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viernes, 27 de diciembre de 2019

MEMORIAS DE BOLLO MANSO (4) LA BODA


MEMORIAS DE BOLLO MANSO (4) 
LA BODA





Hay recuerdos de Bollo Manso verdaderamente “entrañables”. ¡Ojo! Es una palabrita desagradable para muchos escritores “entrañables” también. Cualquier acontecimiento sucedido en el dramático pasado de ese país lo es, no lo digo yo, lo muestra el futuro de aquellos tiempos, el presente que hoy vemos y muchos disfrutan.

A veces resultan increíbles y frutos de nuestras desgraciadas, despreciables y prejuiciadas imaginaciones, cargadas de infinitos problemas ideológicos para unos y tontos méritos para unos cuantos. Bueno, vamos a dejar la muela política que tanto molesta a muchos cabrones, pueden sumar millones. ¿Quién lo duda?

¡Coño, cualquiera se casa! Con “ese” y no con “zeta”, comemierdas. ¿Quién no sueña con fundar una familia, tener hijos y por supuesto, suegros o una suegra? ¿Quién no sueña con tener un simple hueco donde vivir y andar por la casa en calzoncillos o encuero? ¡Sueños! Hasta eso nos jodieron esos hijoputas. Déjenme decirles que yo los comprendo, no es sencillo desprenderse de esos traumas. Sus casos son muchos más graves que los nuestros y somos precisamente nosotros los verdaderos culpables, se los legamos desde que se encontraban en nuestros güevos. No es fácil andar durante tanto tiempo en ese sube y baja, mientras el viejo pedaleaba una pesada bicicleta china con las tripas protestando por esa obligada ayuna peor que la de los musulmanes en ramadán. Al menos ellos jamaban cuando se ponía el sol y esa celebración dura solo un mes. ¿Cuánto ha durado el ramadán cubano?

Pues sí, aun con el estómago vacío deseábamos casarnos por las razones que fueran, digamos por amor. Poco importaba si debíamos vivir agregados, sentarnos en los muebles de nuestros bisabuelos y dormir en el colchón heredado por los viejos. Poco importaba si los muelles escapaban del forro y nos pinchaba el culo en plena Luna de Miel. ¡Coño, eso es amor! ¡Tiene que serlo, cojones! Casarse era una especie de suicidio solo superado por una fuerza superior, el amor.

No digo yo si existen recuerdos “entrañables” de ese Bollo Manso tan “entrañable” como sus memorias y no sean reconocidas por esas luminarias del verbo y la prosa prosaica que se niegan a reconocerla, ¡manda pinga! Hoy me vino a la mente mi boda o suicidio y el apoyo de la “dictadura del proletariado” en su misión de multiplicarse como los peces.

Contraer matrimonio en Bollo Manso era lo mismo que tratar de cruzar un campo minado o lleno de trampas. Llegar a la meta era posible para valientes solamente o, para aquellos impulsados por esa fuerza poderosa conocida por quienes las han sentido, amor. Es aquí donde llega la parte incomprendida por muchos de los que hoy votan “SÍ” en Bollo Manso o, se matan en sus países para copiar ese sistema vendedor como nadie de sueños que, luego resultan en verdaderas pesadillas.

¡Vamos a ver, vamos a ver! Deja ver si recuerdo lo que me “asignaron” en el Palacio de los Matrimonios para fundar una familia. “Osease”, la dictadura del proletariado entendía y aprobaba que, con esta entrega, resultaba suficiente para que yo fundara un hogar donde procrear a mi antojo y extendiera hasta la eternidad la dictadura del proletariado. Después de vencer todas las trampas burocráticas de sus tiempos, las de esos comemierdas traumatizados de hoy, esto fue lo que tuve derecho a comprar en la única tienda destinada a los nuevos matrimonios.

Para mi novia: 2 blúmer “matapasiones” (Osease, aquellos que usaban las jevas y una vez semidesnudas no provocaban erecciones). 2 ajustadores, ya deben imaginar. 1 par de zapatos (Nada de Primor) un modelo de los que vendían por la libreta. 1 vestido (Para que hablar del modelo o mal gusto de los diseñadores, eran patriotas y muy revolucionarios) ¡Para de contar! Creo que le dieron un desodorante de tubo “Fiesta” que olía a creolina y provocaba golondrinos debajo de los brazos. No recuerdo cuantas veces le pedí que se levantara y lavara sobacos cuando ya estaba acostada, ese olor no dejaba dormir. ¡Ya, no le dieron mas nada! La revolución entendía que era suficiente y más allá de esto eran rezagos del pasado.

A mi me entregaron dos calzoncillos matapasiones, aquellos diseñados con tela y remataban con botones negros. Imagino con efectos similares al blúmer de las mujeres y que exigían esfuerzos sobrehumanos para excitar al polo opuesto. Cero camisetas, eso era vicio capitalista. ¡Miren, pa'que vean! Me entregaron un par de medias “Casino”, eran muy buenas y luego desaparecieron, me las dieron. Me entregaron, bueno, lo correcto es decir que me dieron el derecho a comprarlo. Un pantalón de muselina china, no recuerdo el color y tampoco deseo acordarme de la camisa. ¡Uyyyy! Terriblemente feos los zapatos, eran de cordones y de aquellas punteras boludas usadas antes del 59, fin de la comedia.

