Visitas recibidas en la Peña

viernes, 15 de marzo de 2019

LA FIESTA



                                                 LA FIESTA


Pello el Afrokan y su ritmo Mozambique.


La fiesta de Herminita fue más divertida, la recuerdo como si la hubiera dejado de ver los otros días por culpa de un disco con la música de Nocturno. Siempre nos sentábamos a los pies de la casa de Mercedes, ella salía de vez en cuando con su mocho de tabaco.


El hermano de Herminita sacaba un radio VEF que se había ganado por la emulación, lo hacía exactamente a la hora que comenzaba el programa. Mercedes trabajaba en una de las fábricas de tabaco como torcedora, ella no se vio afectada por aquella escasez de cigarro que acompañó a la ley seca. 


Herminita solo era un bulto entre nosotros a la que nadie dedicaba una mirada, tal vez por respeto al socio del barrio. Porque en aquellos tiempos se respetaban a los socios y nadie andaba detrás del culo de sus hermanas y hasta la madre como hoy. Aunque Juanito no era muy sociable que digamos, estaba arrimado con una mulatita color café con leche, pero con poco café dentro de esa mezcla. Se sentaba nervioso entre nosotros y pescando todo el tiempo hacia dónde se dirigían las miradas. 


El pedacito de acera ocupado por la mulatica era sagrado, y aunque éramos jodedores, nadie estaba en na, menos pa’vacilarle la jeva al socio. No hacía falta tampoco, Juanito tenía otras hermanas a las que de verdad se les podía mirar la cara. Herminita era considerada menor de edad, era enana para nuestras miradas, aunque desde los doce años se mandaba unos senos que correspondían a los dieciocho. Hoy nadie la hubiera perdonado, no me cabe la menor duda, pero ya es tarde, ella debe ser abuelita y aquellos senos deben llegarle a las rodillas.


Los quince de Herminita fueron bien movidos y asistieron muchos chamas del barrio, fiñes de varios colores, porque así era nuestro barrio, con un poquito de congo o carabalí, de todo un poco. No faltaba nada, teníamos por tener hasta las pitadas del tren que mutilaba la calle 16 y dividía dos barrios, y aquellos conductores que pitaban por joder cuando pasaban cerca de nosotros, y nosotros gritándoles sabiendo que no podían parar, ¡El coño de tu madre! 


Pero esa noche estábamos todos juntos, bien apretados por falta de espacio en la casa de Estrella, la vieja. Ella muy orgullosa por la celebración de los quince de Herminita. La muy zorra, bien provocadora que era, aún sabiendo que yo estaba puesto pa’su hermana. De vez en cuando pasaban una fuente destartalada con vasitos de lechita, me tomé un laguer de milagro porque Juanito me llevó hasta el patio, allí era donde estaba el tiro para los parientes y amigos cercanos, solo uno me brindaron.



 Los chamas del barrio no se llevaron el pase y se conformaban con los vasitos de lechita a capela, sin hielo y aquello calentaba bastante y se sudaba por el calor y la estrechez de la salita. Luego y para colmar nuestra felicidad, la peste del río Luyanó inundaba cada rincón de nuestros olfatos y de poco sirvieron los perfumes baratos. Nunca pudimos acomodarnos a su peste, tampoco comprendíamos ese empeño de aquellos mosquitos hijoputas que no nos dejaban bailar tranquilos. Todos vestíamos trapos parecidos, unas guapitas confeccionadas por Xiomara con tela de sábana, la muy cabrona decía que eran de hilo y las cobraba a quince pesos, que cuando aquello era plata, pero había que pagarla si no querías salir en cuero. Y no solo eso, ella se hizo especialista en ropa interior de hombres con aquellos calzoncillos matapasiones. 


El equipo de música de casa de Estrella, la vieja, tuvo que ser robado de cualquier organismo, era un amplificador chino de bombillos similar al de la unidad militar donde pasé el Servicio Militar Obligatorio. Era mono y con una gran bocina de corneta camuflada dentro de un enorme cajón de madera forrado con cualquier tela, no recuerdo ahora el color, pero tuvo que ser negra. La bocina debió ser robada también porque nunca la ofertaron en el mercado, pero a nosotros no nos importaba nada de eso. El plato sí era de ellos, aquello era una pieza de museo con más de veinte años en esa época, ese no fue robado de ningún lado. 



Lo jodido de aquella fiesta era la necesidad de salir con frecuencia para no morir asfixiado, el patiecito que existía entre la casa de Estrella, la vieja y Mercedes, no era muy bondadoso que digamos. Era también chiquitico y nos obligaba a pararnos frente a la casa de Mercedes, justo frente a la línea del tren que en aquellos tiempos pasaban con frecuencia hacia o desde el interior del país. Y nosotros como siempre, gritando y ofendiendo sabiendo que no podían detenerse, ¡guajiros de pinga! 


No recuerdo ahora quiénes eran los preferidos de entonces, la gente no tenía muchos discos y hasta hacía muy poquito estaba prohibida la música extranjera. Pello el Afrok
án era uno de los impuestos, pero nadie estaba dispuesto a pasarse toda la noche bailando Mozambique tampoco. ¡Coño! Que debe existir una música suave, apropiada pal ligue, pa recostarle el mandao a cualquier jevita al mínimo descuido. Existió, estoy convencido de eso. 


El barrio era de guapos, de chamas que despuntaban y se afiliaban rápidamente al “ambiente”, no se podía andar con flojedades entonces y tenías que adaptarte. Hablar como ellos, con la boca un poco jorobada pa’impresionar y demostrar que eras un tipo irritable y amargado. Andar siempre con la camisa por fuera pa’insinuar que cargas un pérfilo cortante dispuesto a usarlo. Andar con ese caminao extravagante y dando tumbos pa’ambos laos, como si no te cupieran los güevos entre las patas. Esto me lo he encontrado en varias guaguas y metros de Canadá, es un estilo hip hop que no trago y me traslada hacia aquellos barrios de La Habana. Jorobando la boca con parte del rostro pa’demostrarles que también soy un amargado, les digo en francés o inglés que cierren las patas. Me miran con sus pestañas jorobadas y la cierran, ellos saben de la pata que se rascan, tal vez piensan que soy un viejo loco, pero las cierran. 


A la hora de bailar era otra novela en aquellos barrios, había que tener pañuelos. ¡Coño! Con lo escasos que estaban, hacía veinte años que no los vendían, pero había que tenerlos. El asunto es que, los guapos de esos barrios bailaban con él en la mano derecha, la misma que pasaban por la cintura de las chamacas. Lo hacían, supongo, para no mojar con su sudor los vestidos de las chamacas. Cuando terminaban cada pieza se lo pasaban por la frente para secar el sudor o, lo utilizaban para conversar y cubrirse la boca buscando impresionar al otro. ¡Nada! Estupideces de los tiempos, pero los guapos actuaban así, no tomaban sopa ni mamaban. ¿Mamar? No te podías jurar y estabas lanzado por el balcón.


 ¿Los pasillos? Esa era otra cosa que distinguía a los guapitos de aquellos barrios a los bailadores de Casino en los círculos de La Playa. Los pasos eran adornados con el machismo característico del que no toma sopa o mama. Con un poco de brusquedad o violentos, nada de elegancia o tibieza que fuera calificado como flojedad. Pero el casino no era el baile preferido de los guapos, el jazz de la guapería dominaba aquellos barrios con unos pasillos que aún recuerdo y vueltas extraídas del Casino. Realizadas con posturas extremadamente varoniles que deslumbraban a las chicas del “ambiente”, siempre el pañuelo debía estar presente. Bueno, no se me ocurre nada relacionado con el destino de aquellos guapos que no tomaban sopa cuando la cosa se puso dura de verdad, ¿la tomaron y dejaron la guapería? Creo que sí. 


Como quiera que sea y con todas sus dificultades, la fiesta de Herminita fue muy divertida y no sé por qué he dado tantas vueltas para llegar al asunto que pretendía tratar. Ayer y viendo uno de esos noticieros que nos envenenan cada día, pasan una vista de la fiesta realizada en honor de Castro en el teatro Carlitos Marx. Algunas personas se han referido al pasado de aquel teatro y mencionan su nombre original de buena fe, como intentando recordarnos que no siempre se llamó así. Mencionan solamente el nombre de Blanquita y olvidan que después se llamó Chaplin. 


Mostraron vistas de un teatro casi lleno de admiradores de la hiena cubana, una fiesta que había sido concebida por la Organización Guayasamín para homenajear al moribundo dictador más cruel y admirado en letrinoamérica. ¡Qué fiesta más aburrida, coño! Una fiesta donde solo participan los invitados y está ausente el homenajeado. Es como una luna de miel sin la jeva o el velorio sin el difunto, que ni pa’eso tienen buen gusto los comunistas, ¿comunistas?, pensemos que sí. Más que una fiesta, aquello parecía un velorio y como siempre, no pueden buscar a un tarugo más deprimente para leer el mensaje del futuro difunto. ¡Na, ellos son así! Yo me quedo con aquellas fiestas de mis barrios habaneros, con la gente que no tomaba “sopa” y luego aprendieron a bajar al pozo cuando se puso de moda. 


Los otros días bailaba con una temba de aquellos tiempos, lo hacía al estilo de la gente de Guanabacoa. Dijo ella que yo era el único que sabía bailar salsa de verdad, se equivocó mi amiga, yo bailaba el Casino de Juanelo, aunque bueno, cambiaba de estilo cuando movía el esqueleto en el Patria o Mierda de Santa Fe, ¡Qué tiempos aquellos! Hoy van a tener que sacar nuevamente el pañuelito, no lo harán para secar el sudor de aquellas fiestas, lo usarán cuando tengan que despedir a ese hijoputa por quien realizan estas aburridas fiestas.







Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canad
á
2012-13-10


xxxxxxxxxxxxxxx


miércoles, 13 de marzo de 2019

CARLITOS CETECÉ



                          CARLITOS CETECÉ




El agua corría helada entre sus dedos, lavarse la cara a esa hora de la mañana constituía la peor tortura a la que se sometía diariamente. Frotaba la pequeña astilla de jabón de un color rosado pálido tratando de obtener algo de espuma, era inodora y procuraba consumir lo necesario solamente, como procurando su supervivencia hasta la llegada del fin de mes, faltaban diez días para ello. Luego, levantó el rostro y se frotó los cañones de su tupida barba, sabía que faltaba la peor parte de ese drama infinito. En la medida que deslizaba la vieja máquina por su barbilla los ojos se le aguaban, pero aún así se resistía a usar barbas como la mayoría de los hombres, algunas goticas de sangre brotaban en cada pasaba. Al finalizar se frotó con algo de alcohol que su mujer había perfumado un poco con el residuo de otro pomo de colonia, ardía y no podía contener la fuga de algún coño.

Mercedes vigilaba la cafetera con el celo de cualquier custodio que transporta el contenido de una caja fuerte, el silencio era roto solamente por el sonido familiar de la clave de radio reloj. La noticia más importante que transmitían desde hacía decenas de años era la hora en punto, y hasta de ella desconfiaban. En los minutos que transcurrían desde que se levantaban hasta la partida, eran pocas las palabras que rebotaban con las paredes de su apartamento, eran fantasmas con vida cuya misión principal era la de tratar de convivir y esperar. Ella le sirvió un poco de aquella insípida infusión y se la llevó hasta el cuarto, él se vestía con esmero, revisaba cada pliegue de su guayabera con meticulosidad cirujana, así fue desde joven con su ropa, cada día más escasa en el closet. Se acercó a la cómoda y encendió el cabo de un Popular que tenía colocado militarmente en el viejo cenicero, detuvo sus operaciones mientras bebía aquel transparente líquido y aspiraba con fuerza para que el humo invadiera cada rincón de sus pulmones, sabía que no volvería a fumar hasta que le picara un cigarrillo a cualquier compañero.

