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domingo, 29 de mayo de 2022

MEMORIAS DE “BOLLO MANSO” (11) HABLANDO DE MALANGA Y EL PUESTO'E VIANDA

 

MEMORIAS DE “BOLLO MANSO” (11)

HABLANDO DE MALANGA Y EL PUESTO'E VIANDA


Estampa familiar de lo que es un mercado agropecuario en la isla.


Cuando estaba de vacaciones me gustaba ir por viandas, frutas y vegetales, casi siempre lo hacia acompañado de mi amigo Macías. Si veíamos que las ofertas eran pobres en el mercado -como solía ocurrir- nuestros pasos se dirigían al “agro”, muchas veces identificado por la gente con otras voces. Unos les decían la “placita”, otros “el puesto de viandas”. Bueno, para distinguir a los mercados de viandas privados -casi siempre con mayor oferta, calidad y precios- la gente los llamaba “el mercado campesino” (tantas veces aborrecidos, criticados, acusados de macetas, explotadores, etc.) Cerrados, abiertos, cerrados, abiertos, llorados por las supuestas víctimas cuando comprobaron que el estatal no garantizaba la comida y tenían pocas ofertas. En fin, íbamos y nos metíamos con cuanto pollo se nos cruzaba en el camino.

 

¡Vamos a ver como se digiere esto! En los mercados estatales y como dije anteriormente, las ofertas y variedad eran muy pobres. Todo dependía de la época inventada por no sé quién para cada fruto, vianda o vegetal. Existieron fechas donde recorrías La Habana entera y encontrabas esos pésimos mercaditos abarrotados de tomates. Tomates, tomates, tomates, tomates, tomates, y así, hasta que la gente se saciaba, asqueaba, aburría de comer tomates, hacer puré de tomates, dulce de tomates, jugos de tomates y cuanta bobería popular era posible inventar empujados por el hambre. Entonces, aquellos infelices tomates eran castigados por la indiferencia del pueblo y los empleados del agro, puesto de viandas, la placita o bodega. En muchos casos los mantenían castigados a sufrir los rayos de ese poco misericordioso sol tropical y se rendían, comenzaban a pudrirse.

 

¡Tampoco es así de que me pudro porque me pudro y ya! En Cuba eso no ocurre solamente por culpa del sol, debe suponerse que es un vicio propio de la mercancía, pero bueno, la historia es muy distinta en un país capitalista. ¡Veamos! En el “paraíso socialista” se le pone un precio al producto cuando arriba al mercado que es inviolable, mas o menos “histórico” como todos esos dinosaurios que bajaron de la Sierra. No se le cambia el precio porque el administrador debe reunirse con el partido, después con el municipio y esperar que este se reúna también con la provincia para que eleve la inquietud al Comité Central. Es aquí cuando se le traba el paraguas al tomate, solo una persona es la autorizada a tomar una decisión tan estratégica y resulta que andaba entretenido con los litros de leche que daba una puta vaca. En resumen, el tomate se pudrió “revolucionariamente”.

 

Después del tomate vino la “corrida” de la col, igualito que la “corrida” del pargo para los pescadores, una vez al año, col, col, col, col col, col. Ensalada de col, sopa de col que aprendimos con los rusos, pisto de col (que decíamos era a la manchega), col rallada. Y comimos col hasta que nos cansamos de tirarnos peos, nos olvidamos de ella y la mandamos al carajo. También se pudrieron revolucionariamente. Nunca he llegado a comprender como es posible que en un país tropical, donde se pueden obtener hasta tres cosechas de algunos productos, solo se logre una sola.

 

De las cosas buenas no habían “corridas”, te llegaban por goteos y había que ripiarse en las colas para poder comprarlas (Imagino que luego de 31 años ausente de ese país, todas las viandas y vegetales se encuentren por la libre y a buen precio) ¡Vamos con las viandas porque no quiero extenderme mucho! ¡Oye, horrible! Estabas obligado a comprar boniatos o yucas con varias yardas de tierra donde fueran sembradas. Tierra, mierdas, bichos y cuantas porquerías existieran en esa tarima iban directo a tu casa y terminabas de hacer las compras con las manos tan sucias como las de cualquier guajiro. Y lo peor, nada de enojos o reclamaciones, había que estar agradecido a la revolución. Qué mierda, ¿no?


Mercado de Jean Talón, el mas popular de los que existen en Montreal.

¡Vamos a ver como funciona en el capitalismo! Ojo, no me refiero a ningún país de los que ustedes se imaginan, esos no son capitalistas, ni socialistas, ni imperialistas, ni la cabeza de un guanajo, esas son tribus. Tampoco hay derecho a que constantemente les recuerden la pobreza de Haití, ustedes se merecen vivir como los mejores países del norte de Europa y ellos deben servirles de ejemplo. Para las nuevas generaciones les digo algo que desconocen y nunca se lo van a mencionar: Cuando Cuba era Cuba, este Canadá donde vivo era una aldea cualquiera dominada por la iglesia y forzando a sus mujeres a parir para aumentar su población. Cuando deseen buscar esa información, traten de entrar en los anuarios de la ONU antes del 1959 para que no les hagan cuentos.

 

Bueno -al menos donde yo vivo- a esos productos que se van degradando con el paso de los días, les van disminuyendo el precio durante su proceso de maduración y es cuando muchos clientes aprovechan para comprarlos mas baratos. Muy bien, hubo productos que no tuvieron salida, pues en ese caso el “despiadado capitalista” lo saca del mercado y lo ofrece como ayuda a centros donde mensualmente se distribuye comida a la gente pobre o de escasos recursos financieros. Esos centros de ayuda pertenecen a ONG o iglesias y son muchos en esta ciudad de Montreal. Conocí a personas que acudían a dos o tres de esos centros y nunca les preguntaban si recibían ayuda de otros.

 

Vayamos un poco más atrás en este asunto de las frutas y verduras. Supongamos que el mercado se encuentre abarrotado de un producto y que a los campesinos les queden aun en sus terrenos. Esos campesinos abren las puertas de sus fincas a la población para que ellos recojan las manzanas, fresas, calabazas, etc. de su agrado a precios muy bajos. Esta actividad se realiza anualmente en los campos que rodean las ciudades canadienses y son muy bien recibidas por la población, quienes acuden con sus hijos pequeños a disfrutar de un día de campo y regresan con buena cantidad de frutas. Muy bien, luego de ese período de fincas abiertas resulta que han quedado productos todavía en ellas, los campesinos también envían su parte a los centros de ayudas mencionados o venden el resto como alimento animal. En resumen, es muy poco lo que se pierde en esos países del capitalismo tan cruel y despiadado.

 

Para finalizar, yo les pagaría las facturas de sus compras a quienes vayan a cualquier placita, agro, puesto de viandas, mercado campesino, etc. y una vez realizadas sus compras terminen con las manos sucias. Aquí se respeta mucho al consumidor y el comerciante tratará por todos los medios de mantener una buena presentación de los productos, si no actuara así, las mercancías se les quedan. Existe mucha competencia y respeto por el comprador, la verdadera razón para que existan sus comercios. Aun recuerdo aquellos mercados campesinos donde la carne de cerdo era expuesta a la intemperie y estaban cubiertas de moscas, polvo, etc. Aquí no encontrarán nunca un huevo de gallina embarrado de mierda, muy simple, lavan los huevos o le limpian el culo.

 

 

 

Esteban Casañas Lostal

Montreal..Canadá.

2022-05-29

 

 

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