EMBORI
…La delación no es oficio de hombres…
-¿Tú perteneciste a la Marina Mercante Cubana? Me
preguntó esa noche casi transcurrido un segundo de ser presentado por su ekobio
aquí en Montreal. Tuvo que haber sido durante uno de esos exquisitos y cortos
veranos que disfrutáramos en esta ciudad cuando la tierra no se había calentado.
Su ekobio me miró y yo lo miré, esperaba ansioso por mi respuesta.
-¡Sí, yo estuve navegando durante 24 años en la
Marina Mercante Cubana! Le contesté sin preámbulos, no me encontraba muy
dispuesto a satisfacer todo ese cuestionario que nos impusimos los cubanos de
aquella época. ¿De dónde eres? ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Cuántos años llevas
viviendo en el exilio? ¿Has regresado a Cuba?
-Te lo pregunto porque yo tengo un ekobio en mi juego
que ha pertenecido a la marina por muchos años. Entonces me tomé una breve
pausa, ya estaba espantado de sorpresas. Algo había disparado mis alarmas desde
hacía unos años, el tiempo de ausencia a nuestra tierra afectaba mucho nuestra
memoria. No solo eso, no ha sido lo mismo conocer a un individuo en tierra y
luego sembrarlo a bordo de nuestras naves. Ni su propia familia han conocido
verdaderamente a sus parientes, una cosa es con viola y la otra con violín.
-¿Y cuál es tu juego? Le pregunté a secas, yo sabía
perfectamente que no estábamos hablando de voleibol.
-¡Coño, el mismo que practicamos mi ambia y yo! Somos
abakuá, como el ekobio que navegó por muchos años en la marina mercante. Lo
dijo con esa sobrecarga de orgullo por la cual sentí todo el respeto del mundo.
-¿Cómo se llama tu ekobio? Preferí no dilatar mucho
aquella presentación.
-¡Gerónimo! Lo pronunció con esa jactancia propia de nosotros
-imagino yo- la oportuna entre ambias
culiñanes o ekobios del mismo juego sin distinguir las bases. ¡Ño, me subió
algo así anormal por la mente y estuve a punto de explotar! Que tampoco era tan
anormal como ahora pienso en este verano donde la temperatura no ha subido
tanto. Su ekobio -el que nos presentó- escuchaba aquel breve intercambio sin
ocultar aquella sonrisa “monalísica”, expresión del que se siente felizmente
acompañado por uno de su equipo. Me detuve unos segundos que parecieron siglos
antes de brindarle una respuesta que pudiera inquietar o molestar a ambos.
¿Cómo decirle a esta persona que su socio era un “singao” detestado por cientos
de marinos?
-¡Mira, mi hermano, no te voy a mentir! El ekobio que
nos había presentado, detuvo su contemplación hacia el fondillo de una hermosa
mulata que se nos atravesó en la acera. -¡No está en mí! Si te miento me engaño
a mí mismo y eso es algo que no me gusta practicar.
-¡Coño, suelta lo que sepas! Aquellas palabras
escaparon con un vibrato anormal y delataron cierto nerviosismo en la garganta
donde fuera pronunciada.
-¡Sin preámbulos! Tu ekobio, socio, ambia culiñan,
hermano, integrante de tu plante o juego, fue tremendo hijo de la gran puta y
singao en la Marina Mercante Cubana. Se produjo un gran silencio cuando
pronuncié aquellas palabras y el ekobio de la presentación me observaba sin
poder ocultar su asombro. El visitante de aquel verano apacible no pudo
sobreponerse y prefirió mantenerse callado.
-¡Coño, asere, esas son palabras muy fuertes! ¿Por
qué dices eso de mi ekobio? Preguntó el visitante varios minutos más tarde, los
que necesitó para organizar una frase.
-No sé, me parece, imagino, supongo, ese juego tuyo
debe ser de las grandes ligas. No sé mucho de esto, pero he vivido en una pila
de barrios donde abundan abakuás y de otras religiones africanas.
-Tiene, tiene sus exigencias, no cualquiera puede ser
abakuá.
… Para ser hombre no hay que ser abakuá, pero, para ser
abakuá hay que ser hombre…
-Ya te digo, yo no sé mucho de eso y siempre han
estado envueltos en cierto secretismo, que por supuesto, aplaudo. ¡Claro! Desde
hace muchos años esos secretos son a voces y desde hace muchísimos años atrás,
yo no encuentro a aquellos viejos abakuás que se distinguían por su respeto
hacia los demás. Comenzaron a formar parte de ese juego muchos ambientozos,
títeres, guapos baratos y chamacos que alardeaban ser de tu juego, verdaderos
individuos problemáticos. Nada que ver con aquellos hombres callados y muy
reservados que inspiraban el respeto de sus prójimos.
