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domingo, 7 de abril de 2019

CUBA, EL COSTO DE SU REVOLUCIÓN. (LA GANADERÍA)




           CUBA, EL COSTO DE SU REVOLUCIÓN. 

(LA GANADERÍA)





¿POR QUÉ NO PUEDES COMERTE UN BISTEC?
…Porque nosotros en la ganadería, partiendo del ejemplo de Holanda, yo estoy absolutamente convencido —y me atrevo a decirlo aquí sin miedo a decir ninguna barbaridad, y que me juzgue la historia por lo que voy a decir— de que nosotros podemos llegar a producir tanta leche como Holanda, tanta leche como Holanda...  
Fidel Castro 20 de Julio de 1963.
La ganadería es otro de esos temas extensos a los que vale la pena dedicarle unos minutos por la importancia económica adquirida antes de la llegada de Castro al poder. Nace de forma casi paralela a la principal industria del país, el azúcar, estableciéndose una relación casi indispensable entre ellas.


Las necesidades de siembra y transportación de la caña y sus productos finales, impulsaron la cría de animales para desarrollar esas labores en el campo. Otro factor determinante en el desarrollo de la ganadería lo fue la excelente ubicación geográfica de Cuba, convirtiéndose de esa forma en uno de los principales abastecedores de carnes saladas, pieles y ganados a las flotas que se dirigían hacia México y otras regiones del continente suramericano. Sumadas las necesidades internas de consumo, transportación de café, azúcar y tabaco entre otros productos, convirtieron al ganadero en una persona de mucha influencia y poder. Condición que originó el primer gran conflicto entre ganaderos y vegueros que, culminó con la abolición de los grandes latifundios pastoriles. Los años gastados en las guerras de independencia tuvieron una repercusión desastrosa en la ganadería cubana. Antes del Grito de Baire los potreros cubanos contaban con 2 485 766 animales y luego de un censo realizado en 1889, se comprobó la existencia de 376 650 reses. La guerra se había llevado 2 100 000 cabezas de ganado aproximadamente.


Finalizada esta guerra la ganadería se encontraba prácticamente aniquilada, pero las necesidades internas de consumo y transportación aumentaban. Para enfrentarlas, se dieron facilidades arancelarias que facilitaron la importación de animales desde varios países y revitalizaron la ganadería criolla. En el 1910 pastaban en nuestros potreros unos 3 200 000 animales, dicho crecimiento se experimentó en apenas ocho años.


La explosión de la Primera Guerra Mundial trajo consigo una demanda mayor de azúcar y tabaco al tiempo que se reducían las importaciones. Esta situación generó mucha presión sobre la ganadería que, además de cubrir las labores de transportación de esas mercancías, asumió las urgencias nacionales de alimentación en carnes, leches y sus derivados. En esas condiciones tan adversas la ganadería cubana supo crecer, quedando registrada la existencia de 3 955 000 cabezas de ganado en el censo realizado en 1918.


Para 1927 se realiza otra reforma arancelaria que refuerza a la ganadería y da origen a una floreciente industria de productos que evita el escape de divisas hacia el extranjero. Aparecen alimentos totalmente elaborados en la isla y se ofrecen nuevas capacidades de empleo a los nacionales. Entre esos productos mencionados aparece la leche evaporada, condensada, carnes en conserva, etc. Reduciendo los gastos de importaciones anuales en un promedio de $29 081 673 durante el período comprendido entre los años 1926 y 1939.


Para el censo de 1946, la isla contaba con la existencia de 4 115 733 animales. En otro censo realizado siete años después, la Asociación de Ganaderos de Cuba fija la cifra en 5 060 000 animales. La situación de nuestra ganadería con relación a otros países dedicados a esa industria, puede observarse en la siguiente estadística del año 1953.


LugarPaísHabitantesCabezas de ganadoReses/Hab
1Uruguay2 550 0007 819 0003.01
2Argentina18 919 00045 263 0002.39
3Brasil57 226 00057 626 0001.01
4Cuba5 610 0005 068 0000.90
5Dinamarca4 405 0003 152 000.0.71
6Canadá15 482 0009 379 0000.61
7U.S.A162 359 00094 677 0000.50
8Honduras1 608 000907 0000.56
9Turquía22 949 00010 695 0000.47
10Finlandia4 224 0001 185 000.0.45


El índice de crecimiento de nuestra ganadería se muestra en la siguiente estadística.

18101895189919101918194519531956
1 000 0002 485 766376 650376 6503 955 0004 115 7335 068 0005 325 000

Este fue el panorama encontrado por Castro y su régimen cuando llegaron al poder en 1959. ¿Qué sucedió con nuestra ganadería?
Veamos las informaciones del gobierno.




Existencia de ganado vacuno quinquenio 2001-2006 según Anuario Estadístico de Cuba 2006:

AÑO200120022003200420052006
Total4 038,43 972,34 025,43 942,63 703,73 737,2
La población residente según cálculos del 31 de Diciembre del 2006 fue de 11 239 043. 



La relación cabeza de ganado por habitante de acuerdo a las estadísticas gubernamentales para ese período fue de 0.33.








Como puede observarse, la ganadería cubana fue diezmada y se retrocedió en cantidad de cabezas de ganado hasta el año 1918, mientras su población era duplicada con relación a la existente en 1956.


Los constantes experimentos de ese señor (Castro), quien confundió a nuestra isla con un laboratorio privado, fue una de las principales razones que atentaron y destruyeron nuestra floreciente y rica industria ganadera. Durante varios años y respondiendo a caprichos personales, se llevaron a cabo infinidad de cruces de razas buscando una que produjera carne y leche a la vez. Ni lo uno, ni lo otro. Los niños cubanos tienen racionada la leche fresca hasta los siete años de edad y se la retiran exactamente el día de su cumpleaños. La actual leche ofrecida en el mercado, es confeccionada con leche en polvo que se importa del extranjero ante la incapacidad del estado para satisfacer la demanda de su población.


Durante finales de los sesenta y principios de los setenta, se produjo un sacrificio  incontrolado de nuestros animales con destino a la exportación. A partir de esas fechas las entregas de las exiguas cuotas de carne al pueblo, se extendieron en el tiempo hasta casi desaparecer de la dieta habitual de los cubanos. 
Para que tengan una idea aproximada de las dimensiones de ese sacrificio descontrolado de reses llevado a cabo en esta década, imaginen por un segundo cuántos animales deben ser matados para llenar las bodegas de un barco refrigerado con perniles solamente. Si ya tienen una idea de lo que menciono, entonces se sorprenderán al conocer que en esas transportaciones hacia Europa participaron varios buques nacionales y otros extranjeros durante un tiempo indeterminado. Aunque muchos se inclinan por asegurar que la destrucción de la ganadería en Cuba se debe a los experimentos realizados por el veterinario Fidel Castro, muy bien pudiera considerarse aquel sacrificio sin límites la principal causa.