Con ternura alzó la guayabera y él metió los brazos en ella, se fue abotonando con extrema calma frente al espejo, siempre se miraba buscando una nueva arruga o señal de un repentino rejuvenecimiento. Su espejo era despiadado, peor que el de los cuentos escuchados durante su infancia, y cada día se burlaba más de él, era como si le repitiera al oído constantemente; te estás poniendo viejo, cada día eres más viejo, de una vejez prematura, y lo peor de todo, no te salvará ni el médico chino.

-Tenemos que salir de esta mierda, yo no nací para esto.Le dijo a su esposa cuando terminó la ceremonia de la guayabera.

-Ten cuidado con el tráfico y trata de evitar los baches para que no se te ensucie la ropa, acuérdate que ya no tenemos jabón. Le respondió ella por solo cumplir con su marido, eran palabras que repetía diariamente y ambos se las conocían de memoria.

-Hoy se define nuestra situación, pero de que salimos de esta miseria tenlo por descontado, tú vas a ver que nosotros llegamos.

-Mide bien tus palabras a la hora de hablar, no vayas a meter la pata.

-¿La pata? Y el cuerpo también voy a meter, pero si no lo hago nos moriremos en esta situación de mierda. Hay que saber vivir en este sistema, agarrarle el golpe para subir, luego llegarán tiempos mejores, como los que viven todos los elegidos de este país.

-De todas maneras no te confíes mucho de esa gente, tú sabes bien como son las piñas en este país

-No te preocupes, pero si dejo pasar esta oportunidad, no habrá otra hasta el próximo congreso y atrás hay gente desesperada que viene empujando, no puedo ceder.

-De todas maneras cuida bien la ropa, acuérdate lo que dijo ese loco recientemente, que no les darán por largo tiempo y que vendrán tiempos difíciles.

-¿Difíciles? No sé a dónde rayos llegaremos, porque de verdad, no quiero verlos peores. Se dirigió hasta la sala y comprobó el aire de las gomas de su bicicleta, le dio un beso a Mercedes y suspendió aquel pesado artefacto evitando que le rozara la ropa, debía bajar los cinco pisos en esa incómoda posición para ganar la calle.

La bajada de Alamar es la parte más cómoda de su recorrido, muy pronunciada y apenas tenía que pedalear hasta la misma circunvalación de la Monumental. Solo tenía que prestar atención a los baches y a otros imprudentes ciclistas, el tráfico había disminuido mucho. Antes de llegar a la rotonda debía elegir si ir por la monumental y tomar el camión que le cruzaría el túnel, o de lo contrario ir por Vía Blanca. Este último recorrido sería más largo, pero se ahorraría un peso en el túnel y otro al regreso, ese era su capital, y con aquel dinerito podía comprar una caja de populares. De verdad que era preferible el sacrificio ante la desvergüenza de estar picando cigarros a desconocidos. Antes de llegar a las columnas que anunciaban la entrada a su barrio, tomó todas las precauciones para incorporarse a la circunvalación y ganar la vía de salida que lo llevara hasta la vía Blanca.

Por el trayecto le pasaron varios Ladas y sintió un odio desmedido por sus ocupantes, no había arribado aún a la elevación del Mirador del Puerto, límite de la refinería, y sentía las paredes de su estómago pegadas al espinazo. Parte de esa loma la subió caminando. Hizo una parada para quitarse la guayabera y la dobló con mucho cuidado, luego la colocó dentro de una jabita de plástico blanca con el emblema de Cubalse, la amarró a la parrilla y continuó su viaje. En el semáforo de Guanabacoa dobló a la derecha en demanda de Regla, cortaría camino en busca de la termoeléctrica de Tallapiedra, y de allí al teatro del la CTC era corta la distancia. En un pequeño comercio compró una caja de Populares y se tomó un vaso de líquido de frenos con ansiedad, prendió un cigarrillo y continuó su viaje un poco más feliz mientras aspiraba el humo mezclado con el carbono expulsado por los vehículos que lo adelantaban.

El recorrido hasta el puente del ahorcado era en descenso y el sudor comenzaba a secarse un poco. Frente al cementerio de Regla no pudo evitar se le escapara un solabaya. Durante el trayecto y sumergido en sus pensamientos, no podía observar el desolador panorama que dejaba tras de sí en cada pedaleo a su bicicleta, en realidad ya se había acostumbrado a ese paisaje que formaba parte de su cuerpo. Algo podía sacarlo de su constante sopor, y era el anacronismo presentado por alguna construcción recién pintada, eran tan pocas que atraían la más indiferente mirada.

Parqueó su bicicleta en el estacionamiento oficial y el cuidador le entregó un pedacito de cartón con una numeración, en la puerta del edificio abrió su jabita blanca con el rótulo de Cubalse, y extrajo de ella las credenciales que lo acreditaban como delegado al evento. Siguiendo las flechas y miradas de los guardias de seguridad, sus pasos se dirigieron directamente al teatro de la CTC, casi repleto de seres cargados de sueños y ambiciones como él.

Su mirada recorría la nuca de los que ocupaban asientos más próximos al escenario, los envidiaba y odiaba al mismo tiempo. Deseaba encontrase lo más cerca posible a la dirigencia para que pudieran captar mejor su voz e imagen, ese era su día decisivo, se la jugaría nada contra todo, su futuro estaba en juego y nadie lo detendría. Un espontáneo y estruendoso aplauso, seguido del ruido producido por las butacas que se cerraban al levantarse sus ocupantes, produjo una sensación similar al de un bombardeo o terremoto. El comportamiento de aquellos seres respondía a la conducta de cualquier poseído por un hechizo o maleficio, tenían ante si a su rey o amo, un viejo alto y barbudo vestido de verde olivo y con una gorra clavada hasta las orejas. Vestía un abrigo del mismo color que su uniforme y no había frío. Luego de varios minutos de esquizofrénicos aplausos y vivas, el individuo alzó la mano derecha para saludar a sus súbditos y se hizo el silencio. Cronometradamente se pudo escuchar el himno nacional, seguido de filas de pioneros que descendían hasta el escenario por los tres pasillos disponibles. Una niña se dirigió al podio y leyó el acostumbrado mensaje que culminó con otro aplauso y ruido de butacas. Minutos después comenzaron las sesiones que se prolongarían hasta horas de la noche, y donde se resolverían los problemas que ya estaban resueltos, y donde se culparía como siempre a los vecinos de todas las desgracias de aquella nación.

Aquellas acaloradas discusiones sin contradicciones fueron interrumpidas por el horario de almuerzo y comida solamente. Para todos los delegados fue en extremo satisfactorias las ofertas contenidas en las cajitas de cartón similares a las que una vez se ofrecieran en las fiestas, se devoraban con deseos salvajes. Luego, fueron sorprendidos por la noche sin que ellos se
 dieran cuenta.

Fuera del umbral de aquel edificio iluminado en medio de la penumbra de toda una ciudad, la vida transcurría en ese silencio enfermizo que produce el hastío y la vagancia que impulsa la falta de Fe. Solo luces intermitentes podían observarse a escasas decenas de metros del suelo, un escenario distinto al de los largos discursos pronunciados durante décadas. En medio de aquella ya desesperante atmósfera, La Pelona viajaba aburridísima en su escoba tratando de cumplir su plan de producción, por mucho que buscara con su vista aguileña entre todos los recovecos de esa sucia y negra ciudad, solo encontraba clientes de similares cualidades, defectos o quizás virtudes, uno que otro borracho, alguna jinetera, gente amargada en paradas de guaguas que nunca pasaban, seres que dormían haciendo colas frente a tiendas, parejas que hacían el amor en lugares que ellos declararon zonas de tolerancia, grupos de soñolientos reunidos en cada cuadra mientras escuchaban la lectura de un largo discurso y parejas que hacían guardias sin sentido.
Casi agotado el combustible que le daban cada noche para aquellos largos recorridos, y a punto de abandonar sus responsabilidades, le llamó mucho la atención aquel edificio iluminado. Acomodó su escoba en el parqueo de las bicicletas y luego de asegurarla con cadenas se dispuso a entrar para ver que sucedía en su interior. El ambiente observado en aquel teatro era nuevo para ella. La gente hablaba, pedía la palabra y le alcanzaban un micrófono, varias personas recorrían los pasillos del teatro observando las señas que les hacían desde la tribuna. Los oradores pronunciaban palabras casi estudiadas y caían en profundos baches cuando olvidaban una sola sílaba. El de las barbas ordenaba con un ligero movimiento de su índice que rotaran el micrófono y de esa manera se repetía la comedia, todos parecían animalitos amaestrados de un circo y él su domador.

En medio de aquellos debates que nunca lo fueron, el de las barbas tomó el micrófono por unos minutos para anunciarles tiempos devastadores, de epidemias, hambre, confusión, cólera, conjuntivitis, avitaminosis, presiones del enemigo, y como era de esperar, la guerra que ya todos conocían desde varias décadas, la guerra de todo el pueblo. Carlitos temblaba, gruesas gotas de sudor se deslizaban con tranquilidad a lo largo de toda su columna vertebral, nada las interrumpía en ese viaje, las pudo sentir andando entre sus nalgas. Sintió deseos de frotarse por instantes y reprimió ese instinto tan natural. Un miedo escalofriante por la presencia de aquellos gorilas apostados en los pasillos le aconsejaba que no lo hiciera. Era mejor que se mojara el calzoncillo, era una pieza más pequeña por lavar y no quedaba mucho jabón en la casa, pensaba. Tenía que hablar, debía destacarse en medio de aquella multitud, pero todo el peso de un yunque mantenía atada ambas manos sobre el pasamano de su butaca. ¡Ahora o nunca! El Lada o la bicicleta china, Alamar o Miramar, indio o cowboy, la abundancia o las penurias de una libreta, ¡tengo que hablar coño! En medio de aquella relevante intervención una sola mano se levantó, el de las barbas hizo una señal con el mismo dedo de siempre y hacia allí corrieron los compañeros de los micrófonos. Cuando todos pensaron que estaba a punto de culminar la sesión de ese día, un individuo que vestía una guayabera amarilla con bordados a ambos lados tomó el micrófono luego de ponerse de pie y con voz firme expresó lo siguiente:

-Comandante, yo represento a esa masa de trabajadores de Alamar y he venido con un mensaje de esos hombres y mujeres incondicionales a la obra de esta revolución. Ante las dificultades que nos esperan en tiempos muy cercanos, nosotros nos comprometemos a trabajar duramente durante quince horas diarias, renunciamos a la merienda, nuestras mujeres renuncian a ser embarazadas en este tiempo, renunciamos a los privilegios que nos ofrecen en la libreta de racionamiento, estamos dispuestos a establecer las cocinas colectivas y a declararnos en período especial de guerra en tiempos de paz. Otorgaremos el 90 % de los apartamentos construidos para los hermanos latinoamericanos, enviaremos trabajadores para la reconstrucción de los países que estime el Comité Central, y dispondremos de tropas dispuestas para combatir al enemigo allí donde se oriente, ese es el mensaje de los trabajadores de Alamar. Una cerrada ovación cerró la intervención de aquel delegado representante. El de las barbas frunció el ceño por segundos algo sorprendido y dirigió una mirada interrogante a su hermano. Se produjo un gran silencio en toda la sala y luego de dos o tres palabras a modo de conclusión aquella masa uniforme de seres obedientes se fue retirando. Uno de los gorilas se acercó a Carlitos y anotó varios datos en una libreta, fue de los últimos en partir. A La Pelona le resultó simpático aquel extravagante personaje y decidió acompañarlo en su recorrido.


