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jueves, 26 de septiembre de 2019

MEMORIAS DE "BOLLO MANSO" (2) DONDE UN PUERQUITO COMPARTE VIVIENDA CON UN CIRUJANO.


                               MEMORIAS DE "BOLLO MANSO" (2)

DONDE UN PUERQUITO COMPARTE VIVIENDA CON UN CIRUJANO.







                                     FELIPITO Y EL CIRUJANO


… “Cuando me vea cualquier madrugada de esas, con un pedazo de cartón, echándole fresco a mis hijitas durante horas para que puedan dormir y llegar a su escuela medianamente descansadas, voy a estar pensando mucho en ustedes. Mucho…

Luis Alberto García.



...Y yo también...
ECL


                                      
-¡No me digas nada, llevo varios días cabrón! Realmente no necesitaba darme explicación alguna, lo conocía desde que nació, nos criamos juntos y compartimos las buenas o las malas.

-Si quieres desahogarte un poco, lo haces. Estás a punto de reventar y llevas días destilando una energía negativa que contagia. ¿Estás deprimido? ¿Tienes problemas? ¿Tu mujer te pegó los tarros? ¿No se te para el machete?

-¡Asere, no es contigo!

-Entonces, vomita y suelta eso que te atora.

-Coño, es que a veces leo cosas que me sacan demasiado de la rutina.

-¿Qué lees? ¡No jodas Ambrosio! Hace años que no te veo con un libro o periódico en las manos.

-Chico, no te hagas el comemierda. Digamos que esta vez lo vi en los noticieros.

-Mejor me explicas.

-¿Te acuerdas de aquella vez que estuvimos en casa del cuña a quien le patinaba la lengua?

-¿Cuál de esas veces, Ambrosio? Fueron tantas…

-Chico, aquel día que nos mostró con orgullo las jaulas de pollos que tenía en su balcón.

-Ya me acuerdo, tremenda peste a mierda de gallinas que tenía su apartamento.

-No sé qué cojones le inyectaron en el cerebro. ¡Le ronca la tranca! No te acuerdas del orgullo que sentía por aquella puta minigranja, hay que ser verdaderamente imbécil. ¡Coño, Eustaquio!  Mi ambia, no estamos hablando de un tipo cualquiera, no se trataba de un gil, era un mayor del ejército e informático que trabajaba en el edificio del Estado Mayor en Plaza.

-¡Asere, le tenía puesto nombres a todos aquellos pollos que se hacinaban en sus jaulitas. Había que escucharlo hablando de la edad de cada uno como si se tratara de familiares.

-¡No sé, no sé qué coño les han metido en la cabeza!

-Pienso que nos han convertido en un país sobrecargado de tontos y sin memoria. Asere, entre nos. ¿a que viene toda esta trova? Me tienes mareado. Coño, y que no existiera en aquellos tiempos una de esas verganas de mierda que protegiera a esos infelices animalitos.

-Veganas, Eustaquio.

-Verganas, ¿no son las que se oponen a que el gallo les meta la verga a las gallinas?

-Esas son las veganas, las que solo comen yerbas como los chivos. Vas a tener que leer un poco más.

-Bueno, estoy apartado de esas cosas modernas.

-Yo voy a tener que dejar de ver los noticieros también, creo que me estoy convirtiendo en un idiota más.

-Yo creo que deberías hacerlo. ¿Qué noticieros te revientas?

-Los de América Teve, Univisión y Telemundo.

-¡Coñó! ¿Puedes dormir tranquilo después de espantarte esas series de terror?

-Es que cuando los veo me monto en la máquina del tiempo para verificar todo lo que dicen.

-¿Has logrado llegar a alguna conclusión?

-Los otros días me contaba Ambrosito sobre la puñalada que le dieron a Felipito.

-¡No jodas! ¿Lo mataron?

-Lo mataron y se lo comieron.

-¿De cuál Felipito me hablas, Ambrosio?

-Del puerquito que crio el suegro de Ambrosito en una bañadera de su casa.

-¿No me habías dicho que el suegro del chama era cirujano?