Hay que sumarle a ello la incapacidad de la mayoría de los dirigentes que, durante medio siglo han dirigido ésta y todas las industrias del país. Debe agregarse la indolencia de los trabajadores del ramo ante la carencia de incentivos particulares por las labores que realizaban. El constante éxodo de las personas del campo hacia las ciudades, situación provocada y promovida por el propio Estado. El derroche de los recursos del país en actividades ajenas a su desarrollo, como lo fueron todas sus aventuras e incursiones en guerras desarrolladas en el exterior. Debe señalarse también el deterioro y abandono de toda la infraestructura que garantiza el desarrollo de esa industria, hablemos del transporte, vaquerías, mataderos, pasto, etc. Para finalizar, no podemos pasar por alto la acción depredadora de un pueblo sometido al hambre por medio siglo. El robo y sacrificio ilegal del ganado, es una de las fuentes que nutre al mercado negro, una de las pocas vías existentes para poder sobrevivir en la isla. La destrucción de nuestra ganadería, es otro de los altos precios pagados por el pueblo cubano en esa loca aventura que muchos llaman “revolución”.
… Señores, mucha gente que no sabía absolutamente nada, llenos de buena fe se pusieron a hacer cosas y a experimentar, experimentar no, porque cuando se les ha dicho: Traten de experimentar de otra forma, porque cuando se experimenta es cuando se experimenta en chiquito, en una caballería; aquí hay gente que ha experimentado en 1 000 caballería (RISAS), como aquel que se puso a convertir el ganado Brown Swiss en Cebú, y destruyó prácticamente la mejor lechería. 

 

Fidel Castro 20 de Julio de 1963 
¡Hummm! ¿Dónde estarán aquellos que reían?


Nueva Prensa Libre.
Montreal..Canadá




Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canad
á
2009-01-27


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viernes, 5 de abril de 2019

EL SEPELIO



                                                        EL SEPELIO



Acostumbrados como estaban a verlo despedir grandes bocanadas de contaminante humo, aquel hálito blanquecino fue una señal inequívoca de su partida. De nada sirvieron los grandiosos esfuerzos de los médicos por revivirlo, aquellos masajes prostáticos fueron infructuosos. Convencidos de su muerte y desesperados por acabar aquella comedia interminable, lo colocaron en su caja especial. El responsable de la ceremonia los contaba nuevamente para asegurarse de que no faltaba un solo cadáver, 71 fue la cifra final después de varios conteos y dispuso que cada féretro fuera colocado debidamente sobre el furgón, no sin antes cubrirlos con la bandera nacional.

 Detrás de la gran caravana y acorde a las costumbres de los grandes faraones, todo su séquito los acompañaría en el viaje final. Así, mientras se organizaban, la larga fila se extendía por toda la avenida 20 de Mayo, llegaba hasta Infanta donde doblaba a la derecha y consumía todo 10 de Octubre hasta La Palma. Grandes concentraciones de alzadoras, cortadoras mecánicas, carretas tiradas por hombres que cargaban miles de bueyes muertos, millones de machetes de fabricación china  que perdían rápidamente el filo, piernas cortadas por machetazos inexpertos y mostraban orgullosas millones de cicatrices. Guantes viejos mal confeccionados, camisas sudorosas, pantalones repletos de remiendos, pesas, vagones de ferrocarril de acero. En las cajas colocaron cuidadosamente los tandems, maestros de azúcar, dirigentes campesinos, bateyes, pipas de cerveza y una que otra prostituta. Nadie lloraba.

 Cuando todo estuvo listo y a la orden del apresurado dirigente, partió aquella triste caravana circense en demanda del cementerio. Los que organizaban el sepelio se encontraban muy nerviosos, no era fácil un velorio de cuarenta y tres años, estaban cansados.

 El pueblo continuaba, sin embargo, en una constante fiesta, así era la vida cotidiana en aquella isla, hoy invadida de morbosos turistas. Toda la avenida por donde debía desfilar la interminable caravana se encontraba adornada con infinidad de kioscos. Unos vendían una cerveza deliciosa que producía una agradable diarrea, otros, un exquisito ron aguado. La mayoría, pan con cualquier cosa, el más popular era pan con sorpresa.

 Alternando entre los kioscos existían desde la antigüedad unas tribunas, donde los artistas exponían lo mejor de su arte para deleite del pueblo. Por allí debía desfilar la caravana y nadie se inmutaba por ello, todos estaban acostumbrados a esos entierros y los acompañaban con sus desaforadas risas y aplausos. Nadie mostraba dolor, ese era el encanto de aquella isla, todos reían.

 Cuando la marcha pasaba justamente frente a la primera tribuna, sobre ella se encontraba un viejo de tez algo mestiza, melena cana y lacia, no podía asegurarse que fuera mulato porque carecía de pasa. Algo gordo y bajo de estatura, se elevaba sobre las puntas de los pies ridículamente para llegar al micrófono. Con su voz algo varonil comenzó a leer un poema escrito en un papel muy viejo, tan viejo que pudo ser confundido con un papiro. Su voz rompió el silencio de aquella marcha y llamó la atención de sus participantes, todos giraron la mirada hacia la tribuna.

-Tengo, vamos a ver. Dijo el artista, mientras se acercaba el papiro a solo unos centímetros de los ojos.

-Tengo, vamos a ver. Repitió de nuevo mientras se producía un problema con el audio, un silbido muy agudo hirió la audición de los parroquianos. Con la uña del índice derecho golpeó suavemente al micrófono. Toc, toc, toc, se oyó en toda el área.

-Probando. Dijo, mientras trataba de desenrollar aquel papel.

-Tengo, vamos a ver. Repitió de nuevo el viejo de melena canosa y tez mestiza, todos prestaban atención en aquellos momentos, había sido anunciado como una figura nacional. Nadie sabe de dónde, pero un huevo rompió en su rostro, hubo un repentino silencio. Luego, las miradas buscaban la dirección del disparo, hasta que todas apuntaron hacia el cielo. No había ninguna ave volando, solo un huevo.

-¡Milagro! Gritó uno de los parroquianos con voz etílica, mientras el poeta saboreaba el líquido amarillo que corría por su rostro. Algunos del público subieron a la tribuna burlando la vigilancia y le pasaban la lengua por donde quiera que observaban restos de aquello que no veían desde decenas de años. La caravana fúnebre continuó su triste marcha.

 En otra de las tribunas, Varela le lanzaba manzanas a Guillermo Tell para que éste le aprobara una canción, Guillermo se reía.

-¡Compadre! No seas imbécil, no comprendes que son manzanas búlgaras, que son chiquiticas y no duelen. Carlos no comprendía que le decía y siguió lanzando manzanitas, de la misma manera que los guajiros enamoran a las guajiritas. Hasta que Guillermo se cansó y le dijo que ahora era su turno. Carlos, ingenuo como siempre se puso la manzanita de nuevo en la cabeza y Guillermo le clavó una ballesta en un ojo. No lo hizo por poseer mala puntería, justificó el público, la manzana era muy pequeña, todos aplaudieron.

 En uno de los kioscos del Estado vendían carne de Unicornio Azul asado, solo se adquiría con moneda extranjera y era muy bien recibida por los zurdos turistas. Unas viejas rayaban con un artesanal guayo su cuerno, luego lo envasaban en sobrecitos de papel de 10 gramos, no sin antes mezclarlo con PPG, picha de Carey y viagra. Era muy demandado por viejos verdes llevados hasta allí por negras jineteras.

