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martes, 4 de agosto de 2020

LA VIDA DE UN PÁRVULO EN LA CASA DE BENEFICENCIA Y MATERNIDAD DE LA HABANA.


LA VIDA DE UN PÁRVULO EN LA CASA DE BENEFICENCIA Y MATERNIDAD DE LA HABANA.





Muchas cuartillas se han emborronado en distintos tiempos para hablar, describir, descifrar y hasta especular sobre nuestras alegrías y tristezas. Algunas de esas líneas fueron escritas también con fuertes dosis de veneno para manipular a las nuevas generaciones y de paso, desacreditar a una magnífica institución que siempre fue una parte importante en la solución y no del problema que enfrentaron cientos de niños condenados por la sociedad de turno a la orfandad. ¿Alguien nos preguntó si estábamos felices o tristes? ¡Absolutamente, no! Esta es la principal razón que me empuja hoy a ese regreso en el tiempo, lo hago a título personal y mi opinión pudiera contar con el desacuerdo de cualquiera de aquellos hermanos que compartió conmigo igual suerte, no me interesa la de periodista alguno, sea cual sea su época, este es mi testimonio.


Se ocuparon una vez de colgar una tarja recordando la existencia de lo que fuera “El Torno”, triste recuerdo que vivió nuestra sociedad durante muchos años. Recuerdo habérsela leído a mis hijos conteniendo las lagrimas y al final les dije que estaba colocada en un sitio equivocado, porque ni para aquel infame o supuesto recordatorio, que no un homenaje, tuvieron en cuenta ese detalle. Nadie de las nuevas generaciones puede comprender que aquella simple ventanita, donde muchas madres entre lágrimas dejaron a sus hijos por miles de razones, fue una ventana abierta a la esperanza y vida de cientos de niños a través de su historia.


Mucho se ocupó el historiador de La Habana fallecido recientemente en rescatar una parte de nuestra historia para ponerla al servicio del visitante extranjero en el casco histórico de la ciudad. Por endulzar todo ese ambiente turístico, no solo se llevó a Lady Di, quien nada tiene que ver con nuestra historia y bastante había atacado el régimen a la monarquía inglesa. Se construyó una iglesia ortodoxa, una mezquita, y para colmar de objetos aquellas, después adoquinadas calles, mudó al Caballero de Paris para La Habana Vieja con carácter permanente y su libreta de racionamiento incluida. Nada, absolutamente nada, se les ocurrió para traer al conocimiento de las nuevas generaciones, un simple y poco costoso monumento que recordara la existencia de la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana. Una institución que supera con creces su aporte a nuestra historia y sociedad que el realizado por los mencionados y otros que no me vienen a la mente en estos instantes.


Nuestras existencias cobraban vida al toque de una corneta tocada por un mulato al que todos conocíamos por su apellido, Peñalver. Mulato algo bembón, labios que superaban con creces el diámetro de la boquilla de aquel instrumento. Gracias a él abríamos los ojos a esa hora exacta de cada mañana sin importar el día de la semana, era tan potentente su llamado, que se escuchaba en todos los rincones de una escuela que abarcaba toda una manzana. Se despertaban en apariencias los gorriones, totíes y mayitos que anidaban en los arboles del parquecito interior contiguo a nuestro pabellón y destinado solamente para los párvulos. Revoleteaban por nuestro pasillo las cariñosas golondrinas que nos visitaban cada año, todo se ponía en movimiento gracias al aire comprimido en los pulmones de Peñalver.


Tender la cama era nuestro primer deber, tenderla sin arrugas como si se tratara de una unidad militar, así nos enseñaron. Luego pasábamos al baño para lavarnos la boca y cara, nos peinaban con el mismo peine y nadie temía a un contagio de piojos, éramos niños sanos. 


El desayuno estaba constituido por un platico de cereal de avena (Quaker), un vasito de leche de vaca dulce y sin café mas un pedazo de pan con mantequilla. Nuestro comedorcito quedaba en el mismo pasillo aledaño a los dormitorios y nunca supe cómo nos llevaban las comidas al carecer la edificación de elevador para esos servicios.