-Exacto, veo que todavía conservas algo de memoria. ¡Sí, se llama Eleuterio! Dicen quienes lo conocieron que se trataba de una buena cuchilla.

-Asere, yo no puedo creer que un cirujano de esa talla se dedicara a criar un puerco dentro de su casa.

-Eso no es lo peor, no se trataba de una casa realmente, era un apartamento antiguo.

-Yo creo que me estás tomando el pelo.

-¿Qué te pasa, mi ambia? A estas alturas de la vida yo no te voy a entrar con mentiras. Tú no podrás imaginar todo el drama que se produjo con la entrada de Felipito al seno de aquella aristocrática y culta familia.

-Ni ideas.

-Pipo, Eleuterio esta criando un puerquito en su casa. Me dijo un día el chama entre serio, conmovido y sin poder escapar del asombro.

-¡Coño, Ambrosito, no puedo creerte! ¿Con lo refinada y burguesa que es esa familia?

-Yo tampoco lo creí hasta que mi novia me llevó hasta el baño. Allí estaba su hermanita jugando con el animalito como si se tratara de una mascota, yo quisiera que la hubieras visto con el cariño y ternura que le rascaba la barriguita.

-¿Y quien le puso el nombre de Felipito?

-Ese fue otro drama y motivo de discusión. Resulta que la niña quería bautizarlo con el nombre de “Yusnaivi” y encontró una tenaz resistencia de la abuela.

-¿La abuela se metió en eso?

-¡No jodas, Pipo! Tú sabes que con el tiempo los viejos se vuelven niños también.

-Es que estás hablando de una señora muy casta, pura e inmaculada criada a la antigua. ¿Por qué impuso el nombre de Felipito?

-Lo hizo en memoria de su fallecido marido, Don Felipe de Altarriba Loyola Velasco y Gutiérrez de la Concha.

-¡Cojones, que cantidad de nombres! Tuvo que ser un personaje muy importante cuando la colonia o república.

-¡Ni lo uno, ni lo otro! Me contó mi suegro que era un comemierda que trabajó de voluntario en el recién creado cuerpo de bomberos de su pueblo cuando ella era joven.

-¡Mira pa'eso! Con los mojones que se atracaba esa vieja, pobre puerquito, lo cagaron con ese nombrecito.

-¡Na, tú no te imaginas! Como que quisieron cogerme pal trajín en eso de limpiar el baño y llevarle el sancocho al puto marrano. Me acomplejé, pensé que querían cobrarme por mantener la relación con mi novia y rechacé todo tipo de presión.

-¡Así, así se hace! Que pa'eso eres el primogénito de Ambrosio Felipe de la Caridad Paz San Gil y Martínez del Pozo Seco. Que, aunque sea un comemierda más, lo soy también de alcurnia y si te agarro en una pendejada de esas te caigo a patadas por el culo. ¡Primero cadáver que pendejo!

-¡Olvídalo! Yo no estaba pa'esas cosas, no era fácil meterse esa escalera cargando una cubeta de sancocho. Me daba lástima con el suegro que es buena gente, pero era un flojo de piernas. Coño, tener que ir pedaleando una bicicleta china hasta el hospital y luego regresar con la cubeta repleta de sancocho en la parrilla no era fácil. Felipito creció y no imaginas los troncos de mojones que cagaba. Ya sabes que la suegra se pasaba el puto día arreglándose las uñas, la vieja delirando y hablando de aquel comemierda bombero, la niña con sus traumas por unos tenis Adidas y pidiendo que la dejaran afeitar las piernas. ¿Mi novia? Se lo advertí bien claro, si manoseaba a Felipito la dejaba en esas. ¡Coño, Pipo! El agua entraba a esa casa de Pascua a San Juan y el jabón se había perdido del mercado.

-¡Qué tragedia! Pobres de ustedes, trágica infancia y dramática juventud. ¿Y en qué paró toda esa historia?

