MEMORIAS DE BOLLO MANSO (4)
LA
BODA
Hay recuerdos de Bollo
Manso verdaderamente “entrañables”. ¡Ojo! Es una palabrita desagradable para
muchos escritores “entrañables” también. Cualquier acontecimiento sucedido en
el dramático pasado de ese país lo es, no lo digo yo, lo muestra el futuro de aquellos
tiempos, el presente que hoy vemos y muchos disfrutan.
A veces resultan
increíbles y frutos de nuestras desgraciadas, despreciables y prejuiciadas
imaginaciones, cargadas de infinitos problemas ideológicos para unos y tontos
méritos para unos cuantos. Bueno, vamos a dejar la muela política que tanto
molesta a muchos cabrones, pueden sumar millones. ¿Quién lo duda?
¡Coño, cualquiera se
casa! Con “ese” y no con “zeta”, comemierdas. ¿Quién no sueña con fundar una
familia, tener hijos y por supuesto, suegros o una suegra? ¿Quién no sueña con
tener un simple hueco donde vivir y andar por la casa en calzoncillos o
encuero? ¡Sueños! Hasta eso nos jodieron esos hijoputas. Déjenme decirles que
yo los comprendo, no es sencillo desprenderse de esos traumas. Sus casos son
muchos más graves que los nuestros y somos precisamente nosotros los verdaderos
culpables, se los legamos desde que se encontraban en nuestros güevos. No es fácil andar durante tanto tiempo en ese
sube y baja, mientras el viejo pedaleaba una pesada bicicleta china con las
tripas protestando por esa obligada ayuna peor que la de los musulmanes en
ramadán. Al menos ellos jamaban cuando se ponía el sol y esa celebración dura
solo un mes. ¿Cuánto ha durado el ramadán cubano?
Pues sí, aun con el estómago
vacío deseábamos casarnos por las razones que fueran, digamos por amor. Poco
importaba si debíamos vivir agregados, sentarnos en los muebles de nuestros
bisabuelos y dormir en el colchón heredado por los viejos. Poco importaba si
los muelles escapaban del forro y nos pinchaba el culo en plena Luna de Miel.
¡Coño, eso es amor! ¡Tiene que serlo, cojones! Casarse era una especie de
suicidio solo superado por una fuerza superior, el amor.
No digo yo si existen
recuerdos “entrañables” de ese Bollo Manso tan “entrañable” como sus memorias y
no sean reconocidas por esas luminarias del verbo y la prosa prosaica que se
niegan a reconocerla, ¡manda pinga! Hoy me vino a la mente mi boda o suicidio y
el apoyo de la “dictadura del proletariado” en su misión de multiplicarse como
los peces.
Contraer matrimonio en
Bollo Manso era lo mismo que tratar de cruzar un campo minado o lleno de
trampas. Llegar a la meta era posible para valientes solamente o, para aquellos
impulsados por esa fuerza poderosa conocida por quienes las han sentido, amor.
Es aquí donde llega la parte incomprendida por muchos de los que hoy votan “SÍ”
en Bollo Manso o, se matan en sus países para copiar ese sistema vendedor como
nadie de sueños que, luego resultan en verdaderas pesadillas.
¡Vamos a ver, vamos a
ver! Deja ver si recuerdo lo que me “asignaron” en el Palacio de los
Matrimonios para fundar una familia. “Osease”, la dictadura del proletariado
entendía y aprobaba que, con esta entrega, resultaba suficiente para que yo
fundara un hogar donde procrear a mi antojo y extendiera hasta la eternidad la
dictadura del proletariado. Después de vencer todas las trampas burocráticas de
sus tiempos, las de esos comemierdas traumatizados de hoy, esto fue lo que tuve
derecho a comprar en la única tienda destinada a los nuevos matrimonios.
Para mi novia: 2 blúmer
“matapasiones” (Osease, aquellos que usaban las jevas y una vez semidesnudas no
provocaban erecciones). 2 ajustadores, ya deben imaginar. 1 par de zapatos
(Nada de Primor) un modelo de los que vendían por la libreta. 1 vestido (Para
que hablar del modelo o mal gusto de los diseñadores, eran patriotas y muy
revolucionarios) ¡Para de contar! Creo que le dieron un desodorante de tubo
“Fiesta” que olía a creolina y provocaba golondrinos debajo de los brazos. No
recuerdo cuantas veces le pedí que se levantara y lavara sobacos cuando ya
estaba acostada, ese olor no dejaba dormir. ¡Ya, no le dieron mas nada! La revolución
entendía que era suficiente y más allá de esto eran rezagos del pasado.
A mi me entregaron dos
calzoncillos matapasiones, aquellos diseñados con tela y remataban con botones
negros. Imagino con efectos similares al blúmer de las mujeres y que exigían esfuerzos
sobrehumanos para excitar al polo opuesto. Cero camisetas, eso era vicio
capitalista. ¡Miren, pa'que vean! Me entregaron un par de medias “Casino”, eran
muy buenas y luego desaparecieron, me las dieron. Me entregaron, bueno, lo
correcto es decir que me dieron el derecho a comprarlo. Un pantalón de muselina
china, no recuerdo el color y tampoco deseo acordarme de la camisa. ¡Uyyyy!