Al llegar a Zapata, la caravana se desvió a la izquierda en busca del cementerio, la ciudad le rendía un merecido tributo arrojando a su paso cualquier columna, una pared, alguna casa y hasta un insignificante poste que quedaba en pie. Por el camino y conmovida por la triste ceremonia, se les une una rubia muy conocida que vivía frente al antiguo zoológico, creo que se llama Marilín Fornés. Varios perros colgaban de su espalda mordiendo una masa informe que arrastraba a su paso, incautos animales que creyeron era carne y no identificaban los pellejos del rostro. Podía verse uno de los huecos de la nariz muy pegado al culo. Iba acompañada de Alicia, dicen que es la verdadera madre de Pinocho, como siempre padece de corizas, se daba aerosol con una bomba de bicicletas. Ambas iban a firmar una carta dirigida al Presidente Afganistán, por apoyar a la isla en defensa de los izquierdos humanos, pero como en la isla todo es una rumba, se sumaron a aquello que entendieron era una comparsa. La madre de Pinocho iba a estrenar próximamente El Lago de Las Auras Tiñosas.

 En aquella larga y lenta marcha, la cabeza de esa inmensa fila arribó por fin a la entrada del cementerio de Diego Velásquez, mientras la cola permanecía en la esquina de Toyo. Una vez frente al portón decidieron doblar en dirección a su entrada. El cevepé de guardia se encontraba almorzando tranquilamente encima del latón de la basura con su guadaña recostada a la enorme verja de la entrada y reaccionó cuando vio que aquella enorme manifestación silenciosa se dirigió directamente al cementerio.

-¡Alto! ¿Quién va? Preguntó con voz militar sin aún tocar el piso, rápidamente tomó su guadaña y bloqueó con su presencia la entrada.

-¡Compañero! Hemos venido para darle sepultura a estos cadáveres. Respondió el jefe de la caravana. 

-¿Cuántos son? Preguntó el cevepé.

-71 con todo su séquito. Respondió el responsable.

-Lo siento, pero aquí no los pueden enterrar.

-¿Cómo es eso? ¡Estaba comprendido en el plan quinquenal!

-Lo lamento, no hay capacidad, además, el cementerio ha muerto y solo dejó de legado un hueco en el panteón de las FAR para cuando muera el dinosaurio.

-No puede ser, en este cementerio hemos enterrado a millones de isleños y siempre tuvo capacidad.

-Tuvo compañero, ya usted lo dijo.

-Bueno, ¿qué me orienta entonces?

-Ese es su problema, ande por ahí como hace todo el mundo, como ánimas vagabundas, sin rumbo, así es en estos difíciles tiempos. Baje por 12 y doble a la derecha en 23, luego busque el rumbo que desea tomar.

-Gracias compañero, ¡Hasta la Victoria Siempre! Le contestó el responsable a modo de conclusión.

-¡Socialismo o Muerte! Le respondió el cevepé. El dirigente tomó la cabeza de aquella dolorosa manifestación y siguió sus consejos.  
Era seguido por un enorme grupo de niños vestidos de uniforme adornados por una pañoleta blanquiazul y los mayorcitos rojas, les seguían ancianitos de treinta años. 

En la esquina caliente la gente discutía de pelota y algunos reporteros captaban con indescriptible interés los análisis de los moribundos fanáticos. Lo que fuera la cinemateca anunciaba “Tiempos Modernos” de Chaplin, la marcha continuó silenciosa. En el banco de sangre habían instalado una fábrica de chorizos, dicen que eran deliciosos, pero solo se podían adquirir con dólares. Al llegar a G se podía escuchar nuevamente la voz del poeta, insistía hasta la saciedad en leer su famoso poema.

-Tengo, vamos a ver. Se trababa, se oía de nuevo el toc, toc, toc. Tengo vamos a ver. Entonces, desde un kiosco instalado en la esquina donde había un viejo montado a caballo, dicen que era San Lázaro, bueno, desde allí se oía la voz de un negro acharolado, muy bajito él y con ojos saltones, dentadura perfecta y simpático. El negrito tocaba el piano deliciosamente, adormecía a cuanto turista pasaba por aquella esquina. En esos momentos cantaba algo así; “Drume blanquita, que yo va a traé una cosita”. En fin, se encabronó el negrón con aquella mierda de “Tengo, vamos a ver”, se colgó el piano al hombro y arrancó por todo 23 delante de la fúnebre caravana.

-¡No tiene ná, hueso, hueso na má! ¡Cangrejo moro no tiene ná!- La gente repetía entusiasmada y feliz, ¡Hueso, hueso na má! Al coro se unieron los pioneritos dándole el mismo sabor que tienen las canciones de José Luis Perales y Julio Iglesias. Por suerte se adelantaron bastante y no estorbaron para nada la marcha de la triste caravana.

 Al llegar a la esquina de L, el jefe vio que el malecón no se encontraba en su lugar, las aguas del mar sobrepasaban Infanta. Se sorprendió con la noticia de que las corporaciones habían fabricado un malecón portátil. A lo lejos podía observar los turisbotes en pleno funcionamiento, cada uno cargado de jóvenes y viejos verdes. La caravana dobló en L para evadir el agua, los kioscos continuaban, la vida era una eterna pachanga aquella isla. De la escalinata Universitaria partía en esos momentos una marcha de antorchas, estaba encabezada por un viejo cojo vestido de verde, se babeaba el vejete y hasta le dio un desmayo antes de llegar a Infanta. Un gallego que disfrutaba todo aquel carnaval junto a su hermosa negrita, no pudo contener su impresión sobre aquel extravagante espectáculo.

-¡Jodé negra!, como comen mierda estos coreanos.

-¡Si papichuli! Aquí nada ha cambiado.

 En la esquina de Infanta y San Lázaro existía el único restaurante donde se podía comer con moneda nacional, había sido una pizzería muchos años atrás. Muy perjudicada por el bloqueo que tenía sobre la isla el estado de Bolivia y antes la escasez de harina, no les quedó más remedio que dedicarse a la venta de productos nacionales. En su portal, el Caballero de París firmaba autógrafos y repartía cigarros, a su lado una hermosa pizarra que anunciaba el menú.
 
1.-Pizza de condones a la napolitana.
2.-Bistec de Toronja.
3.-Bistec de frazada de piso.
4.-Bistec de hígado humano.
5.-Pan con aura (imitación del pavo)
6.-Picadillo de soya.
7.-Pasta de oca.
8.-Pan de boniato.
 
Bueno, para qué relatarles todas aquellas deliciosas ofertas, en realidad no soy promotor turístico. En esa misma esquina doblaron a la derecha. Todo San Lázaro se encontraba inundado y era accesible solamente a los turistas. Bueno, si debo relatarles algo importante, en la misma esquina donde se encontraba “Lámparas Quesada”, había un tipo muy raro parado encima de una tribuna y dando o queriendo dar un discurso, junto a él mucha gente preparaba rústicas balsas.

-Esta gran humanidad ha dicho basta y ha echado a andar y su marcha no se detendrá....  Aparentemente se le había olvidado continuar el discurso, luego trataba de empatarlo.

-Esta gran humanidad ha dicho basta..... Pero no le dieron oportunidad de continuar, se oyó la voz de un negrón, voz quebrada con sabor a guaguancó.

-¡Oye manco! Deja la trova, viejo, ¿te piras o te quedas? El Manco no respondió, con toda la ecuanimidad del mundo se bajó la cremallera con sus muñones, se extrajo el rabo y se puso a orinar. Se cerró la portañuela y con toda la tranquilidad del mundo embarcó en la balsa, la gente que participaba como espectadora en aquella área lo premió con un fuerte aplauso.