Para el hogar pudimos comprar lo siguiente; 2 fundas (sin las almohadas), 1 sabana muy corriente y proletaria ella. No era blanca y esa era una gran ventaja, podía ocultarse perfectamente cualquier síntoma de empercudimiento por falta de cloro y jabón. Creo que compramos también una sobrecama muy popular, podías encontrarla en cualquier hogar cubano, no puedo definirla ahora, era otra mierda. Para fundar nuestra cocina compramos 1 sartén y una cazuela de aluminio. ¿Dónde comer? Eso no era problema de la revolución. ¡Coño, pudimos comprar 2 toallas! ¿Imaginan eso? Teníamos el baño garantizado, algo era algo, ¿no? Fin de la comedia.

En el Palacio de los Matrimonios de Prado nos entregaron los siguientes documentos debidamente acuñados:

1.- Un papel para adquirir 10 cajas de cerveza de 24 botellas.

2.- Un papel para adquirir 6 botellas de ron.

3.- Un papel para comprar el cake de la boda en “La Gran Vía”.

4.- Un papel para alquilar un auto de la ANCHAR que recogiera a la novia en su casa y la llevara al Palacio, luego el mismo auto nos regresaría a la casa.

5.- Un papel para comprar una piedra de hielo que entregarían a domicilio.

6.- Un papel para reservar un hotel donde disfrutar de tres días de Luna de Miel. Esta fue una de las metas más difíciles de alcanzar, nos pasamos 15 días haciendo cola en los bajos del hotel Habana Libre, allí radicaban las oficinas del INIT. Este sacrificio era necesario si pretendías hospedarte en los mejores hoteles de La Habana, solo daban hospedajes a unas tres parejas en esos hoteles y los demás tenían que morir en otros sumamente malos dentro de la ciudad, donde no ofrecían servicios de comidas y a veces carecían de agua. Logré el “Riviera” al precio de $10.00 pesos diarios y 15 días durmiendo en la acera de las oficinas del INIT. ¡Para de contar, fin de la comedia!

7.- Un papel para alquilar un traje de hombre y un vestido de bodas para la novia.

Conseguir las “cajitas” y todo lo que “tradicionalmente” se les mete dentro, esa era una tarea suicida que pertenecía a varios miembros de la familia. Ya saben, ensaladita fría, croqueticas de “ave”, pastelitos y cualquier mierda que sirviera para echar en la panza de todos esos hambrientos invitados. ¡Ohhhh! Pero el que hizo la ley, también creó a millones de tipos que la violaran.

Como los papeles habían sido escritos con lápiz, resultó muy sencillos borrar algunos y rellenarlos con mucho cuidado por otros productos más importantes. Por ejemplo; al que decía hielo se sustituía por 10 cajas de cerveza, etc. Solo era necesario tener a un bodeguero de socio, y que éste lo fuera de un carrero, y que éste lo fuera del despachador de la fábrica. No era nada difícil, en Bollo Manso todo está cuadrado.

Una vez realizado todo aquel maratón, bueno, solo faltaba el disparo de la arrancada. ¡Salgan a chingar hijos de la gran puta y multiplicaos, la revolución los necesita! Firmas, montas en un almendrón bien cuidado, bebes en tu fiesta y temes que te dejen fuera, comes de paso porque te lo has ganado y pagaste la fiesta. Partes en otro almendrón (que antes no se llamaban así), llegas al hotel muerto y como eres joven te responde la escopeta. Quieres comenzar la operación de multiplicar y si tuvieras éxito lo que sigue pertenece a otra comedia.

¡Que! ¿Pensaron que ya había terminado? ¡Se equivocan, cabrones! Esto que acabo de contarles es solo una parte de esa comedia vivida en el proletariado. ¿Imaginan ustedes los cientos o miles de jóvenes que se casaban por el solo interés de comprar las mierdas aquí descritas? Así sucedió a principios de los 70 cuando aún imperaba la ley seca impuesta por el emperador cubano y una caja de Populares costaba $30.00 pesos. Sucede que los pueblos tenemos muy mala memoria.

Aquellos jóvenes deben andar por los 70 años, se casaban y compraban esas porquerías, hacían sus fiestas y revendían lo que no necesitaban. Luego de un mes se divorciaban y continuaban sus pachangas en las “bodas” de sus amigos. Todo sucedía hasta el día que formalizaban unas relaciones y decidían multiplicarse como los peces. Entonces llegó esa generación a la que muy pocos comprenden, es que ellos mismos no se entienden. Sin embargo, hay razones poderosas para tratar de justificar sus desgraciadas existencias. Estuvieron viajando en constantes sobresaltos en los güevos de sus padres, mientras ellos pedaleaban en ayunas sobre una pesada bicicleta china.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2019-12-27


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