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lunes, 17 de mayo de 2021

MEMORIAS DE “BOLLO MANSO” (8) Los calzoncillos “Matapasiones”


MEMORIAS DE “BOLLO MANSO” (8)

Los calzoncillos “Matapasiones” 





-¡Apaga la luz! ¿Cuántas veces no habremos escuchado esa solicitud, reclamo u orden en aquellos tiempos? Poco importa el escenario, pudo ser en una de aquellas mugrientas posadas o dentro de una casa. Nadie quería ver, nadie quería que te vieran. ¿Cuál era el misterio que deseaban mantener oculto tantos jóvenes de aquellos tiempos? Veo la foto que elegí para ilustrar este tema, la de esos viejos cagalitrozos muy felices y orgullosos por las toneladas de medallas que cargan. ¿Cuál es el mérito de esos viejos, los de esa generación traicionada, frustrada, fracasada y hoy cómplice de aquella pesadilla, esta pesadilla? No sé, solo se me ocurre pensar que se han pasado la vida comiendo medallas y cagando medallas. Me apuro en rescatar estas memorias antes de que el tiempo se nos acabe. 

Fue muy frecuente escuchar a mujeres bellas casi suplicarte que apagaras la luz, divas capaces de satisfacer cualquier deseo sexual, hermosas muchachas que hoy son abuelitas, las que han logrado sobrevivir a estos recuerdos.

La robolución de esos viejos no necesitó mucho tiempo para llevarnos hasta una situación de mendicidad lastimera, muy pronto nos convirtieron en mendigos de cuerpo y alma. ¿El secreto de las luces apagadas y el sexo en penumbras? Una vez lo descubrí cuando apagué la luz y ella, muy confiada en esa privacidad impuesta comenzó a desvestirse, entonces la traicioné y la encendí nuevamente. Los colores de la vergüenza le dibujaron el alma y trató de explicarme lo que yo imaginaba. Le devolví la tranquilidad cuando comencé a bajarme el pantalón y ante sus ojos apareció un calzoncillo “matapasiones”. Su delito era muy grave, aquella diosa de veintiún años tenía puesto un calzoncillo verde olivo igual a los que yo usara en el Servicio Militar Obligatorio. ¿Por qué?

Bueno, les estoy hablando de la década de los sesenta, digamos que posterior al sesenta y cinco. Se desaparecieron del mercado los blúmeres de mujer por esa magia siempre demostrada en la isla, y ellas, muy astutas o inteligentes, invadieron las ofertas de los calzoncillos “atléticos” hasta agotarlos. ¡Eso, si! Todas te decían lo mismo, tengo un blúmer bueno que solo uso para asistir a las consultas médicas. Tampoco llegué a comprender la relación que pudo existir entre una simple gripe y esa prenda interior. ¡Había que confiar en su palabra si te gustaba o la querías! Les comento que una de aquellas protagonistas es actualmente una abuelita muy feliz y se encuentra en mi lista de amistades.

¡Claro que hubo sobrevivientes a esa pandemia robolucionaria! No imagino a ninguna de las mujeres de esa pandilla en el poder pasando por esta situación, sus hijos no dejaron de tomar leche a los siete años. Bueno, escaparon también las abuelitas de las actuales jineteras, ellas se dedicaron a la misma profesión y se vendieron por un blumercito, un jaboncito o cualquier otra chuchería.

Ante la falta de calzoncillos por las razones expuestas, nuestras costureras, siempre tan creativas, comenzaron a producir los “matapasiones” en gran escala. Los hacían con la tela destinada a la confección de sábanas, pero no todo fue color de gloria en esa producción que, luego fuera condenada en el año 1968 con la “Ofensiva Revolucionaria”. ¡Imaginen, imaginen mucho! Porque para referirse a esas situaciones unas veces dramáticas, ridículas, patéticas y cómicas a pesar de sus miserias, debes pensar que ese nombre no le caía de gratis. Muy bien, el calzoncillo era elaborado con tela de sabanas, se me olvidaba, había que plancharlos y algunas madres cubanas, muy cuidadosas en las apariencias de sus hijos, los almidonaban. Solo que esa no era la razón que les diera su aire de comicidad o ridículo. ¿No pensaron en el hilo para coserlo y los botones? ¡Aquí era donde se complicaba el negocio! Imaginen un calzoncillo blanco cocido con hilos azules, negros o rojos, y para rematar, pónganle dos botones de cualquier color y tamaño. ¡Coño! Era para rematarle el gusto o deseos a cualquier muchacha, era el preciso instante donde se morían muchas pasiones y se sufría esa vergüenza que no muestran esos viejos de mierda cargando esas medallitas.

El problema de la escasés de hilo tampoco era accidental, no había medias de hombre en el mercado y muchas mujeres las tejían con ese hilo que se necesitaba para coser los calzoncillos. Tejían, tejían, tejían en las guaguas, las colas, esperando el turno médico, dentro de las posadas, escuchando una novela, tejían como nadie había hecho en esa isla. Los diseños eran bonitos y variados, luego y para rematar, debías mantenerlas arriba con el uso de una liga. 

Fueron tiempos muy duros que los jóvenes no conocieron y los viejos han olvidado en durante esa dura lucha por sobrevivir. Tiempos donde se confeccionaron trajes con tela de mezclilla, camisas o “guapitas” con telas de sábanas combinadas con otra de guinga y me faltan los zapatos. Si hay seres que se merecen un lugar de respeto en nuestra historia de miserias, ese sitio les pertenece a los zapateros. Estos artistas anónimos transformaron botas de trabajo en botines con tacón “hollywod”, solo hubo unas a las que nunca pudieron transformar por ser indomables, las botas rusas. ¿Los demás? El que no tuviera $30 o $40 pesos para pagarle a esos zapateros, esos infelices tuvieron que calzar aquellos “Kiko plásticos”, unas verdaderas ollas de presión cuando el sol se colocaba encima de nuestras cabezas.

¿Una solución temporaria de aquellos tiempos? Los jóvenes se casaban para comprar las pocas porquerías que les vendían con una tarjeta del Palacio de los Matrimonios, entre el ajuar proletario, la bebida, cake y croquetas, estaban comprendidos dos blúmeres de mujer y dos calzoncillos atléticos. Pocos meses mas tarde se divorciaban y un tiempo más tarde se volvían a casar.

Veo la foto que elegí para ilustrar este tema y no acabo de comprender a esos viejos de mierda, no solo a ellos. ¿Hay quien pueda sentirse orgulloso de toda esta porquería? ¡Si, si los hay!

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2021-05-17

 

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