Después del desayuno nos conducían al área de las aulas, ellas se encontraban en la misma edificación con ventanas a la calle Belascoain y se extendían hasta el final de la escuela. Estando en párvulos asistí hasta el segundo grado, para el año 1958 aproximadamente y si la memoria no me traiciona, comencé el tercer grado cuando a parte del alumnado nos trasladaron para Triscornia (Al Lado del Observatorio Nacional). Razones por las que manifesté en un comentario que yo fui de los últimos párvulos que existió en aquella institución. Para el tercer grado ya nos habían pasado a la categoría de “Varones” y en la escuela solo existieron estas dos clasificaciones. En Triscornia no hubo niños con las edades de los párvulos y desaparecieron definitivamente de la escuela. Las maestras de primaria eran muy buenas pedagogas y estando en el segundo grado ya se incluía la asignatura de inglés en nuestros estudios. Teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde el toque de corneta y nuestra entrada a las aulas, debo suponer que nos despertaban antes de las siete de la mañana. He olvidado mencionar que nuestro director era el Doctor Portela y la Madre Superiora que dirigía a nuestras queridas monjas era Sor Rosa Oms, espero no equivocarme. Ambos, Director y Madre Superiora, eran superlativamente queridos por todo el alumnado.


Al mediodía nos esperaban con un variado y bien elaborado almuerzo. Creo que el único plato rechazado por mí desde esa temprana edad lo fue el potaje de lentejas, no me gusta y aun hoy no lo consumo. Todos los demás eran exquisitos y vale la pena señalar que casi todos los panaderos y cocineros que trabajaban en esos departamentos, fueron alumnos del centro que arribaron a la mayoría de edad.


La siesta era sagrada después del almuerzo y se extendía hasta las dos y media de la tarde si no me equivoco. No dormíamos en nuestras camitas, se colocaban colchonetas o frazadas en el piso del amplio pasillo de nuestro pabellón. Cuando nos despertaban teníamos una media hora de rezos, nos daban un vaso de limonada y partíamos a jugar en un área con arboleda y aparatos destinados exclusivamente para los párvulos. Los mayores disponían de un amplio campo de futbol o el terreno destinado a jugar pelota. El futbol contó siempre con mayor aceptación en nuestra escuela e hizo sus aportes a los equipos nacionales de Cuba. Los mas destacados que recuerdo fueron Maximiliano Agustín Valdés (Alias Pluto) y Agustín Valdés, aquel gigante que fuera defensa central del equipo Cuba durante varios años.


A las cinco de la tarde regresábamos al pabellón para bañarnos y luego comer. Allí nos entregaban aquel short de tirantes color gris limpio que constituyó nuestra única vestimenta durante el verano. Los párvulos siempre calzamos sandalias y para nuestros pases o asistencias a actividades importantes nos vestían con otra ropita y zapatos de charol. Es lógico que en invierno cambiaba esta vestimenta por otra que mas nos abrigara y el sweter blanco que usábamos tenia en el pecho un escudo con las letras CBM. A las seis de la tarde nos dedicábamos a ver televisión bajo la supervisión de nuestras “cuidadoras”. De ellas recuerdo con mucho cariño a una mulata algo joven y con una mancha azul en la cara, ella se llamaba Migdalia y no volví a verla mas nunca en mi vida. Fue muy amorosa con todos los niños de mi época, bueno, no recuerdo a ninguna que fuera mala. Solo una no gozaba de nuestras simpatías, una gallega obesa que trabajaba como “serena” durante las noches, ya lo he mencionado en algún comentario. Lala era algo tosca y poco cariñosa, se valía de un palo rojo para despertarnos y a veces por su mala puntería nos golpeaba en la cabeza o los pies, solo eso. Tuvieras o no catarro, ella se encargaría de darnos una cucharadita de jarabe cada noche. No recuerdo exactamente hasta que hora nos permitían ver televisión, dudo haya sido más allá de las nueve de la noche. Peñalver volvía a usar su corneta para hacer un llamado a “Silencio” en horas de la noche, era como una ordenanza a dormir que solo él estaba autorizado a romper a la mañana siguiente. Esta venía siendo nuestra rutina diaria e inviolable, pero nuestras vidas se extendían más allá de la duración del día, semana y año. ¿Cómo fueron nuestras vidas en esa escuela? Es la pregunta que se deben hacer miles de personas y poco se ha escrito sobre esto. ¿Podíamos ser verdaderamente felices?


Existieron muchas actividades que mantenían ocupada la mente de cualquier infante, algo limitadas para los que estábamos en la edad de párvulos y bastante amplia para los varones. Por ejemplo, yo pertenecí al coro dirigido por el maestro Sixto Franca. Existieron dos coros en esos tiempos, el otro era dirigido por una maestra y no recuerdo si era para hembras solamente o mixto, si estoy seguro de que eran mayores que nosotros. Con ese coro participábamos en actividades fuera de la escuela, cantábamos en hospitales y hogares de ancianos, siempre vestidos como monaguillos. Una vez nos contrataron para trabajar en un acto de despedida que se les hizo a los artistas mexicanos Corona y Arau, trabajamos esa noche en el Canal 4 de la televisión que estaba cerca de la Universidad de La Habana.