 Cuando llegaron a la calle Zanja doblaron a la izquierda, anduvieron sorteando todo tipo de obstáculos, la ciudad no cesaba de sentirse conmovida y a su paso le ofrecía cualquiera de las columnas sobrevivientes, todas las cloacas en funcionamiento se desbordaban a su silencioso paso. Nadie sabía hacia donde los conducía su dirigente, pero todos marchaban a gusto sorteando cuanta mierda les servía de obstáculo. Andando y andando llegaron hasta el parque central, desfilaron frente a las ruinas del Capitolio con la intención de bajar por Prado. Las aguas detuvieron el avance de la caravana, a lo largo del Prado podían verse las aletas inconfundibles de los escualos. Todo era llano al alcance de la vista, no existían edificios que interrumpieran aquella dulce panorámica. A lo lejos, podía distinguirse claramente al Cristo de Casablanca bajar en dos zancadas muy próximo al puerto. Con una larga vara medía minuciosamente la profundidad, repetía la operación para confirmar, sacaba un celular y llamaba a Rubiera en el Instituto de Meteorología.

-¡Oye blanco, la isla se está hundiendo! Informaba Jesús.

-¿Tú crees compadre?

-¡Oye! He medido dos veces y ha bajado diez pies en una hora.

-¡Oka! Voy a informarlo a las instancias superiores.

-No te demores mucho, que esto se jode muy pronto.

-No te preocupes, compañero. Fue todo lo que alcanzó a responder Rubiera. Cristo observaba lo que fuera La Habana Vieja y se reía complacido, ante sus ojos no cesaba el tráfico de los turisbotes cargados de viejos y viejas verdes, jineteras y pingueros de diferentes colores.

 Por los dos canales de televisión existentes y que muy pocos podían ver debido a los eternos apagones, Rubiera, con la guayabera de guardia, el peladito de gallo de pelea y sus entradas martianas, le explicaba a la población que no había motivos para alertarse. Luego participaba en una mesa cuadrada, un programa muy aceptado por la población, donde se les explicaba con lujo de detalles, que aquellas anormalidades eran motivadas por una subida de marea repentina, provocada por el agujero en la capa de ozono en conjunción física con el manto freático de la isla y aumentada por el exceso en las siembras de caña de azúcar y viandas. Intervino uno de los ministros y leyendo una nota enviada por uno de los pobladores, la isla no se hundirá mientras desplace una cantidad de agua igual a su peso.

Por su parte, la oposición del país y transmitiendo por medio de señales de humo y con el avanzado uso de las palomas mensajeras, informaba al mundo sobre la realidad que se estaba viviendo en la isla de corcho.

 Nosotros, decía la nota, denunciamos ante el mundo que debido a la gran cantidad de túneles construidos con fines militares, a la tupición del servicio de alcantarillado en la ciudad y el gran peso que representan la acumulación durante 43 años de mojones fósiles, acompañado con la importación de millones de toneladas de productos inservibles del campo socialista, el desplazamiento total de la isla ha sido aumentado arbitrariamente y en la actualidad se encuentra en peligro de zozobrar.

 Mientras el gobierno los reprimía obligándolos a destupir el servicio de alcantarillado de la isla, los bailes no dejaban de continuar, todo era celebración en esa encantadora isla. Como El Patio y La Bodeguita del Medio se encontraban cerradas temporalmente, el puesto de mando se trasladó a la cafetería del Payret. Allí, en un rincón y vestido con una típica guayabera se encontraba el viejo Carlos ebrio, no era nada anormal verlo en esa condición. Todo zurdo turista pasaba y le dejaba caer una línea como propina en un gran tibor que usaba para beber, complacido le dedicaba una estrofa de su mejor canción.

-¡Se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó a robar! Bis, bis, bis. En uno de los bares de mala muerte de la calle Cienfuegos, El viejo y enjuto de Joseíto era el proxeneta de una guantanamera, tuvo que dedicarse al negocio en moneda nacional porque la guajira no estaba nada atrayente. 
Una brigada de rescate era dirigida por el historiador de la isla, se dedicaban a extraer las obras de arte que todavía podían venderse en España y las mandaba a su hijo. En el último paquete había enviado las primeras prótesis del dinosaurio (El técnico que las confeccionó aún guarda prisión). Unas íntimas de Celia ( con registro de autenticidad porque las pruebas de ADN se realizaron en Canadá) Una uña del manco, cuyas manos desaparecieron misteriosamente después que Arguedas las enviara a la isla. (Autentificada por el museo de ciencias naturales de Londres) Un Piojo (el único reconocido en la pasa de un negro y correspondiente a Juan Almeida) Toda una reliquia animal y ejemplo de sacrificio por sobrevivir en Período Especial.

 La caravana continuó su marcha y retrocedió en busca de la calle Monte, la música no dejó de acompañarlos en su larga marcha, la ciudad continuaba regando columnas a su paso y se vieron obligados en innumerables oportunidades a flanquear gigantescos baches de aguas putrefactas. En La esquina de Tejas chocaron con otra caravana de ánimas vagabundas que, llevaban años haciendo el mismo recorrido hasta convertirlo en un círculo vicioso. Ambos dirigentes acordaron dirigirse al punto de partida, doblaron en busca de Infanta. En el parque de La Normal un homosexual extranjero atraído por los sarcófagos tan anormales, se desprendió de su pareja y saltó enardecido sobre las cajas. Decepcionado regresó junto a su pareja.

-Sabes como es la rumba ahora. Le dijo el pinguero.

-¿Cómo iba a saberlo? Respondió el maricón europeo.

-No me importa, te lo advertí que no eran consoladores, te dije bien claro que eran chimeneas.

-Si, ya lo pude comprobar, algunas estaban tibias.

-Como quieras, el precio es el doble. En uno de los kioscos aledaños un cardenal le decía al cantinero.

-Compañero, una ronda para todos que el vaticano paga. Todos los curdas agradecidos comenzaron a gritar.

-¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! Era lógico, no recordaban la palabra amén.

En la esquina de la Canada Dry doblaron a la izquierda, miraron hacia el estadio y se encontraba abarrotado de mierda, continuaron por 20 de Mayo hasta una plaza adornada por una enorme raspadura. Allí, los que estaban dirigiendo la marcha ordenaron tirar todas las cajas que cargaron durante 43 años. Como estaban autorizados, la gente se entusiasmó y muy pronto toda la plaza se llenó de mierdas, montañas de medallas de aluminio, toneladas de diplomas, millones de gallinas muertas, barcos hundidos, ríos contaminados y otros secos, centenares de caballerías de tierras infértiles, dirigentes, cedeerres, efeemeces, policías orientales, terroristas, guerrilleros, manuales, fotos de Lenin, Marx y cuando ya no había nada que botar, alguien miró a sus espaldas y exclamó; -¡A ese también hay que botarlo coño! Ese es el autor intelectual de todo esto. Pico en mano partió raudo hacia la estatua pero fue detenido por otro isleño coreano.

-¡Compadre! No seas burro, ese es otro infeliz como nosotros al que han culpado de nuestras desgracias.

-¿Tú crees?

-¡Claro hombre! No te das cuenta de que hemos sido engañados.

-No estoy muy seguro, debe ser. En eso se oyó nuevamente la voz del poeta que decían era nacional.


-¡Tengo vamos a ver!. No lo dejaron continuar.

-¡Mierda Compay!



 
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
15-6-2002.