El estribo de la guagua estaba a punto de tocar la calle, un manojo de gente pendía de cada puerta y el chofer se negaba a continuar viaje. Carlitos esperaba con paciencia para poder cruzar ajeno a los intercambios de ofensas entre chofer y dirigentes de orilla que se negaban a abandonar su posición, mientras los minutos pasaban y aquella paciencia llegaba a sus límites.

-¡Cruza! ¿Vas a estar toda la noche esperando como un comemierda? Regresó en sí mientras escuchaba aquella voz remota que confundió con su conciencia.

-¡No puedo! Respondió hablando consigo mismo.

-¿Por qué no puedes? ¿Qué razón lo impide?

-La guagua, no te das cuenta que no veo absolutamente nada.

-No seas pendejo, no te das cuenta que no existe tráfico y si viniera algún vehículo podrías notarlo por las luces, hay apagón Carlitos.

-¡Verdad que sí!, tienes razón, para qué voy a esperar a que esos anormales terminen con su discusión.

-¡Acaba de cruzar idiota! No creo que seas pendejo después de tan brillante intervención.

-¿Pendejo yo? ¡Ya verás! La Pelona reía mientras Carlitos avanzaba delante de la guagua estacionada. Después de avanzar su rueda delantera pudo comprobar que no existían las luces de vehículo alguno, solo pequeños faritos similares a los usados por las bicicletas. Un fuerte golpe de aire recibido por la espalda sirvió para romper la inercia. Sintió el estruendoso chirrido de unas gomas que frenaban y luego voló. El vehículo se dio a la fuga mientras Carlitos descansaba a unos quince metros de distancia. La Pelona fue la primera en reunirse con él mientras se detuvo aquel agresivo intercambio de ofensas entre el chofer de la guagua y sus pasajeros. Los que pendían de las escalerillas se dirigieron corriendo hasta el cuerpo de Carlitos.

-¡Caballeros! ¡Llamen a una ambulancia cojones!

¡Asere! ¿Tú estás loco? ¿En qué país vives? No hay teléfonos.

-¿Y si lo hubiera? No hay ambulancias. Dijo otro de los primeros en llegar hasta el cuerpo tembloroso de Carlitos.

-¿Y si hubiera ambulancia? ¡No hay gasolina caballeros! No olviden al hijoputa bloqueo.

-¿No hay ningún médico?

-¿Algún médico?

-¿Hay médicos en la guagua?

-¡No coma mierda compadre! Los médicos no andan en esta bobería, ¿no sabes el régimen de guardias que les metieron?

-¡Asere! Pero debe haber alguien de la salud que haya asistido al congreso.

-¡Desmaya eso consorte! Solo los tarugos, los que han suspendido la carrera son los que se dedican a la política, los médicos no.

-¡No hablen mierda! Yo los conozco bien militantes.

-Procura que no te vayan a operar, consorte.

-¡Coño! ¿Somos una potencia médica, o no?

-¡Caballeros! Dejen las putas discusiones, ¿se van a poner en las mismas de la guagua?, ¡un médico, cojones!

-¡Abran paso! ¡Abran paso! Se oyó entre la multitud próxima al cuerpo de Carlitos.

-Parece que por fin apareció un médico. La gente abrió un sendero por donde se desplazaba un blanco gordo con una camisa gris.

¡Oye! Pero este tipo es el guagüero.

-¿Y a ti qué coño te interesa? Va y el tipo estudió medicina, tú sabes como es este país.

-Aún así mi ambia, este tipo es un singao que no quiso arrancar la guagua. Va y por eso arrollaron a éste comemierda.

-Compañero, ¿usted es médico? Le preguntó uno de los curiosos al gordo de la camisa gris antes de inclinarse al cuerpo de Carlitos.

-¡No compadre! Yo no soy médico, soy el sanitario de mi pelotón de la emeteté.

-¡Ya ves consorte! Este gordo hediondo no es médico.

-¡Asere! No lo será, pero al menos tiene buena disposición, vaya, es solidario. En esos instantes el chofer se inclina y coloca sus dedos sobre la aorta del cuerpo tendido.

-Aún está vivo, hay que conseguir una ambulancia.

-Otro que vive en China y no sabe que no hay ambulancias, y si las hay no hay gasolina, y si hubiera gasolina no hay teléfono para llamarlas.

-Hay que llevarlo para un hospital. Dijo a secas el gordo de la camisa gris mientras el espíritu se iba desprendiendo del cuerpo de Carlitos.

-Decidan lo que vayan a hacer. Gritó Carlitos y nadie lo escuchó, volvió a gritar infructuosamente.

-¡Oye! No pierdas tu tiempo, nadie te va a escuchar.

-Pero tú me escuchas.

-Lo mío es diferente, yo te escucho y tú me ves, ellos no pueden hacerlo, ¿no te das cuenta?

-Pero ya lo dijo el chofer, yo estoy vivo.

-No te apures, ya te queda poco por vivir.

-Eso crees tú, esto es pasajero, yo vivo en una potencia médica.

-Sigue soñando, tú eres parte de mi plan de producción, me simpatizas.

-¡Caballeros! Ahí viene un taxi.

-Hay que llevar a un compañero para el hospital.

-No tengo gasolina.

-Hay que llevar a un compañero para el hospital.

-Estoy en horario de comida.

-Hay que llevar a un compañero para el hospital.

-Voy a entregar.

-Hay que llevar a un compañero para el hospital.

-Soy de piquera área dólar.

-¡En la guagua coño! ¡Qué no se diga, somos un pueblo solidario!

-¿Y cuando pasa la otra?

-¡Qué no se diga carajo! En la guagua.

-¿Alguien tiene una linterna pa’lumbrarle la cara?

-Otro comemierda que no vive en este país.

-¿Ni fósforos?

-¡Tengo una fosforera!

-¡Carajo! No alumbra ná, ¿quién será?, ¡pa’la guagua antes de que guinde el piojo!

-¿No te lo dije? Yo me salvo. Le dijo con cierto orgullo Carlitos a La Pelona.

-Aún no hemos terminado. En esos instantes se disponían a cargarlo.

-¡Caballeros! Este tipo está cagao.

-¡No importa asere! Cualquiera se caga con un pingazo como ese. Se fueron abriendo paso disciplinadamente y al subirlo a la guagua lo acomodaron en el asiento de tres junto a la puerta.

-Bueno chofer, ya puedes arrancar.

-¿Y del hospital regresas para el barrio?

-Depende de las órdenes que vienen de arriba.

-¿Pa’qué hospital lo tiras?

-Pal Emergencia, es el más cercano. Respondió el gordo de la camisa gris.

-¡Pa’llá no, coño! Dicen que es un matadero. Trató de intervenir Carlitos.

-Debes tratar de acostumbrarte a tu nueva situación, ¿no dices que esto es una potencia médica. Intervino La Pelona.

-Si lo somos, pero ya sabes, hay sus baches. ¡Pal CIMEQ carajo! Yo soy dirigente.

-Dirigentico Carlitos, no lo olvides. No tienes derecho.

-¡Ño! Qué peste a mierda. ¡Oye chofer! Acaba de arrancar compadre. Se hizo la luz.

-¡Ñoooó! ¡Miren quién es!

-¿Quién es? ¿Quién es? ¿Quién es? Se fue repitiendo la misma pregunta a lo largo de la guagua hasta que rebotó con los cristales del fondo.

-¡Caballeros! Es el hijoputa que embarcó a la gente de Alamar.

-¡Déjame verlo!

-¡Ese mismo es el tipo!

-¡Y mírenlo ahora too cagao!

-¡Ño, es insoportable la peste a mierda. ¿Qué carajo habrá comido?

-Yo lo jamo, se llama Carlitos Andión.

-Como se llame, tremendo hijoputa. No se dieron cuenta que habían arribado al hospital, el gordo de la camisa gris se bajó y trajo una camilla. Luego de varias muecas lo dejaron en el cuerpo de guardia y partieron.

-Está vivo, pero yo no lo atiendo en esas condiciones, díganle a la auxiliar que le lave la mierda.

-¡Qué clase de número! Deja que la negra se entere. Dijo la enfermera mientras le colocaba infinidad de cablecitos y una máscara de respiración artificial.

-Doctor, el paciente requiere de un donante especial.

-¿Especial? ¡Mira la hora y con el numerito que se baja ese idiota!

-¡Te lo dije! Vas pa’llá de lo que no hay remedio. Le dijo La Pelona a Carlitos.

-Te equivocas, ya te dije que somos una potencia médica.

-Si tú lo crees, yo no fallo y estoy cansada de visitar a esta gente.

-Mulata, llama al banco de sangre.

-Ya lo hice y dicen que no tienen nada disponible.

-Que localicen entonces a un donante.

-Ya nos brindaron la dirección.

-¿Dónde vive?

-En La Habana del Este.

-Mira a ver si por casualidad hay alguna ambulancia.

-Parece que es nuestro día de suerte.

-Entonces vayan por él.

-Yo me monto en esa ambulancia. Le dijo Carlitos a La Pelona.

-Y yo también, no renuncio a disfrutar. Así partieron todos. En Prado fueron detenidos por militares que les ordenaron apagar las luces de vehículo.

-¿Y eso por qué compañero, estamos en guerra?

-¿Qué guerra ni un carajo? Son las maniobras Fortaleza para prepararnos contra el enemigo.

-¿Qué enemigo ni ocho cuartos? Gritó Carlitos y nadie lo escuchó.

-Mira que se come mierda en este país. Dijo el chofer y apagó las luces, unos aviones cazas sobrevolaron el Morro de La Habana.

-¡Ja, ja, ja! ¿Y aún piensas salvarte con esta pachanga? No me explico cómo ha resistido tu cuerpo. Una hora después, toc, toc, toc.

-¿Se encuentra el compañero Manuel López?

-No, el no se encuentra.

-No puede ser, se supone que deba estar durmiendo a esta hora de la madrugada. Intervino infructuosamente Carlitos.

-Ja, ja, ja. Te lo dije anormal, no me hagas perder el tiempo. Bueno, hoy estoy de buenas y quiero vacilar un poco.

-¿Y dónde se encuentra el camarada?

-En su Unidad.

-¿En cual Unidad?

-¿Ustedes quienes son?

-¡Compañera! Esto es una misión de la revolución, la vida de un dirigente peligra.

-Te lo dije, en este país eso no falla, ya ves que soy dirigente.

-Bueno compañero, él se encuentra en la Unidad de bomberos de Corrales. ¡Uaaaaaaa!

-Camarada, necesitamos reunirnos con el compañero Manuel López, es una misión de la revolución.

-¡Ñooo! La cama de Manuel está vacía.

-¡Ja, ja, ja! Te lo dije anormal, con los cubanos no hay nada escrito, si no llegan se pasan. Creo que te está bajando la temperatura y la presión arterial, el ritmo de la respiración es más lento y te va cambiando el color.

-¿Dónde podrá encontrarse el compañero?

-¡Camarada! Yo creo que él se empató con una jevita y se metió en el Hotel Venus.

-¿Ha entrado alguien con uniforme militar?

-Sí compañero, se encuentra en la habitación cinco.

-Pero este tipo está más borracho que una uva.

-Hay que llevárselo. Ordenó el jefe de la ambulancia.

-Ya ves que me salvé.

-No cantes victoria, ya sabes las cosas de Cuba.

-Doctor, pero este tipo está borracho.

-No hay de otras, tenemos que meterle la transfusión al paciente y que Dios nos perdone.

