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domingo, 14 de mayo de 2023

¡MI VIEJA, CARÁ!


¡MI VIEJA, CARÁ! 

Mi madre Gloria Lostal Carmona y mi padrastro Pedro Prats Salazar



Siempre que llega esta fecha me acuerdo mucho de mi vieja, ¡mi vieja, cará!. Me viene a la mente su última carta preñada con faltas de ortografía, la pobre, le dio el tifus cuando niña y no continuó su escuela. Creo más bien que fue por culpa de su padre, él tenía preferencias con otras de sus hermanas, cabrón el viejo, pienso, porque para un padre todos deben ser iguales.

¡Mi vieja, cará! ¿Dónde estarán sus huecitos? Solo me interesa por curiosidad, tal vez para ponerle una simple flor o para sentarme junto a ella un ratico y conversar como hacíamos antes. Siempre se me escapan unas lagrimitas los días como hoy, 
¡pero, ná!, me tomo un traguito y sigo pa’lante. Hablo con ella unos minutos y me devuelve la alegría. Me llega y persigue su última carta, permítanme escribirles aunque sea un pedacito, no con el propósito de atormentarlos con esta mezcla de tristeza y alegría, solo para que vean como era mi vieja.

… Mijo, me alegro mucho que te hallas quedado, no importa si no puedo volber a berte, prefiero que sea asi antes de que te encuentres en las condiciones de tu hermano. Si supieras, nos dieron cuatro latas de sardinas y una botella de ron para selebrar el fin de año. Mijo, yo las tenía guardadas para llebarselas a el, pero tenia mucha ambre y me comi una. Como te quedaste alla fuera al pobre se lo llevaron para Jaguey, debes imaginarte el trabajo que pasamos para ir a berlo. Aguanta y no se te ocurra regresal, si no puedo berte no impolta, lo importante es que eres libre como siempre soñaste…

¡Mi vieja cará! Sencilla, humilde, bruta… ¡Pero qué clase de corazón señores! Ná, el de toda buena madre. Recuerdo como me esperaba al regreso de cada viaje allá en Luyanó, mi vieja era exagerada para algunas cosas. Cuando yo entraba a la casa me tomaba de la mano y me llevaba hasta el baño, ya sabía para qué era. Me mostraba con orgullo toda la bañadera llena de botellas de cerveza sumergidas en el hielo. Así éramos nosotros mientras mi vieja vivía, mientras mi hermano no cayó preso, mientras yo no lo visité en aquella horrible prisión y me avergoncé por él y los cientos de muchachos que allí se pudrían, mientras que a otro hermano no le envenenaron la mente con las putas ideas que solo dividen a las familias. Me imagino lo que deba haber sufrido mi viejita con el final de esta historia, un hijo por el exilio, uno preso por intentar escapar del paraíso, y uno cabrón que apoyaba todo eso, mierda deben haber sido los últimos instantes de su vida.


En ese palomar rosado vivió mi madre, allí pase una temporada. Se encuentra en la esquina de las calles Reforma y Herrera en Luyanó, Habana


¡Mi vieja cará! Qué clase de carácter tan noble, eso sí, no la jodas mucho porque se le salía todo lo de congo y carabalí. A mi vieja le gustaba darse sus tragos entre nosotros y de vez en cuando agarraba sus buenas notas. ¡Qué les cuento! La vieja disfrutaba y era muy feliz, cocinaba como ninguna. Bueno, miren que han pasado años desde que yo me fui, pues desde esa fecha no he podido comerme unos frijoles negros como los que hacía mi vieja, era especial.