-¡Nada! Yo no creo que haya sido por agotamiento, me inclino a pensar que el hambre logró reducir su voluntad y un día mi suegro, como si acabara de despertar de una horrible pesadilla, anunció que Felipito sería sacrificado por el bien de toda la familia. ¡A cagarse, Liberales del Perico! Hubo que llamar al médico de la familia debido el ataque sufrido por la vieja, convulsionaba y se le escapaban unos peos terriblemente apestosos, ya te habrán contado del picadillo de soya. La niña explotó en lágrimas como si se tratara del amor de su vida. Mi suegra tomó la noticia con indiferencia mientras se limaba las uñas y mi novia estaba advertida, debía mantenerse al margen de la vida de Felipito.

-¿Entonces llamaron a alguien para sacrificarlo?

-¡Coño, Puro! ¿Qué ingenuo eres? Con el hambre asediando a todo un país, ¿Cómo crees que se cometería semejante error? A esa hora te verías obligado a compartir un poco de carne con el verdugo y nos estábamos jugando la vida.

-¿Entonces?

-¡Lo matamos! Realmente yo tampoco participé.

-¿Entonces?

-Ambrosito, ¿la puñalada se le da por la derecha o izquierda? Me preguntó Eleuterio aquella fatal tarde para Felipito.

-¡Coño, mi suegro! ¿Qué repinga sé yo de eso? El que debe saberlo eres tú, ¿no eres cirujano?

-Si lo soy, pero de seres humanos.

-De todas maneras, la diferencia entre ellos y nosotros es muy corta. ¿Tú no eres un guajiro de casa de la pinga?

-¡Oye, vamos a respetarnos!

-Yo no te estoy faltando el respeto, gracias a la revolución estás como estás.

-Si, gracias a la revolución he criado un puerco dentro de mi apartamento. ¡No caigamos nuevamente en temas políticos! ¿Le doy la puñalada por la izquierda o derecha?

-¡Asere, yo no sé ni pinga de matar puercos! Si tienes dudas se la suenas por el centro y que Dios se apiade de él.

-Llégate a la cocina y trae el cuchillo más grande que encuentres.

-¡Coño, Eleuterio! Allí no hay un puto cuchillo que valga la pena.

-¡Trae cualquiera, cojones! Hoy termino esta cabrona comedia, no cargo un cubo mas de sancocho para este hijoputa. Lo obedecí y llevé el mejor que encontré. El lío ahora era llevar a Felipito hasta el lugar adecuado para sonarle la puñalada, las pocas veces que se sacaba del baño, el puerco se acostaba en el piso de la cocina. Todo parece indicar que leyó nuestras intensiones y se negaba a salir del puto baño.

-Asere, yo no sé si este puto puerco es adivino. ¿Por qué no lo engañamos y le brindamos un pancito?

-¡Ni se te ocurra, coño! Solo hay un pan en la cocina y es el mío, no lo como para garantizarle el desayuno a la niña con un vasito de agua con azúcar.

-Eleuterio, solo hay una forma de convencer a este puerco de mierda y tiene que ser por la boca.

-¡No sé, hazle un discurso, ponle música en la grabadora! Ni se te ocurra tocar ese pan, es sagrado.

-Si la niña viniera y le rascara la barriguita, tal vez la vieja pueda convencerlo llamándolo por su nombre. No encuentro otra manera de traerlo.

-Ambrosito, dale un discurso, cualquier cosa menos el pancito.

-¡Asere, voy tumbando y arréglatela como puedas! No estoy para estas trovas. Que no resingue ese puerco de mierda, vamos a pincharlo en el mismo baño.

-¡Griiiiiiiifñuuuuuuupingaaaaaaaa! Aseres lectores, disculpen que no sepa hacer una transcripción exacta del grito de un puerco cuando lo están asesinando con un cuchillo sin filo. No olviden que en el 68 el comandante “La Piedra” intervino los negocios particulares y después no tuvimos amoladores de cuchillos y tijeras. Felipito salió corriendo por toda la casa con la mitad del cuchillo clavado.

-¡Ambrosito, cierra la puerta del balcón! Si Felipito cae a la calle hemos perdido la batalla. Le gritó el suegro y el muchacho salió corriendo a cumplir la orden.