-¡Me salvé cojones! Eso es pa’que veas que vivimos en una potencia médica.

-¡Ja, ja, ja! No seas idiota compadre, yo visito este hospital diariamente.

-Bueno Pelona, voy a acomodarme en mi cuerpecito nuevamente. Mañana será otro día, es más, dejaré mis tarecos en Alamar para que lo disfrute mi relevo. Hasta la guayabera, pa’que veas como soy de espléndido.

-¡Ja, ja, ja! ¡Oye, no te apures! Creo que olvidas algo. Carlitos no quiso oír y se refugiaba en su cuerpo en el preciso instante que el médico conectaba la transfusión desde las venas del donante especial. Cuando dio paso a la sangre el cuerpo de Carlitos saltó sobre la camilla y su alma cayó al suelo.

-¿Qué pasó? Preguntó sin sobreponerse a la sorpresa.

-¡Ja, ja, ja! Que olvidaste algo, comemierda, ¿no recuerdas todos los problemas que tienes con el hígado y el alcohol que lleva la sangre de ese camarada borracho?

-¡Coño! ¿Cómo no se me ocurrió pensar en eso?

-¿Ya ves? Se te jodió el Lada, la casa en Miramar, el yate de tus sueños, las compras en las diplotiendas y uno que otro viajecito al extranjero. Voy a darte un breque pa’que disfrutes los comentarios de tu gente en la funeraria.

-¡Asere! No me hagas eso.

-Lo siento Carlitos, es el precio que debes pagar por toda la gente que embarcaste en esta vida. No te preocupes, eso solo dura veinticuatro horas, luego te pudrirás en una tumba colectiva y tu alma viajará hasta el infierno, allí estarás acompañado de buenos compañeros.

-¡Coño! ¿Pero qué dirá mi gente?

-¿Qué gente Carlitos? ¿Tus parientes, tus amigos, tus vecinos, la gente que te enseñaba los dientes? ¿Qué van a decir? Lo que eras, un hijoputa. Pero no te preocupes, luego te enterrarán con toda tu historia, ¿quieres más?

FIN



Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá 
2005-04-11 


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domingo, 10 de marzo de 2019

EL EXPEDIENTE



                                            EL EXPEDIENTE





El día que su hijo terminó la enseñanza primaria y le manifestó su deseo de pasar la Secundaria en una de las becas del gobierno, Efraín no lo contradijo aunque no estuviera de acuerdo con él. Por experiencia sabía que una vez fuera de la casa, los padres perderían todo el control sobre sus hijos. No se oponía a estos deseos porque comprendió que su hijo, comenzaba a echar alas y como todo joven, quiere descubrir y conquistar al mundo, vivir nuevas sensaciones, saberse más hombre, gozar de esa independencia que se lucha cuando se empieza a crecer y se deja la atracción por los dibujos animados para sustituirlos por otros de carne y hueso.

Maduro al fin y con muchas millas recorridas por la vida, sabía que a partir de ahora se produciría una lucha tenaz entre la educación que su hijo recibió en el seno de la familia y las influencias que pudieran ejercer sobre él en esas escuelas. Lucha que sería en desigualdad de condiciones, toda vez que a partir del momento en que ingresara en ella, tendría la oportunidad de verlo solamente cada quince días y el poco tiempo de sus pases lo emplearía para compartirlo en fiestas con los nuevos amiguitos de la escuela.

Por estos motivos la esposa se opuso rotundamente a esa loca idea, no tenían necesidad económica que justificara tal decisión del muchacho, pero los padres son más arriesgados y prefieren que los hijos no se críen bajo la falda de su madre.
El comprendía que ella tenía toda la razón del mundo, pero su exceso de protección hacía peligrar también la preparación del muchacho para luchar en la dura y difícil vida que se llevaba en este país. Apoyó a su hijo sin vacilaciones, consciente de que podía perder la pelea y al final, las malas influencias que se adquirían en estos centros educacionales desbaratarían por completo los sueños que cada padre reserva para sus hijos.

Para que no fuera a una escuela cualquiera, Efraín visitó a una amiga del Ministerio de Educación y la puso al corriente de los deseos de su hijo, más el interés particular de él en que no fuera a parar a esos centros que se habían convertido en tristemente famosos por el descontrol sobre la vida del alumnado. Fraudes escolares, abortos que se practicaban en jovencitas de apenas quince años a espalda de sus padres, estimulación de las relaciones sexuales de una manera precoz, llegando esta situación al libertinaje y la promiscuidad incontrolable, desarrollándose lo mismo entre alumnos que entre profesores y estudiantes, etc., era el ambiente que se respiraba en las famosas “escuelas en el campo”.

Ella le prometió tratar de conseguir el ingreso del muchacho en la mejor escuela secundaria que existía en el plan de becas del gobierno y le habló de la que era en ese momento Vanguardia Nacional, la Secundaria “República de Bulgaria”, indicándole que volviera a los pocos días para entregarle un papel que debía presentar en dicho centro.

Aquel día, Efraín y su hijo partieron solos hasta Artemisa, un pueblo algo apartado de la Ciudad de La Habana y una vez allí, tomaron un pequeño autobús hasta un lugar conocido como Las Cañas. Todavía se encontraban en fase de organización el profesorado y los estudiantes. No habían iniciado aun las clases y el loby de la escuela era constantemente cruzado por los alumnos del centro de varias edades y de ambos sexos.
La primera impresión fue muy buena para Efraín, toda el área al alcance de su vista estaba impecablemente limpia y el piso de un brillo extraordinario. No se podía explicar de cual manera lo habían logrado, ya que en Cuba no existen productos para ello.

En lo que esperaba a la responsable de lo que allí llamaban “Vida Interna”, caminó por el largo y ancho pasillo que lleva hasta el comedor. Le llamó la atención de que existía otro más pequeño e independiente al de los alumnos, cuyas mesas estaban preparadas como si fuera un restaurante y poseía también un piano de cola en su interior. Más asombro le causó ver a la entrada del comedor una especie de pizarrón donde era anunciado el menú del día. No existía en esa lista nada asombroso de oferta, pero al parecer los alumnos tenían dos opciones a seleccionar y esto no era común en nuestros tiempos.

De verdad que Efraín se sintió impactado por todo lo que veía y deseaba que fuera esa la escuela donde su hijo pasara la enseñanza secundaria. Unos veinte minutos más tarde fue llamado a una oficina, donde lo atendió una mujer menuda de color azabache. Fue parca de palabras y se ahorró el saludo. Aquel gesto contrastaba mucho con lo visto hasta el momento, al menos lo invitó a sentarse, pensó, mientras él le entregaba el papelito que le dio su amiga en el Ministerio.
- Lo siento mucho papá, pero no tenemos más disponibilidades en este centro y por tal razón no puedo admitir a su hijo. Se hizo una costumbre en Cuba por parte del profesorado o trabajadores de los centros de enseñanza, llamar papá o mamá a las personas que acompañaban a los muchachos aunque estos no lo fueran. Casi siempre era recibido con mucho gusto, pero de nada servía cuando iba acompañada de una mala noticia.

- ¡Óigame!, ¿usted está segura de lo que me dice? Fíjese que no es fácil venir desde La Habana hasta aquí para recibir esa respuesta.

- Lo lamento mucho, pero el problema es que no existen camas ni ropa para su hijo en este centro. No había nada que hacer después de aquella respuesta y Efraín dio por terminada la entrevista. Él no era hombre que gustara apelar a la súplica ni a la solicitud de favores, tomó el papel que ella le devolvía y se despidió con un seco "buenas tardes".

En Artemisa tomó un taxi de regreso para La Habana, éstos solo llegaban hasta la terminal de ómnibus que existía en la calle 100 de Marianao y próximo al cine Lido. Como era usual en el país sobornó al taxista y éste lo condujo directamente al Ministerio de Educación, pudo llegar a tiempo para hablar con su amiga.

- ¿Qué hacen aquí? Se supone que ya deberías estar estudiando. Pregunta mientras dirige la mirada hacia el hijo de Efraín.

- No lo aceptaron.

- ¿Cómo que no lo aceptaron?

- Como te digo, dicen que no tienen capacidad para él.

- ¿Con quién hablaste allá?

- No recuerdo su nombre, pero es una prieta que dicen es la responsable de Vida Interna.

- Esperen un momentico. Diciendo esto, levantó el auricular del teléfono y marcó unos números, pocos segundos después estaba establecida la comunicación.

- Oigo, ¿es la secundaria República de Bulgaria?

- Por favor, ¿me pueden llamar a la Vida Interna? ….Si yo espero el tiempo que sea necesario….dígale que es del Ministerio de Educación. Nos mantuvimos unos minutos sin cruzar palabra alguna mientras la amiga esperaba por la persona solicitada.

- ¿Quién habla?

- Mire, ayer se envió a un estudiante para ese centro con una carta de este Ministerio y usted lo rechazó……..No, eso a nosotros no nos importa….Usted debió haberse fijado que ese papel estaba firmado por el Ministro antes de rechazar al muchacho……….Yo no sé lo que usted va a hacer, pero mañana mismo el muchacho regresa a esa escuela y usted lo ubica de inmediato……Por supuesto que es una orden del Ministerio…Muy bien….Hasta mañana.

- Mañana temprano preséntense de nuevo en la escuela, una vez recibido ella me llamará por teléfono. Efraín se despidió de su amiga y salió con más esperanzas rumbo a su casa.
Otra vez en la escuela, la responsable de Vida Interna los recibe en la oficina y no sabía de qué forma los atendería con tal de agradarles.

- Papá, si usted me hubiera aclarado que su hijo venía de parte del Ministro, yo no lo hubiera rechazado causándole estas molestias.

- El problema es que yo no sabía tampoco quién había firmado ese papelito.

- Bueno, váyase tranquilo, que en unos minutos le van a entregar los uniformes y le dirán el dormitorio para el cual ha sido asignado.

- Muy bien, muchas gracias por todo y disculpe la molestia.

Por bastante tiempo Efraín y su esposa estaban tranquilos. Comprobaron que las condiciones de aquel centro eran totalmente diferentes a las de las otras escuelas existentes en el país. En varias oportunidades participaron en las reuniones de padres realizadas en el teatro del centro y para ello, fueron trasladados en ómnibus de los escolares que después los devolverían nuevamente hasta La Habana. Otras veces esta reunión era celebrada en el teatro de la escuela secundaria que se encuentra en el Obelisco de Marianao. Los padres se notaban muy satisfechos con las gestiones que hacía el director del centro en favor de sus alumnos y las relaciones de este con sus muchachos. El director era conocido como Manolito, un mulato claro de baja estatura. Era innegable que parte de los éxitos de aquella escuela se debían a sus gestiones particulares. Era un tipo que además de poseer el carisma del líder, sabía colarse por el hueco de una aguja y por ello en su escuela era poco lo que faltaba comparada con otros centros y la situación del país.
 Una vez se llevó a todos los alumnos para la playa de Varadero y detrás de la caravana de autobuses escolares, marchaba también un camión cargado de viandas para sus alumnos. Por supuesto, conseguido por gestión propia de este director que vivía para su trabajo, su escuela y los muchachos.

