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miércoles, 6 de enero de 2021

MIS ÚLTIMOS REYES MAGOS

 

MIS ÚLTIMOS REYES MAGOS

 



Puede que mis memorias excedan los límites de mi existencia, podrán pensar muchos y me obligan a un regreso forzado. Hilvano con cautela cada hoja arrancada a aquellos viejos almanaques, hago pausas, respiro y suspiro, me asusto ante el próximo salto. Brinco con violencia hacia un pasado molesto y doloroso no ajeno de encantos. Barricadas se posan en mi camino mientras viajo hacia el futuro, falso, traicionero, siempre prometedor.

Hoy es el día de Los Reyes Magos y acuden a mi mente, que dentro de poco será infantil nuevamente, aquellos mágicos personajes que no siempre se detenían en las puertas de nuestras casas. Luego, sin pasto que brindarles a sus camellos, decidieron abandonarnos para siempre o los deportaron de nuestra tierra. Entonces, la mente, tan caprichosa como siempre, inquieta y exigente con algunos de nosotros, se encarga de desvelarnos y nos obliga a pensar. Voy hilvanando hojas de viejos almanaques y me empeño en encontrar alguna señal de aquellos camellos que una vez me hicieron soñar. Encuentro que mis memorias se encuentran en los límites de mi existencia.

Regreso por el mismo camino de Belén y voy a refugiarme en un pobre cuartucho de un barrio muy humilde de La Habana. Puede que El Moro sea la guarida perfecta para tantos desposeídos, fue ese pedacito bien triste de Mantilla donde vivimos en perfecta armonía blancos y negros, unidos por esa marca inconfundible que te distingue de todo lo que te rodea, la pobreza. En esas crudas condiciones la gente olvida el color de la piel y vive en armonía con sus dolores. Luego vinieron a mencionar unas palabras poco escuchadas o consumidas por nuestros oídos, racismo, discriminación, odio, piola y otras barbaridades desconocidas por nosotros.

Aquellos Reyes Magos eran muy selectivos, yo tampoco sabía escribir y nadie les envió una carta por mí o mis hermanos. Tampoco tocaban en casa de Chepa, nunca preguntamos por aquel desinterés de ellos por nosotros, puede que nos hayamos portado mal durante ese año. Otros primos que vivían en la misma cuadra, que no lo era tampoco y carecía de nombre, no era calle como tal, era de tierra, una extensión del Callejón de Lucero que nacía frente al cine Chic. Bueno, aquellos primos siempre fueron muy afortunados, no hubo año en el cual los Reyes Magos dejaran de visitarlos.

Mi primita Isabel está muy malita y debe acordarse de esto que hoy la memoria me trae caprichosamente al teclado. Aquellos Reyes o sus camellos solo se detenían en la casa de Alberto y Lidia, después pasaban por la de Manolo y Georgina, dejaban sus cargamentos de juguetes y continuaban su recorrido por el barrio.

Esa mañana del 6 de Enero salíamos de nuestro cuartucho a disfrutar con nuestros primos su buena suerte y jugábamos con sus juguetes. Nunca nos preguntamos las razones por las que no se detuvieron en lo que aparentaba ser nuestro hogar, nunca los envidiamos, nunca los odiamos por su buena suerte. Es que los niños no apelan a esos sentimientos si no son conducidos por los mayores, y mi madre, muy pobre ella, era rica de buenos sentimientos.

Recuerdo que una vez, los Reyes Magos se detuvieron en Casa del negro Juan, policía de Batista y padrino de mi hermano Ernesto. allí le dejaron a mi hermano varios juguetes que, luego mi madre se encargó de mantener castigados en un cajón con puertas que simulaba ser un escaparate. “Si no hay juguetes para todos, no puede haberlos para uno”, dijo ella y unos años después aquellas pistolas no habían cumplido su condena. No lloramos, no protestamos, no odiamos, nunca maldecimos lo que podía ser nuestra mala suerte. Éramos niños y nuestra madre no nos enseñó nada de esos sentimientos tan negativos o poco infantiles.

Nuestra suerte empeoró y aquella situación me condujo a la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana. Pudo ser un golpe de suerte el que cambiara el curso de mi vida, nacía a partir de esos instantes los años mas felices de mi infancia. Los Reyes Magos visitaban cada año nuestra escuela y podíamos elegir los juguetes de nuestros gustos. Los mayores les escribían sus carticas y aquellos Reyes siempre los complacían. Nunca se me ocurrió preguntarles por su abandono u olvido cuando yo vivía en El Moro, era muy feliz y no conocía el dolor. Cada 6 de Enero nos visitaban con una exactitud sagrada, allí estaban sobre el improvisado escenario hablando con nosotros, haciéndonos soñar todas esas fantasías propias a la mente de cualquier niño. Los recuerdo perfectamente vistiendo aquellos extravagantes atuendos y luciendo sus barbas que hoy se me antojan postizas, muy naturales entonces. Tres Reyes, dos de ellos blancos y uno negro, solo ellos en el escenario, tampoco pregunté donde habían dejado sus camellos. Esos fueron los días mas felices que me regaló aquella escuela de mi infancia, bueno, también haber contado con decenas de hermanos que eran huérfanos.

