que no sabían mi nombre, Eduardito se hallaba entre ellos.
Hubo una larga pausa y cuando preguntaba por él nadie
sabia responderme. Ese silencio duró hasta que apareció por Miami y coincidimos
en casa de Xiomarita, Eduardito estaba viviendo en un efficiency que nuestra
prima tenía construido al fondo de su casa. Estuvo trabajando, se mudó,
hablamos y luego se perdió nuevamente. No sé si fue la nostalgia por New York o
la reconciliación con su mujer, el loco renunció al calor tropical y al cubaneo
para regresar al frío e intenso tráfico de la capital del mundo. Otra pausa y
vuelve a desaparecer, se cansó del tráfico, su mujer y la mierda blanca de New
York, aparece nuevamente en Miami.
Mientras otros permanecen indiferentes o ciegos a las
demandas de trabajadores, Eduardito siempre encontraba la manera de ganarse la
vida y ser independiente. Meses van y vienen mientras se mueve de un sitio a
otro hasta que logra formalizar sus nuevas relaciones, se casa. Las
comunicaciones fueron periódicas y se detenían en nuestras vidas, nos reíamos, bromeábamos,
coños van y vienen de norte a sur y viceversa. Tuvimos buena química, creo que
excelente para no habernos criado juntos. Es que realmente esa felicidad
siempre ha sido la diana en cada encuentro con esa rama de mis primos paternos.
Lo asombroso de todo esto es que, somos la segunda generación y nos
consideramos casi hermanos, primos carnales fueron nuestros padres, pero
nosotros los superamos en la distribución de amor. La cosa no cuajó y ese
matrimonio se diluyó, se esfumó, desapareció.
El pasado mes de diciembre del 2021 decidí esperar el
año en Miami y me contagie con el Covid estando vacunado, caí en desgracia al
quinto día de arribar a esa ciudad, es probable que lo haya pescado en el avión
o aeropuerto. Una vez superado el tiempo de convalecencia, fui a visitar a
Eduardito y a mi prima Sandrita, su hermana. Vivian en la casa de la hija de
Sandra y su esposo, quienes ya tenían dos niñitas, es de suponer que la hija de
Sandra perteneciera a la tercera generación y a su vez las niñas de ella a la
cuarta. Bueno, parece que ese amor destilado entre nosotros viene con nuestros
genes y es muy contagioso. Yo no veía a Sandra desde el mismo tiempo que a
Eduardito y el encuentro con ellos fue maravilloso, ese día acudió también el
hijo de Lucia. Acordamos reunirnos una vez más, y créanme, fue una velada
inolvidable, allí estábamos todos los primos de Mantilla menos uno, Jorge nunca
asistió a los encuentros anteriores. Eduardito hizo gala de todas sus dotes de
jodedor en un ambiente donde todos lo éramos, tampoco me quedé atrás. El primo
ya andaba algo jodido de salud, y aun así, continuaba trabajando. Nos fajamos a
ronasos entre ráfagas de risas, tamalitos, chicharrones, croquetas, pinchitos
de queso con aceituna y jamón, mas todo eso que ponen en las fiestas de Miami. ¡Qué
gran encuentro!
El día 6 fue mi cumpleaños, lo pasé muy tranquilo,
disfrutaba todos los mensajes de cariño enviados por decenas de amigos. Ayer día
7 me llamó Lucía desde Mantilla para decirme que Eduardito estaba en fase
terminal de su vida, yo no sabia absolutamente nada. En la videollamada no
cesaba de llorar y por poco me contagia, ya estoy viejo y sentimental. Me contó
del reciente viaje de Eduardito a Cuba y su regreso casi inmediato a Miami por
su estado de salud. Imagino lo hiciera para despedirse de los suyos, allá le
quedan Yolandita y sobrinos, entre ellos Lucia que es la mayor. Terminando de
hablar con ella llamé a Sandrita y encontré un panorama similar, me hablaba
entre lágrimas.
-Primo, estamos en el hospital esperando el
desenlace. Se cumplió su voluntad, él dejó por escrito que no trataran de
revivirlo y que lo desconectaran de cualquier aparato.
-Mi prima, yo sé que se escuchará fuerte lo que te diré,
por ahí debemos pasar todos y si esa fue su voluntad, lo mejor que pudieron
hacer fue cumplirla. De nada sirve mantenerlo conectado, no lograrán devolverlo
a la vida y solo prolongarán su agonía. Quiera Dios que le ahorre sufrimientos
y su calvario sea lo mas corto posible. Merece descansar en paz, yo quiero lo
mismo para mí. Ahora se requiere ser fuerte y no permitir que muera, solo
lograremos mantenerlo vivo entre nosotros recordándolo como fuera en vida. Recibí
lagrimas como respuesta.
Temprano en la noche me avisó Lucía desde Mantilla y
luego Sandra desde Miami; “Ya Eduardito se fue”, yo soy fuerte, pero comienzo a
flaquear, con la vejez la coraza se ablanda. Claro que sentí su partida, hoy
debe estar sonando sus coños en el cielo, si no es que aun se encuentra como ánima
vagabunda detrás de alguna falda. ¡Coño, mi hermano! Hasta para las despedidas
eres bueno, esperaste a que pasara el día de mi cumpleaños. Ahora me resultará
imposible olvidar el día que decidiste decirnos “hasta luego”. ¡Nos vemos,
brother!
Tu primo.
Esteban Casañas Lostal. (Papúm)
Montreal..Canadá.
2022-09-08
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