Pero pasó lo que tenía que pasar, lo que sucede siempre en Cuba. Como el hombre era tan excelente director, lo cambiaron de escuela. Muy probable que a cumplir alguna tarea del Partido para tratar de levantar a otra escuela que estuviera en condiciones deplorables, esto sucedió cuando el hijo de Efraín terminó el segundo año de secundaria. Bueno, realmente un poco antes, ya que en varias oportunidades fue convocado al centro, donde recibiría las quejas por mala conducta de su hijo.
En aquellas obligadas visitas pudo notar que la escuela no era como él la había conocido, el piso no tenía aquel brillo de entonces, los muebles estaban bastante maltratados, la disciplina se notaba también algo quebrantada y según los cuentos de su hijo, ya había tenido su primera experiencia sexual y de vez en cuando dormía en el albergue de las muchachas.
Efraín se sentía preocupado por las cosas que su hijo le contaba, él las había vivido en la época de su juventud, pero de una manera muy diferente. Ahora el muchacho comenzaba a tener una visión de la vida que no se ajustaba al paso que llevaba la sociedad, para él todo se resumía en amigas, fiestas, paseos y no se le escapaba una palabra que se refiriera al futuro.
Uno de esos días cualquiera, su hijo se le apareció en la casa a las 11 de la noche con un papel para que los padres se presentaran en el centro escolar. Al preguntarle de que manera había llegado a La Habana, les explicó que había salido con el padre de otro alumno, quién le pagó los gastos del pasaje.
 Coincidió en ese momento que Efraín se encontraba de vacaciones y a la mañana siguiente partió con su hijo para la escuela, mientras le pedía que le contara toda la verdad sobre lo sucedido.
Una vez en la escuela, se encontró también con un numeroso grupo de padres que habían sido convocados para ese mismo día, Efraín fue uno de los primeros en pasar a la oficina del director.

- Lo he citado para informarle que su hijo causará baja de esta escuela por varias razones. Comenzó el director sin rodeos, era evidente que no podía gastar mucho tiempo con cada padre en sus entrevistas, la cola de ellos era numerosa. Efraín acostumbrado a todo tipo de trámites y gestiones dentro de este sistema, había llevado una agenda de notas para escribir lo más importante que pudiera sobresalir de esa entrevista.

- ¿Puede adelantarme algunas de esas razones?

- Por supuesto, según tengo entendido y de acuerdo a las informaciones de varios profesores, que son avaladas por el criterio de la compañera responsable de “Vida Interna” de este centro, su hijo es reincidente en casos de indisciplina.

- ¿Cómo cuáles?

- Por ejemplo, aparece una gran pelea con otro alumno. Efraín tomaba nota de ello.

- ¿Cuáles más?

- Presenta problemas ideológicos.

- ¿Qué tipo de problemas ideológicos?

- Su pasión por las películas americanas, al parecer éstas ejercen una gran influencia en su personalidad y es algo adquirido en el seno de su familia.

- ¿Por qué usted manifiesta que es adquirido en el seno de la familia?

- Porque presume de que su padre, en este caso usted, trae productos de países capitalistas que la población no posee, así como la música que oye en su casa y las películas como Rambo, totalmente dañinas para la juventud.

- En resumen, de acuerdo con los criterios suyos y de estos profesores mi hijo está desviado ideológicamente.

- Ese es el criterio de la mayoría.

- ¿Puede darme el nombre de esa mayoría a la que usted hace referencia?

- Lo lamento, pero estas son cosas del Consejo de Profesores.

- ¿Algo más que agregar al problema de mi hijo?

- ¡Claro! Como podrá observar, tanto él como muchos de los de su piquete, han transformado el uniforme escolar y en esto los padres tienen mucha responsabilidad.

- ¿Algo más?

- Si, parte de la desviación que posee la demuestra en el pelado que se ha hecho y esto también es parte de la responsabilidad de los padres, si en la casa no colaboran con la escuela el trabajo de los profesores está perdido.

- ¿Algo más?

- Si, su hijo tiene suspensas varias asignaturas.

- Yo pensaba que no era así, ¿le falta algo por agregar?

- No, solamente quiero entregarle su expediente escolar para que lo presente en las oficinas del municipio al que pertenezca para matricularlo en otra escuela y le digo que hemos sido bastante generosos al no recomendarlo para un centro de reeducación juvenil.

- Claro, esto es una generosidad de ustedes. Yo les entrego a un muchacho que había terminado la escuela primaria y ustedes me devuelven a un jovencito con problemas ideológicos.

- Mire, firme aquí, esta es el acta donde se informa los motivos por los cuales su hijo causa baja de esta escuela. Efraín lo leyó con detenimiento, tomándose todo el tiempo del mundo y de vez en cuando hacía alguna anotación en su agenda. Aquella actitud era considerada como desafiante por todo funcionario del gobierno, molestaba grandemente al director de la escuela y eso él lo sabía, después de revisarlo totalmente, se lo regresó al funcionario.

- Bueno, pero es que no lo ha firmado.

- ¿Cómo usted cree que voy a firmar la condena de mi hijo? Él debe tener derecho a que se defienda y creo que ese es mi deber.

- Entonces firme como que no está de acuerdo.

-Usted parece que está acostumbrado a tratar con idiotas o con infelices madres solteras para las cuales estas becas representan un alivio a su situación económica, pero en el caso mío parece que se equivocó.

- Compañero, fíjese que debajo de la hoja hay un espacio para ser firmada cuando no se está de acuerdo.

- Creo necesario repetirte que no soy idiota, aunque firmara en desacuerdo le estoy dando validez a ese documento y parece que no acabas de comprender que he dicho que voy a defender a mi hijo al nivel que sea necesario, la Santa Inquisición pasó hace muchos años, digo, eso creo yo.

- Yo no le niego ese derecho, pero usted debe firmar y luego acudir a los canales 
correspondientes.

- No firmo y voy por el canal que me dé la gana, ¿sabe una cosa?, Cuba tiene más canales que Venecia. Efraín se levantó y dejó al individuo con la palabra en la boca. Una vez afuera habló con su hijo, le dijo que hablara con todos sus amiguitos y le pidieran a sus padres que bajo ningún concepto firmaran ningún papel que les diera el director porque este asunto lo llevaría al Ministerio de Educación. En lo que esperaba la llegada del autobús, observó como su hijo cumplía lo que le había ordenado. No era su propósito convertirse en líder de aquel grupo, solamente lo motivaba el saber del miedo que padecían muchas personas en reclamar sus derechos o los de sus hijos y se resignaban a aceptar todos los atropellos de los funcionarios en cualquier puesto de trabajo.

Sin alterarse en lo más mínimo por lo sucedido, partió con su hijo acompañado de varios de sus compañeritos que corrían la misma suerte, sin darse cuenta llevaba debajo del brazo el expediente. Un rato después, sintió una voz que salía precisamente del interior de aquello que era como una libreta de notas, ella le decía, ¡ábreme!, ¡Tómate un tiempecito y ábreme! Repetía aquella voz, solo que él no estaba apurado en leerlo, primero debía sentarse a conversar detenidamente con su hijo para poder preparar su defensa.

Cuando llegaron a la casa con la mala noticia, la madre la recibió con algo de alegría, era de suponer, tendría de nuevo al hijo bajo su control, solo que habían pasado dos años y sus aspiraciones serían ahora más difíciles complacer. Como difícil sería resolver este problema y lograr una inscripción en una escuela de la ciudad. Para esas fechas el gobierno estaba sacando a los estudiantes de la capital y los llevaba al campo, fuera de la influencia familiar y de las preocupaciones normales de una juventud carente de actividades donde gastar el tiempo libre. Para matricular en una de estas escuelas, solicitaban un certificado médico donde se expresara la indisposición del estudiante a permanecer en el campo con carácter permanente. Esta política era llevada a cabo con mucho rigor en algunos municipios de la capital, generalmente en los habitados por la clase trabajadora. Donde vivía la clase gobernante todo se mantenía inalterable, fue así como se convirtió en obligatoria la enseñanza secundaria en el campo.
En la tranquilidad del hogar y después de descansar del largo viaje, se sentaron en la sala y Efraín comenzó a construir su alegato.

- Fíjate bien, podrás mentirle a tus profesores, al director de la escuela, a la tipa de Vida Interna, al Ministro de Educación, a todos los que tú quieras, pero yo necesito oír la verdad, no puedo pararme a discutir esto en ningún lugar si no llevo la razón conmigo, ¿estás de acuerdo?

- Si, pipo.

- Comencemos entonces, háblame de las películas que has visto y de acuerdo con el director, son dañinas a la juventud, por ejemplo ¿dónde viste la película Rambo?

- Esa las vemos en la escuela, hay un papá que lleva el vídeo en el Lada que tiene y las pasa en el teatro de la escuela.

- ¿Estás seguro de lo que me dices?

- Claro que no te estoy mintiendo.

- ¿A qué hora ven esas películas y con qué frecuencia?

- Casi siempre a las diez de la noche, unas dos veces por semana y no sé por qué razón me preguntas eso, si estas son vistas por profesores también.

- Te lo pregunto porque el director insinuó de que las mismas eran vistas aquí en la casa. En ningún momento le dije que no teníamos equipo de vídeo, ¿han pasado alguna vez películas pornográficas?

- No, pipo, de ese tipo nunca, solo de aventuras.

- ¿Cuantas veces peleaste en la escuela?

- Una sola vez.

- ¿Por qué razón lo hiciste?

- Porque había un grandulón abusando de uno más pequeño y yo salí a defenderlo.

- ¿Tienes testigo de eso?

- Por supuesto, está la profesora que nos separó y los muchachos del aula.

- ¿Dónde te pelaron así a la moda?

- ¿Dónde va a ser?, en la barbería de la escuela.

- ¿Quién le recogió de ancho a los pantalones del uniforme?

- Las muchachitas de la escuela, allá todo el mundo los tiene estrechos, eso es lo que se usa.

- ¿Dices que todos en la escuela lo usan igual que tú?

- Si, pipo, cuando volvamos yo te lo voy a mostrar.

- ¿Cuantas asignaturas suspendiste este semestre?

- ¿Quién dijo semejante cosa?, yo no tengo ninguna asignatura suspensa.

- Pues esto fue lo que me informó el director.

- Eso es fácil, las notas las deben poner en el mural de la escuela a más tardar mañana porque los alumnos salen de vacaciones, allí lo comprobarás.

- ¿Tú crees que tengas problemas ideológicos?

- ¿Qué problemas ideológicos viejo?, aquí todo es una desviación ideológica, si llevo cintas de la música que oímos en la casa es un problema, si me gusta vestir bien y a la moda es otro problema, las películas, el pelado, ¿qué no es un problema en este país?

- Oír a Silvio Rodríguez y a Pablo Milanés.

- Bueno y si no me gustan, ¿por qué me tienen que obligar a escucharlos?

- Espera un minuto que me voy a llegar al baño un momento. Se levantó Efraín y al pasar por el comedor el expediente le dio un grito.

- ¡Oye!, ¿tú no piensas leerme?, tengo cosas muy importantes que decirte. Paró en seco y vio que encima de la mesa del comedor se encontraba aquella libreta desde donde le había llegado la voz.

- ¡Claro!, tienes razón, de verdad que me había olvidado de ti, regreso en un momento.

- No dejes de hacerlo porque es lo más importante del problema con tu hijo.

- Por supuesto que no, en cuanto termine vengo por ti.

- Viejo, ¿con quién hablas? Preguntó la esposa de Efraín.

- Con nadie, ahora regreso. Terminando de hablar cerró tras de sí la puerta del baño. En la sala, madre e hijo se mostraron preocupados al sentir como Efraín había hablado solo en el comedor. Minutos más tarde, tomó el expediente y se sentó con él sobre sus piernas dando continuidad a la conversación interrumpida un rato antes.

- ¿Has tenido algún tipo de problema personal con el director de la escuela?

- En lo absoluto, siempre nos llevamos bien con él.

- ¿Y con la jefa de Vida Interna?

- Con ella si hemos chocado en varias oportunidades, a veces pienso que es algo racista.

