MEMORIAS DE "BOLLO MANSO" (2)
DONDE UN PUERQUITO COMPARTE VIVIENDA CON UN CIRUJANO.
FELIPITO Y EL CIRUJANO
… “Cuando me vea
cualquier madrugada de esas, con un pedazo de cartón, echándole fresco a mis
hijitas durante horas para que puedan dormir y llegar a su escuela medianamente
descansadas, voy a estar pensando mucho en ustedes. Mucho…
Luis Alberto García.
...Y yo también...
ECL
-¡No me digas nada,
llevo varios días cabrón! Realmente no necesitaba darme explicación alguna, lo conocía
desde que nació, nos criamos juntos y compartimos las buenas o las malas.
-Si quieres desahogarte
un poco, lo haces. Estás a punto de reventar y llevas días destilando una energía
negativa que contagia. ¿Estás deprimido? ¿Tienes
problemas? ¿Tu mujer te pegó los tarros? ¿No se te para el machete?
-¡Asere, no es contigo!
-Entonces, vomita y
suelta eso que te atora.
-Coño, es que a veces
leo cosas que me sacan demasiado de la rutina.
-¿Qué lees? ¡No jodas
Ambrosio! Hace años que no te veo con un libro o periódico en las manos.
-Chico, no te hagas el
comemierda. Digamos que esta vez lo vi en los noticieros.
-Mejor me explicas.
-¿Te acuerdas de aquella
vez que estuvimos en casa del cuña a quien le patinaba la lengua?
-¿Cuál de esas veces, Ambrosio?
Fueron tantas…
-Chico, aquel día que
nos mostró con orgullo las jaulas de pollos que tenía en su balcón.
-Ya me acuerdo, tremenda
peste a mierda de gallinas que tenía su apartamento.
-No sé qué cojones le
inyectaron en el cerebro. ¡Le ronca la tranca! No te acuerdas del orgullo que sentía
por aquella puta minigranja, hay que ser verdaderamente imbécil. ¡Coño,
Eustaquio! Mi ambia, no estamos hablando
de un tipo cualquiera, no se trataba de un gil, era un mayor del ejército e informático
que trabajaba en el edificio del Estado Mayor en Plaza.
-¡Asere, le tenía puesto
nombres a todos aquellos pollos que se hacinaban en sus jaulitas. Había que
escucharlo hablando de la edad de cada uno como si se tratara de familiares.
-¡No sé, no sé qué coño
les han metido en la cabeza!
-Pienso que nos han
convertido en un país sobrecargado de tontos y sin memoria. Asere, entre nos. ¿a
que viene toda esta trova? Me tienes mareado. Coño, y que no existiera en
aquellos tiempos una de esas verganas de mierda que protegiera a esos infelices
animalitos.
-Veganas, Eustaquio.
-Verganas, ¿no son las
que se oponen a que el gallo les meta la verga a las gallinas?
-Esas son las veganas,
las que solo comen yerbas como los chivos. Vas a tener que leer un poco más.
-Bueno, estoy apartado
de esas cosas modernas.
-Yo voy a tener que
dejar de ver los noticieros también, creo que me estoy convirtiendo en un
idiota más.
-Yo creo que deberías hacerlo.
¿Qué noticieros te revientas?
-Los de América Teve, Univisión
y Telemundo.
-¡Coñó! ¿Puedes dormir tranquilo
después de espantarte esas series de terror?
-Es que cuando los veo
me monto en la máquina del tiempo para verificar todo lo que dicen.
-¿Has logrado llegar a
alguna conclusión?
-Los otros días me
contaba Ambrosito sobre la puñalada que le dieron a Felipito.
-¡No jodas! ¿Lo mataron?
-Lo mataron y se lo
comieron.
-¿De cuál Felipito me
hablas, Ambrosio?
-Del puerquito que crio
el suegro de Ambrosito en una bañadera de su casa.
-¿No me habías dicho que
el suegro del chama era cirujano?
-Exacto, veo que todavía
conservas algo de memoria. ¡Sí, se llama Eleuterio! Dicen quienes lo conocieron
que se trataba de una buena cuchilla.
-Asere, yo no puedo creer
que un cirujano de esa talla se dedicara a criar un puerco dentro de su casa.