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viernes, 29 de marzo de 2019

LA HABANA SE MERECE UN CASIN



                            LA HABANA SE MERECE UN CASIN





Cuando el amor bate alas, el alma despega y vuela, lo hace desesperado hacia un punto indefinido. Es caprichosa, pero el alma puede ir y venir sin que nadie la detenga, es uno de los pocos privilegios que conserva el cuerpo. El se mantiene cautivo, ella anda libremente sin que nadie pueda reprimirla. Regresas frecuentemente y sientes temor a manifestarlo, son sentimientos de debilidad que no deben manifestarse en público. ¡Ojo! El dolor atenta contra la virilidad en esa angustiosa competencia del ser humano para probarse y encontrarse a sí mismo. Las lágrimas están prohibidas, son síntomas de debilidad, y cuando lloras, es una demostración de ancianidad. Entonces, las canas tienden un manto neblinoso sobre la hombría, como si la vejez te privara de ella luego de ser cultivada durante toda una vida.

Escapas en esos instantes de flojedad y te das un salto por La Habana, pero esos viajes fortuitos de la memoria, te la muestran irreal, como la viste, como no existe, pero el viaje te reconforta, tuviste un encuentro fantástico con los tuyos. Hablas con ellos, bebes, bailas, cantas, sueltas un piropo grosero cuando te pasa un culo escandaloso a pocos metros de la cara. Todos ríen y luego regresa el silencio, solo unos minutos, el tiempo necesario para pasarnos la botella y empinarla a pico sin complejos. Sientes deseos de orinar y caminas cuadras y cuadras con la tortura de una vejiga que revienta. Solo encuentras un baño, te levantas y orinas, te detienes un segundo frente al espejo y compruebas que solo tú has envejecido, regresas y continúas el viaje, ellos tampoco han notado tu vejez.

Después de aquella borrachera deciden recorrer ciudad, nadie sabe qué parte de ella. Te revuelcas dentro de sus pestes que hoy encuentras de un aroma agradable, todo es familiar, el bache mayor de edad, los tanques de basura desbordados de lo que realmente no se puede reciclar, huyes del perro amargado y hambriento, no sientes pena por el animal. Caminas por el centro de la calle tratando de esquivar el pedazo de balcón inconforme con el papel que le fuera destinado, realizas esa marcha confiado de que nadie te pueda atropellar, evades un pelotazo, quizás el jonrón de un futuro campeón. En el quicio de varias puertas los vecinos se mantienen atentos a cada jugada, con ellas se les escapa la vida. Isabelita es apenas una niña, su pecho carece de senos, olvidas de quién es hija, ha permanecido sentada en el mismo sitio dieciséis primaveras. Haces un alto y recuerdas que te escribe desde Europa, sus naves viajaron bien lejos, te dijo que hablaba en griego o italiano, olvidas que fue en francés su última despedida.

Huyes del malecón tan ardiente cada mañana y te refugias en las sombras refrescantes de El Patio, Floridita, Sevilla, Las Cañitas, El Conejito, pides un Mojito tras otro. Hablas sin parar con otros parroquianos, nadie se conoce, se presentaron después del tercer trago. ¡Mucho gusto! Todos nos gustamos ebrios, somos simpáticos, ocurrentes, inoportunos, dicharacheros, solidarios, valientes, comunicativos, analíticos, críticos, expertos, miles de batallas contra molinos de viento pesan sobre nuestras espaldas. Somos amables si la borrachera es buena, somos cualquier cosa, somos nosotros, celosos y agresivos, somos la manifestación de lo falso. Luego, cuando el hígado logra destilar la última gota de alcohol, cuando nuestros dedos tocaron fondo en los bolsillos, cuando somos presa del ratón, deprime una realidad que se aleja demasiado de aquel mundo maravilloso creado por mentes etílicas. En medio de nuestra sobriedad retrocedemos todos los pasos andados por la felicidad y aún otros pocos metros de más. Nada nos detiene y reincidimos, porque cada borrachera en esa Habana nauseabunda y paralítica, cada columna es una historia que se derrumba, cada acera el trayecto perdido de sus vidas, cada techo el abrigo de las penas que la abruman. En medio de nuestros egoísmos y vanidades, vanos orgullos que avergüenzan sepulturas, el habanero arrebata del fango y la peste todo el inmaculado encanto que se resiste morir, es necesario ser habanero para comprenderlo.

Otro día, o noche quizás, cambias el rumbo de aquellos paseos que muchas veces realizas confundido con los gorriones. Los miras y te apiadas de ellos, sus saltitos tan simpáticos no han cambiado, nunca escaparon, tratas de comprenderlos y contagiarte con su alegría, saltas también. Entras a una de aquellas deplorables posadas, el tiburón se moja pero salpica, te invade la mente y metes las manos en tus bolsillos, tocas, entras. El colchón manchado de esperma que dio vida a muchos compatriotas, patriotas tal vez, héroes, poetas, espías, artistas, deportistas, cobardes, gente que luego se convirtió en famosa. Allí reposan las huellas del himen de sus hijas o nietas atravesadas por la punta afilada de un muelle. Todo se encuentra cuidadosamente oculto por un trozo de tela que una vez fuera blanca, color de la pureza, candidez, infancia, inocencia. Pero era de otro color, una tonalidad creada por el roce de los años y su moralidad impropia, acre, amarga, vulgar, promiscua, sucia. Y en medio de ese viaje asqueroso logras filtrar encantos escondidos o prófugos de un mundo del que escapaste o te arrebataron. El gemido exagerado en el cuarto vecino, la botellita de agua encima de una ridícula mesita de noche, las rendijas en ventanas y puertas que buscas con la lupa de Holmes, el bombillo forrado con alambres, el calor, la sed, el sudor, el desespero, el clímax animal, ausencia del verso, el inodoro lleno de mierda y luego, la mirada fija en el techo. Aquí estuvo Pepito de Luyanó, lees entre letras escritas con fósforos y compruebas los kilómetros de distancia hasta Villa América. Ríes sin ganas mientras continúas cada mensaje, tratas de ganar tiempo y esperas a que el sudor se seque, hablas, hablan de temas incoherentes, el posadero que toca tu puerta, evades los problemas que puedan provocar impotencia. El acto se repite y marchas, descubres un mundo que esperaba por ti haciendo cola, un universo que justifica la eyaculación precoz, la insatisfacción con las piernas abiertas, no hace falta repetir la aventura.

Casín desea unirse a uno de mis viajes, él parte para el Diezmero, yo lo hago para Alamar, lo veo salir apurado, le urge regresar rápido al Vedado, debe trabajar en una novela, una película, una aventura, una obra de teatro, eso creo. Estoy unas horas en la casa, invento una maniobra en el puerto para justificar mi salida, acordamos encontrarnos en El Pico Blanco, nos gusta el feeling. Disfrutamos de las interpretaciones de José Antonio Méndez, Ela Calvo, Frank Emilio estaba ese día. Comimos en el Polinesio y después partimos para el Capri, esa noche tocaban Los Dadas, nos divertimos mientras nuestras miradas se perdían viendo bailar a La Niña, La Pinta y La Santa María, que de santa no tenía nada, dicen que hoy viven en Barcelona. Anduvimos por un zoológico donde los leones son vegetarianos y los animales disidentes se declararon en huelga de hambre. Montamos los aparaticos de Jalisco Park, merendamos en El Carmelo y luego fuimos a los funerales de Juancho en la funeraria de Santa Catalina, las flores se las compramos en la florería Tosca y los carros los cuadramos con unos socios de la ANCHAR. Del entierro nos fuimos para un concierto de Silvio, allí le dije, debes abstraerte, verás como encuentras miseria dentro de la poesía. Regresamos agotados, lo viajes en aquellas guaguas atestadas nos sacaron de un terrible espanto, paraíso del jamonero o carterista, la tristeza del aire contaminado por las ansias de ese algo desconocido nos abruma, pienso cansado.