- Si, pero estas cosas no se pueden hacer basándose en suposiciones.

- ¡Acaba de abrirme!- Gritó el expediente.

- Ya lo haré, pero déjame concentrarme en lo que estoy haciendo.

- ¿Qué hablas viejo?.

- Nada, parece que estoy muy sobrecargado con este lío. Pero diciendo esto abrió aquella libreta y se puso a leerla con curiosidad, la parte referente a las calificaciones escolares coincidía con lo que le había manifestado su hijo y se contradecía con el informe redactado por el director. Esto lo tranquilizaba, pero en la parte de las evaluaciones políticas dio un salto que asustó a su esposa e hijo.

- ¡No puede ser! Esta gente está loca, ¿cómo pueden escribir esto en el expediente de un escolar.

- Te lo dije. Comentó el expediente.

- Mejor te callas ahora.

- ¿Qué dices viejo?

- Esos hijos de puta han escrito en tu expediente que eres contrarrevolucionario.

- ¿Cómo? Preguntaron sorprendidos madre e hijo.

- Como lo oyen, aquí aparece que tú y otros compañeros del grupo hicieron un sabotaje contrarrevolucionario en la escuela.

- No puede ser posible. Exclamó el hijo de Efraín.

- ¿Cómo puede ser eso? Preguntó la madre.

- De la manera que ha sido no puedo responderles, pero eso es lo que aparece escrito en el expediente. Terminando de decirlo le mostró la libretica a ambos, la observaron con preocupación y todo coincidía exactamente con lo que expresaba Efraín.

- Sabía que te sorprenderías. Manifestó el expediente ahora abierto en las manos de Efraín.

- Cállate por favor, esto es más serio de lo que me imaginaba.

- ¿Que dices viejo? Preguntó Efraincito.

- Nada, tomemos las cosas con calma y mañana regresaremos de nuevo para hablar con ese director.

- Yo iré con ustedes en ese viaje. Expresó la madre.

-Dime una cosa, ¿cuál fue el acto de sabotaje al que se hace referencia en el expediente?

- No fue ningún sabotaje, un día estábamos jugando con fósforos un grupo de alumnos, nos tirábamos encendidos los mismos y dio la casualidad de que uno de ellos cayó en un sofá inservible que tiene el vinyl todo rajado y el relleno por fuera. Entonces aquel relleno se incendió, pero al momento lo apagamos, cuando lleguemos a la escuela yo te lo mostraré.

- Si, creo que es muy importante que me lo muestres, carajo que pena no tener una grabadora pequeña en estos momentos.

- ¿Para qué? Preguntó la madre con ingenuidad.

- Porque en estos casos van a surgir muchas negaciones en las discusiones que se producirán y cuando la pelea se ponga fea, muchos desmentirán lo que supuestamente expresaron en las reuniones del Consejo de Profesores.

- ¿Por qué no dejamos todo esto a la mierda y matriculamos a Efraincito en cualquier escuela? Preguntó la esposa de Efraín, con el propósito de alejarlo de aquel foco de preocupaciones.

- Eso sería lo más fácil para nosotros, ¡claro!, de no existir este cabrón expediente.

- Viejo, ¿por qué no lo botas a la basura y así te quitas de encima este problema?

- Muy sencillo, no lo hago porque después no podremos matricularte en otra escuela y como ustedes saben, con esa coletilla que tiene escrita, es muy posible que ningún director quiera darte matrícula y mucho menos podrás aspirar a una carrera universitaria.

- Llevemos a alguien de testigo. Propuso la madre.

- No es mala idea, pero bien sabes que aquí se limpian el trasero con todo esto.

El viaje se hizo más ameno en compañía de Enrique, uno de los pocos amigos confiables de Efraín, durante el trayecto en taxi hasta la escuela, cruzaron varias bromas pero este último no dejaba de estar preocupado por la situación que atravesaba su hijo.

En la escuela había mucho movimiento de alumnos y padres, ese día partirían de vacaciones y coincidieron otra vez con algunos de los familiares que tenían a sus hijos involucrados en distintos problemas. Antes de realizar cualquier tipo de gestión, revisaron todas las listas donde aparecían las calificaciones de los muchachos y Efraín anotaba las de su hijo en la agenda que traía consigo. Después le pidió a su hijo que le mostrara el sofá que había sido víctima de un atentado contrarrevolucionario y al ver el desastroso estado en que se encontraba, le produjo un poco de risa. Luego de ese pequeño recorrido, se dirigió a la puerta de la oficina del director.

- Por favor, dígale al director que el padre de Efraín se encuentra aquí y desea una entrevista con él. Le manifestó su esposa a la muchacha que custodiaba la entrada.

- Espere un momentico. Contestó la chica quién evidentemente conocía a Efraincito y al que le guiñara un ojo. La pequeña comitiva se mantuvo atenta al regreso de la muchacha.

- Mire, mamá, dice el director que en estos momentos no los puede atender y les sugiere que regresen otro día porque está muy ocupado.

- Mira, mi niña, dile a tu director que hemos dado el viaje desde La Habana hasta aquí para entrevistarnos con él y hasta que no lo hagamos no nos iremos. Le contestó Efraín algo molesto y la chica no esperó a que terminara de hablar.

- Dice que dentro de unos minutos los atenderá. En lo que pasaba el tiempo, Efraín le dijo a su hijo que averiguara con sus amiguitos lo referente a sus situaciones y les recordara a los padres que no firmaran ningún papel.

- Dice el director que los espera en su oficina. Les informó la muchachita de guardia en la puerta.

- Buenos días y tomen asiento.

- Buenos días. Contestaron todos.

- ¿En qué puedo servirles ahora? Preguntó el director.

- Muy bien, vayamos al grano sin titubeos, usted no tiene tiempo ni para nosotros es muy agradable dar estos largos viajes desde La Habana hasta aquí.

- Entonces usted dirá.

- Tengo que decirle que no estoy de acuerdo con el proceso seguido contra mi hijo y que cuando salga de esta escuela iniciaré las reclamaciones que corresponden a esta arbitrariedad al nivel que yo entienda correspondiente.

- Bueno, yo le expliqué que puede hacer su demanda en el Municipio de Educación del pueblo de Artemisa.

- Yo creo que el asunto es de más gravedad y merece ser llevado al Ministerio de Educación.

- Parece que usted me está amenazando.

- No lo amenazo, solo le digo lo que voy a hacer.

- No veo que las razones sean de la gravedad que usted expresa para llegar a ese nivel.

- Verá que la gravedad existe, pero comencemos; Usted me dijo en la visita anterior de que mi hijo tenía desaprobadas varias asignaturas y hoy he comprobado de que eso es falso, él se encuentra entre los pocos de esta escuela que no llevan arrastres.

- En realidad esa es la información que me brinda el Consejo de Profesores.

- Yo comprendo que usted no puede saber que alumno aprueba o desaprueba sus exámenes por la cantidad de educandos que existen en el centro, pero es una negligencia de ese Consejo ofrecer datos falsos. Esto no es lo que me preocupa, usted manifestó que mi hijo tenía desviaciones ideológicas por ver películas como Rambo, etc. y aseguró de que ese era un problema de su casa, pensando de que al yo ser marino tenía aparato de vídeo, pero desafortunadamente se equivocó de nuevo. Las películas que tanto afectan a mi hijo según usted, fueron vistas en esta escuela después de las diez de la noche, horario en el que supuestamente los alumnos deben dirigirse a sus dormitorios.

- Eso es falso y una infamia como esa no se la acepto.

- Es tan falso que las películas fueron proyectadas en el teatro de este centro por el padre de la alumna María Benítez González, quien se desempeña como dirigente y posee un auto marca Lada de color azul.

- Eso se tiene que verificar.

- Por supuesto que los inspectores del Ministerio lo deben verificar. Usted me dijo que Efraincito mostraba los síntomas de su desviación ideológica a través del pelado y la alteración de su uniforme. Pues yo he comprobado que todos los alumnos tienen el uniforme en las mismas condiciones, estos fueron modificados por las chicas de la escuela y el pelado se lo hacen los barberos de este centro.

- Yo creo que usted se está metiendo en asuntos que no le corresponden, como ese de vincular a la escuela con los problemas de su hijo.

-Eso es algo que me corresponde, porque le repito, yo le entregué a un muchacho que terminó la primaria y según sus informes ahora me entregan a un desviado ideológico y contrarrevolucionario.

- No creo haberle expresado eso.

- Usted no, pero el expediente que me entregó lo lleva escrito.

- Creo que usted está exagerando. Terminando de decir eso Efraín sacó el expediente y se lo tiró encima del buró.

- Léalo y comprobará hasta donde exagero. El director lo tomó en sus manos y cuando hubo de comprobar la veracidad de los planteamientos de Efraín, se levantó y en la puerta ordenó a la muchacha de guardia buscar a la Responsable de Vida Interna.

- La compañera que escribió eso vendrá para acá en unos minutos. Se sentó de nuevo y en la medida que transcurría el tiempo, se borraban tras de sí los síntomas de arrogancia.

- Usted manifestó que mi hijo había tenido una gran pelea en medio de una clase, constituyendo un gravísimo acto de indisciplina.

- Bueno, de eso él mismo puede dar fe.

- ¿Se molestó usted en averiguar el motivo de dicha pelea?

- No, porque cualquiera que haya sido la razón, constituye un acto de indisciplina.

- Por supuesto que es una indisciplina, pero una de las que yo apruebo como padre, porque él salió en defensa de uno más débil sobre el cual se cometía un abuso.

- De esto no estoy informado.

- Pues antes de aceptar toda la información que se le brinda y proponer una sanción a una persona sin ser juzgado, debería dársele la oportunidad a que se defienda cuando menos.  En ese momento entró la Responsable de Vida Interna, una persona que en sus expresiones denotaba bajo desarrollo intelectual y cultural, originándose una pronta discusión donde no se llegó a ningún acuerdo y culminó con intercambio de ofensas. Ella se negó rotundamente a realizar cualquier cambio en lo escrito en el expediente y todo parecía indicar que, existía una estrecha colaboración entre director y Jefa de Vida Interna.

Por el camino hacia La Habana y luego de un breve intercambio de opiniones relacionados con los futuros pasos a seguir, todos cayeron dormidos en sus asientos mientras la ruidosa guagua se desplazaba por la carretera Central. En la terminal de ómnibus de Marianao tomaron un taxi hasta la avenida del Prado en la Habana y de allí continuaron hasta el barrio obrero de Alamar en otro autobús de la ruta 215.

- ¿No pensarás dejar todo así? Preguntó el expediente a Efraín cuando los demás continuaban el sueño, ahora con la brisa de un aire menos contaminado por la proximidad del mar.

- Claro que no, mañana mismo iré a ver a mi amiga del Ministerio de Educación para que ella misma me indique los pasos que debo seguir.

- ¿Crees que ella se atreverá a ayudarte a ese nivel?

- Es de suponer, pues yo sé que tengo la razón, ¿por qué me preguntas eso?

- Solo por saber, tú tienes mucha más experiencia que yo. Acuérdate que solo salgo de las escuelas en muy pocas ocasiones y la verdad es que no estoy muy satisfecho con las cosas que he oído en las oficinas donde me han tenido archivado.

- Bueno, pero es que la vida de una escuela es muy diferente a la de la calle.

- De todas maneras, sigo sin confiar.

- No te preocupes, verás como mañana todo se arregla.

- Insiste por favor en que me quiten esa mancha tan dolorosa que llevo en mis hojas.

-Lo haré, pero por favor relájate y no me atormentes con tantas preguntas,

- Acuérdate que para estas gestiones yo debo andar muy sereno.