-Eso no es lo peor, no
se trataba de una casa realmente, era un apartamento antiguo.
-Yo creo que me estás
tomando el pelo.
-¿Qué te pasa, mi ambia?
A estas alturas de la vida yo no te voy a entrar con mentiras. Tú no podrás imaginar
todo el drama que se produjo con la entrada de Felipito al seno de aquella aristocrática
y culta familia.
-Ni ideas.
-Pipo, Eleuterio esta
criando un puerquito en su casa. Me dijo un día el chama entre serio, conmovido
y sin poder escapar del asombro.
-¡Coño, Ambrosito, no
puedo creerte! ¿Con lo refinada y burguesa que es esa familia?
-Yo tampoco lo creí
hasta que mi novia me llevó hasta el baño. Allí estaba su hermanita jugando con
el animalito como si se tratara de una mascota, yo quisiera que la hubieras
visto con el cariño y ternura que le rascaba la barriguita.
-¿Y quien le puso el
nombre de Felipito?
-Ese fue otro drama y
motivo de discusión. Resulta que la niña quería bautizarlo con el nombre de “Yusnaivi”
y encontró una tenaz resistencia de la abuela.
-¿La abuela se metió en
eso?
-¡No jodas, Pipo! Tú
sabes que con el tiempo los viejos se vuelven niños también.
-Es que estás hablando
de una señora muy casta, pura e inmaculada criada a la antigua. ¿Por qué impuso
el nombre de Felipito?
-Lo hizo en memoria de
su fallecido marido, Don Felipe de Altarriba Loyola Velasco y Gutiérrez de la
Concha.
-¡Cojones, que cantidad
de nombres! Tuvo que ser un personaje muy importante cuando la colonia o república.
-¡Ni lo uno, ni lo otro!
Me contó mi suegro que era un comemierda que trabajó de voluntario en el recién
creado cuerpo de bomberos de su pueblo cuando ella era joven.
-¡Mira pa'eso! Con los
mojones que se atracaba esa vieja, pobre puerquito, lo cagaron con ese
nombrecito.
-¡Na, tú no te imaginas!
Como que quisieron cogerme pal trajín en eso de limpiar el baño y llevarle el
sancocho al puto marrano. Me acomplejé, pensé que querían cobrarme por mantener
la relación con mi novia y rechacé todo tipo de presión.
-¡Así, así se hace! Que
pa'eso eres el primogénito de Ambrosio Felipe de la Caridad Paz San Gil y Martínez
del Pozo Seco. Que, aunque sea un comemierda más, lo soy también de alcurnia y
si te agarro en una pendejada de esas te caigo a patadas por el culo. ¡Primero cadáver
que pendejo!
-¡Olvídalo! Yo no estaba
pa'esas cosas, no era fácil meterse esa escalera cargando una cubeta de
sancocho. Me daba lástima con el suegro que es buena gente, pero era un flojo
de piernas. Coño, tener que ir pedaleando una bicicleta china hasta el hospital
y luego regresar con la cubeta repleta de sancocho en la parrilla no era fácil.
Felipito creció y no imaginas los troncos de mojones que cagaba. Ya sabes que
la suegra se pasaba el puto día arreglándose las uñas, la vieja delirando y
hablando de aquel comemierda bombero, la niña con sus traumas por unos tenis
Adidas y pidiendo que la dejaran afeitar las piernas. ¿Mi novia? Se lo advertí
bien claro, si manoseaba a Felipito la dejaba en esas. ¡Coño, Pipo! El agua
entraba a esa casa de Pascua a San Juan y el jabón se había perdido del
mercado.
-¡Qué tragedia! Pobres
de ustedes, trágica infancia y dramática juventud. ¿Y en qué paró toda esa
historia?
-¡Nada! Yo no creo que
haya sido por agotamiento, me inclino a pensar que el hambre logró reducir su
voluntad y un día mi suegro, como si acabara de despertar de una horrible
pesadilla, anunció que Felipito sería sacrificado por el bien de toda la
familia. ¡A cagarse, Liberales del Perico! Hubo que llamar al médico de la
familia debido el ataque sufrido por la vieja, convulsionaba y se le escapaban
unos peos terriblemente apestosos, ya te habrán contado del picadillo de soya.