Orlando Casín se escapó del libreto, aquí puede hacerlo, está permitido un margen a la improvisación. Lloró con esas lágrimas que conmueven y contagian, lo hizo ante cámaras que vendieron esas gotas saladas y amargas al mundo. Siempre pensé era mayor que yo, en realidad lo es, pero solo dos años. La pantalla tiene ese don de proyectarte más alto, gordo, viejo, serio, cómico, más sincero cuando tal vez solo sea un disfraz. Tiene la misma gracia del espejito de la bruja de Blanca Nieves, pero en este caso siempre miente. Orlando rompió esa magia y logró presentarse tal cual, como es, arrastrando su erre y creyendo haber superado el defecto con la operación de un simple frenillo que nunca sirvió para contener sus sentimientos. Lloró con la valentía que pocos hombres muestran cuando se desprenden de su máscara, la careta del hombre infecundo y testarudo que se hunde en el orgullo e insensible macho. Se cansó de mis viajes astrales por una tierra detenida en el tiempo con sus tumbas profanadas y niñas putas, poesía falsa y patriotismo rancio perdido entre consignas insípidas por cada pared derrumbada.

Casín desea regresar un día y actuar para su pueblo en la televisión cubana aunque fuera gratis, lo hará, estoy convencido. Ese día, comprobará el alto valor de su arte, porque la vida es un duro mikimbin, donde solo un verdadero artista como él es capaz de arrancar una sonrisa. No te avergüences por esas lágrimas querido Orlando, menos por los que consideren encontrarse en la cúspide de una montaña y no se puedan apartar del guión, y solo puedan trasmitirse de manera diferida, editada, sin errores ni faltas, los que no se pueden apartar un instante del papel protagónico y mostrarse tan humanos como tú has sabido hacer. Tú eres mucho y ese pueblo no se encuentra solamente en aquella orilla protegida por el malecón, ese pueblo te pertenece porque le diste mucho de ti, ese pueblo está disperso por el mundo y su malecón se extiende hasta Europa o África, poco importa. Irás querido Orlando, actuarás y recibirás los aplausos de quienes sobrevivan la mala memoria. Luego, regresarás nuevamente por inadaptado, el paisaje que encontrarás es diferente, distinto el lenguaje y su gente. Será una desgracia inocultable, pero una semana bastará para matar el gorrión que llevas dentro. Debes regresar, La Habana merece un Casín. Un Casín se merece esa Habana con sus fantasmas y pestes, para comprenderlo solo es necesario una cosa, ser habanero y amarla por sobre todas las cosas, porque La Habana querido Orlando, la que conocimos y adoramos, esa, desgraciadamente es nuestra Atlántida, solo existe en nuestros corazones y memoria.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2007-12-09 


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miércoles, 27 de marzo de 2019

UN DÍA REGRESARÁN LAS GOLONDRINAS


                  UN DÍA REGRESARÁN LAS GOLONDRINAS





Cuento infantil para tiempos de guerra.


Varios remolinos adornan la calle principal, enormes chorros de polvo los alimentaban desde las bocacalles. Olas de hojas resecas y basura danzan dulcemente al compás de una armónica ventisca que obliga cerrar los ojos, no sé si algún instante los tuve abiertos. Sentía que avanzaba desesperadamente, como esperando el asalto de cualquier bache, esquivaba con maestría raíces fugitivas de la prisión a la cuales el tiempo sometiera. Las aceras eran discontinuas, aún así, presentí que aquel paisaje fue conocido por mí y nada me detuvo. Buscaba entre muros y columnas destruidas el origen de muchos sueños, el aleteo y sonrisa fresca de muchas golondrinas. Puede que el ensordecedor ruido producido por el viento opacara aquellas risas que una vez existieron.

Nada detuvo mis pasos y me defendía de una densa bruma cargada de angustias, imágenes vagas que se van borrando entre gigantes helechos. El flamboyán se encuentra allí, pero no está vivo, continúa siendo el faro de entrada al pueblo. Muestra con vergüenza todo su esqueleto, conserva en su tronco el eco de tantas espaldas que una vez se acomodaron a su sombra. Me acerco y veo varios corazones grabados a punta de cuchillas, reconozco algunas firmas, varias sangran todavía. Cae una flor a mis pies, busco en todo su universo y no encuentro otra, se desvanece entre amorosos susurros. ¿Habrán pasado por aquí? Una lágrima corre por mi mejilla, supongo provocada por algún cuerpo extraño, no puedo hacer nada, tengo las manos y el alma sucia.

Va pasando la tormenta, poco a poco se disipa aquella sinfonía infernal y mi vista se levanta en busca del parque, el único parque de mi pueblo, y dentro de ese parque busco un viejo banco. Veo que existe también, algo inclinado, le faltan tablas, anciana figura testigo de pocas palabras y una promesa incumplida. Ella está allí sentada, la pureza de su palidez contrasta con el bosque lúgubre de su entorno. Aquellos ojos azules como el cielo en su ocaso me miró inquisidoramente, un fuerte temblor recorrió cada rincón de mi cuerpo. No pude apartarme de ella, vestía de escolar, como la última vez que la vi, con la misma edad, yo no había envejecido. Ella se esfumó con una ráfaga de viento. Me acerqué al banco y junto a él encontré una boleta de pasaje, supe entonces cuan tarde había llegado.

Desconcertado, mi vista trató de encontrar la vieja estación de trenes, descubrí el esqueleto de acero oxidado perteneciente a una vieja fortaleza. Un vagón detenido junto al andén no pudo partir en su último viaje. El fantasma de un perro descendió por la escalerilla delantera, inclinó su cabeza hacia el cielo, no me llegaron huellas de su aullido. Los álamos del parque reposaban su eterna siesta junto a la fuente, giré mis pasos nuevamente hacia la calle principal hoy convertida en guardarraya.

Se calmaba el viento y aparecían ante mi vista portales apuntalados por los años. Rostros mutilados de rasgos humanos ocuparon en monótonos movimientos sus asientos, se disponían a esperar como siempre hicieron a la sombra de sus promiscuos espacios.

Luisito se encontraba balanceándose al lado de su madre, hoy resultaba más bajo de estatura, tuvo que ser la obesidad inmoral. Parecía una vieja morsa encanecida, su cara conservaba ese brillo sucio del trópico, el del cuerpo que ha vencido días sin contacto con el agua. Llegué a saludarlo con la esperanza de que me reconociera y se levantó ayudado de un bastón al verme. Me ofreció aquella mano tan sucia como la mía y de su boca me llegó un hálito mortecino, hubiera sido preferible que hablara por señas. Salió a la luz todo el alcohol ingerido por siglos y el olor de su cuerpo era rancio, como el de cualquier producto vencido. No podía distinguirse si se encontraba vivo, era asquerosa y repulsiva su presencia, pero tan amistoso y jodedor como siempre. Su madre continuó sentada en otro sillón, conservaba los mismos espejuelos con cristales fondo de botella de los ochenta, pero estaba totalmente cubierta de polvo. La mujer de Luisito la sacudía con un plumero de la misma manera que hiciera con cualquier mueble, parece que nunca la movían de allí cuando llegaban esas tormentas. Su aspecto era repugnante, costras agrietadas de tierra cubrían toda su cara, era mucho más baja que Luisito y sus pies no llegaban al suelo. Conservaba el mismo vientre inflamado y aquella mirada escurridiza cargada de rencor. La mujer de Luisito le limpiaba con un trapo los anteojos. Su primer movimiento fue similar al de un cuervo, se detuvo por segundos vigilando los portales vecinos, luego repetía aquellos breves recorridos infinitamente.