Siempre nos llevaron caminando desde la escuela hasta el cine Radiocentro o Cinerama, allí vimos todos los estrenos de la época en el cine mas moderno que tuvo Cuba y de paso fuimos viendo la construcción del Hotel Hilton en diferentes etapas.


Durante los veranos nos llevaban cuando menos dos veces a la semana a cualquiera de las playas habaneras, casi siempre a las del Este que eran públicas. Las del Oeste eran privadas y el único rincón de costa dispuesto para uso publico se encontraba en La Puntilla de Santa Fe, varias veces nos llevaron hasta ella.


Todos los domingos había un desfile casi militar en los terrenos de nuestra escuela con la participación de nuestra magnifica banda de música y los pelotones de varones y hembras que marchaban en perfecto orden. Esos actos eran dirigidos por el instructor Tapia, un mulato alto que años después fue el director de actos masivos en el INDER. Los párvulos siempre formamos parte del publico asistente junto a los varones y hembras de la escuela, era un espectáculo hermoso donde nuestros muchachos vestían como marineros.


Los domingos también teníamos misa de asistencia obligatoria y oportunidad para intercambiar miradas con las niñas. Si no me equivoco, los jueves y domingos se proyectaban películas en el patio interior de la escuela, el único inconveniente era que debíamos disfrutarlo sentados en el piso. Nadie protestaba ante el placer de viajar con nuestras infantiles imaginaciones dentro de los personajes de cada actor.


Periódicamente se realizaban competencias deportivas contra otras escuelas y eran espectáculos donde además de apoyar a los nuestros, nos sacaban de la rutina diaria sin salir de los límites de aquella famosa manzana.


Si el tiempo lo permitía y con relativa frecuencia, los párvulos éramos conducidos al parque Maceo situado justo frente a su entrada y allí consumíamos nuestro tiempo dedicado al recreo. Parque que no tenía la imagen del actual y creo, fuera mucho mas atractivo sin las transformaciones a las que fuera sometido después del 59.


Las excursiones y visitas a lugares históricos, museos, etc., fueron otras de las ofertas de nuestra escuela. Siempre estuvieron comprendidas dentro de las actividades disfrutadas por el alumnado, así llegue hasta el mirador del Valle de Yurumí, Zoológico, Museo de Bellas Artes, etc. 


El “Día de los Reyes Magos” era una de las fechas mas esperadas por todos los alumnos de la escuela. ¿Conocieron estos periodistas que tanto han escrito sobre nuestra sufrida infancia, si posterior a 1959 existió alguna escuela, donde sus alumnos escribían una cartica a los Reyes Magos pidiendo un juguete? ¡Lo dudo! Además de ese juguete solicitado, se colocaban decenas de mesas en el patio interior de la escuela por donde íbamos pasando y tomando el de nuestros gustos. Todo eso se desarrollaba mientras tres personajes disfrazados de Melchor, Gaspar y Baltazar actuaban para nosotros en el escenario allí existente. ¡Oh! Toda esa felicidad y fantasía fue destrozada el 6 de Enero de 1959, cuando los Reyes Magos fueron sustituidos por tres barbudos rebeldes que en lugar de actuar como los anteriores, nos premiaron con una arenga revolucionaria en un lenguaje totalmente desconocido por nosotros. 


Mi Primera Comunión fue idéntica a la que pudo hacer un niño rico, todos estábamos vestidos con trajes blancos inmaculados y las niñas parecían Princesas. Todos los católicos conocen el proceso de preparación anterior a la comunión y ese día llegó para alegría de todos nosotros, seriamos veinte varones e igual cantidad de hembras. Después del riguroso ayuno nos brindaron un desayuno espectacular en el patio interior y una vez desprendidos de aquellos calurosos trajes, nos montaron en una guagua que nos llevó al Valle Yurumí donde almorzamos.