Como les decía, agarraba sus notas y se ponía de lo más cómica, nosotros disfrutábamos de sus discusiones con mi padrastro, un tipo buena gente que se le murió en sus brazos. Pues en una de esas curdas a mi padrastro le dio por meter trovas de Orula, Changó, Eleguá y no sé cuantos santos más. ¡Qué les cuento! A mi vieja le dio su nota por irle a la contraria a mi padrastro ese día, ¿y qué creen que hizo? Fue pal cuarto, al rincón donde el viejo tenía su Eleguá, y a Francisco sentado de lo más monono en un taburetico, y a María Merced, una negrita de lo más bonita sentada en otro. Pues llegó hasta ese rincón y los agarró a todos y los lanzó escaleras abajo. Ni les cuento como terminó aquella fiesta, solo les digo que el lechero a la mañana siguiente no quiso subir y dejó el litro detrás de la puerta, el tipo era santero también o al menos le metía a la burumba.

Ya estaba navegando y en uno de esos regresos me digo, ahora me doy un buen bañito, me tomo una cervecita y luego a coger cajita de cumpleaños. Me tranco en el cuarto, pongo el radio para que la gente no se lleve el pase y ya, resuelto el problema hasta que llegue la noche. Todo eso pensaba mientras me quitaba la camisa, y que no es cuento, la cerveza era sagrada en mi casa los días que yo arribaba, bueno, por suerte existía todavía.

-¡Coño vieja! ¿Qué rayos es esto? Pude escuchar como todos se reían, hasta mi mujer que no me había dicho nada. La bañadera estaba repleta de jicoteas vivas y un par de iguanas se disputaban un rincón detrás del bidet.

-¡No le hagas nada! Son mansitos. Me respondió la vieja en tono de jodedera, ya se había tomado par de cervezas y ustedes no se pueden imaginar lo alegre que se ponía.

-¡Oye! ¡Oye! ¿Cómo me voy a bañar en medio de este zoológico?

-Bueno, sale para acomodarlos, pobrecitos, son tan buenos, hasta me conocen ya.

-¡Coño, vieja! ¿A quién se le ha ocurrido esto? Le dije al salir y ver que todos seguían vacilándome.

-Son cosas de tu hermano Ernesto, mijo. Ya sabes como es él, pobrecito, está luchando.

-¡Qué luchando, ni luchando! Lo que está es acabando con esos animales.

-Está luchando, mijo. Gracias a esos animalitos está reuniendo para casarse.

-Yo creo que todos ustedes se están volviendo locos, ¿cómo es eso de reunir para casarse?

-¡Nada, mijo! Los mata y luego los diseca, los marinos rusos pagan muy bien por ellos.

-¡Oye! ¿Y desde cuando está metido en esta rumba?

-Hace meses, fíjate si ya se le cuela al negocio que la iguana que está encima del televisor la disecó él. Me acerqué al bicho y estaba muy bonito.

-¡Oye! Pero esto huele a mierda, como si estuviera podrido.

Cuando Ernesto llegó me dijo que se le había olvidado sacarle la masa a la cola, dos días después hubo que botar al animal en la basura porque la peste era irresistible. Tiempos después la casa de mi vieja se llenaba de caracoles exóticos, corales negros y animales de todo tipo.

¡Mi vieja, cará! Se me borró la tristeza de las primeras líneas, era tremenda, bueno, lo es, porque solo mueren los que se olvidan. Mi viejita era especial, me cuenta un hermano cuando llamé a la funeraria donde la estaban velando, que solo unos minutos antes de morir y estando en terapia intensiva, mi vieja recobró el conocimiento y le dijo: ¿Cuál es el número que tiene mi cama? Mi hermano le respondió que el 17. ¡Vete a jugarlo en la bolita, va a salir! Mi hermano no quiso dejarla sola un instante y el número salió.

¡Mi vieja, cará! ¿Dónde estarán tus huesos? Solo para ponerle una florcita o quizás para conversar un poco. Pero no importa, tú mejor que nadie sabes que en las condiciones actuales no regreso y a cada rato conversamos algo sobre tus nietos y biznietos. Me tomo un trago por ti y otro día nos veremos.


¡Quiéranlas mientras se encuentren vivas! Ese es su mejor premio.






Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2003-11-05


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