La niña explotó en lágrimas como si se tratara del amor de su vida. Mi suegra
tomó la noticia con indiferencia mientras se limaba las uñas y mi novia estaba
advertida, debía mantenerse al margen de la vida de Felipito.
-¿Entonces llamaron a
alguien para sacrificarlo?
-¡Coño, Puro! ¿Qué ingenuo
eres? Con el hambre asediando a todo un país, ¿Cómo crees que se cometería semejante
error? A esa hora te verías obligado a compartir un poco de carne con el
verdugo y nos estábamos jugando la vida.
-¿Entonces?
-¡Lo matamos! Realmente
yo tampoco participé.
-¿Entonces?
-Ambrosito, ¿la puñalada
se le da por la derecha o izquierda? Me preguntó Eleuterio aquella fatal tarde
para Felipito.
-¡Coño, mi suegro! ¿Qué repinga
sé yo de eso? El que debe saberlo eres tú, ¿no eres cirujano?
-Si lo soy, pero de
seres humanos.
-De todas maneras, la
diferencia entre ellos y nosotros es muy corta. ¿Tú no eres un guajiro de casa
de la pinga?
-¡Oye, vamos a
respetarnos!
-Yo no te estoy faltando
el respeto, gracias a la revolución estás como estás.
-Si, gracias a la revolución
he criado un puerco dentro de mi apartamento. ¡No caigamos nuevamente en temas políticos!
¿Le doy la puñalada por la izquierda o derecha?
-¡Asere, yo no sé ni pinga
de matar puercos! Si tienes dudas se la suenas por el centro y que Dios se
apiade de él.
-Llégate a la cocina y
trae el cuchillo más grande que encuentres.
-¡Coño, Eleuterio! Allí
no hay un puto cuchillo que valga la pena.
-¡Trae cualquiera,
cojones! Hoy termino esta cabrona comedia, no cargo un cubo mas de sancocho
para este hijoputa. Lo obedecí y llevé el mejor que encontré. El lío ahora era
llevar a Felipito hasta el lugar adecuado para sonarle la puñalada, las pocas
veces que se sacaba del baño, el puerco se acostaba en el piso de la cocina.
Todo parece indicar que leyó nuestras intensiones y se negaba a salir del puto
baño.
-Asere, yo no sé si este
puto puerco es adivino. ¿Por qué no lo engañamos y le brindamos un pancito?
-¡Ni se te ocurra, coño!
Solo hay un pan en la cocina y es el mío, no lo como para garantizarle el
desayuno a la niña con un vasito de agua con azúcar.
-Eleuterio, solo hay una
forma de convencer a este puerco de mierda y tiene que ser por la boca.
-¡No sé, hazle un
discurso, ponle música en la grabadora! Ni se te ocurra tocar ese pan, es sagrado.
-Si la niña viniera y le
rascara la barriguita, tal vez la vieja pueda convencerlo llamándolo por su
nombre. No encuentro otra manera de traerlo.
-Ambrosito, dale un
discurso, cualquier cosa menos el pancito.
-¡Asere, voy tumbando y arréglatela
como puedas! No estoy para estas trovas. Que no resingue ese puerco de mierda,
vamos a pincharlo en el mismo baño.
-¡Griiiiiiiifñuuuuuuupingaaaaaaaa!
Aseres
lectores, disculpen que no sepa hacer una transcripción exacta del grito de un
puerco cuando lo están asesinando con un cuchillo sin filo. No olviden que en
el 68 el comandante “La Piedra” intervino los negocios particulares y después no
tuvimos amoladores de cuchillos y tijeras. Felipito salió corriendo por toda la
casa con la mitad del cuchillo clavado.
-¡Ambrosito, cierra la
puerta del balcón! Si Felipito cae a la calle hemos perdido la batalla. Le gritó
el suegro y el muchacho salió corriendo a cumplir la orden.
-¡Asesinos, criminales!
Eso no se le hace a un ser humano. Gritó la vieja desde la sala. -¡Griiiiiiiifñuuuuuuupingaaaaaaaa!