-Aun así, no me has dicho por qué mi ekobio es un
singao.
-Muy sencillo, tengo entendido que en ese juego el
embori era despreciado. Es que no se necesita ser abakuá para despreciar a un
chivato y te aseguro, él caminó a mucha gente en la marina mercante cubana.
-Bueno, bueno, primero hay que estudiar el prisma con
que se mire.
-¿Qué me quieres decir con eso?
-Que todo depende del grado de responsabilidad que se
tenga ante la sociedad, es como…
-¡Pérate, pérate! Yo no soy tan bruto… Lo interrumpí
bruscamente cuando observé el curso que tomaría su explicación. -No me dirás que, si el abakuá es militante del partido o
dirigente, está justificada su chivatería en el nombre de la patria o la
revolución. Coño, eso es lo que menos esperaba escuchar y te digo algo, no me
asombra que una gran parte de ustedes y otros que pertenecen a diferentes
religiones, credos, sectas, hermandades o juegos, utilicen la misma
justificación. ¡No jodas! Embori es embori sin importar el santo que profese. ¡Los
han penetrado hasta los cojones!
“Embori” es un vocablo de origen bantú (efik) que
significa `chivo´.
-¡Déjame explicarte algo!...
-Compadre, no creo que debas explicarme nada. Ahorra
tus palabras para que convenzas a cualquier tonto, no a mí. Volví interrumpirlo,
acudió a mi mente aquel desafortunado pasaje de mi vida donde me pidieron la
cabeza en una reunión y todos los militantes del partido alzaron la mano para
disparar la guillotina. Cuando me acerqué a varios de ellos, apelaron al mismo
recurso de este abakuá, como se trataba de una decisión partidista yo no comprendía.
No me equivocaba en lo que le decía, todas las religiones que se practican en
la isla han sido penetradas por el régimen, no ha escapado nadie. Hoy suelo
escuchar con mucha frecuencia a personas alegando que sus prácticas religiosas son
“apolíticas”, seres que sufrieron mucha discriminación, humillación y acoso por
parte de ese régimen por una sola razón, todos los que hoy se declaran apolíticos,
estuvieron siempre en el colimador de agentes represores, quienes siempre los consideraron
a ellos un problema político inaceptable en la sociedad que estaban
construyendo. Nadie escapó, ni los homosexuales hoy agrupados alrededor de
Mariela Castro, la hija de uno de los peores represores paridos en Cuba. -¡Compadre,
el chivato es chivato en cualquier juego o velorio!
-Bueno, se ve que no quieres comprender y así no
vamos a entendernos…
-Yo no tengo que entender nada, esa explicación que
pudieras darme, úsala mejor con chamas de las nuevas generaciones, no conmigo.
Sin apenas despedirnos nos separamos envueltos en el silencio del ekobio que
nos había presentado, ellos marcharon rumbo al sur de la ciudad, quizás buscando
alguna discoteca. Yo me sumergí en las profundidades de la tierra para tomar el
Metro que me llevara a casa.
Coincidimos en otras oportunidades que visitó Montreal
y no tocamos aquel desagradable tema. Me pidió entrada a la lista de amistades
y lo acepté, luego pude comprobar que era una persona de sentimientos
anticastrista o anticomunista. No logro comprender su actitud y la de algunos
compatriotas ante ese dilema que les impuso el régimen y no saben elegir. El
sentido común es inválido en esos casos y la ceguera se impone por ignorancia,
miedo o fanatismo. Cuando acudes a la opinión de esas personas, la confusión que
presentan es profunda y tratan de justificar lo inaceptable. En muchos o la mayoría
de los casos, la “chivatería” es justificada o confundida con un deber patriótico,
aceptada allí donde siempre fue considerada una falta o pecado, un atentado
contra la “hombría” de la que tan orgullosos vivieran la mayoría de aquellos
hombres. ¡Ojo! Pueden existir excepciones.
Lo cierto es que hace poco publiqué un trabajo que
fuera escrito hace unos años y en él le dedico unas estrofas a ese ekobio. Parece
que el hombre se disgustó y me eliminó de su lista
de amistades, claro, solamente cibernética. No ha sido una acción que logre
desvelarme o incomodarme, me resulta indiferente. Sin embargo, me ha obligado a
buscar y leer sobre su juego, lo que antes era un secreto hoy no lo es. No
borraré nada de lo escrito, su ambia culiñán fue un reverendo hijo de puta en
la flota y yo no pienso cambiar absolutamente nada de la historia que ellos
crearon a su paso para complacer a nadie. Muy sencillo, no pueden existir “Emboris”
fuera de juego o con inmunidad patriótica. El chiva es chiva jugando en el
juego que le dé la gana.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2022-08-25
xxxxxx