-¿Esa es la pura? Fue una pregunta ingenua, Luisito me dio la espalda y la observó de pies a cabeza.

-La misma que viste y calza, manón, ¿Todavía te acuerdas de ella?

-¡Claro! ¿Quién pudiera olvidarla con tus cuentos? Sonrió con malicia, sabía que la gente disfrutaba mucho con sus pícaras narraciones y cualquiera podía ser blanco de ellas. 

-¿Cuáles?, ¿de cuando era chivata? Aún lo es. Aquí permanece las veinticuatro horas del día, en ese sillón come y caga. Siempre habló así de la vieja.

-¡Ya! Recuerdo perfectamente todos los líos de cuando era presidenta del comité.

-¿Era? Te equivocas manón, la vieja lo sigue siendo. A ella la van a arrastrar cuando caiga esto.

-Pero si esto ya cayó Luisón, mira a tu alrededor.

-¡Ni se te ocurra decirle eso! ¡Mira! Mejor habla bajito, habla de pelota.

-¿Qué es de la vida de tus hijas?

-¡Escaparon, asere! ¡Libraron!

-No lo sabía! ¿Para dónde?

-Una vive en México y la otra en España.

-¡Qué lejos, ¿y la vieja que dice de todo esto?

-Lo de siempre, que son gusanas. Pero luego se calla cuando le digo que las chamas son las que mandan el dinero y por eso ella está viva.

-¿Y qué puede chivatear ahora? No veo razones por ninguna parte. Todo es destrucción.

-Quién sabe, puede que por oír, porque de hablar, eso no lo hace nadie. ¡Mira el silencio que hay! Justo en ese instante comenzó a oírse fuertes martillazos en una de las casas de la acera contraria. Involuntariamente desvié la mirada hacia aquel punto y me encontré con una anciana sentada en su portal.

-Parece que están reparando algo los vecinos, esa es buena señal. Dije por llenar el vacío, simple cumplido.

-Allí no reparan nada, esos martillazos se repiten desde hace veinte años. Me explicó con mucha tranquilidad.

-¿Y aquella vieja quién es? Razones me sobraban para expresarme así de aquella triste figura. Eran los residuos de lo que un día fuera una mujer, aún persistían rasgos en su cuerpo que delataran fuera bien formado mucho antes.

-¿Vieja? Esa mujer es muchísimo menor que tú. Aún no me explico cómo te conservas tan joven.

-¿Quién es? 

-Es la hija de Ramoncito, ¿te acuerdas de ella? Luisito me obligó a un esfuerzo sobrehumano, el nombre del padre resultaba familiar a mis oídos.

-¿Ramoncito, el del bote?

-¡Exacto! El mismo que viste y calza, veo que tienes buena memoria.

-Pero la hija es un desastre, ¿ésta es aquella rubia riquísima?

-Teñida manón, teñida, que de rubios no tienen ni una comilla.

-¿Y Ramoncito está vivo?

-¿Pero no te enteraste?

-No sé nada de él desde hace mucho tiempo.

-Pues esa es la causa de esos martillazos, el chamaco de él se volvió loco y con mucha razón, ¿te acuerdas de la lancha que él tenía?

-¡Claro que me acuerdo perfectamente!

-Yo lo sabía, muchas veces que se fueron a pescar juntos. Pues un día lo chivatearon y le decomisaron la embarcación.

-¿Y qué relación guarda con el chama?

-Pues Ramoncito hizo una balsa con un socio y un día volaron por el espigoncito, ¿te acuerdas de él?, ya no existe, ya nada existe, solo lo que puedes ver.

-Entonces, ¿el chama se volvió loco porque el padre lo dejó?

-Nada de eso que imaginas, embarcaron los tres. Cuando ya se encontraban fuera del alcance de la costa fueron sorprendidos por un temporal. En ese mal tiempo cayó Ramoncito al mar y fue devorado por los tiburones ante la mirada impotente de su hijo. Más tarde cayó su amigo y corrió la misma suerte. Después, el mal tiempo regresó la balsa a la costa con el chama de Ramoncito a bordo, ya debes imaginar el trauma. Desde entonces se encuentra construyendo otra balsa, pero si te llegas al patio comprobarás que solo posee cuatro tablas. Mucha gente se largó después, pero nadie quiso cargar con el fiñe. Ya sabes, mala suerte.

Un largo silencio acompañó la terminación de aquel breve relato, viajé con los años y me senté con Ramoncito en la sala de mi casa para ver la novela brasileña antes de salir a pescar. Una botella de ron sobre la mesa, no se podía sugerir partir antes. La novela era sagrada para los hombres vencidos por aquella batalla contra el machismo. Al principio me encabroné, pero luego, aquella acción repetida tantos días y años, me convirtió en un novelero más. Después de terminado aquel sagrado horario, solo violado por un discurso del dueño de la isla, era que salíamos caminando cargados de avíos a lo largo de la acera del vivero. Cruzábamos el río y burlábamos mangles hasta llegar a la embarcación de Ramoncito. La arrancada era todo un homenaje a la desconfianza, vencer la telaraña de cadenas y candados tomaba su tiempo, y luego, ¡quién pudiera explicarlo!, no podíamos alejarnos del alcance del reflector del cuartel. En el área de oscuridad podían dispararnos. Casi siempre llevábamos a nuestros hijos, al mío y al que hoy martillaba esquizofrenicamente. Aquella noticia me partía el alma. A Ramoncito se le escapaban los ojos frente a mi televisor a color, casi nadie los tenía en la isla. La puerta del balcón abierta y la botella de ron sobre la mesa.

-¡Claro! Mala suerte. Se me escaparon esas palabras con algo de vagancia..

-Ya sabes, la gente es muy creyente.

-¿Creyente? Pero si nunca creyeron ni en las madres que los parió.

-Pero los tiempos cambian, manón, y el chama podía traer mala suerte.

-¿Y la tuya es buena?

-No tan buena, pero escapo.

-¿Se ha mudado la gente?

-No se han mudado asere, han volado, que no se escribe igual y suena diferente.

-Juanito, ¿sigue viviendo en la misma casa?

-¿Juanito? Voló detrás de ti, allí vive su chamaca, ¿te acuerdas de ella?, está cargada de hijos. Señaló hacia uno de los portales vecinos.

-Esa fiñe era divina, ¿y la mujer de Juanito?

-Voló también, pero no con él. El socio se olvidó de toda la familia, la mujer se volvió a casar sin divorciar con un ex preso político, y ya ves, es una mujer de éxito, la chamaca sobrevive gracias a eso.

-¿Y Armando, no ha volado?

-No, si supieras, ¿te acuerdas que la mujer estaba loca por irse al carajo?, pues el tipo nunca tuvo huevos de hacerlo, sabes a qué me refiero, a eso de comenzar desde cero.

-¿Y su hija?

-¿Magdalena? Ahí está, hecha una vieja. Me partió el alma oír a Luisito, me picó muy cerca. Me trajo a la memoria la primera discusión con mi hija y mi esposa, ellas estaban acabadas de salir de la isla. Era como si todo se hubiera embrujado por allá, hasta la mente de los seres humanos, ¿pero de millones? Nunca podré olvidar aquella discusión, ocurrió hace muchos años también.