Protesto Felipito mientras buscaba refugio en el cuarto matrimonial. -¡Que
suelten a los 5 héroes! Gritó la vieja con mas fuerza y confundida o adelantada
a su época.
-¡Callate, vieja de
pinga! No te vas a comer ni un chicharrón de tu marido de mierda. Le respondió
el cirujano muy sudoroso y nervioso mientras corría detrás del puerco.
-¡Coño de tu madre! Ese
hijo de puta ha roto el Daytron que mi prima me compró en la diplotienda. Protestó
la suegra de Ambrosito mientras detuvo el arreglo de sus uñas.
-¡No fue tu prima,
maricona! Eso lo adquiriste con mis prendas que vendiste en la tienda del oro. Toc,
toc, toc, toc. Fue un sonido fuerte en la puerta de la casa que detuvo todas
las actividades que se desarrollaban en esos instantes, Felipito dejó de
gritar, la vieja se secó las lágrimas, la niña corrió asustada para su cuarto y
la novia de Ambrosito abrió un libro fingiendo que estaba estudiando. Eleuterio
respiro profundamente como les recomendaba a sus pacientes y se dirigió hasta
la puerta de entrada. Miró por ese huequito dispuesto para observar y se puso
muy nervioso. -¡Es Fefa, la del Comité! Les dijo tan bajito que apenas les llegó
como un susurro y todos comprendieron, no necesitaban explicarles dos veces
cuando se acercaba una desgracia. -¡Griiiiiiiifñuuuuuuupingaaaaaaaa! Grito
Felipito desde el cuarto. -¡Ambrosito, dale el pan para que se calle!
-¿Estás seguro? ¿Qué le
das de desayuno mañana a la niña?
-¡Que se vaya en ayunas
y no proteste! Ambrosito se dirigió a la cocina mientras Eleuterio corría los
tres cerrojos que aseguraban la puerta de la calle, tal y como se ve en las películas
de New York.
-Compañero, ¿sucede algo
en esta casa? Hemos escuchado unos gritos de terror como si estuvieran
asesinando a alguien.
-¡No, compañera! Es que
mi hija tenia puesto un casete del grupo Orishas y ya le mandé a bajar el
volumen.
-Yo pensaba que se
trataba del grupo Gente de Zona o del reguetonero Osmani García.
-¡No, compañera! Usted
se encuentra muy adelantada en el tiempo y hasta ahora no hemos tenido
problemas con la pasta de dientes.
-No lo comprendo muy
bien. Si tienen algún problema ya saben que pueden contar con nuestro apoyo.
-Muchas gracias,
compañera. Fefa se retiró y no insistió en su investigación. -¡Griiiiiiiifñuuuuuuupingaaaaaaaa!
Volvió a gritar el hijoputa puerco, solo que esta vez no cargaba tanto volumen
su quejido. Corrió nuevamente por toda la sala derramando sangre y cagando cada
dos metros ante las protestas de la suegra de Ambrosito. Felipito dio un salto
espectacular y cayó desmayado encima de la cama matrimonial.
-¿Habrá muerto
finalmente el hijoputa? Le preguntó Ambrosito con cierta carga de ingenuidad a
Eleuterio.
-No tengo ideas, pero
para salir de las dudas llégate hasta el maletín mío y trae el estetoscopio. Después
vino, según me contara Ambrosito, una de las imágenes mas tiernas que observara
en toda su vida, Eleuterio auscultaba a Felipito con el mismo amor que hacia
con sus pacientes en el hospital.
-¡Coño, Ambrosio! Que
interesante esta toda esta historia, solo que no acabo de comprender su relación
con las preguntas que te hice al principio. ¿Estás deprimido ¿Tienes problemas?
¿Tu mujer te pegó los tarros? ¿No se te para el machete?
-¡Nada de eso,
Eustaquio! Ahora se ve bien que quien no lees eres tú.
-No comas mierda, tú
sabes perfectamente que esa es mi debilidad.
-Si, pero no leíste la
carta de ese actor cubano, muy bueno él. Chico, donde dice que usaba un pedazo
de cartón para echarle fresquito a su hija, muy ofendido por las burlas de tres
o cuatro.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2019-09-26
xxxxxxxxxx
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