-¡Asesinos, criminales! Eso no se le hace a un ser humano. Gritó la vieja desde la sala. -¡Griiiiiiiifñuuuuuuupingaaaaaaaa! Protesto Felipito mientras buscaba refugio en el cuarto matrimonial. -¡Que suelten a los 5 héroes! Gritó la vieja con mas fuerza y confundida o adelantada a su época.


-¡Callate, vieja de pinga! No te vas a comer ni un chicharrón de tu marido de mierda. Le respondió el cirujano muy sudoroso y nervioso mientras corría detrás del puerco.

-¡Coño de tu madre! Ese hijo de puta ha roto el Daytron que mi prima me compró en la diplotienda. Protestó la suegra de Ambrosito mientras detuvo el arreglo de sus uñas.

-¡No fue tu prima, maricona! Eso lo adquiriste con mis prendas que vendiste en la tienda del oro. Toc, toc, toc, toc. Fue un sonido fuerte en la puerta de la casa que detuvo todas las actividades que se desarrollaban en esos instantes, Felipito dejó de gritar, la vieja se secó las lágrimas, la niña corrió asustada para su cuarto y la novia de Ambrosito abrió un libro fingiendo que estaba estudiando. Eleuterio respiro profundamente como les recomendaba a sus pacientes y se dirigió hasta la puerta de entrada. Miró por ese huequito dispuesto para observar y se puso muy nervioso. -¡Es Fefa, la del Comité! Les dijo tan bajito que apenas les llegó como un susurro y todos comprendieron, no necesitaban explicarles dos veces cuando se acercaba una desgracia. -¡Griiiiiiiifñuuuuuuupingaaaaaaaa! Grito Felipito desde el cuarto. -¡Ambrosito, dale el pan para que se calle!

-¿Estás seguro? ¿Qué le das de desayuno mañana a la niña?

-¡Que se vaya en ayunas y no proteste! Ambrosito se dirigió a la cocina mientras Eleuterio corría los tres cerrojos que aseguraban la puerta de la calle, tal y como se ve en las películas de New York.

-Compañero, ¿sucede algo en esta casa? Hemos escuchado unos gritos de terror como si estuvieran asesinando a alguien.

-¡No, compañera! Es que mi hija tenia puesto un casete del grupo Orishas y ya le mandé a bajar el volumen.

-Yo pensaba que se trataba del grupo Gente de Zona o del reguetonero Osmani García.

-¡No, compañera! Usted se encuentra muy adelantada en el tiempo y hasta ahora no hemos tenido problemas con la pasta de dientes.

-No lo comprendo muy bien. Si tienen algún problema ya saben que pueden contar con nuestro apoyo.

-Muchas gracias, compañera. Fefa se retiró y no insistió en su investigación. -¡Griiiiiiiifñuuuuuuupingaaaaaaaa! Volvió a gritar el hijoputa puerco, solo que esta vez no cargaba tanto volumen su quejido. Corrió nuevamente por toda la sala derramando sangre y cagando cada dos metros ante las protestas de la suegra de Ambrosito. Felipito dio un salto espectacular y cayó desmayado encima de la cama matrimonial.

-¿Habrá muerto finalmente el hijoputa? Le preguntó Ambrosito con cierta carga de ingenuidad a Eleuterio.

-No tengo ideas, pero para salir de las dudas llégate hasta el maletín mío y trae el estetoscopio. Después vino, según me contara Ambrosito, una de las imágenes mas tiernas que observara en toda su vida, Eleuterio auscultaba a Felipito con el mismo amor que hacia con sus pacientes en el hospital.

-¡Coño, Ambrosio! Que interesante esta toda esta historia, solo que no acabo de comprender su relación con las preguntas que te hice al principio. ¿Estás deprimido ¿Tienes problemas? ¿Tu mujer te pegó los tarros? ¿No se te para el machete?

-¡Nada de eso, Eustaquio! Ahora se ve bien que quien no lees eres tú.

-No comas mierda, tú sabes perfectamente que esa es mi debilidad.

-Si, pero no leíste la carta de ese actor cubano, muy bueno él. Chico, donde dice que usaba un pedazo de cartón para echarle fresquito a su hija, muy ofendido por las burlas de tres o cuatro.








Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2019-09-26


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