Al siguiente día Efraín se levantó bien temprano y después de pasar por la caja de pago de su Empresa, se dirigió al Ministerio para conversar con su amiga. Ahora iría preparado para lo peor, pues conocía al cubano de hoy, ese que sabe ser amigo en las buenas y te abandona cuando más lo necesitas, aun así, no acababa de aprender y confiaba en todas sus amistades.

- Imagínate tú, la verdad es que yo no me puedo meter en esa candela. Tú mejor que nadie sabes que yo soy militante y fui la que puso la cara por tu hijo, ahora te apareces con esta candela y eso me puede ensuciar. Ese fue el inicio de la conversación con su amiga Margarita.

- ¡Coño!, pero yo no veo donde está la candela que dices, supón que mi hijo tenga problemas, pero estos son derivados de los males que existen en ese centro escolar.

- Yo te comprendo, pero tú sabes cómo funciona esto.

- ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Sencillamente esa escuela no está funcionando bien y no siempre la culpa debe caer en los más débiles.

- Mira, eso es un asunto que tú debes resolver como padre, yo te voy a dar la dirección de una persona en la oficina de la Dirección Provincial de Educación. Le explicarás todo lo que me has dicho, pero en ningún momento menciones mi nombre, no quiero verme implicada en esa candela.

- Perfecto, dame la dirección y olvídate de mí, no creo que vuelva a molestarte.

Efraín tenía una amplia experiencia en cuanto a los cambios que habían experimentado la mayoría de los cubanos, pero aun así nunca escarmentó y siempre confiaba en que todavía quedaba alguien que se distinguiera por no renunciar a su verdadera personalidad. Aquel ser que no temiera en algún momento defender la razón, quién diera muestras de tener criterio propio y no se dejara arrastrar por aquella corriente maligna, que tanta destrucción causó entre nuestra gente, "el mal llamado criterio unánime". Rincón del alma donde se escondía toda la cobardía del ser humano, donde al levantarse una mano se condenaba al amigo, al vecino o al compañero, por el miedo a nadar en contra de la corriente, por el pánico a levantar la voz, a señalarse como conflictivo, por temor tal vez a perder el puesto de trabajo, porque este era más importante que la vergüenza, la dignidad y el decoro entre los hombres. Todo esto lo sabía, lo vivía diariamente, pero nunca perdió las esperanzas de poder hallar a ese amigo ausente, al hermano de sangre indiferente ante los problemas que eran de la familia, al vecino solidario que siempre habitó en Cuba. Siempre soñaba en poder encontrar a su pueblo, porque nunca aceptaría que su gente hubiera muerto.

Al día siguiente llegó hasta aquella oficina ubicada en la barriada de Santos Suarez, muy cerca del cine Alameda y a una escasa cuadra de la calle Santa Catalina. Allí lo atendió un hombre maduro y comprensivo, un tipo que sabía que Efraín no estaba mintiendo porque conocía todos los lados flacos del sistema educacional cubano. Oyó con suma atención todos los planteamientos y le prometió encargarse personalmente de la investigación del caso, por lo menos su actitud había sido mejor que la de su amiga y un poco más satisfecho partió de regreso a la casa.

Pasaron varias semanas cuando la casa de Efraín fue visitada por varios inspectores que lo sometieron a él y a su hijo a un largo diálogo. Surgieron preguntas de toda índole referente a la escuela y le dieron una cita para recibir las conclusiones en las Oficinas de la Provincia.
Ese día Efraín decidió ir solo para no sobrecargar a su hijo con más problemas y se acompañó de todos los documentos que poseía sobre el caso, entre ellos el expediente, quién no dejaba de protestar dentro de aquella pequeña bolsita plástica.

Después del intercambio de saludos, el funcionario le ofreció un café a Efraín que fue servido de un termo. Café aguado y sin olor al que ya estaban acostumbrado a beber todos los cubanos, muchos no se explicaban los motivos de este gran cambio en el sabor del café cubano. Efraín lo sabía perfectamente, Cuba vendía su grano de primerísima calidad e importaba aquel café que nuestros campesinos conocían como cascarilla. Además de su pésima calidad, ésta era empeorada aún más con la mezcla de otros granos y por esta razón no olía a nada cuando se colaba. No le vino mal aquel traguito de agua caliente con un poco de color y azúcar después de un viaje tan largo.

- Realizadas todas las investigaciones, basándonos en las acusaciones que tu formulaste en contra de la dirección de la escuela Secundaria Básica República de Bulgaria, hemos llegado a la conclusión de que se ha realizado un mal trabajo en ese centro educacional y tanto su hijo, como los demás muchachos a los que se les había solicitado la baja, pueden seguir en ese centro. Expresó aquel maduro y atento funcionario.

- Muy bueno, era hora de que algún día se hiciera justicia, pero dígame, ¿en qué condición queda el asunto referente al expediente de mi hijo?

- ¿Lo trajiste contigo?

- Por supuesto, mire, aquí está. Efraín lo extrajo de la bolsita y se lo entregó al funcionario. El hombre buscó la página donde se había cometido el señalamiento en contra de su hijo e hizo una breve anotación y después se lo devolvió nuevamente. Efraín leyó cuidadosamente lo anotado e insatisfecho por la nota le preguntó al hombre.

- ¿Usted cree que con poner esta nota se resolverá el problema?

- Por supuesto que sí, además lleva mi rúbrica.

- Eso no sirve, no te dejes engañar. Comentó el expediente.

- El problema es que usted sabe cuántos estúpidos iguales al que escribió esa nota están ocupando en estos momentos cargos de dirección en nuestro país.

- Pero la nota dice claramente que esa anotación se hizo de forma errónea.

- No te dejes marear, tú sabes perfectamente que eso es una mierda. Intervino el expediente.

- Pero el que lo lea encontrará intacto el señalamiento y no pensará lo mismo aunque lea su nota,
 ¿por qué no se le hace un expediente nuevo?

- Mira, yo no estoy autorizado a ello.

- Bueno y ¿quién es el que está autorizado?

- La verdad es que no se responderte esa pregunta, tú sabes que un expediente es una cosa muy sagrada en este país y nadie se atrevería a destruir uno de ellos.

- Bueno, supongamos que no se destruya, pero se le puede sustituir esa página.

- Lo siento, pero hasta allá no llega mi potestad, es más, ¿quieres que te de un consejo?

- Usted dirá.

- De esto no quiero que hables con nadie porque me puedes comprometer, pero te recomiendo que saques a tu hijo de ese municipio inmediatamente.

- Y eso ¿por qué?

- Porque les ganaste la pelea a ellos, pero desde este mismo instante tu hijo estará en la mirilla de los directores de ese municipio. Al menor fallo se vengarán hasta destruirlo, acuérdate de ese lema que dice que el Partido es inmortal.

- Ya yo tenía en mente hacerlo.

- Entonces ahora pasa por el Municipio Artemisa y recoge su boleta para que solicites su reingreso en otro municipio.

- La voy a recoger, pero no creo que me queden deseos de volver a becarlo después de esta amarga experiencia.

- Te lo dije, todo esto es una mierda. Agregó el expediente.

- Bueno, creo que hasta aquí llega nuestra participación en el asunto de tu hijo. Cualquier otro tipo de reclamación está fuera de nuestra jurisdicción y tendrías que apelar al Ministerio, donde solo atienden casos de extrema gravedad.

- No se preocupe, creo que ya estoy cansado de este asunto, muchas gracias por su colaboración y continuaré los trámites del traslado de mi hijo.

Se despidieron y Efraín salió de aquella oficina preocupado por las últimas palabras de aquel dirigente; " Se vengarán hasta destruirlo, acuérdate de ese lema que dice que el Partido es inmortal". ¿Será posible, coño? ¿Es esta la sociedad que yo estoy ayudando a construir? ¿Puede el Partido derramar su ira y odio contra un simple estudiante? ¿Qué es esto, Dios mío? Estas y muchas más cosas iba pensando mientras caminaba por Santa Catalina en dirección a la calle 10 de Octubre para tomar una guagua que lo acercara al Prado de La Habana.

- Te lo dije, esto es una mierda. Expresó el expediente.

- Cállate por favor y déjame meditar un poco para ver de qué manera se puede resolver el asunto de ese escrito que llevas contigo.

- No te rompas la cabeza que ya el mal está hecho y no tiene solución.

- Pero es que debe haber otra vía, tal vez en la Dirección del Municipio.

- Que ingenuo eres, si no resolviste aquí en la Provincia, podrás pensar aun que allá encontrarás la solución.

- Bueno, no hay peor gestión que aquella que no se hace.

- Te recomiendo que no hagas el intento.

- ¿Por qué lo dices?

- Porque el Director de la escuela es amigo de la Directora Municipal y tú la ignoraste, además de plantear un pleito en contra de alguien de su zona, poniendo en duda su buen funcionamiento.

- Creo que tiene lógica lo que dices.

- No es solamente lógica, acuérdate que estuve archivado en la dirección de la escuela.

- Entonces a la mierda con todo esto, que estudie donde pueda y de lo contrario que no estudie, todos no podemos ser ingenieros ni científicos en un país.

- Malos razonamientos.

- ¡Al carajo!, mañana busco su boleta y concluyo con este asunto que me va a volver loco y tú, te quedas con esa cabrona mancha.

- Sabía que al final pararía como todos mis compañeros, parece que tendré que resignarme como ellos.

Al día siguiente Efraín partió hasta Artemisa nuevamente y allá se encontró con la resistencia de la dirigente municipal, al parecer mostraba un excesivo interés en mantener a su hijo dentro del dominio de sus poderes. Solo que ante todas las explicaciones dadas por ella, chocó ante la férrea decisión del padre por sacar a su hijo de allí.
Luego vino otra tragedia, la de matricularlo en alguna de las pocas escuelas de La Habana, pero al ser imposible aquello, no quedó otra alternativa que regresarlo al plan de becas, aunque fuera en otro municipio para que terminara el último año de secundaria.

Así con su mancha en el expediente y la nota aclaratoria, fue aceptado en otra escuela de un municipio bien alejado del anterior hasta que terminó este año. Los tres años de Pre-Universitario eran obligatorios también pasarlos en las escuelas del campo, pero a estas alturas ya el hijo de Efraín les hacía rechazo total a las becas y se negó a regresar. Comenzó una nueva tragedia, no se pudo resolver matrícula en ninguna de las pocas existentes dentro de la Ciudad de La Habana y para que no estuviera sin hacer nada, por medio de unas amistades, se le resolvió una inscripción en la Escuela Politécnica Aracelio Iglesias. Esta escuela que se encuentra ubicada detrás del Hospital Naval en La Habana del Este, era un centro de enseñanza de especialidades referentes a las reparaciones de los barcos. Los alumnos eran de bajo promedio escolar, la mayoría venían de las provincias del interior del país, la disciplina era un desastre, las peleas entre los alumnos muy frecuentes y en algunos casos, la calidad de su profesorado deseaba mucho que desear.