El mes de Abril era dedicado a recaudar fondos para la escuela, ¡entiéndase bien!, esto no tiene absolutamente nada que ver con “mendigar” artículos para nuestro centro como vi en las escuelas por donde pasaron mis hijos. Allí no se pedía escobas, palos de trapear, luz brillante o lápices, sencillamente buscábamos dinero que luego se invertía en nosotros mismos. Cuando yo era párvulo, hice varias salidas acompañado de una persona mayor con una alcancía en la mano. Años mas tarde y perteneciendo a las compañías de varones, salí a vender calcomanías alegóricas a la escuela en donde se pagaba el peaje del túnel habanero y también en el Cinódromo de Marianao. Lo hacía sin vergüenza o miedo escénico y con mucho amor, sabia que estaba ayudando a mi escuela. En fin, aunque para los párvulos fueran mas limitadas las actividades del centro por nuestra edad, siempre se nos mantuvo la mente ocupada en algo que nos apartara de cualquier tipo de sufrimiento. 


Se equivocan muchas personas por desconocimiento y poca información, los huérfanos de nuestra escuela no eran mayoría, me refiero a los que llevaron el apellido Valdés y fueron entregados a la institución usando El Torno. Tampoco la otra parte era una masa homogénea compuesta solamente por los más pobres o desposeídos de la sociedad. Este descubrimiento lo hice en el año 1962 y pertenece a otro capítulo, créanme que lo sufrí mucho más que aquella niña cuya familia pertenecía a la clase media alta y pasó su infancia entre nosotros.


No creo en esa infelicidad a la que tanto se han referido algunos periodistas o escritores cuando hablan de nosotros los benéficos. Considero que una mente infantil a tierna edad desconoce el dolor y sus orígenes, mucho más, cuando te encuentras en un centro empeñado en hacértelo olvidar. Es muy probable que, adquirida más edad y en plena adolescencia, apareciera ese dolor oculto y muchas preguntas sobre tus orígenes. Sin embargo, no recuerdo haber escuchado un lamento debido a esta situación por parte de mis amigos más cercanos. Si me preguntaran cómo había sido mi vida en la Casa de Beneficencia y Maternidad del La Habana. Sin temor alguno respondería lo que he dicho a lo largo de mi vida, allí pasé los días mas felices de mi infancia. ¡Claro! Yo no era huérfano y no puedo estar en el corazón de mis hermanos.

 



 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2020-04-08

 



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5 comentarios:

  1. Yo, estaba interna en La Inmaculada escuela regida por las hermanas de la Caridadlas mismas q cuidaban de ustedes y les daban la luz de la enseñanza tanto espiritual como docente, la misma q nos daban en nuestra escuela a pesar de la nuestra ser pagada por nuestras familias; algunas. Uñas de ustedes estudiaba en las mismas aulas q nosotras y no teníamos madre superiora en la nuestra era Sor Hilda Alfonso nuestra directora y para hermanas y niñas lo era laVisitadora Sor Armengol Cueva: en muchas ocasiones disfrutábamos con ustedes de espectáculos donde cantaban o actuaban los alumnos y vi llevandoles entretenimiento a la Ctris Gina Cabrera q era como madrina vuestra. Algunas de las internas de nuestra escuela estaban enamoradas de algunos de ustedes ( amor platonico) pero desde las galerías q quedaban frente a vuestro patio hacían mil monerias para destacarse y q ustedes las miraran, recuerdo nombres pero los reservo,me trajiste muchos recuerdos de mi adolescencia;uno de una visita a la Bene fue al area donde eztaban los BBs y habia una preciosa niña q yo queria q la adoptaran mis padres y la hermana me dijo q no podia ser pues tenia papas. Gracias por tan lindos recuerdos
    Dania Gonzalez Payan

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  2. Me alegro mucho que compartieras algo tan interesante como la experiencia de tú vida en esa escuela .

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  3. Gracias por compartir recuerdos tan personales que forman parte de la memoria histórica de nuestra patria. .los nacidos después del 59 apenas tenemos una versión bastante distorsionada empeñada en borrar el papel de esas instituciones caritativas que como ud bien dice eran parte de la solución humana no del problema social. .saludos

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  4. Precioso testimonio.Gracias.Lo acabo de leer. Empiezo a enterderlo...Una vez lei que Alicia Alonso busco bailarines en la Beneficencia no se si es cierto . Ud tiene la fecha en que desaparcio? No usa malas palabras... Recuerdo desde mi colegio,Las Ursulinas, se recogia una vez en el curso a traves de la Congregacion del Nino Jesus para los ninos de la Beneficencia pero no saliamos con alcancias parece era coordinacion entre las monjas . Si salicon alcancias para la Fundacion Cultural para Ciegos Varona Suarez...donde estudiaron los 5 U 4. Me aterraba no poder ver.Lo hacia muy creida que volverian a ver.

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Síntesis biográfica del autor

CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA

                               CRONOLOGÍA DE UNA AVENTURA La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa ...