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lunes, 24 de junio de 2024

EN EL RECUERDO DE LOS DEMÁS. LA GUARDIA A CABALLO

 

EN EL RECUERDO DE LOS DEMÁS.


LA GUARDIA A CABALLO




 

...Si durante el día las pinturas me ayudaron a evadir el duro trabajo del campamento, en las noches nunca pude eludir las guardias, estas siempre fueron las peores: de diez a doce de la noche y de cuatro a seis de la mañana, por lo que solo podía dormir cuatro horas esas noches. Esta guardia era en la posta uno, situada a la entrada principal de la unidad y estaba compuesta por dos reclutas.

 

“Cabañita”, un soldadito que parecía casi un niño, me acompañaba en la posta. Sus actitudes eran muy infantiles, algo que me entretenía con sus ocurrencias. En las pocas ocasiones que tuvimos guardias de día, se dedicaba a buscar nidos de pájaros, o lanzarles precisos proyectiles a las palomas rabiches con un tirapiedras, como cuando vivía en la finca de sus padres.

 

En una de aquellas madrugadas, y al comienzo de la guardia me dice que le guarde el fusil porque él tiene que ir al monte por una necesidad fisiológica urgente. Le dije que no había problemas, que yo lo cubriría. Después de un tiempo sin señales suyas empecé a preocuparme por su ausencia, ya que había pasado más de una hora y no aparecía. Hasta que siento un ruido atronador que venía por el camino que conducía al mar. Era Cabañita montando a caballo, a pelo y a todo galope. Lo detuve de inmediato y lo increpé molesto:

 

-¡Tú estás loco, si te cogen en esa gracia te mandan preso para la cabaña!

 

Ante lo sorprendente del hecho, le pregunté de donde había sacado aquel caballo. Él me conto que los campesinos de la Granja del Pueblo (Menelao Mora), ubicada frente a nuestra unidad, pidieron permiso para guardar sus caballos en nuestro campamento, porque creían que estarían más seguros, ya que se había reportado algunos robos de caballos en la zona.

 

Cabañita, en las noches de guardia se perdía montando a caballo, con un solo saco de yute por montura y una soga por freno. Yo lo cuidaba como un padre, y disfrutaba verlo galopar con aquel aire de libertad que se reflejaba en su rostro.

 

Unos días más tarde, en uno de sus trotes nocturnos lo detuve para decirle que estaba exagerando en su diversión, que ya no estaba ni un segundo en la posta, y que yo también quería montar a caballo. Decidimos repartir el tiempo entre los dos: cuando uno montaba a caballo, el otro cuidaba el fusil y estaba alerta por si alguien aparecía.

 

La primera vez que corrí con aquel potro estaba la luna llena y se veía casi como si fuera de día. Una euforia vital recorría mi cuerpo; el movimiento ondulante al galope, ascendiendo y descendiendo por el sendero, me hacía sentir como un niño en un carrusel.

 

Despues de cabalgar una hora cada uno en las noches de guardia, decidimos, por un tiempo, tomarles dos caballos a los campesinos, y hacer carreras para ver quien llegaba primero. Con la diversión se nos olvidaba la verdadera función que se nos había encomendado, la cual era proteger la entrada de aquel infierno, pero, realmente, ¿a quién le importaba cuidar un lugar donde te hacían trabajar como bestias? Mejor era disfrutar con esos animales que nos hacían sentir que estábamos vivos y que por esas dos horas, éramos libres como esos corceles cundo corrían desbocados por el terraplén.

 

Casi al finalizar nuestro turno de guardia, la de cuatro a seis de la mañana, venían los campesinos de la granja a recoger a sus caballos para la labor diaria, todos los días nos hacían la misma pregunta:

 

-Compay, ¿Por qué los caballos están sudao?

 

A lo que siempre respondíamos:

 

-Compañero, ¿usted sabe la clase calor que está haciendo en estos días?...

 

 

Libro titulado:

Primer Llamado

EL RECLUTA 51

CAPITULO II Pag. 52

 

 

 

Luis Vega de Castro

Monee-lllinois..USA

2021-04-27

 

 

 

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Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...