Desde el primer día Efraíncito le hizo rechazo a ese centro escolar y la principal razón era que no se sentía atraído por ninguna de las especialidades que allí se estudiaban. Desde los inicios comenzaron las ausencias a clases, tiempo que un día pudo comprobar, su hijo lo gastaba en las bibliotecas y museos de La Habana. Esto lo descubrió su esposa en una oportunidad en la que le registró la billetera y encontró los carnets de inscripción en cada una de ellas. El muchacho era desde niño un empedernido lector, siempre estuvo inclinado por la historia y las letras, era el individuo que se sentaba frente al televisor y cuando ponían alguna versión teatral sobre la obra de algún famoso escritor, saltaba indignado cuando violaban algún diálogo o pasaje de la obra en cuestión. Eso lo comprobó en varias oportunidades y una de ellas fue cuando transmitieron "Bodas de sangre". A Efraín esto le causaba dolor, como todo padre hubiera querido que su hijo se inclinara por su profesión, solo que el muchacho detestaba el mar y la razón principal era el haberse criado casi toda la vida alejado del ser amado. Esta situación empeoraba aún más cuando el sistema imperante en el país obligaba a la juventud a estudiar carreras que no eran las de sus aspiraciones. Gran cantidad de jóvenes frustrados llegaron a finalizar en contra de su voluntad estudios por los que no sentían la más mínima atracción.

En varias oportunidades fue convocado al centro de estudios nuevamente, la única queja que existía eran sus continuas ausencias. Efraín decidió colaborar con la escuela y para ello siempre tomaba una guagua posterior a la que había partido su hijo con el fin de comprobar si había asistido a clases. Siempre fueron más las oportunidades en las que asistió el padre y no llegó el hijo.

Uno de esos días en que fue convocado a la escuela, le entregaron nuevamente el expediente de Efraincito y al verlo comprobó que le habían agregado otra nota. Esta vez no solo hacía referencias al muchacho, mentían en cuanto a la relación familia escuela. Decía la nota que la familia no colaboraba con el centro y hasta ese momento se desconocía quienes eran sus padres.

- Te lo dije, todo el mundo me tomará como basurero después que aquella cabrona nota se quedó escrita en mis hojas. Exclamó con tristeza el expediente.

- Verás que esta situación la resolveremos, no te preocupes.

- Que infeliz eres, esta escuela como las otras funciona de la misma manera.

- ¡Si!, funcionará como les dé la gana pero yo tengo testigos de haber asistido más que mi hijo a este centro.

- Pero no darán el brazo a torcer.

- No me importa, de todas maneras, tendrán que oír cuando menos. Terminando de decir esto, Efraín salió en dirección a la biblioteca de la escuela, una de las bibliotecarias era esposa de un primo suyo y con ella pudo averiguar quién era el profesor que había firmado aquella última evaluación.

- Buenos días. Saludó al individuo sin ocultar su enojo.

- Buenos días compañero. Respondió el profesor.
  
- ¿Usted me conoce?

- Por supuesto que no.

- Lo cual no quiere decir que por el hecho de no conocerme, yo no participe en las actividades de esta escuela y menos aún que no colabore con ella.

- Tiene razón en lo que expresa, eso es algo lógico, puede que nunca hayamos coincidido.

- ¿Esta es su firma? Preguntó Efraín dando muestras de una creciente ira, mientras le mostraba el expediente al profesor.
-¡Mire, papá! Yo quisiera explicarle algo…
-Partamos primero de que yo no soy su padre. Le dijo sin darle tiempo a explicar nada. -Después, ¿Cómo es posible que usted firme un documento conteniendo semejante infamia sin conocerme?

-Es que fue una orientación de la jefa de cátedra.

-¡Claro! Si ella le pide que se lance desde el tercer piso, allá ira usted como un imbécil a cumplir su orden.

-¡Mire, papá!...

-Ya le he dicho que no soy su padre. ¿Cómo se llama esa jefa de cátedras?

-Es la profesora Ana Guillén. Respondió aquel hombre sin poder ocultar su nerviosismo y Efraín le dio la espalda sin despedirse de él.

Mientras se dirigía nuevamente hacia la biblioteca se encontró con varios oficiales de la marina mercante a quienes conocía y se desempeñaban como profesores de aquel centro.

-¿Ustedes a una tal Ana Guillén? Les preguntó a prisa, ya estaba bastante enojado con todas las sobrecargas vividas por culpa de aquel puto expediente.

-¿No te suena el nombre? Preguntó uno de ellos sin ocultar cierta dosis de ironía.

-Bueno, es el apellido del poeta. Contestó con cierta inocencia.

-¡No, hombre! Estás frío y hablando en pasado. Ella corresponde a nuestro tiempo y la tienes muy cerca en Mambisa. Es hermana de la Jefa de Cuadros.

-¡Coño, verdad que sí! Aquella se llama Cándida Guillén. ¿Qué tal es esta? Lanzó su pregunta sin dirección definida.

-¿Esta? Tan o más hija de puta que aquella. Contestó uno de ellos manifestando todo su desprecio por la que Efraín conocía.

-¿Tú crees? ¿Qué hace esta de acá?

-Es una chivata que nos tiene la vida hecha un yogurt, ¿para qué contarte? ¿Tienes problemas con ella?

-Si lo tengo y bastante grave. Abrió entonces el expediente de su hijo y lo mostró al grupo con las anotaciones realizadas por la Guillen.

-¡Coño, esto es grave! No solo lo embarra a él, agarras tú por carambola y puedes salir cagado en cualquier investigación.

-¿Saben una cosa? Voy a sonarle un acto de repudio a esa maricona. ¿Dónde puedo encontrarla ahora?

-Debes esperar a que termine el turno de clases, se encuentra en el tercer piso muy cerca de aquella escalera. Respondió uno de ellos señalando en dirección al lugar.

-¡Perfecto! Traten de reunir a varios profesores de los que no la soportan para que disfruten del espectáculo. Se despidió y se marchó en dirección al sitio indicado.
Fueron quince minutos de espera interminables, sus pasos se repetían con ansiedad entre el acceso a la escalera y el balcón de aquel piso mientras esperaba el sonido del timbre que anunciara cambio de turno. Mostraba el mismo nerviosismo del padre que espera el anuncio del nacimiento de su nuevo hijo, solo que, en este caso, ese encuentro decidiría parte de su suerte y la de Efraincito. Se encontraba muy agotado y las ideas les llegaban confusas a la mente, no lograba coordinarlas para organizar una sola frase que saliera por su boca. Varios ojos lo observaban con impaciencia y curiosidad por saber el final de aquella historia. Algunas sonrisas con sed de venganza pudieron observarse entre ellas y comprendió ser el eje de un acto político suicida, donde se definiría parte de su futuro y la del hijo. El timbre sonó con violencia y estremeció cada pulgada de su cuerpo despertando toda la ira que guardaba desde hacia varios meses. Los alumnos pasaron veloces a su lado en diferentes direcciones con esa alegría propia de la edad, ella saldría del aula unos minutos más tarde.

-¿Usted se llama Ana Guillén? Ella reacciono con nerviosismo cuando se vio abordada sin cruzar saludo alguno.

-Sí, ¿en qué puedo servirle, papa? Su voz escapó con cierto vibrato y la traicionaba.

-Ni soy su padre y menos aun me sirve para nada. ¿Esta es su letra y firma? Supongo. Le dijo mientras mostraba la nota escrita en el expediente de su hijo.

-Sí…

-¿Usted me conoce? Le preguntó sin dejarla continuar hablando y al instante le extendió el expediente para permitirle leer completa aquella nota.

-No, no lo conozco. Contestó más nerviosa aún.

-Y si no me conoce, ¿Cómo coño se atreve a escribir eso donde no solo condena a mi hijo, me involucra con total desconocimiento?

-Es que yo no lo conozco, nunca lo he visto en la escuela…

-Pero el hecho de que así sea, no significa que yo no esté colaborando y no solo escribió algo que es totalmente falso, involucró a otros profesores que estúpidamente y carentes de criterio propio la firmaron.

-¡Mire! Yo debo comenzar otro turno de clases y no tengo tiempo para atenderlo. Apele a la dirección de la escuela o al núcleo del partido del centro.

-¡No, mire usted! Yo no voy a apelar a ninguna de las partes que menciona. Solo vine a decirle que usted es una extremista de mierda y que me limpio el culo con lo que escribió en el expediente de mi hijo.

-¡Papá, modere su vocabulario!

-Ya le dije que no soy su padre y hablo como me salga de los cojones. Parece que ese es el vocabulario perfecto para tratar a una hija de puta como usted. La tipa escapó a toda velocidad escaleras abajo y dio por concluido aquel encuentro. Dirigió la mirada hacia el grupo de oficiales y profesores, le hicieron una señal con el pulgar apuntando hacia el techo.

Mientras caminaba en dirección al Hospital Naval para tomar la guagua de regreso a su casa, muchas ideas cargadas de pesimismo acudieron a su mente. Ya no podía hacer nada para salvar aquella situación, cualquier reclamación que hiciera tendría como punto de referencia el encontronazo con aquella mujer tan despiadada y famosa como su hermana. Decidió que finalmente su hijo no acudiera otra vez a esa escuela y rezaba porque no se hiciera una investigación que condujera hasta las oficinas de la marina mercante.

-Pipo, ya resolví el problema del expediente. Le dijo su hijo uno de esos mediodías.

-No te entiendo, tu expediente se encuentra en una de las gavetas de la cómoda.

-Ya puedes romperlo con toda tranquilidad, no hace falta su existencia.

-Termina de explicarme, sigo sin comprender.

-Me puse de acuerdo con un amigo mío, nos llegamos hasta la Primera Estación de Policía, ya sabes, la que está a un costado del teatro Martí. Se tomó una pausa para darle tiempo su padre a ubicarse.

-¡Sí, ya sé! Una vez estuve detenido allí. ¿Qué pasó?

-Nada, declaramos que habíamos sido asaltados en La Habana Vieja y nos robaron las mochilas que eran de origen extranjero con todo su contenido. Declaré que la mía contenía libros, libretas, la merienda, un sweater y el expediente escolar. Se detuvo sonriente mientras comenzaba a extraer un papel que traía en el bolsillo de su pantalón. Aquí tienes el acta levantada en la policía.

-¿Y ahora? Preguntó vagamente mientras ojeaba el papel.

-¿Ahora? Me orientaron que fuera al municipio de educación a solicitar un expediente nuevo, limpio de polvo y paja. Solo debo presentar esa acta y asunto concluido.

-¡Coño, cómo no se te ocurrió antes?

-¡Te lo dije, recuerda! Pero te encaprichaste en ir por los canales oficiales.

-¡Esteban Casañas Lostal, expediente 6264! Siempre me asombró la memoria prodigiosa que tenía Fidelito y que me expresara la misma frase cuando yo debía acudir al Departamento de Cuadros a realizar alguna gestión. No lo hacia solamente conmigo, pude comprobar que recordaba el numero de expediente de muchos oficiales con los cuales coincidí.

-¡Qué bárbaro eres! ¿Qué tienes para mí?

-Bueno, aparte del fin de tu pachanga, porque saldrás enrolado en unos minutos, aquí tengo tu expediente para que firmes las evaluaciones pendientes de hacerlo.

-Ya sabes que no voy a firmar absolutamente nada. Siempre le manifesté cuando ponía la palma de mi mano sobre un abultado expediente tan grueso como la biblia.

-¡Coño, pero firma que no estás de acuerdo!

-Eso es para los bobos, al hacerlo le daría validez a todas las mierdas que han escrito sobre mí. Así que guárdalo y déjalos que sufran otro poco más.

Deserté en el año 91 y algo más tarde desapareció la marina mercante cubana. Sabrá Dios dónde carajo deban tener guardadas todas aquellas actas cargadas de infamias, donde entre anotaciones se distinguían algunas de peso. No colabora con el Partido, indiferente, desafecto, problemas ideológicos, no asiste, etc. Yo me fui y ellos se
 quedaron con el policía que controlaba mi vida, porque esa era verdaderamente la función de aquellos expedientes reguladores de la vida de los cubanos desde que entraban en la escuela primaria.



Esteban Casañas Lostal
Montreal.. Canadá
2000-01-12


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Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...