Terriblemente feos los zapatos, eran de cordones y de aquellas punteras boludas
usadas antes del 59, fin de la comedia.
Para el hogar pudimos
comprar lo siguiente; 2 fundas (sin las almohadas), 1 sabana muy corriente y
proletaria ella. No era blanca y esa era una gran ventaja, podía ocultarse
perfectamente cualquier síntoma de empercudimiento por falta de cloro y jabón.
Creo que compramos también una sobrecama muy popular, podías encontrarla en
cualquier hogar cubano, no puedo definirla ahora, era otra mierda. Para fundar
nuestra cocina compramos 1 sartén y una cazuela de aluminio. ¿Dónde comer? Eso
no era problema de la revolución. ¡Coño, pudimos comprar 2 toallas! ¿Imaginan
eso? Teníamos el baño garantizado, algo era algo, ¿no? Fin de la comedia.
En el Palacio de los
Matrimonios de Prado nos entregaron los siguientes documentos debidamente
acuñados:
1.- Un papel para
adquirir 10 cajas de cerveza de 24 botellas.
2.- Un papel para
adquirir 6 botellas de ron.
3.- Un papel para comprar
el cake de la boda en “La Gran Vía”.
4.- Un papel para
alquilar un auto de la ANCHAR que recogiera a la novia en su casa y la llevara
al Palacio, luego el mismo auto nos regresaría a la casa.
5.- Un papel para
comprar una piedra de hielo que entregarían a domicilio.
6.- Un papel para
reservar un hotel donde disfrutar de tres días de Luna de Miel. Esta fue una de
las metas más difíciles de alcanzar, nos pasamos 15 días haciendo cola en los
bajos del hotel Habana Libre, allí radicaban las oficinas del INIT. Este sacrificio
era necesario si pretendías hospedarte en los mejores hoteles de La Habana,
solo daban hospedajes a unas tres parejas en esos hoteles y los demás tenían que
morir en otros sumamente malos dentro de la ciudad, donde no ofrecían servicios
de comidas y a veces carecían de agua. Logré el “Riviera” al precio de $10.00
pesos diarios y 15 días durmiendo en la acera de las oficinas del INIT. ¡Para
de contar, fin de la comedia!
7.- Un papel para alquilar un traje de hombre y un vestido de bodas para la novia.
7.- Un papel para alquilar un traje de hombre y un vestido de bodas para la novia.
Conseguir las “cajitas”
y todo lo que “tradicionalmente” se les mete dentro, esa era una tarea suicida
que pertenecía a varios miembros de la familia. Ya saben, ensaladita fría,
croqueticas de “ave”, pastelitos y cualquier mierda que sirviera para echar en
la panza de todos esos hambrientos invitados. ¡Ohhhh! Pero el que hizo la ley, también
creó a millones de tipos que la violaran.
Como los papeles habían sido
escritos con lápiz, resultó muy sencillos borrar algunos y rellenarlos con
mucho cuidado por otros productos más importantes. Por ejemplo; al que decía hielo
se sustituía por 10 cajas de cerveza, etc. Solo era necesario tener a un
bodeguero de socio, y que éste lo fuera de un carrero, y que éste lo fuera del
despachador de la fábrica. No era nada difícil, en Bollo Manso todo está
cuadrado.
Una vez realizado todo
aquel maratón, bueno, solo faltaba el disparo de la arrancada. ¡Salgan a chingar
hijos de la gran puta y multiplicaos, la revolución los necesita! Firmas,
montas en un almendrón bien cuidado, bebes en tu fiesta y temes que te dejen
fuera, comes de paso porque te lo has ganado y pagaste la fiesta. Partes en
otro almendrón (que antes no se llamaban así), llegas al hotel muerto y como
eres joven te responde la escopeta. Quieres comenzar la operación de
multiplicar y si tuvieras éxito lo que sigue pertenece a otra comedia.
¡Que! ¿Pensaron que ya había
terminado? ¡Se equivocan, cabrones! Esto que acabo de contarles es solo una
parte de esa comedia vivida en el proletariado. ¿Imaginan ustedes los cientos o
miles de jóvenes que se casaban por el solo interés de comprar las mierdas aquí
descritas? Así sucedió a principios de los 70 cuando aún imperaba la ley seca
impuesta por el emperador cubano y una caja de Populares costaba $30.00 pesos.
Sucede que los pueblos tenemos muy mala memoria.
Aquellos jóvenes deben
andar por los 70 años, se casaban y compraban esas porquerías, hacían sus
fiestas y revendían lo que no necesitaban. Luego de un mes se divorciaban y
continuaban sus pachangas en las “bodas” de sus amigos. Todo sucedía hasta el día
que formalizaban unas relaciones y decidían multiplicarse como los peces.
Entonces llegó esa generación a la que muy pocos comprenden, es que ellos
mismos no se entienden. Sin embargo, hay razones poderosas para tratar de
justificar sus desgraciadas existencias. Estuvieron viajando en constantes
sobresaltos en los güevos de sus padres, mientras ellos pedaleaban en ayunas
sobre una pesada bicicleta china.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2019-12-27
xxxxxxxxxxxxx
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