La felicidad nunca es eterna, siempre es perseguida y castigada cuando pretende imponerse entre los vivos. Así un día, exactamente el 6 de Enero de 1959, aquellos tres Reyes Magos fueron sustituidos por tres barbudos vestidos con uniformes verde olivo portando un brazalete rojinegro en sus antebrazos izquierdos. Nos hablaron en un lenguaje desconocido donde se imponían consignas jamás escuchadas y palabras que sembraban odios en nuestras mentes. Creo fueran el último Día de Los Reyes Magos disfrutado en mi infancia. Resultó volátil o efímero la celebración de ese día en mi vida y lo recuerdo con rancia nostalgia. En 1960 nos trasladaron a la sede de lo que fuera una magnífica escuela en Ceiba del Agua, me refiero al Instituto Cívico Militar. El nombre de aquella institución y de nuestra escuela cambiaria a “Ciudad Hogar Granma”. No solo cambió el nombre, comenzó a transformarse el sentido de nuestras vidas.

No recuerdo día de Los Reyes en 1961, menos aun en 1962 cuando me trasladaron para el “Plan de Becas Revolucionario”. Los Reyes habían sido fusilados en La Cabaña, eso pienso ahora de viejo obligado por este regreso involuntario antes de convertirme en niño nuevamente. En 1963 había abandonado aquel Plan de Becas y vivía nuevamente con mi madre en el Reparto Párraga. Mi padrastro logró colarme en un plan de aprendices en el taller donde trabajaba y que pertenecía a la Empresa de Transporte por Carretera. exigían 16 años de edad y por no existir un carnet de identidad nacional, pude burlar todas las reglas establecidas. Trabajaba cuatro horas y estudiaba secundaria las otras cuatro, al final del mes nos pagaban $30.00 pesos, una fortuna para esos tiempos.

En 1961 nace un hermano fruto de la relación de mi madre con mi padrastro, Pedrito. ¿Qué les cuento? Pues voy a tratar de refrescarles la memoria a miles o millones de cubanos con hernias mentales. En 1963 y encontrándome trabajando, conservando todavía mi mentalidad infantil a la edad de 13 años, imponen la venta de juguetes hasta esa edad con la presentación de una tarjeta, no estoy hablando de la libreta de racionamiento próxima a implantarse de por vida. Yo tenia derecho a comprar juguetes y soñaba con un juego de ajedrez. Tampoco sé con cuál vecino de la cuadra lo jugaría, solo recuerdo que había aprendido a mover las fichas en la Beneficencia y me apasionaba. Para desgracia mía y atentando contra mis últimos rasgos de niño, mi madre me solicita que le cediera mis juguetes al último vástago de nuestra familia y accedí a complacerla. allí mismo fueron fusilados Melchor, Gaspar y Baltazar por orden de mi madre.

Después fue mucho peor cuando nacieron mis hijos, todos deben recordar aquellas molestas y casi infecciosas palabras, “Básico”, “No Básico” y “Dirigido” que destinaron a los Reyes de nuestros hijos fuera de fechas. Días, semanas, horas de colas para poder alcanzar un juguete con un mínimo de vergüenza. Madres solteras sin entradas económicas vendiendo el derecho a la compra de uno de esos juguetes para poder comprarle los restantes a los demás hijos. Hasta que todo se fue a la mierda y sepultaron los sueños infantiles con todas sus fantasías. Hasta que pusieron a nuestros hijos a gritar que querían ser como un asmático asesino, quien, para más desgracia, ni cubano era. Hasta que muchos logramos escapar de aquella maldita pesadilla y logramos regalarles a nuestros nietos la posibilidad de soñar y vivir las fantasías que nosotros mismos, con nuestras rabias y odios, con nuestros miedos, no les regalamos a nuestros hijos el 6 de Enero.

 


Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2021-01-06

 

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1 comentario:

  1. Como siempre Marino, aqui estamos siguiendote..Muy verdadera esta historia que vivimos muchos, llenas de nostalgias también, porque nos sitúamos en nuestros barrios, nuestros vecinos..en fin, nuestra vida. Gracias como siempre por tus letras..un beso. .

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