-¿Y qué es de la vida de Magdalena? Pregunté a mi esposa con la misma curiosidad mostrada por todos, nada especial, bueno, sí tenía de especial que era la hija de mi mejor amiga.

-Magdalena está de lo mejor, es novia de un español que la atiende muy bien. Me respondió mi hija sin maldad alguna.

-¿Un español? Cuanto me alegro, ¿y los padres están de acuerdo con esa relación?

-¡Claro que sí, pipo! Están escapando. El tipo es chévere y hasta duerme en la casa.

-¿Y que edad tiene el gallego? Insistí nuevamente, no sé, siempre me ha picado la curiosidad.

-¿El gallego? Hubo un espacio de tiempo antes de recibir la respuesta. -Yo creo que el gallego anda muy cerca de los setenta años, pero si supieras, se conserva muy bien y dice que va a sacar a Magdalena de Cuba. Resultó infantil la respuesta de mi hija. No puedo calcular hasta qué punto me invadió la ira, ellas tampoco se daban cuenta de lo que decían. Les observé tanta ingenuidad al decirme aquellas palabras y no pude contenerme, exploté.

-¡Cojones! Eso es prostitución, Magdalena es jinetera, ¿cómo carajo me van a decir que a una chamaca de diecinueve años le va bien con un viejo de setenta? Ambas enmudecieron y guardaron silencio ante tan repentina y violenta reacción de mi parte.

-Andrés es buena gente pipo… No la dejé terminar, nadie puede imaginar la indignación que se siente al oír aquello. La mentalidad de mi familia se encontraba afectada también por los cambios del tiempo.

-¡Buena gente ni cojones! Ese viejo es un hijo de puta que se está aprovechando de la miseria en que están viviendo, y el padre de Magdalena es un maricón, ¡coño! ¡Métanselo en la cabeza! ¿Cómo carajo voy a permitir que un tipo de esos viva en mi casa con mi hija? Hubo un silencio profundo y ellas nunca se atrevieron a tocar nuevamente el tema en mi presencia. Pasarían dos años cuando el padre de Magdalena se reunió con nosotros en Montreal, nunca le propuse que desertara porque el que tiene ideas de hacerlo ya lo ha pensado miles de veces antes de abandonar la isla. Sabía perfectamente que yo le daría albergue y que no pasaría ninguna de las calamidades que me tocó vivir. Pero le faltaron huevos, claro que hay que tener huevos para abandonarlo todo y comenzar desde cero. Me contó con más ingenuidad que la mostrada por mi mujer e hija que, andaba con la foto de Magdalena enseñándosela a los estibadores de los puertos donde atracaron. El padre de Magdalena aspiraba escapar de la isla al precio de la venta de su hija. Sentí verdadero asco con su presencia, y les digo algo, he omitido los nombres de los personajes, pero estoy convencido que en un futuro, su esposa e hija se verán identificadas en este trabajo y me darán toda la razón.

-Magdalena es hoy una vieja. Nunca pudo volar, no tuvo suerte con ninguno de los extranjeros que vivió en su casa. ¡Ya sabes! Esos gallegos se estaban jamando un caramelo, ¿no vas a pasar por su casa? Me expresó Luisito y salí del mutismo que me invadiera con aquellos pensamientos.

-Por supuesto que no, no tengo cara para llegarme hasta ellos, no a ellos, a su mujer que era como una hermana para mí.

-Sólo puedo decirte que es una ancianita.

-No te imaginas cuánto dolor siento. Hubo otra pausa de silencio y sentí más que nunca el olor acre que escapaba de su cuerpo.

-Pero eso no es nada, ¿quieres que te hable de la suerte de José y su familia? ¿te acuerdas de él, el que se quedó en Holanda? ¿O te hablo de Eddy, el que se quedó en Francia? ¿O de Amarilis, la que se casó y vive en Japón? ¿O de Mercedes, la que voló hasta Namibia? ¿Y ya sabes que Laura vive en Bolivia? Volaron, manón, se fueron todas las golondrinas, nadie sabe cuándo regresarán. ¿Te hablo de Gise? En ese momento lo miré fijo a los ojos y se detuvo en su resumen.

-De Gise puedo hablarte yo y no guarda relación con nadie de los que has mencionado, son otros tiempos. Diferentes vientos soplaron entonces y en esta calle no se formaban estos remolinos, ni los padres aceptaban que las hijas vendieran sus cuerpos bajo el mismo techo. ¡Alto ahí, manón! Hay abismos que esas nubes de polvo te impiden ver y distinguir. Ni se te ocurra abrir la boca para hablar de ella, ¿qué puedes saber de sus angustias, de tantas trampas y dinero perdido, qué pudieras saber de los sacrificios de su esposo, de las millas y fronteras vencidas hasta lograr ese encuentro? ¡Por favor! Creo que es mejor guardes silencio. No todos los hombres y mujeres son iguales. Hay muchos que son dignos de admirar y pagaron un precio muy alto por su libertad. Tanto que esa libertad tuvo el valor de sus vidas.

Luisito guardó silencio y ayudado del bastón se dirigió hasta el sillón, se sentó junto a su madre que ahora realizaba giros con el cuello superiores a los ciento ochenta grados, parecía una lechuza gigante. No sentimos ninguna alegría por nuestro encuentro.

Una manga de viento se apoderó de nuevo de los restos mortales de aquella calle. Se levantó de inmediato otra nube de polvo, la misma que se sucedía cada día de todos los años. Luisito permaneció inmóvil en el sillón junto a su madre. Apenas se distinguían los ojos de la vieja, continuaba girando su cabeza a todos lados, una mueca macabra se observó en sus labios desfigurados. 


Quién pudiera adivinar si repetían alguna consigna revolucionaria, aquellas futuristas y prometedoras que terminaron por sumir a la gente en este profundo e infinito letargo, ¿quién pudiera adivinarlo? Tal vez sus labios pudieron estar cargados de maleficios, sólo la vieja lo sabía. Allí estaba ella, condenada en su sillón con aquellos horribles espejuelos con cristales de culo de botella y su lengua cuarteada y reseca que nunca se detenía.

Sentí espanto y escapé sobre mis pasos, llegué hasta el flamboyán que sirvió alguna vez de faro. Ha sido la única vez que he sentido terror, ese miedo indiscutible que se siente cuando se regresa al pasado y no encuentras huellas de él. Es como si nunca hubieras existido en el espacio y todo se convierte en una inmensa nube de mierda. Porque esa ha sido nuestras vidas, lo compruebas en esos regresos fortuitos que solo brinda la memoria. 


Pasé junto al parque y no me detuve, allí se encontraba el banco y ella sentada, esperando. Entré a la vieja estación y encontré entre sus restos que solo permanecía intacto su baño, ironías del destino, pensé cuando pasé a su interior. En una de sus paredes colgaba un viejo espejo y cuando la invasión del miedo se detuvo me acerqué a él. Yo era un viejo, el tiempo había pasado y solo me conservaba joven en la memoria de Luisito, nunca había recibido una fotografía mía.

 Permanecí con la mirada fija al techo en busca de un nido quizás, no lo encontré, pero me dormí pensando que un día las golondrinas regresarán.


                         Esteban Casañas Lostal.
                         Montreal.. Canadá
                         2004-08-21


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Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...